Elección presidencial en Chile. Regreso a los años 80
Juan Fancisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
El probable triunfo del candidato de la oposición Sebastián Piñera algunos medios lo dan por vencedor en segunda vuelta - es solo el comienzo de un largo proceso político que tendrá implicancias no solo locales en Chile, sino internacionales.
El cambio que fue también el slogan del PAN en México para derribar al PRI, de Alvaro Uribe para continuar otro período en Colombia y que es ahora el de Piñera en Chile, es un regreso al pasado en la región.
Como en los años 80, el neoconservadurismo conquista el poder.
A EEUU le interesa la supremacía en la región, y esto se logra con autoritarismo económico y político en los países, un mantra de la ideología neoconservadora.
El eje comienza de Norte a Sur con Felipe Calderón en México, pasa por un par de presidentes en Centro América, continúa con Alvaro Uribe en Colombia y concluye con Alan García en Perú.
De vencer Piñera el 17 de enero, Chile se incorporaría a esta agrupación. El candidato de la Alianza ha manifestado sentirse más cómodo con las concepciones políticas de esta liga.
Aunque no es numerosa, comienza a trascender con el apoyo de EEUU, y tiene mucha vocería esparcida en la región en medios importantes de largo alcance.
El fortalecer ese eje de neoconservadurismo ideológico, disfrazado de un liberalismo confinado a la expansión de mercados, es una apuesta arriesgada, no porque ahora exista Hugo Chávez o Evo Morales gobierne hasta 2015, o porque Lula ostente su juego de cintura.
El riesgo consiste en que el sistema político que generó el ajuste estructural a las economías aplicado en los años 80, es basado en la coerción dura o el militarismo a secas, encubierto en democracias rigurosamente vigiladas.
El ajuste (privatización, desregulación, y apertura de mercados indiscriminada), que está diseñado para su aplicación permanente, no ha permitido formar un sistema político que le entregue una gobernabilidad natural a partir de derechos ciudadanos al sistema mayor.
El esquema consiste en ordenar finanzas y seguridad, como llave de la gobernabilidad desde la cúpula.
Es así que cuando se habla de la unidad en la región y su gobernabilidad, es un eufemismo para evitar el término estabilidad política.
En la base, la estabilidad política en esta parte del hemisferio occidental, es escasa o no existe y se ha deteriorado por la aplicación de un ajuste que No tiene un sistema político abierto y democrático que lo respalde.
Existe una acumulación de inconmensurables contradicciones que aparecen sin solución. Especialmente aquellas que redundan en la pobreza y el desencanto de los que hasta ahora son sirvientes desfavorecidos del sistema.
Si bien el gobierno de Barack Obama ha reconocido la contradicción política del ajuste, en la región se cruza con la hegemonía histórica que EEUU debe ejercer por sus responsabilidades en la Alianza Transatlántica, y por los apetitos de supremacía que todavía predominan.
Siguiendo al pie de la letra la doctrina del realismo duro, a EEUU en la coyuntura le sirve más en Chile un gobierno con línea neoconservadora que se agregue al elenco de países que en la suma le proteja sus intereses estratégicos.
Esta situación es conflictiva para la sanidad política interna de Chile, especialmente en aquellos grupos - en ningún caso una minoría- que piensan que con Piñera la transición hacia un régimen con plenos derechos democráticos se prolonga y se complica. Al menos no se le pone fin como algunos gurúes sostienen.
Al centro reside el tema de los Derechos Humanos y las violaciones a las que han estado asociados numerosos gobiernos patrocinados históricamente por EEUU.
Curiosamente, por el cruce de las variables de intereses internacionales y procesos locales, el cambio es un regreso al autoritarismo económico y político de los años 80, aunque algunos persistan en que al decirlo es otra bagatela para apoyar a Frei.
En diversos tonos, EEUU ha manifestado su inconformidad con los gobiernos que se han opuesto cada cual en sus posibilidades, a su tradicional hegemonía.
EEUU en cambio ha mantenido una sintonía más funcional con los gobiernos que forman este eje y que en gran medida respetan el canon habitual de su supremacía.
El rol histórico de EEUU por mantener liderazgo y supremacía en la región, ha comprometido la estabilidad política de una zona del hemisferio occidental con profundas divisiones. Antes fue el forzado alineamiento con los bandos de la guerra fría, ahora son las diputas del presente.
El probable triunfo del candidato de la oposición Sebastián Piñera algunos medios lo dan por vencedor en segunda vuelta - es solo el comienzo de un largo proceso político que tendrá implicancias no solo locales en Chile, sino internacionales.
El cambio que fue también el slogan del PAN en México para derribar al PRI, de Alvaro Uribe para continuar otro período en Colombia y que es ahora el de Piñera en Chile, es un regreso al pasado en la región.
Como en los años 80, el neoconservadurismo conquista el poder.
A EEUU le interesa la supremacía en la región, y esto se logra con autoritarismo económico y político en los países, un mantra de la ideología neoconservadora.
El eje comienza de Norte a Sur con Felipe Calderón en México, pasa por un par de presidentes en Centro América, continúa con Alvaro Uribe en Colombia y concluye con Alan García en Perú.
De vencer Piñera el 17 de enero, Chile se incorporaría a esta agrupación. El candidato de la Alianza ha manifestado sentirse más cómodo con las concepciones políticas de esta liga.
Aunque no es numerosa, comienza a trascender con el apoyo de EEUU, y tiene mucha vocería esparcida en la región en medios importantes de largo alcance.
El fortalecer ese eje de neoconservadurismo ideológico, disfrazado de un liberalismo confinado a la expansión de mercados, es una apuesta arriesgada, no porque ahora exista Hugo Chávez o Evo Morales gobierne hasta 2015, o porque Lula ostente su juego de cintura.
El riesgo consiste en que el sistema político que generó el ajuste estructural a las economías aplicado en los años 80, es basado en la coerción dura o el militarismo a secas, encubierto en democracias rigurosamente vigiladas.
El ajuste (privatización, desregulación, y apertura de mercados indiscriminada), que está diseñado para su aplicación permanente, no ha permitido formar un sistema político que le entregue una gobernabilidad natural a partir de derechos ciudadanos al sistema mayor.
El esquema consiste en ordenar finanzas y seguridad, como llave de la gobernabilidad desde la cúpula.
Es así que cuando se habla de la unidad en la región y su gobernabilidad, es un eufemismo para evitar el término estabilidad política.
En la base, la estabilidad política en esta parte del hemisferio occidental, es escasa o no existe y se ha deteriorado por la aplicación de un ajuste que No tiene un sistema político abierto y democrático que lo respalde.
Existe una acumulación de inconmensurables contradicciones que aparecen sin solución. Especialmente aquellas que redundan en la pobreza y el desencanto de los que hasta ahora son sirvientes desfavorecidos del sistema.
Si bien el gobierno de Barack Obama ha reconocido la contradicción política del ajuste, en la región se cruza con la hegemonía histórica que EEUU debe ejercer por sus responsabilidades en la Alianza Transatlántica, y por los apetitos de supremacía que todavía predominan.
Siguiendo al pie de la letra la doctrina del realismo duro, a EEUU en la coyuntura le sirve más en Chile un gobierno con línea neoconservadora que se agregue al elenco de países que en la suma le proteja sus intereses estratégicos.
Esta situación es conflictiva para la sanidad política interna de Chile, especialmente en aquellos grupos - en ningún caso una minoría- que piensan que con Piñera la transición hacia un régimen con plenos derechos democráticos se prolonga y se complica. Al menos no se le pone fin como algunos gurúes sostienen.
Al centro reside el tema de los Derechos Humanos y las violaciones a las que han estado asociados numerosos gobiernos patrocinados históricamente por EEUU.
Curiosamente, por el cruce de las variables de intereses internacionales y procesos locales, el cambio es un regreso al autoritarismo económico y político de los años 80, aunque algunos persistan en que al decirlo es otra bagatela para apoyar a Frei.
En diversos tonos, EEUU ha manifestado su inconformidad con los gobiernos que se han opuesto cada cual en sus posibilidades, a su tradicional hegemonía.
EEUU en cambio ha mantenido una sintonía más funcional con los gobiernos que forman este eje y que en gran medida respetan el canon habitual de su supremacía.
El rol histórico de EEUU por mantener liderazgo y supremacía en la región, ha comprometido la estabilidad política de una zona del hemisferio occidental con profundas divisiones. Antes fue el forzado alineamiento con los bandos de la guerra fría, ahora son las diputas del presente.
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