20 mil estudiantes en la calle: Una movilización contra la desigualdad
Por Rosario Puga
Cuando el años 2006 el movimiento de los estudiantes secundarios logró poner la atención en la ley orgánica de educación se abrió uno de los debates más emblemáticos sobre la desigualdad en Chile.
El logro del movimiento estudiantil fue hacer de un tema sectorial un tema país. Los estudiantes fueron de la demanda de pase escolar a la reforma de la ley de educación heredada por la dictadura. El movimiento tuvo diversos momentos y llegó a unificarse en torno a la reforma de la LOCE, un cuerpo legal heredado y ampliamente utilizado por los gobiernos de la Concertación.
La respuesta del gobierno de Bachelet fue la formación de una comisión que murió en los gestos simbólicos. Se perdió la opción de una reforma real. El movimiento estudiantil decreció en sus demandas pero sin duda fue uno de los movimientos más fuertes de la década y logro inspirar una pregunta por la desigualdad de la calidad de la educación, que fue más lejos que la interpretación de los resultados del SIMCE.
Sin embargo no hubo reacción del mundo político de esos años. No había necesidad en la entonces reinante concertación de pactar con un movimiento social que traía demandas de fondo. Tampoco en el mundo parlamentario se quiso dar el debate. Vendrían medidas cosméticas y la brecha se seguiría profundizando.
En el campo de los indicadores se llegaba a los más altos niveles de escolaridad de la historia y el número de estudiantes en la educación superior también tenía cifras record que mostrar. Pero la pregunta sobre la calidad de la educación, sobre las proyecciones reales de la educación superior como forma de superación de la desigualdad no se ponía en juego. La concertación no quería entrar a discutir sobre la inequidad que ha generado el modelo y obviamente la alianza tampoco.
Eran los años en que el abismo entre la calidad de la educación pública y la privada se enfrentaba con más iniciativa privada. Se consagraban así los mecanismos de subvención directa del estado a la gestión privada de la educación básica y media , se pasaba a la banca privada la administración de los fondos del estado para el financiamiento de la educación superior , se ponía a las universidades públicas a competir entre ellas por los fondos públicos entre otras cosas. Mientras tanto se ensayaba una reforma curricular de todos los niveles de la educación que no lograba convencer. Todavía la concertación podía defenderse exhibiendo cifras de inversión en infraestructura educativa pero del debate de derechos y equidad nada.
En paralelo los niveles de endeudamiento de los estudiantes universitarios llegaban a cifras record. Los que podían acceder a becas solidarias podían salvarse del embargo de su futuro donde la especulación financiera hace estragos agravando el costo de los prestamos para educación. Además no existe mecanismo alguno que fiscalice el cumplimiento de estándares de calidad de las universidades privadas, muchas de las cuales son simplemente fraudes.
En esas condiciones llegamos al actual período. Al gobierno de las escuelas emblemáticas, del aumento de las horas de matemáticas, de la educación gratuita para la formación de profesores. De las fundaciones gestionando iniciativas que hacen mínimo el rol del estado.
En ese escenario se reconstruye un movimiento estudiantil que quiere volver poner el tema de la desigualdad en el debate. Una vez más la exigencia central es un cambio al rol de estado. En esta ocasión el liderazgo lo tienen los estudiantes de la educación superior, que centran sus petitorios en tres ejes: un aumento del gasto social en educación pública, reestructuración del sistema de becas y ayudas estudiantiles, además de una revisión a fondo del sistema crediticio como forma de financiamiento directo.
Sin duda es necesario debatir el tema de la calidad de la educación, dentro de la cual se debe evaluar la vocación de las instituciones públicas , la fiscalización de las privadas y la equidad en los procesos de selección. Los estudiantes deben negociar mejoras concretas del sistema pero esta vez debe ser el país en su conjunto el que mire la educación como un tema clave, no sólo para la futura productividad y competitividad sino para posibilitar una construcción de derechos que renueve las bases de la discusión del bien común.
Veinte mil jóvenes están en las calles de Santiago, desafiando la lógica de las soluciones individuales, ocupando en masa el espacio público para recordar que debemos construirnos como colectivo.
Fuente Radio Tierra (Chile)
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