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T r i b u n a c h i l e n a

La hora de los pueblos está sonando

Los vientos de cambio no se detienen, aunque a veces los poderosos imponen su fuerza y logran provisoriamente torcer la voluntad popular.

El pasado domingo, Rafael Correa obtuvo la presidencia de Ecuador con un discurso populista. Este domingo, según la sensación en la calle y todos los sondeos de opinión, Hugo Chávez será reelecto como presidente de Venezuela para el período 2007-13 con una mayoría aplastante. Anteriormente, Daniel Ortega ganó la presidencia de Nicaragua, y Lula da Silva logró la reelección en Brasil.

En contraposición, este viernes asumió la presidencia de México, rodeado por las fuerzas de seguridad, Felipe Calderón, después que el Tribunal Electoral deshechara las denuncias de fraude. Este aparente revés se está convirtiendo en una reactivación de los movimientos sociales y en la unidad de las organizaciones de izquierda que siguen considerando que el ganador de las elecciones del mes de julio, fue Manuel López Obrador.

Más allá de las tibias políticas de algunos dirigentes de izquierda cuando llegan al gobierno, o la debilidad para concretar los cambios estructurales, el hecho de sus victorias representa un cambio en el dominio que mantenían los políticos tradicionales aliados al imperialismo, y más que nada, reflejan la voluntad política de los votantes, de la mayoría del pueblo, de comenzar a transitar por caminos de cambios.

En muchos países latinoamericanos, la voluntad de cambio se manifiesta a través de los movimientos sociales que en conjunción con partidos políticos, logran ganar elecciones. Sin embargo, el sustento de estos gobiernos, está más en los movimientos sociales que en los partidos, muchos de los cuales han perdido credibilidad entre la gente.

Algunos candidatos llegan a la presidencia sostenidos por estos movimientos, como son los casos de Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, y hasta el propio Evo Morales en Bolivia, y otros basados en amplias alianzas de partidos y movimientos. Chávez y Morales debieron construir partidos políticos, y Chávez está ahora en un proceso de unificar a todas las fuerzas que lo apoyan en un partido único de la revolución.

Hasta en países donde los movimientos sociales tienen limitada su capacidad de movilización -como Colombia- las organizaciones sociales se constituyen muchas veces en el interlocutor válido para el gobierno, por ejemplo, en la discusión de proyectos de ley. La ley de aborto fue discutida en primera instancia con organizaciones sociales antes que con los partidos.

En estos mismos países, la lucha de los movimientos sociales provocaron la destitución de presidente ineptos o corruptos. Por lo menos siete presidentes sudamericanos abandonaron anticipadamente sus cargos en los últimos 10 años ante la protesta popular. Esta capacidad de movilización, y de ejercicio de una democracia directa desacostumbrada, comienza a poner límites positivos al margen de maniobra de los presidente electos, aunque todavía se insista en que se debe “respetar la legalidad” y cumplir los plazos constitucionales de los mandatos. La movilización popular ejerce una presión mayor, y por supuesto mejor, que las leyes escritas que los gobernantes aprenden a eludir o ignorar.

América Latina parece estar buscando un nuevo modelo de democracia, de alguna manera más directa y donde la representatividad pueda ser cuestionada a cada momento y sustituida. No se trata de las asambleas en una plaza de ciudadanos griegos de la antigüedad, sino de pueblo movilizado en las calles reclamando sus derechos.

Junto con ello se fortalecen viejas formas organizativas o aparecen nuevas, donde el pueblo directamente comienza a ejercer control y algo de poder. En distintos países se ensayan estructuras de participación ciudadana, consejos vecinales, juntas locales, etc, que otorguen institucionalidad al ejercicio de la democracia directa. En este camino de fortalecimiento de la democracia directa, o mejor dicho de ejercicio de una verdadera democracia, conviene observar y aprender de la experiencia venezolana.

En los últimos meses, Venezuela ha iniciado la construcción de un poder popular basado en los consejos comunales y las diferentes misiones. No se trata sólo de estructuras consultivas, sino que incluidas en la estructura del Estado, tienen funciones ejecutivas, administran dineros públicos y resuelven sobre su uso. Todavía está en discusión como se integran con el parlamento, y/o si en el futuro, lo sustituirán.

Para fin de este año, se estima que ya estarán funcionando unos 40 mil consejos comunales que, según su ubicación, se integran de entre 20 y 200 núcleos familiares.

Con la reelección de Chávez el próximo 3 de diciembre, todo este proceso de transferir poder al pueblo, de profundizar la revolución tomará impulso. Junto al viejo Estado, y entrelazado con él, comienza a surgir una estructura de poder popular que de a poco sustituye a las instituciones gubernamentales ya conocidas.

Así, junto a los cambios políticos que conllevan un rechazo a las políticas neoliberales aplicadas en las últimas dos décadas, aparecen formas organizativas populares que reclaman una nueva institucionalidad. La hora de los pueblos está sonando.

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