Venezuela: Los perdedores que siempre ganan
Homar Garcés
Una de las características particulares más resaltantes de los grupos opositores a Hugo Chávez y al proceso revolucionario bolivariano es la tozudez con que se niegan a admitir la realidad imperante en Venezuela desde hace más de una década ininterrumpidamente.
Tal tozudez -producto de una inducción constante a través de medios informativos parcializados y carentes de toda objetividad periodística, además de redes de difusión creadas por internet- les ha hecho convencerse, por ejemplo, que son víctimas de reiterados fraudes electorales, por lo que en Venezuela habría entonces un régimen de tipo autoritario y/o dictatorial, con secuestro de la autonomía de los poderes públicos, una libertad de expresión cercenada y una subordinación política respecto al gobierno de Cuba. Todo esto lo han repetido una y otra vez, persuadidos de conseguir que los gobiernos extranjeros y el pueblo venezolano terminen por desconocer y derrocar -algún día- a Chávez. También se han hecho eco de las matrices generadas desde Washingt.on que dan cuenta de los vínculos estrechos que el gobierno chavista tendría con grupos narcotraficantes y terroristas, etiquetando como tales a los movimientos insurgentes de Colombia y al gobierno islámico de Irán, con el deliberado propósito de desacreditar al gobierno de Venezuela ante la comunidad mundial y así obtener un resultado intervencionista similar al de Panamá en 1989.
Esta falta de sintonía de la oposición con la realidad nacional le ha hecho sumarse y celebrar sin rubor alguno al golpe de Estado y al sabotaje empresarial que se escenificaron en 2002 y 2003, así como a buscar asesoramiento y financiamiento en Washington en una clara demostración de sumisión a las directrices e intereses imperialistas estadounidenses. A tal grado ha llegado su irracionalidad que no le ha importado desatar -prácticamente- una guerra civil, al mostrar un total desprecio racista y clasista hacia los sectores populares que apoyan mayoritariamente a Chávez, en un juego suicida del cual no parecen tener conciencia alguna. A ello se han unido quienes podrían integrar lo que sería el extremo democrático y consciente de la oposición, quizás entendiendo que cualquier asomo de aceptación de la legitimidad del gobierno de Chávez y de sus medidas sería interpretado como signo de debilidad y no como realismo político.
Así, con todas las derrotas sufridas a manos de la gran mayoría popular -en una realidad virtual que hace de los perdedores quienes siempre ganen, a pesar de las contundentes evidencias en contra- los grupos opositores no cejan en su empeño por liquidar en todos sus aspectos al proceso revolucionario bolivariano, ahora utilizando argucias leguleyas, acusando de inconstitucional al nuevo período presidencial de Hugo Chávez; de manera que se produzca eventualmente un escenario de protestas aparentemente ciudadanas, lo mismo que un pronunciamiento militar que termine con la “inestabilidad” política existente. Algo que exterioriza la disociación de la cual han sido protagonistas recurrentes.
Fuente: Argenpress
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