Chile: De la educación al centro de la injusticia
Por Andrea Dufournel
El sistema educativo, tanto en Chile como en otros países, está siendo fuertemente cuestionado, no en vano llevamos ya cinco meses de movilizaciones frente a las cuales no hemos recibido del gobierno la respuesta que queremos escuchar. Acá no se trata de cambiar las cosas para mañana, se sabe que los cambios estructurales son paulatinos, pero el gobierno no tiene intenciones de renunciar a los enormes beneficios que el negocio de la educación ha significado para el sistema que defienden. A eso no está dispuesto.
El problema es tan evidente que hasta el FMI ha recomendado que se realice una reforma tributaria que permita satisfacer las necesidades sociales que requiere nuestro país, pero para el gobierno hacerlo sería comenzar a desmantelar el sistema económico neoliberal que implantó su principal mentor, Pinochet, ya que, de conseguir el movimiento social el cambio que se exige, sería sólo el comienzo.
Luego tendrían que reformar las administradoras de fondos de pensiones (AFP), que fueron también creadas bajo la dictadura, en 1981, e implementadas por José Piñera, hermano del presidente, régimen que ha sido exportado a otros países. Un sistema que ha agudizado el círculo de la pobreza, con pensiones miserables que no les permiten a los jubilados llegar a fin de mes, mientras los fondos de los trabajadores, que están obligados a “ahorrar”, son invertidos en la bolsa sometidos a los vaivenes del mercado, como si el dinero de los trabajadores pudiera ser apostado en una máquina tragamonedas, sólo pierden los cotizantes. Los dueños de las administradoras no ponen en riesgo sus ganancias, para ellos son un inigualable negocio. Luego viene el sistema de salud: las ISAPRES, han obtenido billonarias ganancias a costa de la salud de los chilenos y eso, por decir lo menos es inmoral, pero curiosamente, el estado no tiene según el ministro de salud, Jaime Mañalich, manera de regular.
La conveniente sordera del ejecutivo, no es casualidad, es premeditada. Se han parapetado tras el banco de la codicia formando un mundillo donde los pobres no tienen cabida, salvo para hacer sus tareas domésticas, ¿es que alguien que jamás ha sentido hambre o frío va a ser capaz de entender al pueblo?, sólo recomiendan encomendarse a Dios. Esa es la receta ya que a Él lo han puesto como cómplice de sus aberraciones, así expían sus culpas. Porque claro, lejos de mostrar señales de querer solucionar el conflicto estudiantil, lo han criminalizado, acusando a los estudiantes de violentistas y de ser los culpables del desastre que ha quedado cada vez que pretende marchar por la simbólica Alameda y han sido, por orden del gobierno, brutalmente reprimidos.
Argumentan que son los civiles quienes agreden a carabineros cuando las imágenes difundidas señalan lo contrario o es que: ¿ acaso los estudiantes y las víctimas de esta suerte de terrorismo de estado golpean con sus cabezas los bastones de la policía ?. El uso excesivo de gases lacrimógenos y el lanzamiento de agua con sustancias irritantes es, supuestamente, para apaciguar los ánimos pero sólo han logrado exacerbar a la multitud, ése es el diálogo al cual ha estado llamando “su excelencia”: mentiras, represión y violación al legítimo derecho a manifestarse.
Ahora acusan a los jueces de no aplicar “bien” la ley y dejar, a quienes son detenidos por la policía militarizada y acusados sin pruebas, en libertad. La intromisión descarada que pretende hacer la administración Piñera en el poder judicial indica que de democracia y de la independencia de los poderes del estado saben lo mismo que sabía la dictadura que metía mano en cada uno de ellos logrando manejar a los tribunales a su antojo, sin mencionar que cerró el parlamento con la finalidad de crear leyes convenientes a sus intereses sin tener ningún tipo de obstáculo.
La prepotencia que les otorga el poder al echar mano a las fuerzas policiales frente a la rebelión de un pueblo cansado, hastiado de los abusos, ya no recibirá la respuesta de los años 70 y 80 en que nos tenían aterrados; hoy la situación es diametralmente opuesta, la velocidad de la información y el apoyo internacional que el movimiento estudiantil ha logrado los ha puesto en un escenario incómodo, ya que lo que ellos aprendieron durante los oscuros años en que cogobernaron con el dictador, tiene por contrapartida lo que el pueblo aprendió de la lucha contra la dictadura.
Los jóvenes fueron invitados por el ministro de educación a “dialogar”, pero aparte de ser tratados vejatoriamente, aún las propuestas del gobierno no satisfacen las condiciones mínimas que debe tener un diálogo de iguales, y sólo se pretende imponer criterios que apuntan a conservar el modelo de desigualdad y segregación en el cual se basa fundamentalmente el actual modelo educativo chileno. El llamado a conversar que ha realizado el gobierno es meramente mediático donde han satanizado a los estudiantes, responsabilizándolos de perjudicar a los jóvenes más pobres del país, desligándose así de la responsabilidad de entregar soluciones. Frente a este escenario los estudiantes organizados en la Confech se han retirado de la mesa de “diálogo” ya que estiman que no están dadas las garantías mínimas, de parte del ejecutivo, para lograr algún acuerdo.
Mientras esto ocurre, “su excelencia” descalifica al movimiento y persiste inmutable. Al fin y al cabo cada día que permanece apoltronado en su tan anhelado sillón presidencial, su fortuna crece, y espera con ansias la ocurrencia de una nueva tragedia en el país, para así lograr remontar en las encuestas de opinión. Nos encontramos con un presidente bipolar que en su hábito de faltar a su palabra y afán de protagonismo ha manejado el conflicto con los escrúpulos de un especulador.
Hace muchos años, cuando aún no se tenía conciencia de que era fundamental educarse y que todos los jóvenes y niños tenían la educación como uno de sus derechos fundamentales, se decía y con mucha ironía que no todos los niños debían educarse, ya que de ser así … ¿quién le sacaría el yuyo a las papas?.
Fuente: Argenpress
0 comentarios