Por Andrea Dufournel
El próximo 5 de agosto se cumple un año desde el fatídico “accidente” que afectó a 33 mineros que trabajaban en la mina San José, en el norte de Chile. La tragedia no dejó indiferente a nadie y pudimos ver en vivo el rescate de nuestros 33 trabajadores mineros, pero entre la tristeza, la angustia, la alegría de los familiares y de quienes nos sensibilizamos con su dolor nadie, en el momento, cuestionó el show mediático montado, ex profeso, la utilización enfermiza de las autoridades de gobierno con la finalidad de capitalizar la desgracia de quienes estuvieron por 69 días a 700 metros de profundidad.
Arriba eran esperados por su excelencia y sus ministros, el presidente con la euforia propia del momento histórico que sabía estaba viviendo, se comprometió a que nunca más en Chile morirían mineros y que los responsables de esta tragedia serían castigados con todo el rigor de la ley…hasta hoy no han pagado, ni siquiera las indemnizaciones, ni han pasado un día en la cárcel… siguen muriendo trabajadores sin que nadie se sorprenda, los medios ya los olvidaron.
Fueron llamados “los héroes de Atacama”, obviando su calidad de víctimas de un sistema perverso y de la irresponsabilidad de los empresarios que ponen por sobre la vida de los trabajadores su interés por el dinero. Se les invitó al palacio presidencial, jugaron un partido de fútbol con el presidente y algunos de sus ministros, por supuesto que todo cubierto por los medios de comunicación. La cápsula, medio por el cual fueron izados hasta la superficie, fue paseada de la mano de Lorence Golborne, ministro de minería del momento, de norte a sur del país, hasta se podían sacar fotos para la posteridad, se hicieron réplicas para pasearla por el mundo. Los más “curioso” fue y es que hasta hoy el papel escrito por el minero José Ojeda en el que puso: “estamos bien en el refugio los 33” Piñera lo tomó, lo leyó, se lo guardó, lo paseó por Europa sacándolo de su bolsillo a cada minuto, con su pecho inflado de orgullo a tal extremo que su mujer le rogaba “no lo muestres”. Llevó a modo de regalo a sus anfitriones, incluida la reina Isabel y el Papa, pequeñas piedras comentándoles al momento de entregarles el suvenir, que: “es una piedra que viene desde las profundidades de la tierra” y una copia, enmarcada, por supuesto, del papelito, recibiendo la mirada con extrañeza de su interlocutor.
José Ojeda que escribió el mensaje desde la profundidad de la mina, ha manifestado que: "han pasado meses, me dijeron que pidiera una audiencia, que mandara una carta a La Moneda (...), pero no pasa nada. Yo creo que está bien tenerlo un par de meses, pero no puede hacerse dueño de algo que yo hice", se quejó el minero rescatado José Ojeda. El mensaje no se le devolverá y quedará en un museo.
Luego de tanta exposición mediática, de invitaciones al extranjero, de palmaditas en la espalda a los 33, de promesas realizadas, de palabras de buena crianza y compromisos adquiridos para que “nunca más”, el romance con el gobierno terminó con la demanda ante los tribunales por 31 de los 33 mineros, pidiendo una millonaria indemnización al estado por la nula fiscalización de Sernageomin, organismo encargado de supervisar que las normas de seguridad se cumplan en los yacimientos chilenos, que no realizó su trabajo, la buena acogida de la demanda sería una forma de hacer justicia para ellos y sus familias.
Seguramente en este primer aniversario de la tragedia, nuevamente pretenderá el gobierno utilizar a estos hombres, en una exposición mediática con la sola y única intención de tratar de recuperar los índices de popularidad obtenidos con el rescate, que hoy llega a duras penas al 30% y de pasadita catapultar al ministro de minería de la época, hoy ministro de obras públicas, a la candidatura presidencial del 2014. Espero que esta vez ellos sepan diferenciar entre el agradecimiento y la utilización. Se encarguen de exigir que los compromisos asumidos por el presidente se cumplan, que los dueños de la mina sean castigados, que no sigan muriendo en las faenas más trabajadores.
Debemos tener presente que este desastre minero en Chile nos muestra el verdadero rostro de las relaciones laborales en nuestro país. El rostro del capital, la cara de unas relaciones laborales esclavizantes y con una autoimagen de modernidad y desarrollo que dista mucho de concordar con la realidad.
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