El capitalismo salvaje lleva a la quiebra a países y provoca catástrofes ecológicas
Adán Salgado Andrade (Argenpress)
En la actual etapa de profunda decadencia y de crisis casi permanente del capitalismo salvaje, podemos ver que a pesar de las amargas, duras circunstancias por las que estamos pasando, no deja el reinado de las grandes corporaciones y los especulativos bancos, con la tácita complacencia de los gobiernos, de hacer de las suyas y han sido los primeros en haberse rescatado de la debacle económica de la cual aún no salimos, aunque muchos analistas digan pomposamente que ya estamos fuera.
En Estados Unidos Barack Obama a los primeros que “rescató” con el dinero de los contribuyentes fue a los rapaces banqueros, los principales responsables de la crisis (ver mi artículo “El convenenciero capitalismo salvaje” en Internet), a quienes “prestó” poco más de 700,000 millones de dólares (un 70% del PIB mexicano del año pasado), para que salieran de sus “deudas malas” y “reactivaran” de nuevo la maltrecha actividad económica. Eso, a pesar de que se sabía que las prácticas fraudulentas de muchos de ellos fueron las detonadoras y profundizaron aún más las crisis (Glodman Sachs es de las más recientes corporaciones de la que han salido a relucir sus fraudes, vendiendo obligaciones y valores chatarra a muy altos precios antes de que se colapsaran). Y también en EU Obama rescató a grandes corporaciones, como General Motors, uno de los tres decadentes fabricantes estadounidenses de autos, que por manufacturar autos ineficientes, ostentosos, lujosos y muy caros, había perdido competitividad frente a fabricantes asiáticos y europeos. Pero gracias también al “rescate” está de nuevo funcionando y muchos de los vehículos que continúa ofreciendo, siguen siendo igual de ineficientes y ostentosos que los que antes fabricaba. Como los bancos, tampoco ha aprendido la lección. Y el paternalista gobierno a nada la ha obligado.
Pero no sólo a bancos y corporaciones el capitalismo salvaje, sus intrínsecas prácticas monopolistas y su desmedida ambición por las altas y fáciles ganancias ha hecho quebrar, sino que ahora hasta países completos son desfalcados, de un día para otro se les considera insolventes, casi, casi como si no pudieran seguir existiendo como naciones (eso ha sido ya visto antes, claro, pero hora con el globalizado, salvajismo económico que nos caracteriza, las crisis son más graves y ponen a tambalear a todo el sistema económico mundial, dadas las intricadas redes que se han tejido en todos los niveles). En el año 2008, Islandia, país perteneciente a la eurozona, quebró debido también a su anárquico sistema bancario, que prestó más de lo que podía realmente cobrar. Y ahora toca el turno a Grecia, país también de la eurozona, el que a pesar de esa unión monetaria y económica, no pudo eludir a las inexorables leyes del capitalismo y su autodestructiva tendencia.
Para explicar lo que sucedió con Grecia, se debe de entender que cuando se propuso a los países europeos unirse económicamente, no era más que otra estratagema capitalista para tratar de superar y dejar atrás futuras crisis económicas, tratando de eludir el inexorable fin del capitalismo salvaje. Sin embargo, lo que no se dijo entonces es que ese tipo de tratados comerciales para unir a varias naciones, se alienta por parte de los países más adelantados y desarrollados, aquéllos que cuentan con la producción, digamos, más eficiente, en la cual los costos de fabricación se han optimizado o reducido al máximo y en consecuencia los productos que fabrican son mucho más competitivos que los de países menos desarrollados. Así, esa ventaja industrial y tecnológica era principalmente para Alemania, que al unificar e impulsar la eurozona, se veía de inmediato beneficiada con dicho tratado (porque además la unificación con la antigua Alemania Oriental le salió muy cara, así que debía de reponerse de ese altísimo costo ampliando mucho más los mercados su producción industrial).
Entonces, con fronteras abiertas, se cumple con el primer requisito capitalista, que es el facilitar la circulación de las mercancías, la que se ve obstaculizada cuando hay barreras físicas, como esas fronteras, además de los aranceles que se eliminan con tal medida, los que encarecen el producto. Por otro lado, el imponer una moneda común, es el otro requisito capitalista para que las mercancías circulen y sean vendidas fácilmente. Eso, simplemente terminó con el problema de las equivalencias monetarias, lo que también retrasa la venta de las mercancías, tan necesaria para que el sistema recupere inversión, así como ganancias. Pero precisamente es al imponer esa moneda común (además de otros tecnicismos económicos, tales como que los países debían de tener un porcentaje máximo con respecto a su PIB de su déficit comercial para que demostraran que estaban sanos financieramente y no serían un lastre), que las diferencias de productividad salen a la vista. Ilustraré esta circunstancia con el siguiente ejemplo.
Supongamos que había una fábrica griega, antes de la unión europea, que fabricaba lavadoras. Un cierto tipo de lavadora la fabricaba, digamos, en 3000 dragmas, la antigua unidad monetaria griega. Ahora consideremos que en Alemania, habían fabricantes de lavadoras con mejor tecnología y que lograban fabricar una similar, y hasta mejor que la griega en unos 1500 marcos. Al venir la unificación, se debieron realizar las conversiones de las antiguas monedas con la moneda impuesta, el euro, y entonces salieron las abismales diferencias. La lavadora griega, tasada en euros, vamos a suponer que ya costara 600, en tanto que la alemana, de mejores características, funcionalidad y material, 400. Y con la facilidad de exportación, sin fronteras, ni aranceles, es evidente que hasta los mismos griegos iban a preferir una lavadora alemana, mejor que la de su país, y además, más barata. Y con ese sencillo ejemplo, podemos entender que muy pronto, la preferencia por artículos extranjeros más baratos y de mejor calidad, se comenzó a extender a varios productos, de tal forma que se iba desalentando la fabricación de productos nacionales, y muchas fábricas o cerraron o, de plano, se convirtieron en distribuidoras de artículos, alemanes, por ejemplo. Así que muy pronto las exportaciones griegas disminuyeron y aumentaron las importaciones, o sea, que su déficit comercial se incrementó muy considerablemente, mucho más allá de sus reales posibilidades de pagar cuanto compraba y todo era más bien financiado con crédito, que es una de las maneras más absurdas de consumir, pues se endeuda la economía por muchos años por venir. Lo que quedó de la economía griega fueron un reducido sector industrial, algunos cientos de miles de campesinos y un altísimo sector dedicado exclusivamente a la prestación de servicios. Eso ha sucedido en México, en que la imposición del Tratado de Libre Comercio, TLC, desde hace varios años, con Estados Unidos y Canadá, ha favorecido principalmente al primero, lo que se ha traducido en un brutal proceso de desindustrialización de las pocas “industrias nacionales” que teníamos. Vaya, ni siquiera en producción de alimentos somos ya autosuficientes y estamos obligados a comprar cuanta basura, incluso transgénica, nos venda EU (maíz transgénico de Monsanto, por ejemplo). Así que si EU quiebra, México con él. Y en efecto, la mayor parte de los pocos empleos que son creados anualmente se concentran en la prestación de servicios, tales como restaurantes, tiendas, servicios turísticos, franquicias extranjeras, ventas, despachos de profesionistas… y así por el estilo.
Eso mismo sucede en la eurozona. Pero ahora, con la crisis capitalista, que con los problemas financieros, muchos bancos trataron de cobrar enormes e impagables deudas, salieron a relucir los graves problemas mostrando que, mientras unos países son los mayores productores de lo que se consume en la zona, otros son, sencillamente, los mayores consumidores. Es como si una persona con salario mínimo, de repente un banco le diera crédito abierto para comprar lo que quisiera, ropa, electrodomésticos, un carro nuevo, casa… cuando el banco estuviera en apuros por tanto dinero que prestó y no cobró, le exigiría a esa persona que pagara de inmediato, lo cual sería imposible para el deudor, dado su raquítico salario. Pero entonces el banco le confiscaría todos sus bienes fiados y le obligaría, de todos modos, a que le pagara, quitándole una fuerte suma de dicho salario, lo que de repente llevaría a la pobreza real a esa persona, la que hasta entonces el crédito había estado ocultando. Y en esa lista de espera podemos colocar a España y Portugal, países igualmente menos desarrollados industrialmente que los más influyentes (Alemania, Francia, Italia o Inglaterra, éste último que no pertenece a la eurozona). No hace mucho estuve en España y pude percatarme de los síntomas que preceden a una profunda crisis financiera, pues aunado al altísimo desempleo, crecimiento del sector de servicios (bares, cafés, restaurantes, hoteles…), contracción severa del sector industrial, sobreendeudamiento… se le ha estado apostando a la masiva y extensiva construcción de casas y departamentos, o sea, bienes raíces, como las únicas formas “seguras” de inversión, pero a niveles que han excedido la demanda real por mucho, hay una sobreoferta, lo que ha creado una burbuja inmobiliaria que ya debe de estar estallando (ver mi artículo: “Especulación inmobiliaria, nueva burbuja a punto de estallar”). Esa tendencia precedió a otros países de la eurozona. Y justamente ese fue el detonador de la crisis que tuvo su origen en Estados Unidos, demasiadas casas para vender y muy pocos compradores para adquirirlas.
Quizá por tal motivo sea que la Unión europea haya decretado que formará un fondo de 750,000 millones de euros, casi un billón de dólares (997,000 millones de dólares), para contar con un fondo de rescate en caso de que más países “se vean en aprietos económicos”. Y tan solo Alemania está aportando 124,000 millones de euros (164838 millones de dólares) de ese fondo, claro, pues como dije, es el país que ha resultado más beneficiado, así que debe de repartir algo de la riqueza que ha acumulado para que eso reactive la economía y sus empresas continúen vendiendo como se debe (eso hizo, por ejemplo, Roosvelt, con el New Deal, al aumentar los impuestos a las grandes corporaciones, pues era una manera de redistribuir a la concentrada riqueza y alentar así a la recuperación económica luego de una de las tantas quiebras bursátiles que ha sufrido el capitalismo, la de 1929).
Y ¿cómo se debe de resolver, según el capitalismo salvaje, la quiebra de Grecia? Pues justo como se ha hecho a lo largo de la historia con infinidad de países, sobre todo a los pobres tercermundistas: imponiendo draconianas medidas, a través de pactos financieros con los bancos europeos y con el FMI, que sobre todo inciden en el bienestar de la gente, a la que se le eliminan infinidad de prerrogativas y conquistas laborales, afectando brutalmente su nivel de vida. Se están despidiendo a los ciudadanos griegos de sus empleos, se están reduciendo los sueldos de los afortunados que conserven los suyos, se están incrementando los precios de todo, alimentos, energéticos… se aumentan los impuestos y se crean otros nuevos, ¡hasta las pensiones se están reduciendo en 20%!... si, al fin que la situación lo amerita, es un tratamiento de shock (Ver mi artículo en Internet “La muy oportuna ‘descomposición’ del estado mexicano, pretexto para militarizar y recrudecer la represión gubernamental”). Así, para el capitalismo salvaje, la población de un país no es otra cosa que un factor más en los balances financieros para lograr la “estabilidad económica”, no importa que se le mate de hambre y se le deje sin trabajo, se agudicen los conflictos sociales y se le empobrezca más, no, al fin que no es imprescindible. Esa es la historia de los grandes “rescates” del capitalismo salvaje, a través de su agencia de salvamento, el FMI, en donde se mata de hambre a la gente, se le quita el poco dinero que tiene, se le somete a terribles penurias, se le empobrece más, se hace retroceder el nivel de vida por años… ¡ah, pero véase la contraparte, a las corporaciones y a los bancos quebrados, se les da dinero, y mucho, para rescatarlos, no se les ponen limitaciones ni condiciones y se les anima a seguir adelante con los grandes negocios una vez que se han recuperado y están “saludables” nuevamente! Por estos días que se ha hecho el anuncio, las bolsas de valores del mundo (que son los mercados accionarios que tiene el capitalismo salvaje en cada país, en donde se mide la “salud” de las grandes corporaciones) ¡han repuntado significativamente, subiendo en varios puntos porcentuales las cotizaciones de sus índices, pues eso significa que gracias al “paquetazo”, las deudas que tengan los futuros países que también quiebren, como le sucede a Grecia, serán pagadas a sus acreedores, o sea, los dueños del capital y la riqueza mundiales, así que esos bancos y esas corporaciones de nada deben de preocuparse, a ellos no se les matará de hambre, no se les apretará el cinturón, no se les reducirán sus salarios (sus ganancias, en ese caso), no se les despedirá y se les mandará a la calle como a los ciudadanos de los siguientes países que quiebren (la formación de ese “paquetazo” es una clara señal de que lo peor está aún por venir)… que ni se preocupen, pues ya hay un fondo, hecho con dinero de los contribuyentes de la eurozona, claro, para “rescatarlos” y asegurarles que sus salvajes, inescrupulosos negocios sigan “saludablemente lucrativos”.
Así que ¿cuál es el motivo para alegrarse y afirmar que lo peor de la crisis que seguimos padeciendo ya pasó? (estas funestas señales debién de tomarla en cuenta los mal administradores panistas que nos someten, no gobiernan, a los mexicanos).
Catástrofes ecológicas
El otro terrible aspecto que ocasiona el capitalismo salvaje con su avidez por las grandes, fáciles ganancias es el desastre que ya llega a catástrofe ecológica que está ocasionando el derrame producido por la plataforma petrolera “accidentada” en las costas de Luisiana, en aguas estadounidenses, que no por ser tal, se limitará a dicho territorio, pues sólo hay que tomar en cuenta que más de diez litros por segundo de hirviente petróleo están escapando por la enrome fuga, que son algo así como 5000 barriles por día y que no hay forma de parar, pues dicha fuga está a más de 1600 metros de profundidad, y como aún no se había presentado un “accidente” en aguas tan profundas (que era cosa de tiempo, pues es inminente que sucedan esos accidentes por las condiciones extremadamente riesgosas de la exploración petrolera en aguas profundas. Ver mi artículo “Los pozos petroleros ultraprofundos, otra manera de seguir garantizando la dominación estadounidense sobre México”), simplemente British Petroleum, la empresa británica que operaba la plataforma, no sabe cómo parar la fuga, y estima, resignada, que quizá pasen semanas o meses en que se pueda controlar tan enorme escape de ese petróleo que por millones de años la naturaleza tuvo encerrado bajo más de nueve kilómetros de capas rocosas, para que ahora, depredadores “hombres de negocios”, sin escrúpulos, ávidos de ganancias, lo hayan sacado, como si fuera un ente maligno que por algo estaba ahí, guardado.
Los gravísimos efectos de esta catástrofe sin precedentes ya se están sintiendo y cientos de especies marinas y aves están muriendo o siendo dañadas irremediablemente por la implacable marea negra que no ha podido – ni se podrá – contener. Peces, moluscos, arrecifes de coral, plancton, delfines, tortugas, ballenas, gaviotas, pelícanos… están engrasándose con el, para ellos, veneno viscoso, y lentamente van muriendo.
Evidentemente que también nosotros, humanos depredadores, comenzaremos a sufrir, pues los terribles, destructivos efectos se comunicarán a toda la cadena viviente. No sólo perjuicios económicos ya hay, como se quejan cientos de pescadores o prestadores de servicios turísticos, sino que el petróleo derramado irá a parar al organismo de especies marinas de las que nos alimentamos (ya que el mar nos proporciona más de la mitad de los alimentos que ingerimos), y de algún modo nos afectará esa ingesta. Porque es evidente que tan brutal derrame no quedará ahí, sino gracias a la facilidad con que en el mar se esparcen los contaminantes, se afectará toda la masa oceánica, y al final pequeñas porciones de petróleo, por lo menos, irán a parar a todos lados y en todos los organismos vivientes (ya es habitual que se encuentren paces o moluscos contaminados con hidrocarburos, mercurio, heces fecales humanas con cólera u otras dañinas sustancias).
Pero no parece que se haya aprendido la lección y ya hay una empresa petrolera, también británica, Rockhopper Exploration, que en un desafiante, arrogante acto de neocolonialismo humillador, está explorando y perforando el fondo marino cercano a las islas Malvinas, territorio que alguna vez fue de argentina, pero que Inglaterra le usurpó y robó ilegalmente, haciendo honor a su fama de país de piratas ladrones, negreros y colonialistas. Inglaterra ha dicho que nada, ni nadie le va a impedir que explote el yacimiento que explora, pues se defiende diciendo simplemente que es “su territorio” y que está en su derecho y que le haga como le haga el gobierno argentino, seguirá perforando y extraerá ese petróleo cueste lo que cueste, caiga quien caiga y, agregaría yo, catástrofe ecológica que se origine. Es de esperarse que la así llamada comunidad internacional apoye a los argentinos para evitar esa irrupción neocolonialista, pero, sobre todo, dada la catástrofe ecológica que cada día aumenta en su dañina severidad,
se evite que un nuevo, potencial accidente, provoque un segundo (¿¡y cuántos más!?) cataclismo ecológico.
A fin de cuentas, los yacimientos marinos ultraprofundos son explotaciones petroleras marginales, de corta duración. Del que se está fugando el petróleo, se calcula que tendría unos 16000 mil millones de barriles. Estados Unidos consume casi veinte millones de barriles por día, así que le hubiera alcanzado para poco más de dos años. El daño ecológico ocasionado será permanente en muchos casos. Así que cabe preguntarse entonces: ¿vale la pena seguir arriesgando y destruyendo más a la naturaleza por un puñado de petróleo?
Al parecer Obama ya lo entendió y ha decidido no apoyar más exploraciones marinas en el futuro. Pero los congresistas de su país están perdiendo tiempo para ¡determinar a quién culpar del accidente y a qué se debió! Ociosa manera de deslindar responsabilidades a todas las corporaciones involucradas y quizá echarle la culpa al encrespado océano que por sus marejadas provocó el terrible “accidente”.
Y ojala nuestros mal administradores, irresponsables panistas, comandados por Calderón, quienes tienen pensado permitir a esas transnacionales como British Petroleum, que perforen nuestras aguas profundas en el golfo para sacar petróleo, tomen en cuenta la catástrofe ecológica que, cuando escribo estas líneas, no se sabe cuándo irá a concluir.
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