Socialismo real: un error recurrente
Jorge Gómez Barata | Profesor, investigador y periodista cubano, autor de numerosos estudios sobre EEUU.
Ciento veinte años atrás y casi un siglo antes de que en la Unión Soviética se hablara del “socialismo desarrollado” como sucedáneo de la sociedad de consumo y de que China definiera como opción la creación de una sociedad “moderadamente acomodada”, en su famosa carta a Joseph Bloch, Federico Engels realizó un infructuoso esfuerzo por rectificar una interpretación del pensamiento de Marx que absolutiza el papel del factor económico y que todavía hoy tiene lamentables consecuencias para el socialismo.
“... Según la concepción materialista de la historia, —afirmaba Engels — el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda…”
La verdadera contradicción o al menos la que ha tenido más implicaciones prácticas, no es la dicotomía entre los socialistas que sobreestiman el papel de la conciencia y los que cifran todas las expectativas en los estímulos materiales y consideran decisivo el aumento del bienestar de las masa, sino entre quienes creen que al hombre moderno le basta con vivir un poco mejor y consideran posible eternizar un socialismo con bienestar, aunque haya déficit de otros componentes de la espiritualidad política como son la democracia, la transparencia y otros derechos al parecer consustanciales a la persona humana.
Al respecto, cierta vez Fidel Castro expresó que usando ciertas palancas se puede alcanzar esto y un poco más. Tuvo razón al añadir que: “…Un poco más no basta” y a Ricardo Alarcón le encanta la expresión: “Conquistar toda la justicia”.
Muchos de los cubanos, yo entre ellos, y otros tercermundistas que conocieron a la Unión Soviética, la República Democrática Alemana, Polonia, Hungría, Checoslovaquia y demás países del socialismo real no podían explicarse por qué los ciudadanos de a pie de aquellas naciones, habiendo alcanzado un nivel de vida razonablemente alto, con pleno empleo y las necesidades básicas satisfechas, disfrutando de políticas sociales aceptablemente eficaces y de un orden social en muchos sentidos apropiado a los intereses de las mayorías, se sentían descontentos al grado de convertirse en críticos e incluso en opositores al socialismo.
Antes de la perestroika de Gorbachov el movimiento Solidaridad en Polonia reveló una presión que venía de abajo y que no demandaba reivindicaciones materiales. No se trataba de mejores condiciones de trabajo o de más salarios y, aunque algunas hubo algunas demandas estaban presentes, el problema no era predominantemente económico. Tal vez aquel era el momento para completar la lectura de la carta de Engels y subrayar los párrafos donde afirmaba:
“... La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta, las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante…ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan su forma…”
Tal vez Gorbachov se percató correctamente de que el problema de la sociedad socialista no era sólo económico como tampoco exclusivamente ideológico sino multifactorial y con importantes componentes políticos e incluso culturales, cosa que hasta entonces no había sido admitida y que todavía hoy en algunos procesos, por ejemplo en China, se soslaya.
Si bien la perestroika (rectificación), acompañada por la glasnov (transparencia) asumía la obvia necesidad de elevar el nivel de vida de los soviéticos, también incluía un esfuerzo para democratizar la sociedad, no sólo en términos funcionales sino estructurales. La forma de realizar aquellas correcciones y no su contenido dieron al traste con lo que pudo ser una solución y un aporte.
La historia se repite allí donde, a partir de una pobre comprensión del ideal humano, creen que basta con mejorar la “oferta gastronómica”, remover ciertas prohibiciones absurdas, elevar el bienestar económico, hasta ser “moderadamente acomodados”, proporcionar entretenimiento sano, votar sin elegir, e introducir modificaciones a instituciones que funcionan mal, porque su función social fue mal concebida para que los problemas asociados a la cohesión social sean resueltos.
Cuando se acepta resignadamente que el socialismo no puede ser de otra manera y cuando, aunque lo haga honradamente, la vanguardia cree que es suficiente aplicar algunas medidas cosméticas para recortar la preponderancia de la burocracia, sin extirparla, no de la administración donde es imbatible pero si de la política donde es prescindible y combatir la corrupción con medidas de control y represión y no con descentralización, control social del poder, diversificación de las formas de propiedad, desregulación y autonomía, la batalla puede perderse.
Pretender crear un consenso social duradero y hasta eterno, construir un orden social moderno y funcional a partir de criterios políticos, instituciones y prácticas que los bolcheviques de Lenin introdujeron en dramáticas circunstancias no porque constituyeran “principios” ni fueran idóneas sino porque no tenían opciones y creer que el socialismo puede ser reformado sin tocar al sistema político y sin asumir la necesidad de democratizar las estructuras sociales, especialmente las relacionadas con el ejercicio del poder es una equivocación.
El Estado de Derecho no es una aberración burguesa, ni una desviación liberal, sino una conquista de la cultura humana y un Estado de Derecho socialista seria un peldaño más alto.
En 1965, cuando nadie había oído hablar de Lew Waleza, Gorbachov y Deng Xioaoping apenas era conocido, el Che Guevara en el Socialismo y el hombre en Cuba, su más profunda reflexión acerca de la teoría y la práctica del socialismo escribió:
“... No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año se pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad...”
En su tiempo y sin la experiencia de haber ejercido el poder, Rosa Luxemburgo, descartada por la lectura soviética del marxismo, fue todavía más categórica al pronunciarse acerca de que el socialismo tenía que ser más democrático que el capitalismo, no menos y que la supresión de la democracia burguesa no podía significar la supresión de la democracia en general. Para Rosa pensar es una facultad de la mente, lo que en realidad constituye un derecho es “pensar diferente”.
La experiencia enseña que, estructuralmente, sobre la base de la propiedad social, el predominio del pensamiento marxista y la conducción de un partido comunista, eliminando dogmas políticos cuya vigencia resulta incompatible con la democracia realmente participativa, desterrando el criterio de que las organizaciones sociales y de masas son instrumentos o “correas de transmisión”, propiciando el crecimiento de la sociedad civil y procurando la idoneidad de todas las instituciones de la superestructura, el socialismo tiene todas las condiciones para ser más democrático y transparente que el capitalismo.
El socialismo necesita del bienestar tanto como necesita de la democracia socialista. No será ahora que se descubre que no solo de pan…y, tal vez, en el fondo, el enfoque economicista sea más neoliberal que socialista.
Reformas económicas hubo muchas en el socialismo real, la primera conocida como Nueva Política Económica fue auspiciada por Lenin que no vivió suficiente para ver como Stalin la desestimaba y otra fue protagonizada por Eugenio Preobrazhenski, autor de La Nueva Económica y cuyo trágico final ahogó por muchos años el espíritu reformista soviético.
Un día les contaré pero antes debo añadir que en este entendido, reformar es mejorar, perfeccionar y no claudicar ni pactar con el enemigo. Allá nos vemos.
Fuente: (Argenpress)
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