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La pobreza de Chile

La pobreza de Chile
Hugo Latorre Fuenzalida (ARGENPRESS.info)

Este aumento de la pobreza ha sido un golpe al mentón de los partidarios del modelo económico, impuesto a Chile desde hace casi 40 años.

Tanto los partidarios de la dictadura como los concertacionistas creyeron que con el crecimiento económico de los sectores más ricos, el esquema de chorreo podía resolver el largo y extenso mal de la pobreza en el país.
Pero la pobreza ha resultado refractaria al voluntarismo utópico de los ricos como a la fe de las viradas “izquierdas”, reconvertidas al mercado.
¿Por qué no se logra superar la pobreza en Chile?
a) Simplemente porque se ha tenido en los últimos 38 años una decidida política de concentración de la riqueza. Es sabido que países muy inequitativos terminan empobreciéndose y conflictuando su convivencia a grados peligrosos.
b) Porque el crecimiento de la economía ha sido a expensas de privatizar la riqueza social, lo que gran parte del crecimiento de los privados ha sido por transferencias de los recursos públicos, que son los recursos que benefician a los pobres del país.
c) Porque, además, el crecimiento del PIB ha sido mediocre a mediano y largo plazo, lo que lo hace insuficiente para integrar a las mayorías a la economía moderna.
d) Porque el modelo de crecimiento es primario exportador, y ese tipo de esquema de desarrollo no genera suficiente actividad interna y con empleos bien remunerados; más bien enriquece a los agentes de exportación e importación, que son principalmente transnacionalizados.
e) Porque la estructura tributaria de Chile es tremendamente regresiva y carga sobre las espaldas de los más pobres y la clase media el peso de la sustentación del gasto compartido de la sociedad.
f) Porque el Estado chileno ha sido reducido al mínimo posible, quedando inhabilitado para diseñar políticas de integración social.
g) Porque al Estado chileno se le ha prohibido integrarse como agente de la producción y el desarrollo, restando de esa manera uno de los factores que todos los países desarrollados aprovechan para crear competitividades expansivas.
h) Porque, producto de lo anterior, la tasa de inversión es baja y sesgada hacia las actividades especulativas y financiaras, como son las bancarias, bursátiles y de valores negociados a futuro en el ámbito de las materias primas.
i) Porque no hemos sido capaces de tejer una red de interconectividad entre-empresas que active el acelerador y multiplicador keynesiano, por lo que los estímulos al crecimiento económico alimentan las economías externas y no a la economía nacional.
j) Porque no hemos sido capaces de avanzar en el desarrollo y la innovación, por lo que nuestra competitividad en las áreas llamadas de “estrellas nacientes” es prácticamente nula, quedándonos estancados en los productos “declinantes” o “crepusculares”.
k) Porque tampoco hemos sido capaces de apropiarnos de la renta extraordinaria, producto de los precios que han gozado los bienes tradicionales en los mercados internacionales, cediendo la mayor ganancia a las empresas transnacionales, que gozan, en nuestro país, de un paraíso tributario propio del colonialismo más bárbaro y desconsiderado.
En consecuencia, nuestra pobreza es estructural, extensa e intensa. Lo peor es que no tiene visos de superarse, de continuar con el actual modelo de desarrollo, puesto que es un modelo exportador de riquezas en vez de generar enriquecimiento endógeno (hacia el interior); tampoco se puede superar la pobreza con capas tan extensas de miseria y atraso, afincados sólo en una política del “chorreo” que, a pesar de la concentración saudita de las fortunas privadas, no logra derramar hacia las capas expectantes más que mayor endeudamiento y postergación.
Si la reducida capa de la economía enriquecida no contribuye a la expansión de la economía productiva ni a financiar los costos de su sustentabilidad, por la vía tributaria, indudablemente no habrá fórmula mágica que permita superar la condición de país de tercera o cuarta categoría en todas las áreas de la competitividad internacional: desde el fútbol hasta la ciencia y la tecnología.
Se han ensayado todas las fórmulas para ocultar una pobreza real extensa y ofensiva; desde falsear cifras hasta de medir con escalas absolutamente insuficientes. Tenemos una pobreza que inhabilita a las generaciones futuras acceder a una condición moderna de vida; tenemos niveles de educación que nos van dejando atrás respecto de un mundo que se desarrolla aceleradamente y que hasta hace una generación estaba a la par nuestra o por debajo; Tenemos tasas de inversión que están casi 10 puntos por debajo del mínimo requerido para articular una economía socialmente inclusiva, tenemos una incorporación de conocimiento y tecnología que es 600 % menor que la de los países asiáticos con desarrollo acelerado; poseemos una estructura institucional con anclajes antidemocráticos que hacen tremendamente rígida, inflexible y lenta nuestra posibilidad de transformaciones y ajustes, tan necesarias en sociedades en transición.
En definitiva, tenemos todas las condiciones para ser ubicados entre los países que se señalan históricamente como reiterados casos de “un desarrollo frustrado”. Lo peor es que de esta frustración no podemos culpar al extranjero, sino que ha sido nuestra propia elite que ha cedido nuevamente a una testarudez ideológica que nos lleva por el sendero opuesto al que transitan los países más exitosos de la globalización. Como vírgenes necias saldremos a alumbrar cuando la oportunidad ya haya pasado y como reza el dicho oriental “Alá visita sólo una vez al fiel para hacerle rico, si no abre su puerta, tocará la de al lado”.

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