En 2011, los y las estudiantes chilenos impresionaron al mundo. Desde entonces, su movimiento se ha extendido a Quebec y Colombia. Del sur al norte de las Américas, la mercantilización de la educación ha sido objeto de una protesta de masas y esas movilizaciones de la juventud han recibido una muy amplia adhesión popular.
Relanzamiento de la protesta social
Ciertamente, el gran movimiento chileno de 2011 no ha logrado hacer retroceder al gobierno conservador de Sebastián Piñera. El objetivo de una enseñanza pública y gratuita para todas y todos no ha sido alcanzado. Como mucho, las autoridades han propuesto subvencionar a los bancos para que reduzcan las tasas de interés de los préstamos concedidos a los y las estudiantes. Sin embargo, las formidables movilizaciones de 2011 han logrado deslegitimar las políticas neoliberales y dar crédito a los movimientos sociales que se enfrentan a ellas: en defensa de los servicios públicos, del medio ambiente, del pueblo mapuche, etc. Varios sondeos han mostrado que el pueblo chileno no tiene ya confianza en sus políticos, ni en los de derechas ni en los de izquierdas, y cree cada vez más en sus propias capacidades de acción colectiva.
Para nuestros interlocutores, el movimiento de 2011 ha abierto un nuevo ciclo social y político. La transición pactada –de la dictadura de Pinochet a una democracia controlada– había visto a los partidos demócrata cristiano y socialista ocupar el poder ejecutivo de 1990 a 2010. La vuelta a la democracia –por imperfecta que fuera– no puso en cuestión las políticas de privatización impuestas por las autoridades militares. Muy al contrario, el nuevo poder prosiguió y profundizó la gestión neoliberal del país durante veinte años. Sin embargo, en 2010, la victoria electoral de los conservadores coincidió con la irrupción de la crisis, cuando los efectos acumulados de las políticas antisociales realizadas durante casi 40 años tienen al país hundido en la postración. Es la razón por la cual el movimiento de la juventud ha marcado un punto de cambio de la coyuntura social y política.
Defender la democracia y el bien común
La nueva generación se ha hecho intérprete de un malestar generalizado, suscitando por primera vez la puesta en cuestión del modelo económico de la transición, gestionado con la misma aplicación tanto por la Concertación (centro-izquierda), que espera volver al poder en el otoño de 2013, como por la derecha. Y mientras el Partido Comunista apuesta por una nueva candidatura de Michelle Bachelet (Partido Socialista) a las presidenciales de noviembre de 2013, para poner en pie una “Concertación bis”, “más a la izquierda”, en el seno de la cual podría quizá ocupar puestos ministeriales, la nueva izquierda antiliberal contempla la presentación de una alternativa política, apoyada en el movimiento social.
Esta nieva izquierda consta esencialmente de tres corrientes: un sector influenciado por la autonomía italiana, que se niega a construir un polo político separado del movimiento social, una convergencia marxista, candidata a la formación de un nuevo partido anticapitalista, y un polo socialdemócrata de izquierdas, que busca una alternativa a la Concertación. Para la próxima primavera sabremos si logran formar un frente común sobre un programa de ruptura con el neoliberalismo –salud y educación gratuitas para todos, nacionalización de los recursos naturales, en particular del cobre, protección del medio ambiente, asamblea constituyente para una verdadera democracia, etc.– y apoyar una candidatura única para las presidenciales.
Una nueva izquierda anticapitalista
El ala marxista de esta convergencia antiliberal defiende la necesidad de crear un partido anticapitalista unificado, basado en una nueva generación militante, que rompa con la tradición de dispersión de la extrema izquierda, alimentada por varios decenios de derrotas. Esta nueva generación se encuentra hoy en reagrupamientos como la Unión Nacional Estudiantil (UNE), que reagrupa a la izquierda radical del movimiento estudiantil a nivel nacional, en experiencias como la de las universidades populares (en particular Valparaíso), así como en otros focos de movilizaciones políticas y sociales en los últimos años.
Los defensores de este proyecto pretenden reunir al conjunto de las fuerzas disponibles para crear un partido político capaz de defender una alternativa anticapitalista creíble a escala nacional y de ligarse a otros movimientos del mismo tipo a nivel internacional. Contemplan este objetivo como un proceso. No hay que ir demasiado rápidamente, a riesgo de fracasar como ha mostrado la experiencia reciente del partido Igualdad, pero tampoco demasiado lentamente, pues se puede dejar pasar una oportunidad. Un asunto que hay que seguir de cerca....
Universidades populares
El movimiento de las universidades populares tiene una larga historia en América Latina, donde nació a finales de la Primera Guerra Mundial, como consecuencia de una sucesión de levantamientos estudiantiles (en Argentina, Perú, Chile, México, Colombia, Cuba, Paraguay, Bolivia, etc.). Gozó de la participación activa de los principales pensadores marxistas de la época, como Julio Antonio Mella en Cuba o José Carlos Mariátegui en Perú.
Hoy, en Valparaíso, su principal centro en Chile, la Universidad Popular se inscribe en esta tradición esforzándose en ofrecer a los y las militantes asociativos y sindicales una formación ideológica que les de los medios intelectuales para contribuir más eficazmente al desarrollo de sus luchas.
www.europe-solidaire.org/spip.php?article27332
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
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