Por Manuel Acuña Asenjo
“Para ti, joven puro, la finura del nardo
Y el ramaje profundo de un cielo de palomas.
Para ti la pelambre translúcida del cardo
Y las grandes banderas que levantan las olas”.
(Oscar Castro)
Planteamiento del problema.
A partir de la segunda quincena de octubre, la situación ya no es la misma en torno al conflicto estudiantil, aseveración que, a simple vista, parece obvia y, sin embargo, no lo es. Porque una cosa es considerar al movimiento estudiantil chileno como autónomo, auto organizado, auto regulado, independiente, con dirigencia colectiva, sin conductores, tecnificado, etc., y otra es suponer que pueda conseguir sus postulados en forma exitosa. Y es que persisten, en su interior, problemas arrastrados y no resueltos oportunamente por quienes debieron hacerlo desde un comienzo; y otros que han surgido durante el desarrollo del conflicto. Ambos son importantes. Y pueden determinar el curso de los acontecimientos.
¿Por qué ha sucedido todo ello?
No olvidemos algo trascendental: los movimientos sociales están integrados por clases dominadas; constituyen, por consiguiente, estructuras que ponen en entredicho las relaciones sociales que existen entre los miembros de una sociedad organizada bajo la forma de Estado. Son poder alternativo y contradictorio al que existe, lo que no sucede, sin embargo, con el Gobierno, el Parlamento y otros institutos similares que son Estado en sí y, por consiguiente―estamos hablando, aquí, metafóricamente―, refugio de las clases y fracciones de clase dominantes; estos estamentos, para continuar siendo tales, deben dominar. Aplican, así, diversas estrategias, porque las clases y fracciones de clase dominantes están conscientes de su propio rol, y deben desempeñarlo a la perfección. Los movimientos son actores sociales; los partidos y órganos del Estado son actores políticos.
En su calidad de movimiento, las organizaciones estudiantiles se han enfrentado a una estrategia estatal que presenta un doble carácter: por una parte, el que realiza el Gobierno y sus aparatos anexos; por otra, el que ejecuta la llamada ‘oposición’, también como función propia del Estado. En palabras más simples: el movimiento estudiantil se ha enfrentado al Estado como un todo. Y ante ello, debe tener presente algo crucial: que es el Estado organizador político de las clases dominantes a la vez que desorganizador político de las clases dominadas. El Estado no negocia con movimientos que son actores sociales, sino con actores políticos.
En síntesis, podemos señalar aquí, para profundizar esta materia en las páginas que se siguen, que la estrategia empleada por el Estado para hacer frente a las demandas estudiantiles ha sido dilatar la búsqueda de soluciones para hacer coincidir su respuesta definitiva con la discusión de la Ley de Presupuesto, permutar al actor político principal (que es el Gobierno) por el Parlamento y cambiar a los actores sociales por actores políticos para, de esa manera, encauzar al movimiento estudiantil, dentro de los márgenes del sistema obligándolo a subordinarse a las decisiones de la escena política. En este sentido, la estrategia del Gobierno ha tenido pleno éxito. A ello nos referiremos en detalle más adelante.
Un nuevo escenario.
Digamos, entonces, en primer lugar, que nos encontramos frente a un nuevo escenario, una situación en la que las condiciones actuales no obedecen a los parámetros anteriores. Este nuevo escenario comenzó a configurarse luego de la negativa del Gobierno a proseguir con las conversaciones con los estudiantes. Implica un cambio de posiciones no por el simple hecho de negarse la autoridad al diálogo, sino porque esa decisión ha sido eminentemente política. Y es que con esa decisión, evidencia el Gobierno haber adoptado una estrategia que altera sustancialmente la distribución de las fuerzas sociales. Por consiguiente, lo que es necesario analizar en esta parte es la estrategia del Poder Ejecutivo, para quien lo más importante en esta fecha es la discusión del Presupuesto General de la Nación.
En efecto, en cumplimiento de las normas constitucionales, había enviado el gobierno hace algún tiempo atrás al Parlamento un proyecto de Ley de Presupuesto para ser ampliamente discutido por ese órgano colegiado. Al contemplar dicho proyecto un ítem destinado a la Educación, ofreció al Ejecutivo la inmejorable posibilidad de reducir toda la problemática del movimiento estudiantil a la mera discusión de dineros más, dineros menos. Y ese es el primer aspecto de la estrategia gubernamental.
El segundo es que dicha acción le permite evadir la raíz del problema y alterar, en consecuencia, su carácter de implicado principal, trasladando la carga de toda acusación en contra suya al Congreso.
En tercer lugar, ese cambio, esa alteración de sujeto contradictor, de ‘culpable’, torna difusa la identificación del responsable.
En cuarto lugar, altera sustancialmente las alternativas de resolución del conflicto, que pueden ser numerosas, y no todas favorables al desarrollo del movimiento estudiantil.
Y es que, en quinto lugar, de no hacerse drásticos cambios para evitar la tendencia ineluctable que acusa todo movimiento de persistir en el carácter de tal, su declive comenzará fatalmente a hacerse presente con todas las implicancias que ello conlleva. Existen factores que conducen a ese declive, factores que es necesario conocer para hacerles frente. Y todo eso lo sabe el Gobierno que, consciente y deliberadamente soslayó su responsabilidad en el caso trasladando toda la discusión al Parlamento. Y es que ha respondido políticamente a un movimiento que se había hecho político.
Naturaleza política del movimiento estudiantil
En nuestro documento, intitulado ‘Reflexiones acerca del movimiento estudiantil’, dedicado a analizar los hechos ocurridos desde junio pasado, señalábamos que, durante el transcurso del conflicto, dicho movimiento había devenido de ‘gremial’ en ‘político’. Y aquella no era una aseveración cualquiera. Que un movimiento reivindicativo se transforme en ‘político’ quiere decir que sus objetivos dejan de ser intereses de grupo para transformarse en intereses nacionales en juego. En el caso en comento, esa circunstancia se dio cuando los estudiantes, en el desarrollo de sus protestas, se transformaron en poder alternativo al Estado desafiándolo en sus aspectos tanto institucional como normativo. Por lo demás, las conversaciones sostenidas con el Gobierno comenzaron a derivar en discusiones relativas al contenido de determinadas leyes y a la reforma de la propia Constitución. La actual discusión que se da en torno a la Ley de Presupuesto es otra de las manifestaciones del carácter político que ha adquirido este movimiento.
Sin embargo, para que un movimiento de carácter político tenga éxito, debe tener ante sí objetivos políticos; y los objetivos políticos se establecen en un acuerdo colectivo, un documento o convenio que contiene, en esencia, las aspiraciones del conjunto social y la forma de hacerlas realidad. En otras palabras, deben estar contenidas en un plan que, siendo la más alta expresión de la racionalidad humana, y constituyendo su estrategia, debe poseer un íter, es decir, una ruta, un camino, una vía de realización. Dicho de otro modo, se hace necesario establecer una manera de cómo llevarlo a cabo, una táctica a ejecutar. Lo cual implica el estudio de las variables del caso [1].
El establecimiento de un plan constituye uno de los problemas más urgentes del movimiento estudiantil al cual muchos analistas vinculan a la necesidad de contar con el apoyo de uno o varios partidos políticos. No compartimos esta idea. Sobre el particular, nos remitimos a nuestro documento publicado el mes recién pasado en algunos periódicos digitales[2] de Internet.
La circunstancia que el movimiento estudiantil sea, precisamente, ‘movimiento’ nos permite, además, analizar tanto su composición de clase como identificar a algunos de las agrupaciones que se desplazan por su interior.
Comencemos señalando que el movimiento estudiantil no es ‘un’ movimiento sino un conjunto de movimientos, un ‘atractor’ al que convergen gran cantidad de agrupaciones políticas juveniles. Es, en este aspecto, un ‘holón’, es decir una totalidad formada por otras totalidades.
La composición de clase del universo humano que lo integra es, fundamentalmente, de hijos de vendedores de fuerza o capacidad de trabajo, en definitiva, funcionarios de empresas públicas y privadas u obreros que prestan sus servicios también a empresas públicas o privadas. Este estamento es conocido en Chile bajo la poco precisa denominación de ‘clase media’. Participan, además, en ese conjunto los hijos de funcionarios de Gobierno en donde pueden encontrarse personas vinculadas a la Concertación y a la Alianza Por Chile.
Por eso, el movimiento estudiantil se encuentra conformado por un abigarrado conjunto de organizaciones políticas que no son las mismas en todos los centros de estudios. Así, por ejemplo, en la Universidad de Chile, sin perjuicio de la existencia de organizaciones vinculadas a las tradicionales Alianza Por Chile y Concertación de Partidos Por la Democracia, podemos distinguir otras colectividades entre las que podemos citar a la llamada ‘Izquierda Autónoma’ IA[3], la Nueva Izquierda Universitaria NIU[4], el colectivo Arrebol, Creando Izquierda y el Partido Comunista PC, que cuentan con gran respaldo del mundo estudiantil. La organización de la Universidad Católica es diferente, como asimismo la de los otros institutos de educación superior. La existencia y proliferación de estas organizaciones no tiene otra explicación más que la profunda desconfianza de los estudiantes hacia las organizaciones políticas tradicionales.
El presente documento intentará analizar el futuro de este movimiento a la luz de las nuevas condiciones que se presentan en el país y profundizará algunas de las ideas que se han esbozado al comienzo.
Hechos que conspiran contra la propagación del movimiento estudiantil.
Existe gran cantidad de circunstancias que han conspirado, y conspiran aún, contra la propagación y desarrollo del movimiento estudiantil. Entre otras, podemos señalar como las más relevantes:
1. La incorporación del Parlamento a la escena social.
En efecto, luego del estancamiento de las conversaciones entre estudiantes y Gobierno, optó este último, inteligentemente, por trasladar el problema al Parlamento a través de la discusión del aporte fiscal a la educación en el proyecto de Ley de Presupuesto de la nación. Esto ha acarreado tres graves consecuencias para el movimiento estudiantil.
Por una parte, ha significado despersonalizar el problema, es decir, sacarlo del ámbito gubernamental (a objeto de soslayar la responsabilidad de su solución), y entregarlo al sistema bicameral con la finalidad de hacerlo pronunciarse sobre una materia tan escabrosa como la indicada. Desaparece, de esta manera, el Gobierno del escenario político para que entre el Parlamento. Se termina con la existencia de ‘un’ responsable ―el Gobierno― como lo había en un comienzo, sino ‘varios’ responsables para que la solución se entregue por esos ‘varios’ o ‘muchos’ y se diluya la responsabilidad del Gobierno en materia de educación.
Eso no es todo: como ya lo hemos señalado, la maniobra encauza, al mismo tiempo, al movimiento estudiantil dentro de los márgenes del sistema. Las operaciones ‘alegales’ e ilegales de los jóvenes en contra del Gobierno se tornan inocuas, porque ha dejado de ser el único ‘legítimo contradictor’. Si tales acciones empiezan a realizarse contra el Parlamento pueden ser consideradas como atentados a la esencia de la democracia. Es esta circunstancia la que puede explicar dos hechos relativamente recientes y aparentemente contrapuestos. El primero ha sido la defensa irrestricta del derecho que asiste a la Cámara de Diputados para sesionar en paz hecha por el presidente de la Cámara de Diputados, en Valparaíso, cuando solicitó el apoyo de la fuerza de choque de Carabineros y procedió a desalojar, en medio de las protestas de los parlamentarios de oposición, a un grupo de estudiantes, la mayoría del Partido Comunista, que irrumpieron en una de las sesiones de esa corporación. El segundo es la toma de la ex sede del Congreso Nacional (hoy, del Senado) por un grupo de manifestantes que irrumpió durante una sesión en la que participaba el ministro de Educación y algunos parlamentarios. Si bien, el presidente del Senado actuó de manera diametralmente opuesta a la del presidente de la Cámara al no ordenar el ingreso de la fuerza pública, su actitud fue criticada no sólo desde el oficialismo sino dentro de la propia Concertación de Partidos Por la Democracia, entre otros, por el ex presidente Ricardo Lagos.
El cambio de escenario implica, además, sacar al movimiento estudiantil como actor en la solución de sus propios problemas y trasladar esta labor a un acuerdo entre los partidos políticos lo que, en síntesis, significa sacar la discusión del ámbito de la lucha de clases y entregarla a la decisión de la escena política como juez supremo en esa controversia. Esta acción es exactamente la misma que realizaron los actores políticos en tiempos de Michelle Bachelet para poner fin a la ‘revolución de los pingüinos’: la escena política sustituyó a los actores sociales por actores políticos mediante un hábil subterfugio de estos últimos, dirigidos por la Concertación, para que, en un acto teatral de proporciones, oposición y Gobierno, incluida la presidenta, se tomasen de las manos para alzarlas al cielo en señal de unidad nacional. Este riesgo es conocido por los estudiantes, y estarían preparados, en principio, para no correrlo. Por lo menos, así parecía desprenderse de las palabras de Camila Vallejo el viernes 4 del presente:
“Se está configurando un escenario para un acuerdo, queremos evitar que eso suceda” [5].
El movimiento estudiantil tiene fuertes adversarios que van a intentar imponer el principio de la autoridad e impulsar la repetición de la comedia del 2006. Andrés Zaldívar, que saliera al paso de las palabras de la dirigente estudiantil, ha sido categórico al advertir, al respecto, que aquellas:
“Son frases que valoran poco el trabajo que se hace en el Parlamento. Aquí, en el Parlamento, es donde se resuelven las cosas, y es el Parlamento el llamado a tomar las decisiones” [6].
Una última consecuencia de este cambio de escenario es que cualquier acción ante los organismos internacionales se torna, igualmente, inocua, pues estos analizarán el problema con una visión democrática de los hechos y hasta, eventualmente, podrían dar la razón al Estado chileno pues el Parlamento ha estado involucrado en dar una solución al conflicto.
El Ejecutivo, de acorralado que se encontraba ante la frecuencia e intensidad de las protestas estudiantiles, se encuentra hoy a la ofensiva. Y es tanta su seguridad que no ha vacilado en criticar públicamente la conducta de otros poderes del Estado (el Parlamento) y amenazar al Poder Judicial con sanciones si no pone fin a la delincuencia. Es más: sus críticas se han extendido al Ministerio Público (Fiscalía Nacional) y, satisfecho por la respuesta que ha recibido de los actores políticos, anuncia no sólo una forma de financiar el mayor aumento del ítem para la Educación contemplado en el proyecto de Ley de Presupuesto ―a través del empleo de dineros provenientes de activos financieros que existen en la CORFO por concepto de ventas de las empresas sanitarias que, aunque destinados al Transantiago y a las pymes, podrían ser ocupados para resolver el problema de la educación[7]―sino manifiesta aceptar hasta un 60% de aumento de las becas.
2 La pertenencia de grupo.
Es cierto que el movimiento estudiantil ha operado al margen de las organizaciones políticas tradicionales. Pero no puede avanzar más a prisa en ese sentido; se encuentra fuertemente trabado por la ‘pertenencia de grupo’ de muchos de sus voceros que, como se explicará más adelante, son militantes de partidos con visiones a menudo contrapuestas entre sí y que, por lo mismo, dificultan la necesidad de avanzar. Y esto produce fuertes contradicciones que pueden conducir a una atomización del movimiento.
Y es que la militancia en un partido no presenta vínculos diferentes a aquellos que se crean entre los trabajadores de una empresa determinada con ésta. O con un club deportivo, filosófico, religioso, en fin. Las empresas, que pueden pagar fuertes estipendios a analistas cuyas investigaciones versan acerca de cómo dirigirlas y organizarlas a fin de lograr una mayor productividad, conocen muy bien lo que se ha dado en denominar ‘pertenencia de grupo’, fenómeno que se manifiesta cuando una persona se incorpora a determinado conjunto social (llámese nación, partido, movimiento, club, empresa, barrio, o secta). Cuando eso ocurre, se genera dentro de esa persona un sentimiento de pertenencia, de identidad que la une a todos aquellos con los que actúa dentro del ámbito donde se desenvuelve. No por algo el trabajador, en los casos de las competencias deportivas que se dan entre empresas, se identifica con aquella en la que realiza sus funciones. Así, por ejemplo, si el Banco BBVA organiza una competencia deportiva con el Banco Santander, los jugadores se sentirán identificados con la empresa bancaria a la que venden su fuerza o capacidad de trabajo y olvidarán, momentáneamente, su condición de trabajadores para hacerse ‘representantes’ de una u otra institución competidora. No sucede de manera diferente en un partido político u organización social. En los partidos políticos, la generalidad de la militancia ingresa por vínculos familiares, de amistad o por simpatía; pero hay algo de común en todo ello y es la fe que depositan en la institución. Todos parecen ingresar a una verdadera cofradía dentro de la cual ‘creen’ que podrán realizarse como personas. Y eso es fe, creencia, religión. Son escasos los militantes de partido que, antes de ingresar al que pertenecen, hayan, previamente, conocido las bases teóricas del mismo; mucho menos las de los demás que se desplazan por la arena política de la nación. Así, las disputas políticas aparecen no ya como cuestiones teóricas o doctrinarias, sino como defensa de intereses particulares pues lo que se sostiene en calidad de argumento pasa a ser la exteriorización de la ‘pertenencia de grupo’ y no de la racionalidad[8].
Pertenecer a un partido implica, por consiguiente, poseer ‘pertenencia de grupo’. La militancia exige proteger el interés del partido, a menudo, reñido con el de la comunidad. No por algo se producen ‘conflictos de interés’ entre los militantes de diversos partidos y desconfianzas mutuas. Esta traba se ha hecho presente en el movimiento estudiantil. Y puede tener consecuencias desastrosas, especialmente, en lo que se refiere a sus figuras más emblemáticas. Es conocido el caso de la postulación de la presidenta de la FECH, Camila Vallejo, anunciado el día 15 de noviembre. El acuerdo se tomó en la sede del Partido Comunista, en Vicuña Mackenna con Alameda, tras una reunión de la Comisión Política y otra en la que participó Camila Vallejo, Paz Carmona y Karol Cariola, subsecretaria y secretaria general de las Juventudes Comunistas JJCC estas últimas, respectivamente. En dicha reunión no sólo se acordó la postulación de la primera a la presidencia de la FECH sino, además, ir en lista separada de las demás coaliciones. Las palabras de Karol Cariola han sido ilustrativas de ese proceso:
“Hoy Camila es parte de ese proyecto político que está en un proceso de desarrollo y que debe concluir. Por eso, como Juventudes Comunistas, tenemos una responsabilidad con esto, no sólo con la federación. No vamos anteponer sus prioridades personales frente a las colectivas”.
No puede negarse el hecho que, en el caso de los movimientos estudiantiles, existe una posibilidad para que se transformen en un ‘atractor’ al que confluyan las fuerzas vivas de la sociedad y logre profundas transformaciones. Pero existe, también, la posibilidad que termine de manera menos grandiosa. La pertenencia de grupo de algunos de sus ‘voceros’ es una traba a la posibilidad de conformar una organización de proporciones.
3. La ausencia de una estrategia global a seguir.
Ya nos hemos referido a ello al iniciar este análisis. El movimiento estudiantil no parece tener una estrategia clara que no sea la de ‘tomarse las calles’. No hay proyección alguna hacia la constitución de una organización superior. La organización territorial, que dificultosamente ha ido configurando, reproduce exactamente la que se da en el ámbito de la capital; no hay, por consiguiente ‘una’ organización nacional. Es cierto que se han logrado éxitos memorables como lo fue el ‘Plebiscito Nacional Por la Educación’, realizado en octubre recién pasado, pero eso es apenas un paso y bastante incierto pues, con la excepción del Colegio de Profesores, ni siquiera se sabe con certeza cómo se organizó ni quién lo hizo. Es cierto, además, que existen ‘asambleas regionales’ multiclasistas, pero no constituyen aún una estructura definitiva. La unión entre el movimiento de los universitarios con los secundarios no avanza con la celeridad que los tiempos exigen y, más bien, parece tornarse en un problema insoluble. La comunicación entre los grupos, no obstante, es excelente; las redes funcionan con agilidad, no así la organización en cuanto a tal. Y la que comienza a mostrarse, empieza, también a mostrar signos de agotamiento. El descenso del apoyo de la opinión pública al movimiento estudiantil que muestra la encuesta ADIMARK en la primera semana de noviembre es un índice importante a considerar. El empeño de resolver los problemas de organización no marcha con la prisa que requiere el momento. Muy pronto se dejarán sentir otros acontecimientos que pueden complicar todo lo hecho hasta ahora. Y es que existen leyes de comportamiento social que conspiran contra la posibilidad de seguir adelante con la organización, como se verá de inmediato.
4. Las elecciones municipales.
La elecciones municipales se realizarán el próximo año; sin embargo, la escena política comienza ya a preparar la arena en donde se instalarán los ‘gladiadores’ a librar su ‘lucha política’. Puesto que no hay un pronunciamiento acerca de cómo enfrentar el fenómeno eleccionario, en otras palabras, no hay un ‘plan’, y muchos de los líderes están militando en partidos políticos, los estudiantes no llamarán a abstenerse y a deslegitimar a los posibles candidatos, que sería una vía compatible con la idea que han mantenido de mantenerse al margen de las organizaciones políticas existentes. Por lo demás, de hacerlo, evidenciaría una línea de comportamiento no contraria a los partidos sino paralela a ellos. Es por lo mismo que, a nuestro parecer, el próximo año, al desencadenarse la contienda electoral, si no existe una organización superior, el movimiento estudiantil perderá gran parte del apoyo ciudadano y tenderá a seguir el mismo curso de declive acusado por aquellos que les han precedido en esas contiendas. Eso no ocurre porque sí: hay factores que conducen ineluctablemente en esa dirección. Uno de ellos es el llamado ‘efecto bandwagon’.
Podemos explicar el ‘efecto bandwagon’con un ejemplo: en toda elección, los votantes tienden a respaldar a quienes parecen tener mayores posibilidades de ganar. El votante rara vez se arriesga a ‘perder’ el voto y está, generalmente, más predispuesto a apoyar a los que se perfilan como posibles vencedores dentro de la contienda electoral. En un régimen de economía social de mercado, su voto adquiere el carácter de una verdadera inversión que no puede experimentar ‘pérdida’ de naturaleza alguna. Esto no sucede de manera diferente en otros aspectos de la vida social: también hay mayor apoyo ciudadano a quienes se perfilan como más conocidos. Por lo demás, la propaganda se funda, precisamente, sobre estas premisas. Si la tendencia predominante de la democracia es resolver los problemas por la vía eleccionaria, las elecciones municipales se presentarán más que como un desactivador del movimiento estudiantil, como el elemento que hará restar apoyo ciudadano a sus demandas, aislándolo del ‘cretinismo parlamentario’ que, en definitiva, se inclinará a resolver por esa vía los problemas de la Educación sin involucrarse en ‘aventuras’.
5. Las elecciones universitarias.
Las elecciones universitarias pueden o no constituir un elemento desestabilizador del movimiento estudiantil. Al realizarse año a año y cambiar constantemente los rostros de la dirigencia, pueden dar o no estabilidad a una determinada línea de acción. En el caso de la reciente elección realizada en la Universidad Católica, la lista del Nueva Acción Universitaria se impuso sobre la gremialista dando el triunfo a Noam Titelman, joven bastante carismático, que no milita en partido político alguno y sigue la senda trazada por Giorgio Jackson de independencia absoluta respecto de los partidos y entero respeto hacia la voluntad de sus representados. En este caso, la línea de continuidad se mantiene. Sus primeras declaraciones no dejan dudas acerca de qué representa:
“Hemos tenido una clase política que no ha dado el ancho. No es que estemos en contra de los consensos, eso es absurdo. Pero consenso es una palabra vacía si uno no dice sobre qué, en qué tema, y en qué términos”.
“Efectivamente ha bajado el apoyo pero sigue siendo altísimo, y esto no es una competencia de popularidad, pero cuando se compara el apoyo al movimiento estudiantil con el apoyo al Gobierno o a la Concertación, la diferencia es tremenda, y que la clase política se haya subido al carro a decir que la gente ha cambiado de opinión, pucha, es un poco fresco” [9].
Sin embargo, en la Universidad de Chile las elecciones no se realizarán de la misma manera: las listas van separadas y, aunque es posible pensar que haya una continuidad, puede que ésta no se dé en el sentido de mantener algunos rostros. Es posible que la propia Camila Vallejo no sea elegida pues las listas de los sectores de avanzada van separadas debido a las inevitables disputas de quienes pertenecen a organizaciones políticas. La vinculación de Camila Vallejo con Jaime Gajardo y Arturo Martínez ha sido una de las causas de su rechazo como líder estudiantil; otra, el compromiso que exige el partido Comunista a su militancia que, a menudo, coloca su propio interés por sobre el de la comunidad universitaria como sucede con los acuerdos en la escena política que privilegian la voluntad de los actores políticos y no la de los actores sociales; un tercer elemento lo ha sido la proyección que el partido hace de sus líderes a quienes ya considera como posibles candidatos para las elecciones municipales, lo que hace aumentar la desconfianza del estudiantado hacia las organizaciones políticas tradicionales. El caso de Camilo Ballesteros es emblemático, según lo expresa un periódico digital:
“Al interior del PC ya se menciona a Camilo Ballesteros ―actual presidente de la Feusach y encargado universitario de la Jota― como una eventual carta en las elecciones municipales. ‘Se habla eventualmente de Estación Central o Santiago Centro’, comenta una dirigente del partido” [10].
6. Las elecciones de Presidente y de parte del Parlamento.
La cercanía de las elecciones municipales anticipa la cercanía de las elecciones presidenciales. Es un anticipo que condiciona la escena política. Y los conflictos de clases. Las elecciones presidenciales ya comienzan a desviar la atención de la población y los partidos aceleran sus gestiones a fin de hacer un correcto ‘rayado de cancha’ donde deben discutirse los problemas de la sociedad. De hecho, el acuerdo socialista-demócratacristiano de llevar como candidata a Michelle Bachelet ya comienza a provocar discusiones. Nadie podrá salirse de esos márgenes o límites impuestos por la campaña electoral. El ‘cretinismo parlamentario’ hará de las suyas una vez más condicionando todo el acontecer nacional. Y ese frenesí será una de las peores trabas para el desarrollo del movimiento estudiantil que, a la fecha, debería estar manifestándose como un inmenso movimiento social.
7. La proximidad del verano.
Hay, finalmente, otro hecho que conspira contra la continuidad del movimiento estudiantil y lo constituye la proximidad del verano, que se inicia con las festividades de Navidad y Año Nuevo y concluye con las vacaciones de verano que interrumpen la actividad social. Es cierto que este fenómeno no alcanza a las personas más conscientes de la sociedad, pero no es menos cierto que la gran mayoría de la población se encuentra fuera de esa categoría. Por lo demás, un porcentaje considerable de personas conscientes son arrastradas por la corriente cultural imperante que invita a hacer un descanso en ese período. No ocurre de manera diferente a como sucede en otras latitudes; también en Europa y Estados Unidos la actividad política se interrumpe con la llegada del verano.
Sin embargo, la circunstancia que las Universidades hayan dado inicio al segundo semestre de estudios prolongando sus actividades docentes hasta marzo del próximo año puede neutralizar el efecto desactivador que tiene la proximidad del verano en materia de luchas sociales.
8. Las discrepancias con el movimiento de los secundarios.
Es sabido que no existe unidad entre el movimiento de los secundarios y los estudiantes de educación superior. Este problema no es de ahora sino una situación que se arrastra desde hace mucho tiempo y a la que se ha puesto poco empeño en solucionar. Por el contrario, en esta oportunidad las brechas se han ampliado al extremo que, de producirse un acuerdo que ponga fin a las demandas estudiantiles universitarias, es posible que los ‘pingüinos’ queden solos peleando por lo suyo. De hecho, así se plantea ya por los medios de comunicación[11].
No deja de ser curiosa la circunstancia que el movimiento estudiantil no ponga sobre el tapete de la discusión el problema de las ‘aptitudes’ como uno de los ejes en torno al que debe girar cualquiera reforma educacional. Y eso es porque tal problemática se encuentra directamente relacionada con la reforma educacional que debe afectar a los estudiantes secundarios. La distancia que se ha establecido entre ambos estamentos ha impedido un análisis más profundo al respecto.
9. Haciendo política ficción
Hagamos, entonces, aquí, un poco de política-ficción. Nos puede ayudar a precisar ideas.
¿Hubiere sucedido lo mismo para este movimiento, bajo un gobierno de la Concertación? ¿Hubiere mantenido ese movimiento su porfía, su tenacidad, su vigor? ¿Se hubiere gestado un movimiento similar al que existe hoy bajo un Gobierno concertacionista?
Digamos, en primer lugar y a la primera pregunta, que sí, que hubiere sucedido lo mismo. Porque, de hecho, así ya ocurrió hace dos años; porque ‘la rebelión de los pingüinos’, aunque fue un movimiento protagonizado por los estudiantes secundarios, tuvo contenidos similares; porque los problemas de los ‘pingüinos’ no eran diferentes a los que hoy enfrenta el movimiento estudiantil. Y porque, más exactamente y como lo hemos señalado en otro de nuestros documentos, los ‘pingüinos’ de ayer son los universitarios de hoy.
Esto es un hecho importante, por cuanto ese movimiento terminó de manera abrupta, con el triunfo de la institucionalidad. O, como lo diría Francesco Alberoni,
“quando l’istituzione si è ormai consolidata ed ha riprodotto la quotidianità”.
El movimiento de los ‘pingüinos’ fue derrotado. La escena política se impuso por sobre la lucha de clases. Los dirigentes sociales que no fueron cooptados por la dirigencia política terminaron aplastados por la historia; hoy, son ignorados por los mismos medios de comunicación que antes se atropellaban para entrevistarlos. Los partidos se tragaron al movimiento, lo asfixiaron para que la marcha del sistema continuara imperturbable a través de la historia, sin resolverse la raíz de los problemas que eran la gratuidad escolar y el fin del lucro.
En segundo lugar, porque los problemas han persistido en el tiempo, pues la tendencia de los gobiernos post dictatoriales ha sido la de mantener el modelo educacional introduciéndole mejoras, pero manteniendo intacta su esencia.
En cuanto a la segunda pregunta, permítasenos hacer una distinción. Y es que, en esta parte, tiene importancia crucial la falsa dicotomía que se presenta cuando se habla de ‘izquierda’ y ‘derecha’, como si las clases sociales actuaran ordenadamente siguiendo la disposición que acusan los puntos cardinales. Porque nada hay más falso que hablar en esos términos. Un célebre autor se regocijaba preguntando a sus lectores dónde estaría situada la izquierda (o la derecha en su caso) de un individuo frente a un espejo.
Sucede que un no despreciable número de organizaciones políticas consideran a la Alianza Por Chile como la ‘derecha’; a contrario sensu, la ‘izquierda’ sería la Concertación de Partidos Por la Democracia. De hecho así se cataloga la propia Concertación. El PC no es una excepción al respecto; está involucrado, por lo demás, con esa alianza que le permitió obtener tres diputados en las elecciones pasadas. El panorama, por tanto, no es el mismo que existía para la ‘rebelión de los pingüinos’ con actores políticos menos comprometidos; hoy existe un pacto político entre el PC y la Concertación que, al parecer, se va a extender a las elecciones municipales y presidenciales: así, lo más probable es que la ‘izquierda’ marche unida para las elecciones que se avecinan. De hecho, la proposición de solución al problema entregada por la Concertación el domingo 13 de noviembre, de conceder la gratuidad escolar en un 70%, a la que adhirió el Partido Comunista, se orienta en ese sentido[12]. No es por otra cosa que los líderes estudiantiles han aceptado la posibilidad de un pacto ‘pero no a espaldas del movimiento’, sino con participación de todos ellos como actores sociales. El acuerdo entre ‘la izquierda’ y el Gobierno (‘la derecha’) es una realidad, un tema que se conversa todos los días y a toda hora únicamente entre los actores políticos, barajándose todo tipo de posibilidades. Repetimos: sin la presencia del movimiento estudiantil. ‘Izquierda’ y ‘derecha’ aparecen, así, unidas en contra de ese movimiento. La razón que impulsa a actuar de esa manera es una: ‘realismo político’. El ‘realismo político’ hace entender que la solución del problema no se encuentra entre los actores sociales sino entre los actores políticos que sí tienen la ‘representación’ de la ciudadanía. Opera aquí la lógica de la ‘raison d’ètat’ que obliga a eliminar o a neutralizar a cualquier organización que se levante para oponerse al estado.
Un grupo de dirigentes estudiantiles ha entendido que así está procediendo la escena política y, por lo mismo, insiste en que los acuerdos no deben tomarse ‘a espaldas del movimiento’; otros, simplemente, no quieren acuerdos de esa naturaleza. Y este ha sido el tono de las discusiones habidas en la Universidad del Norte, el pasado sábado 12, en la ciudad de Antofagasta, donde enfurecidos universitarios gritaron a sus dirigentes santiaguinos: ‘traidores’, ‘vendidos’, ‘están armando su campaña política porque serán candidatos’, en fin. Y es que el tiempo ha corrido en contra del movimiento estudiantil y los actores políticos se toman la escena, y la ‘pertenencia de grupo’ hace estragos: Camilo Ballesteros, presidente de la Federación de Estudiantes de la USACH, no será reelegido y su partido, el Comunista, lo tiene seleccionado para presentarlo como candidato a concejal de una de las comunas de la capital. Las palabras dirigidas en contra de los dirigentes de la CONFECH en Antofagasta no dejan tener sólidos fundamentos.
En síntesis: no es aventurado suponer que la ‘izquierda’ celebre, finalmente, un acuerdo con el Gobierno en materia de educación el que será sometido a consideración de los estudiantes y al cual todos deberán, en definitiva, someterse. En este acuerdo participarán no sólo la Concertación de Partidos Por la Democracia sino, además, el Partido Comunista, el Movimiento Autónomo de Izquierda MAIZ, el Partido Progresista PRO y el Movimiento al Socialismo MAS. Será una verdadera ‘concertación’, pero para poner fin al movimiento estudiantil; un retorno al 2009, y un retorno al universo de las protestas, en 1983/84, con un único perdedor: los actores sociales. El modelo histórico volverá a repetirse con distintos actores sociales y en época diferente. Y es que en el acuerdo permanecerán vigentes los ejes centrales de la nueva forma de acumular establecida bajo el Gobierno militar: habrá gratuidad escolar, pero no para todos; no terminarán las becas ni los subsidios estatales sino, por el contrario, aumentarán para que las escuelas y Universidades privadas sigan enriqueciéndose a costa de todos los chilenos; no se acabarán los ‘sostenedores’, y el lucro, si bien es cierto puede ser abolido, no es menos cierto que podrá renacer bajo la forma de inversiones o mejores sueldos para los directores de las escuelas subvencionadas, sostenedores o ejecutivos. El sistema, en suma, seguirá igual.
El movimiento estudiantil frente al futuro
Las palabras anteriormente dichas no implican, en modo alguno, que estemos planteando una derrota anticipada del movimiento estudiantil. Todo lo contrario: nos interesa saber lo que puede pasar en algún tiempo más, analizar el escenario, estudiar las variables que se presentan y señalar posibles vías de solución.
Empecemos diciendo que, en un principio, concebimos al movimiento estudiantil como la alborada de un amplio movimiento social. Algo así como una ‘unidad popular’, es decir, una agrupación capaz de operar con partidos y movimientos, creciendo incesantemente, barriendo hacia adentro a todos quienes quisieran incorporarse a sus filas y contribuir con su palabra y acción a hacerlo más fuerte, más permanente, más intenso. Esta concepción persiste aún en nosotros, aunque vemos las dificultades que enfrenta. Porque es necesario dar un paso más hacia adelante. De no hacerlo, el movimiento está condenado a extinguirse o, en el mejor de los casos, a mantenerse como tal sin crecer, permaneciendo en un aislamiento total.
El eventual término del conflicto estudiantil no implica, necesariamente, el término del movimiento que ha generado. Por el contrario: quedan allí sentadas las bases para crear un amplio movimiento social, labor que exige a los estudiantes resolver, antes de nada, algunos escollos:
- En primer lugar, los problemas que existen entre el estudiantado secundario y el universitario. Esto es asunto de alta prioridad: grupos políticos pequeños, pero bien organizados, han impedido esto que esta unión cristalice. Llega el momento de terminar con estas contradicciones.
- La constitución de una organización superior sólo puede ser posible si sus dirigentes operan al margen de los partidos tradicionales donde militan o con la anuencia de aquellos en el sentido de ir hacia la creación de una estructura superior. En esta estructura no pueden los partidos imponer solamente a sus militancia en el carácter de dirigencia, sino alentar el surgimiento de los conductores sociales ‘naturales’. Hay que reconocer esfuerzos orientados en ese sentido: muchos de los dirigentes estudiantiles han actuado si no en contra de sus partidos, por lo menos, sin pedirles autorización para asumir determinadas posiciones. Sin embargo, una actitud permanente en ese sentido puede alejarlos de esas organizaciones. De suceder, deberían vaciarse a fortalecer alguna estructura de nuevo tipo que no reproduzca los vicios que han caracterizado a las tradicionales. En ese sentido, hasta es posible que los propios líderes estudiantiles[13] se hayan anticipado a algo que debió realizar todo el estudiantado en su oportunidad.
- Los estudiantes deben llamar a la unidad sindical. La existencia de cinco centrales sindicales hoy en día es una traba que imposibilita el apoyo del movimiento sindical al estudiantil y a la construcción de un amplio movimiento social. Por eso, los esfuerzos deben ir en el sentido de unificar las fuerzas sindicales y hacerlas confluir hacia una organización única. La tendencia del PC en orden a estimar que la CUT es la representante de la clase obrera constituye una barbaridad. La CUT es la máxima expresión de la burocracia sindical; en vez de ayudar al desarrollo del movimiento, puede no sólo debilitarlo sino, además, desprestigiarlo. El hecho que Cristian Cuevas figure entre sus dirigentes no implica suponer que, por esa sola circunstancia, deba estimarse a la CUT redimida de sus vicios.
- Los estudiantes y los sectores sociales que los acompañen deben llamar a los partidos que quieran sumarse a sus posiciones y no subordinarse a lo que los dirigentes de esas colectividades estimen. Los partidos deben asumir el rol de ponerse al servicio de los actores sociales y no subrogarlos en su actuar.
- Deben, igualmente, llamar a las organizaciones de derechos humanos, de mujeres, de trabajadores inmigrados, jubilados, exonerados, cesantes, pobladores, comunidades, a ayudarlos en sus demandas y a conformar ese amplio movimiento social que los nuevos tiempos requieren.
- Deben estructurar una plataforma de reivindicaciones que vaya un poco más allá de las demandas estudiantiles, que toque el problema de la vivienda, de la previsión, de la salud, principalmente, de la desigualdad, como otros de los grandes problemas que aquejan a la sociedad chilena. En otras palabras, un movimiento que incursione en los grandes problemas nacionales y que afectan a gran parte de la ciudadanía como lo son la reforma de la salud, de las ISAPRE o que pida el término de las AFP.
- Finalmente, necesita elaborar un plan para llevar a cabo todas esas tareas, un plan que contemple hablar acerca de sus objetivos en todos los lugares donde se les llame y donde quieran recabar apoyo.
Una comparación odiosa
A riesgo de caer en analogías anacrónicas, bien vale la pena recordar lo que sucedió en el desarrollo de las protestas contra la dictadura, en 1983, situación que guarda asombrosa similitud con lo que sucede actualmente. Con las debidas licencias del caso, naturalmente.
Hasta el 11 de junio de 1983, todos los esfuerzos hechos por las organizaciones políticas para constituir un gran movimiento que pusiera fin a la dictadura no daban resultado. No lo había logrado la organización de cúpulas sindicales; tampoco la de cúpulas partidarias. Ni siquiera la creación de súper cúpulas políticas (el Movimiento Democrático Popular MDP y la Alianza Democrática AD). Así, cuando las protestas sociales se desencadenaron, rompieron con todo, sorprendieron a la dictadura y a los propios partidos que, para evitar verse sobrepasados por ‘gente sin dirección política’, iniciaron un frenético y desesperado trabajo de captación de cuadros en las protestas mismas cooptando a sus dirigentes y organizadores. Eso no era extraño: la dirigencia política siempre ha sostenido que ‘el pueblo’ no puede dirigirse solo; necesita de un partido y de una dirección: necesita, en suma, de una ‘vanguardia’ que lo guíe a la victoria. Esa concepción continúa aún vigente. Y en este sentido, la concepción de la ‘izquierda’ tradicional no difiere de la concepción que la dictadura tenía de la población chilena para quien ésta era como un niño, incapaz de pensar, de raciocinar, y necesitaba llegar a la mayoría de edad para poder dirigirse.
En ese frenético esfuerzo por captar a la dirigencia de los movimientos que se generaban, pasaron los años. Hubo muertes y persecuciones hasta lograrse el ‘gran acuerdo nacional’, convenido entre los partidos políticos y la dictadura para generar el plebiscito de 1989. A partir de ese momento, los actores políticos tomaron en sus manos la conducción de la organización social. La población nacional fue sometida a la dirección de una estructura política cuyos dirigencia comenzó a autogenerarse y a reproducirse hacia adentro, sin preocuparse mayormente de lo que sucedía en el exterior.
Hoy no sucede algo diferente: el movimiento estudiantil, que en 2006 lograra poner en jaque al Gobierno de Bachelet, fue derrotado gracias a una estrategia en cuya elaboración participaron el ministro de Hacienda (Andrés Velasco) en conjunto con el secretario general de Gobierno (José Antonio Viera-Gallo) y miembros del Parlamento (Carlos Montes, Ricardo Núñez, entre otros) destinada a proteger la imagen de la presidenta.
“Yo no entiendo mucho de educación, pero necesito que la Presidenta (Bachelet) apruebe un proyecto. Que tenga un éxito político”,
fueron las palabras de Viera-Gallo, preocupado por el bajo índice aprobación que tenía la mandataria en ese entonces.
Los partidos, pues, cooptaron a los dirigentes más lúcidos; a los demás se les engañó para que, finalmente, socialistas, demócrata-cristianos, radicales, pepedeístas, militantes de la UDI y de Renovación Nacional se tomasen de las manos levantándolas en alto y, junto a la presidenta, pudiesen dar gracias por haber reemplazado finalmente la Ley Orgánica Constitucional de Educación LOCE por otra generada en el Parlamento: la Ley General de Educación LGE[14].
Hoy puede suceder lo mismo; depende de muchos factores. La historia no se repite con los mismos actores ni con las mismas condiciones pues la escena social, como toda la naturaleza, cambia constantemente; pero a situaciones similares, hay soluciones similares. Los modelos pueden, sí, repetirse. Y un modelo de derrota puede, nuevamente, manifestarse con toda su intensidad.
El triunfo del movimiento estudiantil
Terminemos en esta parte señalando que, a nuestro juicio, y pase lo que pase, es un hecho cierto que el movimiento estudiantil ya ha obtenido un amplio triunfo. Ha triunfado por el hecho simple de haberse planteado como tal, por el contenido de sus demandas, y por la forma que ha dado a sus luchas. Sin la presencia del movimiento estudiantil, como el que hemos presenciado y al que nos incorporamos en algunas de sus marchas, las discusiones que hoy se dan en el plano de la educación y de la reforma tributaria no hubieren sido posibles. Y es que ese triunfo sólo puede ser aquilatado con una ligera enumeración de tales logros:
- El movimiento estudiantil ha triunfado por el simple hecho de plantearse como tal, como movimiento que es. En este sentido ha sido capaz de introducir un nuevo actor en las luchas sociales que se libran al interior del sistema, un actor que siempre ha estado presente siendo permanentemente ignorado por los partidos políticos, más interesados en participar en la escena política de la nación que resolver los problemas de las grandes mayorías nacionales: el ‘movimiento’, ese conjunto humano capaz de realizar todas las transformaciones dentro de una sociedad. En este orden de cosas, ha triunfado porque:
1.1. Ha sido capaz de denunciar la inutilidad de las organizaciones políticas como interlocutores válidos cuando se trata, precisamente, de grandes innovaciones.
1.2. Ha permitido la emergencia de una juventud ilustrada, tal vez la mejor, conductores sociales impecables, convencidos de sus ideas y de la posibilidad de construir una sociedad mejor.
1.3. Ha transformado la sociedad chilena hasta sus raíces, pues la nación jamás volverá a ser la misma. Una nueva forma de concebir la solidaridad social se abre paso con fuerza dentro de la sociedad a partir de las protestas estudiantiles. Atrás van a quedar los actores políticos; no desaparecerán, pero ya no serán lo mismo. El nuevo actor, el actor social, entra al teatro de la historia. No ingresa a la escena política, sino a la escena social, a la que pertenece. Los problemas de la sociedad han sido desvelados, finalmente por quienes jamás se pensó que lo harían: los jóvenes estudiantes de hoy. Ellos han hecho posible lo que los demás fueron incapaces de hacer. Y eso da una esperanza para que un día se levanten los trabajadores de la salud y la población entera en demanda de mejores condiciones de vida.
- El movimiento estudiantil ha triunfado, además, por el contenido de sus demandas:
2.1. En efecto, colocó el problema de la educación en el primer plano de la discusión nacional.
2.2. Al atacar la concepción mercantilista del estamento dominante y denunciar el lucro en la educación como una de las peores lacras de la sociedad, atacó la raíz del problema social.
2.3. Y, al hacerlo, puso en tela de juicio las ‘bondades’ del modelo económico fundado, precisamente, en las leyes del mercado.
- El movimiento estudiantil ha triunfado, finalmente, por haber introducido a sus luchas innovaciones de enorme contenido, entre las que podemos señalar:
3.1. Incorporó a los padres y apoderados a la lucha por las demandas estudiantiles.
3.2. Incorporó a rectores y elementos del magisterio, factores claves en la lucha por conseguir mejoras educacionales.
3.3. Incorporó a otros sectores sociales transformando un asunto gremial en una demanda política de proporciones.
3.4. Introdujo el uso de la tecnología al servicio del movimiento y el carnaval en medio de la protesta, como forma de atraer a la población y despertar la simpatía de aquella por los estudiantes.
3.5. Se planteó como ‘legítimo contradictor’ y poder alternativo frente a las autoridades colocándolas en apremiantes situaciones.
3.6. Al proyectar la realización de una marcha conjunta por similares reivindicaciones con estudiantes de Colombia, incorporó a las movilizaciones locales, finalmente, el concepto de ‘americanismo’ como nueva forma de lucha social.
Podemos, en consecuencia, sentirnos orgullosos de nuestra juventud, de ser chilenos y de participar de las mismas ideas que llevaron al movimiento estudiantil a ser actor principal en esta obra que se ha representado, una vez más, en el teatro de la historia chilena, aunque con un desenlace todavía incierto.
Santiago, noviembre de 2011
Notas:
1 Véanse las siguientes obras de Carlos Matus: “Chimpancé, Macchiavello y Ghandi”, “Adiós, señor Presidente” y “El método PES”.
2 El documento referido fue publicado en www.continente.nu, www.piensachile.com ywww.rebelion.org.
3 ‘Izquierda Autónoma’ IA fue creada en el año 2003 y a ella pertenece Francisco Figueroa, vicepresidente de la FECH. Esta organización, junto al colectivo ‘Arrebol’ formaron la alianza ‘Creando Izquierda’ que el año pasado alcanzó una alta votación; en esta oportunidad van solos y no acompañarán a Camila Vallejo. Las razones están contenidas en las palabras vertidas por uno de sus dirigentes:
“Hay incertidumbre porque la Camila ha tenido mucha visibilidad y es difícil hacer un pronóstico respecto al final; pero de todas maneras dentro de la Universidad de Chile hay mucha resistencia a su liderazgo; por su vinculación a personajes como Gajardo, como Martínez; por las prácticas cupulares del PC que son verticales, entonces este movimiento se ha resentido el tipo de liderazgo que ella ha tenido y eso quizás no se ve en la tele, pero se puede ver dentro de la elección. Es una apuesta muy arriesgada del PC, puede perder y este personaje que apareció en todo el mundo, en la universidad y en el espacio que ella representaba no supo construir mayoría […]”
4 La ‘Nueva Izquierda Universitaria’ apareció, por primera vez en 2005. Fue organizada por un grupo de ex presidentes de la FECH que no militaban en partido político alguno y, al igual que los de la ‘Izquierda Autónoma’ sentían profunda aversión por los políticos tradicionales. En su creación participaron, entre otros, Felipe Melo, Marisol Prado Iván Mlynarz y Rodrigo Rocco. Según Melo, que presidiera la FECH en 2004:
“Se trataba de una forma de aglutinar a los ex dirigentes que no teníamos movimiento y que no simpatizábamos con ningún partido político […]”
5 La Segunda, de 4 de noviembre 2011.
6 Fernández, M. y Muñoz, A.: “Zaldívar: (Vallejo) tiene que tomar nota”, ‘El Mercurio’, 5 de noviembre de 2011.
7 Ebner, Bruno: “Larroulet: La concertación no aceptará […]”, ‘El Mercurio’ de 5 de noviembre de 2011.
8 ¿Podría algún chileno que gana, apenas, el sueldo mínimo, es decir, 180 mil pesos, sentirse menos chileno que una de las cuatro mil personas que ganan un sueldo de 19 millones de pesos al mes? La ‘pertenencia’ a la ‘Patria’ hace suponer una igualdad que no es tal.
9 Vega P., Macarena: “Quién es y a qué llega el nuevo presidente de la FEUC”, ‘El Mercurio’, 13 de noviembre de 2011, pág, D-4.
10 Carmona, Alejandra: “La arriesgada apuesta del PC”, ‘El Mostrador’, 15 de noviembre de 2011.
11 Véase ‘La Segunda’ de 16 de noviembre de 2011.
12 Al momento de redactar este artículo, el Gobierno había aceptado elevar este porcentaje sólo a un 60%, lo que había motivado al senador Andrés Zaldívar a decir que la Concertación sólo aceptaría un 70%. Es posible que esa contradicción sea sólo aparente y constituya parte del juego político que realizan ambas instancias.
13 Nos referimos aquí a los fundadores de la ‘Izquierda Autónoma’ IA y a la ‘Nueva Izquierda Universitaria’ NIU.
14 Schnitzer, Yael: “Cómo se gestó la traición a los pingüinos en el Gobierno de Bachelet”, ‘El Mostrador’, 20 de octubre de 2011.