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T r i b u n a c h i l e n a

El terremoto en Chile, una experiencia para la crisis mundial del futuro

Rómulo Pardo Silva


El país sudamericano sufrió un sismo de grado 8,3 de la escala de Richter que ha provocado la muerte de más de 700 personas, inmensos daños materiales y una intensa alteración social. La respuesta nacional al cataclismo ha sido la del sistema capitalista votado por el 90% de los electores.


Es importante tomar el doloroso hecho como una demostración de lo que puede hacer la burguesía en estos casos. Sabiendo que se acaba el petróleo, cambiarán los climas, faltarán el agua, las tierras cultivo, los recursos materiales… es vital tener conciencia de si habrá una respuesta en bien de todos o de una clase.


En el país capitalista se percibe la falta de una autoridad firme que conduzca sin vacilaciones la gestión necesaria. Es compresible. Los políticos de la burguesía en los cargos del estado comparten con los empresarios las decisiones. Ése es su compromiso. Paralelamente el estado carece de los medios propios necesarios para operar.


Falta agua potable para los afectados en la zona del terremoto, la empresa es privada y no se ha dotado de los medios para producir la electricidad que necesita para bombearla. Miles de personas no tenían dónde comprar alimentos, los supermercados son privados y sus dueños decidieron no abrir. Las comunicaciones han fallado, las empresas son particulares y no instalaron generadores a petróleo para emergencias. No se puede viajar a la zona ni desde ella, los dueños de los buses no permiten que den servicio aunque hay vías con problemas pero disponibles. Se necesita reparar las carreteras, el ministro ruega a los concesionarios que lo hagan pronto…


Todo lo anterior en una sociedad de mala educación y sin lazos de vida colectiva, debido al modelo individualista que se ha impuesto, con las consiguientes consecuencias de adaptación a las circunstancias de emergencia. Dentro de un sistema de comunicación empresarial que en lugar de estimular la comprensión objetiva del drama busca lo espectacular mostrando una y otra vez las mismas escenas escogidas aunque no sean representativas de la situación general y lo que se requiere. Un periodismo capaz de inducir a culpar al estado pero que no nombra a los negociantes que han construido mal o se niegan a vender lo indispensable a una población estresada. Ni menos decir que los servicios básicos faltantes son responsabilidad de capitalistas.


El compromiso de las fuerzas armadas en la situación llega al extremo de afirmar que no habría maremoto cuando en realidad ciudades costeras ya estaban semidestruidas varias horas antes.


La comprensión popular de estas deficiencias es muy importante, especialmente por lo que viene. El caso chileno no difiere de lo que pasó después de huracán Katrina de Estados Unidos. La gente debe saber que la respuesta cubana socialista sí fue diferente durante los huracanes que azotaron gran parte de la isla, una conducta colectiva casi sin muertes.


Lo importante para salvar vidas y dar seguridad es tener un poder político democrático con medios, dispuesto a planificar racionalmente adelantándose a los problemas, un estado no amarrado a poderes fácticos minoritarios.


En la ciudad de Concepción el pueblo obligó a abrir la venta de comida, no otros, mientras los medios condenaban el saqueo de la propiedad privada.


Capitalismo y socialismo son muy distintos a la hora de salvar la vida de los pobres.

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