Chile, el refugio de los asesinos
por Rafael Luis Gumucio Rivas (Chile)
Chile no es ahora “la tumba de los libres” ni “el asilo contra la opresión”, tal vez lo fue en 1842 o en 1950, cuando en Chile se asilaban los perseguidos por las tiranías latinoamericanas: Alberto Fujimori no es, precisamente, un Domingo Faustino Sarmiento, sino un tirano y asesino que, cobardemente se refugió, con sus lingotes de oro, en Japón. El “chino”, como lo llaman, se dio el lujo de burlar a la INTERPOL y a la policía chilena instalándose en nuestro país. Su juicio de extradición ha durado más de 530 días, lo que reafirma la lentitud de la justicia chilena cuando se aplica a poderosos, ladrones y tiranos.
Durante este tiempo, el “chino” se ha dedicado a recorrer el país como millonario turista japonés: un día se le pescando en el norte, el otro, en las termas de Pucón y el subsiguiente paseando por Santiago como cualquier ciudadano decente y libre de culpa.
Es que Chile se ha especializado en convertirse en el paraíso de ex presidentes y dictadores, quienes destruyeron sus respectivos países en la década de los noventa. Carlos Menem, que hoy tiene más cuernos que una manada de ciervos , gozaba de nuestras verdes canchas de golf, exclusivas para los ricos hasta que, con la patudez acostumbrada, quiso ser senador, cargo que logró, y ahora, sin importarle el odio de su pueblo, muy justificado por cierto, aspira a ser presidente de la república hermana. A Menem no sólo se le acusa de haberse enriquecido ilícitamente por el contrabando de armas a Ecuador y a otros países, sino también por la destrucción de la economía argentina, comenzando de declinación, que llevó a Argentina al default. Aún recuerdo, en la década de los cincuenta, cuando la Corte Suprema chilena negó la extradición al asesino de millones de judíos bajo las cámaras de gases, Walter Rauff, quien murió cómodamente en su cama, en Santiago, en 1984. Para qué hablar del dictador Augusto Pinochet, quien muere acompañado de todos sus familiares y homenajeado por el ejército y por sus seguidores civiles incondicionales. ¿Será que el Chile neoliberal se está convirtiendo en el paraíso de la impunidad?
Las acusaciones contra “el chino” son suficientemente graves y tienen sobrados méritos para que la Corte lo extradite: primero, la matanza en la zona de los Barrios Altos, las órdenes dadas por Fujimori al Grupo Colina, el golpe de Estado del 5 de abril de 1992, en que cerró el Congreso, el asalto y asesinato, a mansalva, de los guerrilleros del Tupac Amaro, en la embajada de Japón, asociación ilícita con Vladimiro Montesinos, y, en segundo lugar, el robo de las arcas fiscales. Alberto Fujimori se burla, a su antojo, de las leyes del asilo político enviando mensajes al Perú y manipulando alianzas con personeros importantes del gobierno y de la oposición; incluso, envió un video en que se jacta del éxito en la masacre de la embajada de Japón. Algunos temen que si pierde la causa de la extradición, recurra al asilo en la embajada japonesa.
No veo por qué algunos personajes chilenos arman la tremenda batahola cuando el presidente Hugo Chávez, elegido por el 70% de sus conciudadanos, niega continuar la concesión de RCTV que, efectivamente, fue un Canal golpista, y nada dicen del monopolio de la prensa Chilena: no he escuchado ninguna palabra que condene los lujosos paseos del chino y menos aboguen por una rápida extradición de Alberto Fujimori. Al parecer, Chile prefiere la alianza con los populismos de derecha latinoamericana, como el del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, connotado aliado de los paramilitares, cuyo régimen ha sido condenado, incluso, por los demócratas norteamericanos, que se niegan a aprobar el TLC con ese país; hasta Japón presiona sosteniendo que Fujimori es un hijo del imperio del sol naciente.
Es de esperar que esta vez la Corte Suprema, considerando los actos criminales de Fujimori, conceda la extradición y así Chile no se convierta en el refugio de los tiranos.
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