Los problemas de raíz en Colombia no se superan. Se habla de que el gran mérito de Álvaro Uribe es haber recuperado lo que se llama en la jerga “un Estado fallido”. Supongamos que (por estándares que no conocemos), el Estado colombiano esté recuperado. Sin embargo el costo ha sido altísimo. Colombia aún no construye un sistema político de amplia participación ciudadana, comparando con lo que está desarrollando Ecuador con el liderazgo de Rafael Correa.
En Colombia, el duopolio de poder de más de un siglo concentrado en conservadores y liberales de derecha, permanece casi incólume. La militarización del Estado colombiano está acendrada como cultura política mientras existan las FARC y el narcotráfico. Puede que haya disminuido la tasa de secuestros y que las zonas de influencia de las FARC sean menores, con todo, estos no son indicadores para eludir el diagnóstico mayor de que la política en Colombia ha sido engullida por un sistema con omnipresencia del poder militar por sobre el poder político civil.
El trueque de sonrisas y de mensajes entre Chávez y Santos no disminuye la gravedad del problema basal de dos naciones que hasta el momento caminan por sendas diferentes y opuestas. El “partir desde 0” del presidente Santos, suena espectacular mediáticamente y el foco en expectativas de de desarrollo económico de su homólogo Chávez, suena igual. Esperemos que así sea sólo para terminar con las aspiraciones de supremacía absurdas de algunos cuarteles. Sin embargo ambas naciones atraen la atención mundial por diversas razones.
Colombia atrae a un sector del mundo como experimento de contención a la siempre latente insurgencia comunista, la que mientras existan las colosales inequidades en la región más desigual del planeta, se convierte en parte del cuadro establecido.
Por su parte en Venezuela, más que en ningún otro país de este hemisferio, se concatenan variables internacionales que van desde el capital financiero transnacional, hasta las cuestiones de seguridad continental. El referéndum de agosto de 2004 Venezuela fue una anticipación de las futuras batallas internas en los países de la región inducidas para desprenderse de, o acentuar la hegemonía estadounidense. Esas batallas se han sucedido una tras otra, y se podría decir que en el suelo llanero es donde se están llevando a cabo las batallas políticas más cruciales al comenzar este nuevo milenio, quizás tan cruciales como las exhibió Vietnam en otro plano y bajo otro contexto.
En Colombia se han establecido bases militares estadounidenses como una clara contrapartida al experimento autonómico bolivariano de Venezuela. Sin embargo estas bases son apenas la punta del iceberg en cuanto a las necesidades de la seguridad estratégica de Estados Unidos en esta parte del hemisferio occidental.
Colombia tiene una significación casi estrictamente local de control limitado a una zona. En cambio Venezuela se proyecta por su resonancia más planetaria en cuanto a que el independentismo (respecto al neocolonialismo) es una alternativa válida no solo por una cuestión de nacionalismo, sino también por una razón de desarrollo alternativo.
Hay un sector que promueve que el ALBA no prospere a toda costa, y que el experimento bolivariano venezolano se desplome. Una vez más se ve la lucha de dos polos. Colombia es la consecución del hegemonismo de un polo. En Venezuela se observa la necesidad de liberarse de la presión de ese polo, en este caso EEUU.
Desde el punto de vista del equilibrio en relaciones internacionales y las teorías más recurrentes, lo de Venezuela hay que observarlo con atención más allá de la distorsión del tóxico ideológico. Es doblemente meritorio no por la cualidad intrínseca de los resultados del experimento, sino porque lo lleva a cabo prácticamente “en solitario” (en cuanto a apoyos de grandes potencias o bloques de poder) sustentándose en coordenadas internas como eje y sostén y lo que es sin duda encomiable, sin acoplarse a una potencia mayor. Es puro coraje y romanticismo tal vez; por eso como ejemplo es peligroso y hay que eliminarlo.
Lo de Colombia no es ejemplo porque se ha acoplado a la potencia mayor formando parte del control hegemónico de esa potencia. Estados Unidos tiene buenos ejemplos en Asia en cuanto a que estas alianzas se han transformado en un Boomerang en el largo plazo.
Pocas veces el contexto internacional ha estado más centralizado en el fenómeno de la revolución bolivariana. Los procesos políticos, históricamente, como cualquier nación de América Latina, han estado distorsionados por la intervención extranjera.
El intervencionismo extranjero, sea de una potencia mayor como los EEUU, de la ex URSS hasta los ‘90, de Japón, de países europeos, de países vecinos por cuestiones de porosidad de fronteras, o por tratados desvencijados que se cuestionan, ha sido una constante, más que una excepción.
Desde la batalla contra España (1898), para obtener la posesión de Cuba, EEUU ha querido echar mano de Venezuela. Durante este período, hubo arrestos de mantener una férrea soberanía a través del general Cipriano Castro (1902), hecho presidente al encabezar la llamada revolución restauradora. Castro, se niega al desembarco de tropas estadounidenses a raíz de un conflicto con una compañía de asfalto. Posteriormente, el que lo sustituye, Juan Vicente Gómez, comandante general del Ejército, que permanece en el poder durante 25 años (1908-1933), coloca a Venezuela en una posición de alta dependencia política de los EEUU. “Cuando asume apeló al sentimiento de los EEUU y la Casa Blanca destacó en Venezuela al General W.L. Buchanan como alto comisionado, y con tres barcos de guerra como séquito” (L.A.Sánchez).
Aunque nunca ocupada territorialmente por los EEUU, como República Dominicana en distintos períodos, o Cuba 1898-1908), Venezuela a partir del crecimiento de la explotación de su riqueza petrolera, comienza a ser “invadida” por todos los sectores de su economía y su tejido social. Recibe una gran cantidad de inmigrantes de Europa, EEUU y América Latina, que se acoplan a esa creciente y enorme industria petrolera y sus subsidiarias. Venezuela crece en todo sentido, se hace más cosmopolita y se convierte en un país de alta complejidad.
Según el SSI (Strategic Studies Institute), un órgano del Pentágono, Venezuela ocupa un lugar central en el control estratégico de América del Sur y la parte sur del Caribe. Allí está el petróleo, su ubicación geográfica privilegiada y una apetecida masa de recursos humanos y físicos. También es conocida una trayectoria europea para tener influencia en ésta zona. El cruce de intereses europeos se observa a través de las editoriales y las columnas de opinión del diario El País de España, que ha estado en la vanguardia mediática para contener la llamada influencia chavista, en alianza con medios transnacionales del grupo Cisneros insertos en la política de hegemonía en la información del eje Time-Warner. Todo es una cápsula demostrativa de cómo se presiona desde la perspectiva del poder mediático transnacional, en una coyuntura local con significado global.
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