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Mineros, Mapuches y el Papa

Mineros, Mapuches y el Papa

por Roberto Tello

La incapacidad de la política como instrumento para delimitar el orden institucional, que regula la actividad social en la que también se haya  inserto el sistema que regla la actividad laboral, es de una escandalosa ineficiencia. Todos los instrumentos de esta política, llámese; poder ejecutivo, poder judicial  o el mismo parlamento chileno, forman parte de una estafa cotidiana conque la burguesía chilena enfrenta a las clases subalternas, en este caso a los trabajadores.  El drama de los 33 mineros atrapados en la mina San José, emerge del descontrol y el no cumplimiento de las leyes que el estado chileno como supremo administrador de la cosa publica, debería observar y hacer cumplir.

 

Aquí, lo que queda establecido no es la desaprensión con la cual  los organismos del estado chileno hacen cumplir la legalidad existente, sino que, más bien; se demuestra la vigente corrupción que los responsables políticos de estos organismos, utilizan como método para asignar faenas que producirán enormes ganancias aun a costa de la seguridad física, en este caso, de los mineros chilenos. La política, es entonces funcional a las corporaciones empresarias y a los monopolios que explotan los recursos naturales, sin importar si las leyes vigentes, son  respetadas o vistas como premisas necesarias de un orden democrático que debe subordinar políticamente el poder de estos grupos económicos que operan en la fase de explotación de nuestros recursos naturales, como si fueran los dueños de ellos.

 

La historia política chilena de estos últimos 35 años, esta plagada de hechos que muestran a un Estado complaciente y colaborador con los intereses del capitalista chileno y extranjero y brutalmente cruel e indiferente, con los intereses y derechos de los trabajadores. En los 20 años que gobernó la concertación, el Estado chileno, fue utilizado, solo para dosificar la pobreza que el sistema de explotación capitalista vigente crea como resultado de su abrumadora desigualdad en el reparto de los beneficios que esta  produce. La fuerza de trabajo, se convirtió en una mercancía capaz de reproducir riqueza a costa de una maximización de la explotación y a la gran perversión del discurso político que explica como necesario para un mejor rendimiento y competitividad de nuestra economía, los mayores grados de explotación de las fuerzas del trabajo.    

 

No es casual entonces, que los 33 mineros chilenos atrapados bajo tierra en la mina San José, se hayan convertido en los rehenes de esta perversa forma de concebir la política. La actitud de Piñera tratando de  utilizar la tragedia de los mineros y sus familiares como si esto fuera un acto político de campaña, deja trascender la manifiesta perversión de este millonario que hoy ocupa la Moneda. Ahora ya se sabe; cada minuto que dure la tragedia de los mineros, será un  minuto más de show montado en torno a este tragico hecho por el actual gobierno.

 

Esta lógica de hacer  política, se repite en el caso de los Mapuche en huelga de hambre en contra de la aplicación de la maldita ley contra el terrorismo con la cual la justicia chilena los pretende juzgar y condenarlos. Aquí, se hace clara esta contradicción de la justicia chilena,  que enarbola el sagrado cumplimiento de la ley en favor de los latifundistas y corporaciones mineras y forestales en desmedro del indefenso y subyugado pueblo  Mapuche. El punto que une estos dos acontecimientos sociales, se encuentra en el omnipresente poder del capital sobre los derechos y libertades del chileno común, de los trabajadores y de los pueblos originarios, en los que el conflicto con los Mapuche, es el de  mayor relevancia.

 

La concertación se mostró inútil para limitar el poder del capital, en favor de los trabajadores, es más, una larga lista de claudicaciones y concesiones al capital chileno y extranjero llevan su sello. También cargan con una pesada carga de responsabilidades  en hechos de represión que costaron la vida de manifestantes a manos de la fuerza represiva con la que el Estado chileno pretende asegurarle al capital el sagrado orden institucional.  

 

En recientes declaraciones, el Papa Benedicto XVI, dedico a los 33 mineros chilenos atrapados en la mina San José, parte de su discurso para sugerirles “A ellos y a sus familiares los encomiendo a la intercesión de San Lorenzo...” Nada más apropiado, si tenemos en cuenta que todos los trabajadores chilenos se encuentran en la parrilla. Del Papa, no salio ni una sola palabra condenando la actitud empresaria, por corrupta e inmoral. Tampoco Benedicto XVI, se ha manifestado en favor de los Mapuche en huelga de hambre,  ni pidiéndole a los millones de católicos que habitan en Chile, se movilicen para exigirle al Estado chileno el fin de las fiscalias militares y la ley antiterrorista.

 

Como vemos, la fe del Papa Benedicto XVI, esta puesta en que la providencia haga, lo que los políticos no quieren hacer; salvar a los mineros y liberar a los presos Mapuche.

 

 

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