Hace poco se le consideraba un nacionalista radical y un político de orientaciónantioccidental intransigente. Pero recientemente cambió de imagen: ya no rehúsa laadhesión a la Unión Europea (UE), no se declara dispuesto a reconquistar Kosovo y semuestra más respetuoso. No cabe esperar cambios bruscos en la política del país,aunque también es verdad que la vehemente aspiración a igualarse con los Estadoseuropeos del ex líder serbio, Boris Tadic, ha pasado a mejor vida.
En otro país de la Europa Sudoriental, Grecia, las recientes elecciones trajeron una duraderrota de los partidos que se declararon dispuestos a cumplir con los requisitos de laUE. El éxito lo cosecharon los radicales de la izquierda. Es muy posible que en las nuevaselecciones, fijadas para el próximo junio, este partido gane aún más votos. Es curiosoque los izquierdistas griegos, negándose a cumplir con las condiciones estrictas de la UEy del Fondo Monetario Internacional (FMI) en conformidad con las cuales Atenas obtienesus préstamos, no piensen en salir ni de la UE, ni de la zona del euro. Nadie sabe cómocompaginarlo, pero los electores no se preocupan por ahora por estas materias. Cadavez parece más posible que Grecia tenga que abandonar, como mínimo, la eurozona.
La crisis europea está acercándose a su apogeo, se trata no de problemas económicos,sino de que el modelo de integración está agotado y hace falta un enfoque nuevo. Pero,¿existen en la Europa contemporánea alternativas conceptuales al rumbo actual?
En lo que a la economía se refiere, la situación parece extremadamente desoladora. Elacostumbrado sistema de referencia de la política europea, basado sobre la oposiciónentre la izquierda y la derecha, está desapareciendo. Las fuerzas políticas se dividen, dehecho, en dos corrientes. La primera une a los políticos que, con independencia a supertenencia a tal o cual partido (sea conservador, cristiano demócrata, liberal, o socioliberal) son orientados al curso moderado para la curación financiera, trabajando parareducir las deudas y mejorar los índices macroeconómicos a cualquier precio. La otracorriente creciente es la que reúne a los profundamente decepcionados de lo que estáocurriendo, que apuestan por las fuerzas de la izquierda declarada o por los de laderecha extrema. Las dos corrientes, siendo una antítesis ideológica de la otra, coincidenen un nuevo punto retórico: la defensa social de un ciudadano de los desastres de laglobalización.
Tras las elecciones en Francia y Grecia, la mayoría de los comentaristas llegaron a laconclusión de que los partidarios de la curación han perdido: los ciudadanos de dospaíses vitalmente importantes para seguir este curso, lo descartaron (François Hollandehace hincapié en la necesidad de estimular el crecimiento en vez de recurrir a los infinitosrecortes). Sin embargo, hasta ahora no existe alternativa de verdad. La diferencia entrelas dos corrientes consiste en su capacidad de gobernar un Estado: los partidarios de lacuración tienen una idea clara de lo que cabe hacer y de cómo hacerlo, aunque les cuestacada vez más ganar apoyo social. Sus opositores, al revés, reflejan los ánimos sociales,pero carecen de estrategia propia, limitándose a una seria de lemas. No están listos paraasumir responsabilidad, y aunque la llegada de Hollande puede corregir algo la inmutablevisión alemana de la sostenibilidad presupuestaria, esta corrección estará limitada pordichas circunstancias.
Desde el punto de vista de la ideología, la situación resulta aún más enredada. Uno delos países miembros de la Unión Europea ya está alejándose de los valores europeos,optando por un modelo más conservador y nacionalista. Me refiero a Hungría, donde elgobierno de Víctor Orban no logra superar sus problemas económico-financierosinternos, por lo cual se ve obligado a ceder algo a los prestamistas europeos, pero siguedefendiendo vehementemente su derecho a ejercer una política interior diferente de la deEuropa común. Aunque Budapest tiene que afrontar una presión severa de Bruselas yotros socios, es evidente que si la situación en la UE no cambia hacia mejor, estatendencia de escoger un curso independiente se reforzará entre diferentes gobiernos.
No existe alternativa geopolítica. Antes los políticos nacionalistas en Belgrado, incluido elpropio Nikolic, llamaron a la alianza con Rusia para hacer frente a la OTAN. Hoy apenasse oyen ideas de este tipo y Moscú no piensa desafiar a la Alianza por unas quimerasgeopolíticas en los Balcanes. Además, la sociedad serbia está tan cansada por lasguerras de los 90 que lo único que quiere ahora es un desarrollo tranquilo, el quetradicionalmente se asoció a la Unión Europea (así como a la OTAN, aunque laexperiencia de Serbia en este caso es muy particular). Pero la cuestión es si tiene algúnfundamento hoy esta asociación: si la UE de hoy y de mañana es capaz de garantizareste desarrollo tranquilo.
Parece que Europa no evitará descomponerse dos: el núcleo y la periferia. Mientras queel destino del centro (la Europa Occidental en torno a Alemania) está más o menos claro,el de la periferia, sobre todo de la que sufra problemas políticos y económicos (como laEuropa Sudoriental, los Balcanes, Grecia) es muy vago. En el peor de los casos, elnúcleo puede quitarse la responsabilidad hacia los Estados problemáticos,distanciándose de ellos. No existe otra potencia o fuerza que desee ampararles, a no serque Turquía se interese por los Balcanes, pero ahora tiene bastantes dificultades conOriente Próximo y Medio. Rusia, pese a su retórica de gran potencia, mide bien susambiciones y capacidades. La tentación de jugar con la gran política balcánica, o másaún, con una política ortodoxa (involucrando en ella a Grecia y Serbia, por ejemplo)radica en una tradición histórica, por lo cual puede, en teoría, causar repeticionesindeseables. La Rusia de hoy ya no tiene nada que ver con aquellas ambiciones.
Claro que sería demasiado prematuro augurar una catástrofe para Europa. Pero,analizando el último decenio, tenemos que reconocer que en la mayoría de los casos lasprevisiones más pesimistas, que se consideraron marginales, llegaron a ser realidad. Entodo caso no es ningún axioma la idea de que el diseño político de la Europa de hoy,plasmado en la UE, solo puede seguir perfeccionándose. La falta de alternativas,considerada antes como una ventaja, se convertirá en una deficiencia muy grave en elcaso de que el único modelo existente resulte ineficiente.
Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosapublicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia yel desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad ycolabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembrodel Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de DerechosHumanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal deMoscú.
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