La responsabilidad de Gadafi en el avance de la OTAN
Por Heinz Dieterich
1. La pregunta prohibida
Leer hoy día a la mayoría de los comentaristas y políticos de izquierda sobre la intervención de la OTAN en Libia es, esencialmente, una pérdida de tiempo. Sustituyen el análisis con sus lamentaciones sobre el cinismo del imperialismo, que solo quiere el petróleo y que después de Libia atacará a Siria, Irán y Venezuela. Afirmar esto es tan trivial como afirmar que el sol “desciende” al atardecer. Sin embargo, la interminable repetición de esa verdad trivial les permite omitir una pregunta que es de gran importancia para la Izquierda y la lucha de clases: ¿Cuál es la responsabilidad de Gadafi en el hecho de que la OTAN hoy domina el país? O, dicho en forma general: ¿Cuál es la responsabilidad de los líderes en el fracaso de los procesos revolucionarios?
2. El fracaso de Gadafi
La responsabilidad de Gadafi en el avance imperialista actual se puede resumir en una frase: habiendo tenido el poder político-militar absoluto y una riqueza económica desproporcional durante 42 años (¡!), ha sido incapaz de integrar el país en un sólido bloque de poder nacional, capaz de resistir al imperialismo. No ha logrado integrar a la juventud libia, ni a la región islamista oriental, ni ha construido un Estado popular fuerte. La razón principal de este fracaso, que ha creado las condiciones para la intervención militar actual, es la falta de democracia y participación de los ciudadanos en los asuntos públicos de la nación. Restringiendo el poder y la conducción pública a un aparato monopólico, la Gran Yamahiria Árabe Popular Socialista de Gadafi perdió su capacidad de evolución. Cuando cambió el entorno mundial, fue incapaz de adaptarse a las nuevas condiciones.
3. El deja vu del Socialismo del Siglo XX
La causa de la involución y el colapso del Socialismo del Siglo XX tiene las mismas raíces que el proceso de Egipto, Libia, Irak y Siria. Todos los países del Socialismo del Siglo XX adoptaron el modelo stalinista, cuyo totalitarismo destruye per se la capacidad de evolución del sistema revolucionario. Al cambiar su entorno mundial, no lograron la transición del stalinismo totalitario al Socialismo democrático del Siglo XXI y regresaron al capitalismo.
Para el mundo árabe, el régimen del Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baath), que actúa bajo la consigna “Unidad, Libertad, Socialismo”, ilustra el problema. Desde que llegó al poder en un golpe de Estado en 1963 en Siria (y también, en Irak), ha mantenido a la población durante 48 años bajo estado de sitio (¡!). Ahora, al igual que Gadafi, Saddam Hussein y Mubarak, Bashar al-Assad ---“el hermano humanista y socialista”, como dice Hugo Chávez--- pagará el precio por su inmovilismo, porque el descontento interno y la subversión imperialista no le permitirán una transición exitosa a un régimen más fuerte, por ser más popular y participativo.
4. La soberbia de los líderes
La culpabilidad histórica es de esos líderes y colectivos (partidos, guerrillas, facciones) que encabezan procesos de transformación democratizadores, para después sacralizar de inmediato el “nuevo orden” que generan, y en el que nada puede modificarse sin su beneplácito. No se les ocurre que tienen que renovar su legitimidad constantemente. No se les ocurre, que su reclamo a ser legítimos detentores del poder de la nación por un hecho fundador revolucionario de hace medio siglo, se convierte en ritual hueco ante las nuevas generaciones. Nuevas generaciones compuestas por “hombres nuevos” ---su propio producto--- que ni así tienen derecho a determinar su propio destino; sino que requieren el estado de sitio antidemocrático permanente.
5. La culpabilidad
En derecho penal, el concepto de culpa implica una conducta que por imprudencia, negligencia, impericia o inobservancia de normas existentes genera un daño, que era previsible y evitable. Este es el caso de Gadafi, Saddam, Noriega y de los regímenes caídos o en crisis del Socialismo del Siglo XX. La norma que desconocieron no es una ley del derecho internacional o un precepto de la ética política. Ambos son de poca importancia real en el quehacer de las naciones. Su culpa consiste en desconocer la ley de la evolución del universo. Piensan que en un cosmos en constante movimiento y, por lo tanto, cambio, pueden permanecer en el inmovilismo, petrificando y sacralizando su modelo original de dominación que instauraron cuando tomaron el poder. Una conducta de suprema ignorancia o soberbia.
6. “Asumo la responsabilidad”
Cuando tienen que admitir algún error grave no dicen más que un retórico mea culpa o un retórico “Asumo la responsabilidad”. De hecho, no asumen nada, porque su responsabilidad política consistiría en explicar ante las masas el por qué de sus errores. Sólo de esta manera los ciudadanos podrían aumentar su nivel de conciencia. Y, tampoco, hay sanciones para ellos, sino solo para los subalternos. Esos subalternos frecuentemente son llamados por los líderes “la burocracia”. Lo que callan es que la burocracia estatal civil y armada, es su principal instrumento y bastión de poder y que, como Jefes del Estado, son responsables de ella. Y si no pueden controlar o cambiarla en cincuenta años, deberían dimitir.
7. Gadafi y la Izquierda idolatrante
Los líderes son necesarios en determinados momentos de la historia. Lo que no es necesario, sino patológico y reaccionario, es la subordinación mental de las masas ante ellos, sus mandarines políticos y sus chamanes ideológicos. La Izquierda idolatrante y oportunista que les rinde culto a la persona y al poder, es corresponsable de las derrotas como la de Gadafi, porque sustituye el análisis crítico por el newspeak de los líderes. Cuando sus triunfalismos se caen en pedazos ante las bombas de la OTAN, solo saben repetir las lamentaciones sobre la maldad del imperialismo. Como si el colonialismo-imperialismo de la burguesía atlántica no haya sido durante quinientos años el peor enemigo de la humanidad. Asumen entonces el papel de los curas. Todo lo que está mal en la maravillosa creación del Señor es la (imprevisible) obra del Diablo.
8. El previsible fin de Gadafi
Sin embargo, nada en la destrucción de Gadafi era imprevisible. De hecho, su capitulación data de diciembre del 2003, cuando renunció al desarrollo nuclear, entregó el petróleo y se volvió colaborador del Mossad, de la CIA y del MI-6. Y los fascistas gringos con sus colaboradores sionistas ya habían publicado en 1997 a través del Project for a New American Century (PNAC), cómo iban a “reordenar” por la fuerza el mundo oriental, desde Marruecos hasta el Hindukush. Con el fraude electoral de Bush (2000), ese proyecto hegemónico global se hizo política oficial del Imperio, y el ex Director de la CIA, James Woolsey, lo explicitó aún más en 2003, cuando configuró el escenario de “La Cuarta Guerra Mundial”.
Las descabelladas propuestas de Gadafi, de enero a marzo del 2009, para salvar su pellejo mediante la movilización del pueblo, fueron frenadas por su propia clase política en el “Congreso”. Era too little to late, como dicen los gringos. De todas formas, estaban tan fuera de la realidad como las propuestas del dinero comunal y de las Comunas, del Presidente Hugo Chávez, y sólo hubieran acelerado el desastre, si se hubieran realizado.
9. Marx y los líderes
Ante esa idolatría de los líderes, que es una actitud absolutamente contrarrevolucionaria, hay que recordar la caracterización que hizo Marx de ellos y de su papel en el proceso histórico. Para Marx, los líderes no eran más que Zufaelligkeiten en las legalidades evolutivas de la sociedad: casualidades o eventos aleatorios (al azar).
¡Qué tan lejos está la Izquierda actual de la lucidez teórica de los próceres!
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