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T r i b u n a c h i l e n a

La estupidez... un bien de consumo.

La estupidez... un bien de consumo.

Por Roberto Tello

 

Decir que la educación es un bien de consumo, solo  justifica la realidad de un país como Chile, al que le fue cercenada su antigua vocación libertaria, ajena al consumismo mas desenfrenado y al tecnicismo posmodernista que se antepone al sujeto y en donde priman fundamentalmente los sistemas y las estructuras en cualquiera de las áreas; sociales, políticas o económicas. El saber, que no es otra cosa que información, es por cierto en el concepto del postmodernismo una mercancía tan redituable como un auto o un televisor. El postmodernismo reubica la educación en esta nueva concepción muy acorde al timbre de época; a los modelos de dominación social, pensamiento único y sistemas de acumulación capitalista de la era neoliberal.

 

La sociedad chilena, presa de estas nuevas formas de pensamiento, en donde conviven dramáticamente las opulentas realidades de los adictos al libre mercado, con las miserias de quienes padecen sus consecuencias, se debate entre la lucidez de algunos sujetos sociales – como los estudiantes -  y la estupidez de sus gobernantes, comenzando por su presidente.

 

Estas realidades que son históricas, pretenden ser omitidas por el nuevo pensamiento neoliberal que solo atiende lo sistémico y desde un punto de vista resultadista a los efectos del buen desempeño de la estructura. La economía por caso, adolece de  falencias distributivas pero esto no es visto como un caso de mal desempeño del sistema económico, ya que lo que realmente importa es el éxito macro económico. El desarrollo extensivo a toda la sociedad, no es una prioridad de la economía chilena, el cuento del derrame, es solo eso, un cuento muy bien publicitado por los inmorales economistas de la escuela de Chicago y sostenido por toda la clase política chilena reunida en el binominal.

 

La lucha de los estudiantes por recuperar la educación publica, es una expresión de la lucha de clases y también una lucha contra el intento de las autoridades y el stablishment político,  por seguir avanzando en la senda de estos nuevos falsos paradigmas. La lucha estudiantil vista de una óptica meramente sectorial, es un aporte a la recuperación de un país que nos devuelva el pasado histórico,  recupere el espíritu comunitario,  el acervo cultural de los pueblos y los trabajadores, la sociedad comprendida como humanidad, con reglas éticas y morales ajustadas a los conceptos mas profundos de justicia e igualdad. Las calles de Chile abarrotadas con miles de estudiantes, padres y trabajadores solidarios, expresan la tensión social acumulada por décadas de injusticia impuesta por gobernantes serviles y entupidos que creen en lo infalible de su poder y le dan un  carácter indestructible a  su estructura de dominación.

 

Piñera será el último de los presidentes de Chile que tenga como plafón social  la subjetividad   armada allá por los ochenta para la dominación de los sectores populares. También ve agotada la capacidad del binominal como estructura política, los concertados están desconcertados frente al dinamismo de los sectores en lucha y solo un esfuerzo conjunto del poder político, podría reubicarlos como alternativa para la gobernabilidad.  Las nuevas generaciones ya no escuchan los cantos de sirena construidos mediáticamente por sus cuatro antecesores y sectores del estudiantado visualizan la posibilidad de constituirse en fuerza política. Piñera, esta solo con su estupidez y sus fantochadas frente a esta nueva camada de estudiantes, que pretenden construirse como sujetos sociales en la más pura objetividad que los rodea, lejos del envoltorio fascistoide con el que son tratados socialmente por el stableishment político educacional. La figura de Piñera tiene un componente psicológico social para los sectores populares que ven en el, la amalgama de todos los males y malas practicas de la política. Para los estudiantes; Piñera es el arquetipo del farsante, el icono del delincuente de guante blanco que amazo su fortuna al amparo del dictador. Es también la figura emblemática de una clase social  insaciable e indolente, para la cual Chile comienza y termina en el grosor de sus billeteras. Si los estudiantes logran con su lucha borrar  estos rasgos autoritarios y reaccionarios e instalar nuevas subjetividades  sociales, sin duda estaremos avanzando en el sentido correcto, aunque la estupidez continué reinando, sobre todo, en las cabezas acomodadas por el stablishment.

 

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