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T r i b u n a c h i l e n a

La izquierda democrática y los K

Roberto Vélez (LOS ANDES)

Conocida es mi militancia en el ideario de la izquierda democrática al que aportó significativamente desde estos lares Benito Marianetti. Ese posicionamiento parte de la premisa de que el capitalismo, pese a sus siglos de existencia, no puede hacer realidad aquellos nobles objetivos de libertad, igualdad y fraternidad ni terminar con la pobreza aunque no pueda negarse que la humanidad, en esta etapa, avanzó más que en toda su existencia.

En otros términos. Por aquello de... “los dolores que quedan, son las libertades que faltan”, me identifico con el socialismo desde una perspectiva antagónica al capitalismo. Para que no haya explotación de unos contra otros, más derechos y más justicia. De ninguna manera sustituyéndolo por dominaciones sobre el pueblo por el Estado o el partido.
Con esa utopía, se impone hoy redistribuir el ingreso.
Sin embargo, en estos años K, los 200 grupos económicos más importantes que operan en el país, duplicaron sus ingresos. Avanzó la extranjerización y se sigue esfumando la renta petrolera, sojera, financiera, ictícola y minera cuyos detentadores, amigos del poder o empresarios devenidos en “políticos”, bailan en una pata. Concentración económica determinante para comprender lo que efectivamente pasa y para adoptar una posición correlativa a principios que nada tienen que ver con los K.
Que de izquierda nada tienen y sí tal vez algo de progresismo por aquello de que hay que “cambiar algo para que nada cambie”.
Puro cuento. Al igual que el de la soberanía declamada. O el de los derechos humanos del presente pisoteados y peligrosamente postergados; inseguridad pública y atropellos en cárceles y comisarías mediante.
Cuando algo no se entiende, por su calidad de lejano o complejo, resulta recomendable remitirse a lo próximo y simple. En Mendoza, Jaque, Miranda y Ciurca son, han sido y serán de derecha. Mentiras y corrupción a cuestas.
No en forma casual, adhirieron a las promesas de Néstor candidato que en 2002 para Mendoza decía que iba a “defender el federalismo, revisar los acuerdos nacionales referidos a la distribución de impuestos, regalías, Pacto Fiscal y todo aquello que deba retornar al control efectivo de las provincias”. También reformularía “la relación Nación-Provincias, con la incorporación, a la masa coparticipable, de todos los impuestos tales como retenciones a las exportaciones, impuestos a los débitos y créditos bancarios”.
Está claro, por otra parte, que lo que se presenta desde lo tradicional como oposición es claramente más de lo mismo. Con sólo observar antecedentes, sobra.
No hay ninguna razón para optar por caras de una misma moneda.
Esto del mal menor es harto conocido. No habiendo ningún riesgo de ruptura institucional, no hay margen para chantaje.
Ni K es Hitler, ni la oposición es antidemocrática. Muchos acomodaticios que hacen gárgaras con la revolución, deambulan a sueldo en pasillos oficiales. Son oportunistas, nunca de izquierda. Algunos otros, han previsto un naufragio próximo y, olvidándose que eran 100% K, se suben a otro micro en la búsqueda de una suerte que no tuvieron.
En tren de visualizar despropósitos históricos, recordamos a comunistas que se dicen revolucionarios, integrando el frente que catapultó a Menem- Duhalde a la Presidencia. A socialistas y a integrantes locales de Carta Abierta, que hicieron lo propio con la Alianza de De la Rúa, Cavallo, Álvarez. Y al PC, cuyo “viraje revolucionario”, los transformó en amanuenses de los K.
Ni estos ni sus delfines locales son socialistas. Tampoco se han destacado por vocación anti monopólica alguna salvo en los discursos
De modo que nada tenemos que ver con ellos. Ni ayer. Ni hoy.

Para que en verdad haya cambios, se impone la construcción de alternativas plurales, nutridas de principios nacionales, populares y democráticos que despedacen la corrupción. No casualmente el signo de estos gobiernos que supimos elegir.

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