En defensa del voto nulo Mi respuesta a la carta de Carmen María Swinburn y Malucha Pinto
escrito por Hernán Montecinos
lunes, 11 de enero de 2010
Circula por Internet una carta firmada por Carmen María Swinburn, dirigida a mis compañeras y compañeros que piensan votar nulo o blanco, para aquellos y aquellas de las luchas de siempre y a quienes les duele, como a mí, votar por una Concertación que no ha sabido refundarse, ni renovarse.
La misiva es acompañada por una introducción de la actriz Malucha Pinto, en que dice recordar un viaje a Canadá después que el pueblo canadiense, cansado de los errores y desaciertos de sus gobiernos socialdemócratas, votó por la derecha (...) Los canadienses estaban arrepentidos y la aplanadora derechista avanzaba de manera sutil pero categórica. Tanto Swinburn como Pinto dicen no sentirse representadas por la Concertación, pero así y todo creen que hay que seguir votando por ésta, ante una encrucijada que estiman no tiene otra salida.
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A decir verdad, existen varias cartas de este tenor que andan circulando por los distintos correos y medios informativos. Si he querido dar respuesta a ésta, ha sido atendiendo a que, a los que hemos anunciado nuestra voluntad de anular nuestros votos, se nos ha querido, anticipadamente culpabilizar de que seríamos los responsables en caso lograra triunfar el candidato de la derecha.
Y si bien, ésta es una respuesta a dicha carta, por extensión, también lo es a varias otras que he recibido desde las más diversas fuentes, para tratar de convencerme que votar nulo sería igual a votar por Piñera. Sin duda, una extraña forma de sacar las cuentas: NO VOTAR por Piñera sería igual a votar por éste (¿)
Lo curioso de todo, es que a falta de argumentos para promover los supuestos méritos del candidato Frei, se nos siga insistiendo, majaderamente, votar por él, bajo el sólo expediente para que no salga la derecha. Se nos dice, al respecto, que es preferible elegir el mal menor antes que ninguna otra cosa; algo así como sacarnos un premio de consuelo para llevarlo a la casa. Sin embargo, pasan por alto que, para nosotros, no resulta ser ésta una elección que particularmente nos motive ni interese, toda vez que decidir votar entre dos candidatos que no nos interpretan en lo absoluto, no nos deja otra opción que anular nuestros votos.
Así, como quiera que sea, nada hay en esta elección que nos pueda atraer, no tan sólo por ser ambos candidatos los mejores exponentes representativos del neoliberalismo en nuestro país sino, fundamentalmente, porque el llamado que se nos hace, desde la Concertación, lleva el escondido propósito de amedrentarnos y también de chantajearnos. En efecto, si no votamos por Frei, se acaba Chile, es lo menos que se dice. Por cierto, una amenaza que no nos amedrenta, en tanto convencidos que votar por el demonio, o por el diablo, viene a ser la misma cosa. En ambos casos, nos seguiríamos quemando en la misma hoguera neoliberal, aquella que encendió la dictadura, y cuya llama la Concertación ha sabido mantener plenamente viva.
Llama la atención, particularmente, aquella parte de la carta que, a manera de pregunta, nos interpela: votar nulo o blanco, ¿a quién castigas? ¿A quién perjudicas?
Confieso que no sabía, -como se desprendería de estas dos preguntas- que uno tiene que ir a votar para castigar o perjudicar a un determinado candidato. Si así fuera, quiere decir que Carmen María Swinburn y Malucha Pinto nos estarían dando a conocer un sistema de elecciones mucho más malsano y perverso de lo que pudiéramos imaginarnos. Digo esto, porque hasta donde yo sepa, - y la práctica política de años así me lo han hecho saber- uno vota por aquello con lo cual tiene más afinidad. Es decir, un voto de consciencia que esté en correspondencia con nuestro pensamiento ideológico, entendiendo este último como el modo que tenemos de concebir el tipo de sociedad que queremos. No me cabe en la cabeza aquello de votar por conveniencia, por comodidad, ni menos por temor. Las elecciones no pueden quedar supeditadas simplemente a una especie de juego maquiavélico, haciéndole perder su intrínseca naturaleza, aquella que está en la piel de sus valores fundacionalistas que le dieron origen.
En este marco, parto de la base, que si no hay un candidato que represente genuinamente nuestras aspiraciones, no tendríamos por qué estar obligados a votar por éstos. Si existiera inscripción obligatoria y votación voluntaria, la cosa sería más simple, no nos molestaríamos en ir a votar y hasta ahí no más llegaría la cosa. Pero es el caso que las próximas elecciones son obligatorias para los que estamos inscritos en los registros electorales, y por tal, obligados a ir a votar así sea no haya ningún candidato que genuinamente nos interprete.
Ahora bien, sabemos que en Chile el sistema político binominal impuesto, se ha arraigado muy fuertemente en la piel de los chilenos. Este ha sido, entre otros, el hecho fundamental para que la izquierda en nuestro país no haya podido levantar cabeza, amén de sus errores propios. Resulta muy difícil desplazar en las elecciones a estos dos grandes bloques, y cuando así ha sucedido, ello lo ha sido sólo a modo de excepción. Para más peor, el sistema de elecciones que nos rige no nos deja elegir, sólo nos deja la posibilidad de votar, cosa que resulta ser muy distinta.
En efecto, los ciudadanos (¿) en Chile, no elegimos a nadie, sólo votamos por aquellos que han sido previamente designados por las cúpulas políticas. Por eso resulta falso aquello que los senadores designados habrían sido eliminados. Eso no es verdad, más aún, no sólo los senadores siguen siendo designados - antes por Pinochet, ahora por las corruptas cúpulas políticas- sino también los diputados. En resumen, ningún ciudadano elector elige, sólo vota, lo cual de suyo nos pone ante un sistema de elecciones que viene ya desnaturalizado y viciado, tanto en su forma como en su origen. De ahí que cada candidato a diputado tenga que disponer de una caja de 50 millones de pesos y un senador de 150 millones, hacen el resto para constatar el grado de inutilidad que tienen estas elecciones para que esté en correspondencia con un verdadero y efectivo ejercicio democrático. Ahora, preguntarse del por qué en nuestro parlamento hay puros empresarios y profesionales y no hay ningún obrero o campesino, o ningún representante sindical o de las etnias, etc., se entenderá también el inequívoco carácter clasista que tiene la composición de nuestro Congreso. Es decir, más allá de que para nada Frei ni Piñera, nos interpreten a los de la izquierda, hay demasiadas otras razones para que, sin más pensarlo, anulemos nuestros votos.
Ahora bien, y ya lo dije en un artículo anterior: aún pese al sistema político binominal que nos rige, nunca han dejado de estar presentes en el imaginario colectivo, tres corrientes de opinión cuyos principios políticos e ideológicos son muy diferentes entre sí.
Primero, una corriente de derecha liberal/conservadora (Alianza), que no postula cambios al sistema neoliberal, al contrario, pretende dejarlo tal cual, e incluso, profundizarlo.
Segundo, una corriente socialdemócrata (Concertación) que todavía cree, ingenuamente, que el neoliberalismo, por naturaleza explotador y depredador, se puede humanizar con meras reformas.
Tercero, una corriente de izquierda (¿Junto Podemos?) que postula no reformar, sino transformar las actuales estructuras del sistema neoliberal que nos rige.
Bajo este marco debe entenderse, en esta nota, que cuando hago referencia a la izquierda, es en el sentido de aquellos que nos identificamos con el tercer grupo.
Claro está que algunos desde la izquierda, a falta de candidatos que genuinamente los representen, terminan por plegarse a opciones que no son las suyas propias. Buscan ciertas cercanías que traten de interpretarlos de algún modo más a lo que son. Sin embargo, en esta elección, Piñera y Frei, no tienen nada que ofrecer a los de izquierda, considerado desde el punto de vista de poder promover cambios estructurales profundos en la sociedad chilena; al contrario, ambos seguirían aplicando políticas meramente reformistas como se ha estado haciendo hasta ahora.
Las compañeras de la carta, nos han recordado ciertas políticas de la Concertación que han derivado a favorecer ciertas condiciones mínimas de supervivencia de los sectores más pobres. Pero es el caso que un bono por aquí y otro bono por allá, en nada alcanzan a dar cuenta de los principales trastornos que trae aparejado un sistema social y económico que por su génesis es intrínsecamente perverso (neoliberalismo). En este sentido, la presidenta Bachellet más que una estadista se ha mostrado como una simple asistente social. No ha podido ir más allá de una política meramente asistencialista, y eso es insuficiente para ir a la solución de los grandes y graves problemas que hay que resolver en nuestra sociedad. Sin ir más lejos, la señora presidenta, que quiso vendernos la pomada que el suyo iba a ser un gobierno ciudadano, acaba de enviar un proyecto de ley para privatizar ahora, ni más ni menos, que las aguas de nuestros mares.
Sobre el particular, insisto, la solución a los graves problemas de nuestro país no pasa por otorgar bonos más o bonos menos, lo que necesita nuestro país son transformaciones estructurales profundas (renacionalizar el cobre y nuestras aguas, asamblea constituyente, término del estado represivo en contra de los mapuches y los movimientos sociales, educación pública gratuita para aquellos que no tienen las condiciones económicas para pagarla; cambiar las estructuras y sentido de las AFPs e Isapres, limitar los intereses usureros que cobran las financieras, la banca y grandes centros comerciales, política social que favorezca a la clase media, pymes y masa de jubilados, etc.)
En otro orden, la compañera Malucha Pinto ha señalado que en Canadá, después de los errores y corrupción de la socialdemocracia, la llegada de la derecha al poder había suscitado inmediatamente una ola de derechización en todos los ámbitos de la sociedad canadiense. Terminaba este juicio señalando que los canadienses hoy se encontraban sumamente arrepentidos de haberle entregado su aval para que la derecha gobernara. Nos hacía ver, a modo de comparación, que de llegar la derecha de nuestro país al poder, sucedería algo similar o lo mismo de lo que sucedió en Canadá.
Sin perjuicio de concordar que de triunfar la derecha sería nefasto para nuestro país, la analogía que trata de establecer no tiene relación con la realidad de lo que ha estado sucediendo en nuestro país. En efecto, es cierto que cuando salió la derecha en Canadá de inmediato empezó a privatizar todo lo que encontraba a su paso. Una situación que sería imposible se repitiera acá en Chile, por la sencilla y obvia razón que la Concertación ha privatizado ya casi todo, dejándole muy reducido espacio a la derecha en caso quisiera seguir con dicha política privatizadora. En efecto, todo aquello que la dictadura no privatizó, la Concertación terminó de privatizarlo, incluido el cobre, algo que ni la propia dictadura se atrevió a tocar, lo cual es ya bastante decir. De otra parte, a no olvidar, que nuestro país con la Concertación se ha transformado en el país más neoliberal de la región, y si me apuran un poco - agregaría yo- de todos los países del mundo.
Como sabemos, después de 20 años de Concertación, la derecha nunca había estado tan presente y entronizada en nuestra sociedad como ahora. Derecha por todos lados: en la Banca, en las AFPs, en las Isapres, en los Malls, en los Supermercados, en las cadenas de cine, en la política de los acuerdos, en las instituciones, en los programas pueriles y burdos de la televisión, en la mayor concentración monopólica nunca jamás vista en los medios de comunicación, mayoría en el parlamento, presidencia de ambas cámaras en manos de la UDI, presidencia del Tribunal Constitucional en manos de un connotado pinochetista, Fuerzas Armadas provista de un insultante poder bélico gracias a los grandes recursos destinados por la Concertación, y lo que ha sido peor, esa especie de cooptación que el sistema político, ideado por la derecha, ha logrado hacer recaer sobre las cúpulas de la clase política. Una especie de efecto dominó: una Concertación, cooptada por la derecha, y ahora el Partido Comunista cooptado por la Concertación.
En fin, la mayor presencia de la derecha en todos los ámbitos de la sociedad chilena es en forma innegable una herencia patente del legado que la Concertación nos ha dejado en forma inequívoca (Nosotros los empresarios amamos a Lagos
¿se acuerdan?). Es decir, los que nos acusan que votar nulo es votar por la derecha, son precisamente, los que han facilitado la actual presencia de la derecha en todos los ámbitos de la sociedad chilena dejándole, de paso, el camino pavimentado para que sea ésta la que pudiera triunfar el próximo domingo.
La Concertación al acusarnos que seríamos los responsables de la llegada de la derecha, gracias al voto nulo, no hace otra cosa que hacer la política del avestruz, o para decirlo en lenguaje más castizo, haciendo la típica del chileno: culpar a otros de sus propios errores y responsabilidades. Se nos quiere hacer cargo de una imputación tartufa, o si se quiere, gatopardista; la típica cobardía del chileno expresada notoriamente en esta ocasión en su corrupta clase política. Una frescura, un doblez, una actitud impúdica que rompe todos los moldes de la lógica y la ética en política.
Por eso, estimadas compañeras firmantes de dicha carta, en mi opinión ya es demasiado tarde para llorar sobre la leche derramada. Y si bien es cierto, votar por la derecha resulta todo un asco, habría que agregar también, que no es menos cierto que habría que tener demasiado estómago para votar por el candidato de la Concertación Eduardo Frei Ruiz Tagle. No necesito extenderme demasiado para particularizar en detalle lo que ha sido y significado el largo prontuario político del candidato Frei, incluyendo su evidente sesgo anticomunista y anti izquierda y, sin perjuicio de que corrió aplaudir a la Junta Militar asesina, y más encima, corrió a rescatar al dictador de las garras de la justicia internacional. Para que decir del famoso caso de los Pinocheques, o los largos años transcurridos para no recibir en la Moneda a Sola Sierra, respetable figura vinculada a los derechos humanos. También de haber sido el único que envió un proyecto de ley para decretar una virtual amnistía a los genocidas. Y para no redundar, la guinda de la torta, su famosa nota 4 al querido presidente Allende, un bofetón en la misma cara para esa izquierda que se anda arrastrando sumisa junto a él, bajo el inconfesado propósito de seguir obteniendo prebendas en caso fuera el elegido. En mi opinión, si fuera tan sólo por ese sólo agravio que públicamente le hizo a nuestro querido presidente Allende, ningún comunista, ni ninguno que se precie de izquierda ,debiera de votar por Frei. Los que así los hacen, una vergüenza y una suma cobardía también.
Por último, durante 17 años vivimos bajo el temor de la dictadura y 20 años viviendo bajo el temor para que no salga la derecha. 37 años andando de temor en temor. Un pueblo no puede vivir toda una vida bajo el signo del temor. Es el corolario de uno de los signos más perversos que el sistema neoliberal ha logrado imponernos. Para el caso, por temor, arrinconarnos y obligarnos a votar por aquellos con los cuales no tenemos afinidades. Un cuento repetido ya demasiadas veces
¿hasta cuándo?
Ha llegado el momento de poner coto a esta especie de cárcel en vida que estamos viviendo con un permanente temor. Ha llegado el momento de rebelarnos contra este estado de cosas acostumbrándonos, de aquí en adelante, a decir QUE NO... Definitivamente,
¡NO MÄS AL PLEGAMIENTO DE LOS DESIGNIOS DE OTROS!
En tal virtud, en las actuales circunstancias, el único voto digno y ético que vale es el VOTO NULO. Es decir, votar de acuerdo a nuestras propias consciencias haciendo expresión de lo que somos y anhelamos para nuestro país.
Por todo esto, y mucho más, es que el VOTO NULO en las próximas elecciones va a tener una muy alta significación, un voto nulo desde donde comience nuestra verdadera autonomía y liberación.
Ahora bien, si el precio para la izquierda es volver a empezar de cero, así tendremos que hacerlo y no debemos de temer a ello. Quizá sea necesario para aventar de una vez por todas a toda una clase política indigna y corrupta que nos ha mal representado. La historia ha demostrado, no pocas veces, que después del desastre viene el florecimiento y la reconstrucción. Quizá éste sea el momento para que así empiece a suceder.
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