Resucitaron los anarco-capitalistas educacionales
escrito por Rafael Luis Gumucio Rivas | |
jueves, 19 de abril de 2007 | |
El anarco-neoliberalismo es la tendencia más radical dentro del radical de esta escuela. El padre de este antiestatismo extremista es Friederic Hayek, quien sostiene que lo único que existe es el mercado: el hombre nació para el mercado y a él debe servirlo. Se equivocan quienes creen que el neoliberalismo es sólo una teoría económica o una concepción de los problemas monetarios: es mucho más que este reduccionismo, es una utopía, un sueño, mejor, una pesadilla, una teología al estilo de Michel Novac. Por cierto, también una teoría de la educación. El concreto concreto y el concreto pensado de esta verdadera cosmovisión es siempre el mercado, alfa y omega de la historia. En el mercado existen triunfadores, por ejemplo, Sebastián Piñera y muchos otros más, y derrotados, que son la lacra, los incapaces y los peticionarios del Estado. Según Hayek, el Estado no debe, por ningún motivo, entregar subsidios a los perdedores del mercado, en ese sentido, el gobierno de la Concertación es una versión del neoliberalismo humanitario, muy diferente al extremismo anárquico de los padres de esta escuela. En el anarco-capitalismo está la base de todas las privatizaciones que, en América Latina, llevaron a cabo todas las dictaduras de seguridad nacional. Hay una versión más moderada del neoliberalismo que adopta del catolicismo la idea del Estado subsidiario: el Estado debe hacerse cargo de las empresas privadas quebradas y, sobretodo, del tremendo fracaso de las AFPs, que han dejado sin pensión al 75% de los trabajadores chilenos; la idea es privatizar las ganancias y estatizar las pérdidas. Con la presentación del proyecto de Ley General de Educación, por parte del Ejecutivo, han reaparecido, como una plaga de otoño, los anarco-neoliberales chilenos. Los hay de todos los pelajes y para todos los gustos: damas, como la historiadora Lucía San Cruz, Evelyn Matthei y Patricia Matte quenes, apasionadamente, acusan a la Presidenta de ser socialista y estatista y que el Proyecto está influido por ideas venidas de la antigua RDA. No sé qué les faltó decir. Entre los ilustres críticos neoliberales del Proyecto se encuentra la crema de los servidores de la tiranía de Augusto Pinochet: Álvaro Bardón, Gonzalo Vial Correa, Hermógenes Pérez de Arce y José Piñera y, para completar el panorama, el experto concertacionista, convertido en neoliberal de tomo y lomo, José Joaquín Brunner, sigue el amén a estos megatelios. Hay que reconocer que los anarco-liberales son bastante hábiles para titular sus columnas en los distintos medios de comunicación que les pertenece. Gonzalo Vial encabeza su artículo “El Transantiago de la educación”; Hermógenes Pérez de Arce abre los ojos “tontilandeses”, imitando al gran periodista Genaro Prieto; José Piñera tiene un sueño, que elimina al Estado de la Educación. Los pedagogos saben que repetir muchas veces un concepto o un mensaje es muy útil para fijar en la memoria conocimientos y saberes; por lo demás, las frases repetidas hasta saciedad logran movilizar a aquellos que no practican la crítica de textos. Hitler no hubiera triunfado jamás de no haber agitado a los alemanes contra el Tratado de Versalles. Se trata de convertir al Estado en un demonio como un Leviatán moderno: no debe intervenir en ningún aspecto de la economía, ni de la vida humana; toda intervención en la educación por parte del Estado, es funesta y los socialistas son la encarnación del demonio. Como los viejos conservadores, Álvaro Bardón piensa que los agnósticos carecen de moral y de valores, razón por la cual “el socialismo lleva al sexo irresponsable, al condón y a la píldora... miran la propiedad como un robo”, (yo creía que esta idea se le había ocurrido a un tal Proudhon, padre del anarquismo social). Según Bardón, el Proyecto va a destruir el lucro y la competencia, que son los pilares del capitalismo. No sé si tomar en serio al columnista predilecto de El Mercurio y uno de los últimos viudos del tirano Pinochet, Hermógenes Pérez de Arce, cuando plagia al gran periodista Genaro Prieto, quien llamaba a los chilenos “tontilandeses” y a nuestra capital, “Cretinolandia”. Para el columnista existe un lucro loable, que es el que reciben las grandes empresas y, como los derechistas son hábiles, tratan de involucrar, en sus sofismas, a los pequeños propietarios de escuelas y boliches; se presentan siempre como los padres de la microempresa, por lo cual siempre recurren a un profesor que gestiona un pequeño colegio, a quien intentan coludir con las grandes ganancias de las empresas educacionales y quieren convencer a la “familia de profesores Ramírez” que el Estado le va a quitar el pan de la boca. El capitalismo popular es más viejo que el hilo negro. Gonzalo Vial Correa, ex ministro de Educación de Pinochet, autor del famoso Plan Z, tiene páginas completas en el diario más leído por la casta política, La Segunda; el solo título de su columna, dedicada al tema de la Ley General de Educación, se ha convertido, prácticamente, en un slogan de la derecha, algo parecido al “proletarios del mundo unios”. Vial es un pechoño tomista que funciona con base en silogismos: sostiene que “1- el proyecto no soluciona ninguna de los problemas reales y fundamentales de la educación pública gratuita. 2- No elimina a quienes en la educación persiguen fines de lucro. 3- Castiga a quienes no lo persigue..” O sea, el Proyecto debe ser lanzado al basurero de la historia. Vial plantearía el siguiente silogismo: el Transantiago es equivalente al caos; el proyecto educacional es igual al Transantiago, por consiguiente, ambos son caóticos. Por desgracia, a nadie se le ha ocurrido una obra similar a Cantante Calva, del francés Eugenio Ionesco. Gonzalo Vial continúa con sus diatribas, emprendiéndolas contra el rector de la Universidad Diego Portales y columnista del Mercurio, Carlos Peña, quien osó dar una opinión a favor de la no discriminación por la selección hasta Octavo año Básico. A mi modo de ver, en las experiencias de otros países, donde los alumnos privados económica y educativamente conviven, en porcentajes similares, con alumnos de alta capacidad intelectual, los resultados demuestran que ambos grupos se benefician. Los llamados “Liceos de excelencia”, Instituto Nacional, Carmela Carvajal, Liceo No1 de Niñas, entre otros, sólo segregan a favor de los sectores privilegiados, favoreciendo la reproducción, al infinito, de una casta económica, política y social. Ya, en 1910, primer Centenario de la República, el profesor Alejandro Venegas (Julio Valdés Cange), en su libro Sinceridad, Chile íntimo, 1910, denunciaba las diferencias al interior del Instituto Nacional, entre internos y medio pupilos, siendo los primeros favorecidos por una enseñanza, como se decía en la época, superior. ¿Quién no sabe que la casta clerical se educa en San Ignacio y en Los Sagrados Corazones y hoy, en los colegios de colonias extranjeras y los laicos y agnósticos en el Instituto Nacional, Barros Arana y Carmela Carvajal, entre otros? No sé de adónde sacó nuestro decadentista historiador que el artículo 44 de la Ley de marras elimina a las corporaciones y fundaciones religiosas, cuando es todo lo contrario. Tal vez se explica esta resurrección del debate entre el “come curas” Diego Barros Arana y el profesor conservador Abdón Cifuentes, adalid de la libertad de enseñanza, por el deseo de agregar a la iglesia católica en el combate contra lo que ellos consideran “el estatismo” del gobierno de Michelle Bachelet. Vial y sus secuaces quieren reinventar el Frente Unido, que echó a pique la UNU (Escuela Nacional Unificada) y, para los mal informados, piensan que este proyecto de Ley es lo mismo. Si le quitamos algunas excesivas fraseologías socialistas a la ENU, propias de la época histórica, fue uno de los mejores Proyectos de reforma educacional existente en nuestra historia, pues aportó la educación permanente y la no-discriminación. José Piñera es el más fanático de los anarco-neoliberales, es el Atila de los pobres jubilados chilenos – ahora, lamentablemente, de otros países latinoamericanos-. Al igual que Martin Luther King, tuvo un sueño que, en el caso de José Piñera, es más bien una pesadilla: “El Estado no debe tener ningún papel en la educación, salvo convertir al Ministerio del ramo en una superintendencia; las escuelas deben ser privadas, como las AFPs y capitalizar conocimientos...” Dios nos pille confesados: si el resultado fuera el mismo de las AFPs, más del 75% de los chilenos terminarían más ignorantes de lo que son ahora. “Todas las escuelas municipales serán subastadas al mejor postor”. Como a estos niños anarco-liberales poco les importa el dinero del Estado, al que hay que destruir, nada mejor que se reparta entre todas las familias chilenas un cheque educacional”, por cierto unos más jugosos que otros, total, paga moya, es decir, el fisco. Habrá, además, una calificadora de riegos que, al igual que los bonos, informará a la familia de las posibilidades de que las empresas educacionales caigan en cesación de pago. Por ejemplo, los Padres Franceses y los Jesuitas serían calificados con una triple A; los Liceos emblemáticas, al igual que la deuda de Chile, con A+; los demás son bonos que carecen de grado de inversión. Sólo faltaba que José Piñera ensuciara el nombre de la gran poeta Gabriela Mistral, quien tuvo que sufrir la discriminación de los curas serenenses, al impedirle ingresar a la Escuela Normal, acusándola de socialista, por la prensa local. Por lo demás, fue el dictador Ibáñez quien le quitó su sueldo y su consulado itinerante. Nada tiene que ver Gabriela con pinochetistas neoliberales: si bien fue víctima de una educación formal bastante retrógrada, ella fue capaz de adelantarse a su tiempo, en la misión, en México, a la cual la invitara el gran ministro José Vasconcelos. Rafael Luis Gumucio Rivas |
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