Edwin Sambrano Vidal (ARGENPRESS.info)
Los resultados electorales reflejan un estado de conciencia, una intención y un sentimiento; una apreciación y un juicio. En muchos casos tiene la firmeza de una convicción o de una voluntad de acción, en otros la volatilidad de un impulso o de una actitud instantánea,… circunstancial. En cualquiera de esos casos es la expresión de una opinión en un momento o una coyuntura histórica determinada frente a las corrientes o fuerzas políticas en pugna y a sus propuestas, y sobre todo, frente a las actuaciones de esas fuerzas.
No se puede desdeñar esta expresión, ni sería revolucionario intentar manipular la opinión pública con análisis simplistas y justificadores. Más aún, sería contrarrevolucionario pretender convencer a la militancia con sofismas y lugares comunes, mientras se le adjudica a esa misma militancia la responsabilidad de los resultados. Por el alcance de la consulta y la importancia de lo que se decidía, el análisis es sobre distintas realidades. Lo nacional, lo regional y lo local, son distintas dimensiones del análisis y el esfuerzo que hagamos por comprender todo el mensaje contenido en la expresión electoral es un esfuerzo necesario y no será en vano. Pueden hacerse muchas lecturas de esos resultados.
Un objetivo y una visión erróneos
¿Cómo y en base a qué premisa pueden observarse estos resultados?... Durante toda la campaña, incluso durante la precampaña se propuso como objetivo central: Obtener más de dos tercios de los diputados. Incluso, a finales del 2009, el propio Chávez planteó formalmente este objetivo. Como nadie, dentro del PSUV, le discute a Chávez sus propuestas, este objetivo se convirtió en el objetivo del PSUV y en consecuencia en base a ese objetivo debe evaluarse el resultado: NO SE OBTUVO DOS TERCIOS DE LOS DIPUTADOS, faltaron más de 10 diputados para obtener los dos tercios. Esto quiere decir que la dirección política del PSUV sufre una derrota en sus pretensiones, es una derrota táctica, cuyo desconocimiento implica una grave desviación del método de análisis y una peligrosa disminución de la capacidad para percibir la realidad. Si se pretende ocultar deliberadamente esa derrota para sustituir la realidad por la conveniencia, entonces presenciamos un acto de fariseísmo político y una práctica deshonesta que despojaría de autoridad moral a quienes la emplean y de la credibilidad necesaria para asumir la dirección de un proceso liberador hacia una sociedad superior que suprima la doble moral del capitalismo.
Pretender dos tercios de los diputados era un objetivo claramente maximalista, esto es, desproporcionado con la realidad. Casi todo el país así lo consideraba desde antes de las elecciones, solo Chávez y la dirección del PSUV se obstinaron en colocarlo como un objetivo serio arrastrando tras sí a la militancia del PSUV. Considerar que si no se tienen los dos tercios de la Asamblea Nacional no se puede avanzar, es reconocer abiertamente la incapacidad de los representantes electos para insertarse en el movimiento popular, campesino y laboral, y para adelantar los debates construyendo las posiciones en el debate colectivo, en consonancia con las transformaciones necesarias para el cambio de las estructuras y en sintonía con la evolución de la conciencia revolucionaria en los trabajadores y el pueblo. La propuesta del pueblo legislador es esencialmente contraria a la pretensión de dos tercios de la Asamblea como objetivo sin el cual es imposible avanzar en el proceso de cambios.
El pueblo legislador es el pueblo en el poder
Hacer del pueblo el sujeto que impulsa las leyes, que conoce y elabora las propuestas y que toma las decisiones trascendentes sobre las mismas, implica un esfuerzo de activismo directo en el movimiento social, laboral, campesino, empresarial, cultural… que supera la conducta burocrática observada por la mayoría de los actuales diputados y de los miembros de dirección del PSUV. Hacer al pueblo legislador es superar el mesianismo que exhibe el camarada Chávez reforzado por la conducta adulante e incondicional de la casi totalidad de los que se encuentran a su alrededor ostentando el nominal título de dirigentes. Nos recuerda cuando en el Congreso fundacional del PSUV se abrían algunos debates, los incondicionales rehuían la discusión descalificando a quienes hacían propuestas y los silenciaban con el grito: “Que decida Chávez… que decida Chávez…” … y allí se acababa la discusión.
La propuesta del pueblo legislador es contraria a la práctica cotidiana de ausencia total de control sobre los actos del ejecutivo nacional y de los ejecutivos regionales y municipales. Ninguno de los órganos del Poder Ciudadano ejerce control sobre el gobierno, no se discute absolutamente ninguna de las pretensiones, propuestas o conductas del gobierno, con lo cual se ha entronizado una especie de autocracia real que no permite que se desarrolle una auténtica democracia participativa y protagónica.
El problema más que de cantidad es de calidad
Considero que la mayoría de diputados obtenida es más que suficiente, en términos numéricos, para impulsar los cambios necesarios, así como en su momento manifesté que con la Constitución de 1999 teníamos un proyecto político suficiente para adelantar los cambios urgentes y necesarios de la estructura económica de la sociedad y del aparato estatal. El problema no es de dos tercios para seguir aprobando leyes o tomando decisiones; el asunto es de que esos diputados sepan y se dispongan a actuar consecuentemente con un proyecto social de transformación, de dar existencia en la práctica concreta a unos valores y unos principios; de cumplir con las disposiciones legales que ordenan el tránsito hacia una sociedad y una institucionalidad identificada con los intereses históricos de los trabajadores y del pueblo. Tanto es así, que en la actual Asamblea nacional el Gobierno cuenta con más de cuatro quintas partes (135 de 165 diputados), además de todos los otros órganos de la estructura estatal y sin embargo, se disminuyó el caudal electoral a favor de la alianza oficialista. Esto revela que se hace un uso inadecuado de todo el poder que se tiene, revela que crece sustantivamente el descontento del pueblo frente a la forma en la cual se desempeña el gobierno y que también crece la búsqueda de un cambio. Ya lo hemos dicho antes: Es preferible hacer producir lo que se tiene y dar demostraciones de manejo pulcro y eficaz de los recursos en beneficio del pueblo que aumentar ambiciosamente el control sobre todo sin producir resultados satisfactorios y esperados.
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