Una piñata que no es solo griega
Jorge Altamira (argenpress)
Por fin la prensa financiera internacional dejó de jugar con la rúbrica previsible de la tragedia griega y decidió llamar a las cosas por su nombre. La nueva etiqueta (piñata griega) la estampó el individuo menos pensado, precisamente porque conoce mucho de arrebatos y rapiñas: fue director consejero del fondo especulativo Long Term Capital Management, cuyos manejos casi derribaron al sistema financiero norteamericano en 1998 (Financial Times, 11.2.10). De manera similar, las finanzas griegas están siendo sometidas a un ataque especulativo furioso, que deberá desembocar en una cesación de pagos abierta o disimulada.
Es que lo fundamental de la crisis griega no consiste en sus déficits fiscales sino en la situación de bancarrota de sus acreedores la banca internacional, que afecta en especial a la de Alemania, Francia y la propia Grecia. Ocurre algo parecido al derrumbe de la banca norteamericana que se expuso a los créditos hipotecarios, sólo que ahora las hipotecas están formadas por la deudas pública de los estados de la Unión Europea, que suman unos dos billones y medio de euros o sea casi cuatro billones de dólares.
El desequilibrio de las cuentas griegas consiste, por sobre todo, en una creciente acumulación de facturas impagas a los proveedores y contratistas nacionales algo que en Argentina es también un deporte nacional; el área afectada que los diarios señalan con mayor frecuencia, es el de la salud, que depende fuerte de servicios privatizados y de los pulpos farmacéuticos. Pero esta es un versión interesada, pues aún mayores son los gastos para represión y militares, toda vez que Grecia ha sido puesta al frente en la llamada guerra global contra el terror y es también una base de operaciones hacia el Medio Oriente. El déficit de 40 mil millones de dólares (un 13% del PBI) significa que esos gastos duplican los ingresos fiscales corrientes. Como se puede ver, no hay ninguna posibilidad de que Grecia salga del atolladero mediante un ajuste fiscal, pues su magnitud hundiría a Grecia en una recesión sin precedentes.
De cualquier modo, el déficit fiscal no es tampoco lo más grave, pues más abultadas aún son las llamadas necesidades de financiamiento, unos 70 mil millones de dólares (20% del PBI) que corresponden a los vencimientos de capital de la deuda pública, de 400 mil millones de dólares, que se concentran en 2010. La cuenta de intereses, de 5.5 mil millones de dólares, equivale al 15% de los ingresos del fisco. Antes de abril próximo Grecia deberá cancelar 25 mil millones de dólares en concepto de amortización del capital de la deuda. Esto quiere decir que el Estado griego se ha endeudado con la banca internacional a plazos muy cortos. Este es el núcleo duro de la crisis, que transforma a la crisis fiscal en una crisis bancaria internacional. La mayor parte de esta deuda se encuentra en poder de la banca de Francia y de Alemania, que además tiene fuerte participación e incluso el control de los principales bancos de Grecia. Así como la crisis de las hipotecas cruzó el Atlántico debido a la compra de bonos garantizados por esas hipotecas por parte de bancos europeos (Société Genérale, Deutsche Bank, etc), ahora, dice The Economist, los diez mayores bancos de Estados Unidos tienen una exposición total en deuda de Irlanda, Portugal, España y Grecia de 176.000 millones de dólares. Más importante, incluso, como veremos enseguida, es que una porción significativa de ella se encuentra en el Tesoro del Banco Central Europea, que tomó esa deuda como garantía de los prestamos que otorgó a la banca que opera en ese continente.
Crisis fiscal del Estado y la crisis bancaria
Cuando la prensa habla del rescate de Grecia, está distorsionando los hechos, pues la quiebra de Grecia apenas disimula la de sus bancos acreedores. Ocurre que estos bancos no reúnen las condiciones para reestructurar los plazos de la deuda griega y disipar la amenaza inmediata sobre el euro y la Unión Europea, debido a que han financiado a Grecia con su propio endeudamiento a corto plazo en los mercados internacionales (¡lo que quieren hacer precisamente los K con el canje y el Fondo del Bicentenario!) y fundamentalmente ante el Banco Central Europeo, convertido en una suerte de especulador de última instancia, a igual título que los restantes Banco Centrales. El BCE tenía abierta, hasta diciembre pasado una ventanilla de créditos para los bancos, a cambio de bonos de los Estados (incluso de baja calificación crediticia), a una tasa de interés de ganga (alrededor del uno por ciento). En lugar de utilizar esta facilidad para reanudar el flujo del crédito a la producción, la banca internacional lo utilizó para especular en las Bolsas, con la deuda pública y con operaciones de corto plazo en los llamados mercados emergentes. De la ganga financiera se ha pasado a la crisis como consecuencia de la decisión del BCE de terminar con la subasta de créditos a los bancos y con el cese de la aceptación de títulos del Estado de baja calificación. Como ocurriera con el derrumbe financiero de 2007-8, la crisis fue desencadenada por la tentativa de poner un control sobre la especulación financiera que había sido alentada por esos mismos bancos centrales. Esta ganga financiera, con el pretexto de evitar la quiebra bancaria. En resumen, la situación fiscal ha entrado en crisis como consecuencia de la continua crisis bancaria o financiera, y no al revés.
La caracterización de la crisis queda más clara cuando se observa que el sistema financiero (bancos, fondos, compañías de seguro) tiene un apalancamiento (proporción entre capital y fondos propios, por un lado, respecto a inversiones y créditos, por el otro) de 1 a 30 y hasta 60. Esto significa que los bancos compraron bonos con un múltiplo enorme de dinero ajeno, o sea sin respaldo. Se repite aquí el mecanismo que detonó la bancarrota de hace un año con los créditos hipotecarios y obligaciones de corporaciones, pero en esta oportunidad con un papel sin precedentes del Estado. El Estado reemplaza ahora a los deudores hipotecarios y corporativos de hace un año, pero reemplaza también a los proveedores de fondos de los bancos, mediante la emisión monetaria de sus bancos centrales. Dos puntas tiene el camino y en ambas aparece el Estado para que los bancos ejerzan una función de mediación parasitaria. En síntesis, la deuda de países como Grecia, España, Portugal o Irlanda (¡pero especialmente de Estados Unidos, Alemania o Gran Bretaña!) se encuentra en poder de los bancos centrales de ese conjunto de estados: la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y los Bancos de Inglaterra, de Japón y de China!. Este es el resultado que han obtenido los que cantan las loas al remedio de la intervención estatal. Como quiera que ninguna de las deudas del pasado ha sido cancelada (hipotecarias, corporativas, créditos al consumo, etc.), el plus de la deuda fiscal ha creado una situación financiera mundial varias veces más explosiva.
O sea que el nivel de apalancamiento (¡desendeudamiento!) no cambió, a pesar de que ese era el objetivo declarado de los gobiernos para salir de la crisis. Pero si antes los bancos recaudaban fondos mediante la emisión secundaria y sucesiva de bonos, que se encontraban respaldados por créditos originados en el comercio o la industria, ahora los fondos fueron provistos por los subsidios fiscales y, principalmente, mediante la emisión de moneda y garantías de los bancos centrales.
¡Para apalancar a la nueva especulación financiera, los bancos centrales mismos tuvieron que apalancarse o sea ¡crear moneda de la nada! La Reserva Federal creó de la nada un pasivo de dos billones y medio de dólares, que prestó a los bancos. La situación es similar en casi todos los países de Europa, por eso es irrelevante que se pretenda ningunear la importancia de Grecia con el argumento de que representa solamente el 2.8% de la economía del euro. En todos los miembros de la eurozona y fuera de ella, el déficit fiscal ha crecido en forma exponencial, aún más que en Grecia, pues por ejemplo España entró a la crisis, en 2007, con superávit del 3% y cerró 2009 con un déficit del 9% del PBI; está previsto que su deuda pública arribe al 70% del PBI, en 2010, o sea que se acercaría al billón de dólares. Pero tampoco aquí la cuestión fiscal es la crucial (ingresos versus gastos). En el caso de España, los incumplimientos en el cobro de la cartera de créditos inmobiliarios se han triplicado, por un monto equivalente al 9% del PBI, o sea que los bancos no están en condiciones de seguir refinanciando la deuda pública del Reino de Juan Carlos, el cual también tiene vencimientos abultados a corto plazo. Los diletantes recuerdan que la vieja monarquía española cayó, en 1931, luego de una elección municipal, pero el elemento decisivo fue el golpe mortal que le propinó a la dictadura de Primo de Rivera y Alfonso XII la bancarrota del 30. Una situación más grave aún atraviesa otro Reino, el Unido de Gran Bretaña, cuyo déficit fiscal, del 15.1% del PBI, y sus necesidades de financiamiento, de cerca del 25% de ese mismo PBI, solamente parecen aliviadas por la circunstancia de que Inglaterra puede emitir libras y permitir, hasta cierto punto, su desvalorización. Pero lo que los ingleses no podrán lograr de ningún modo es compatibilizar la emisión de libras y la devaluación con la conservación de la relevancia financiera de la City de Londres, cuyas transacciones representan el 25% del total de su PBI.
Repitamos: la causa subyacente de la crisis no fue, en absoluto, la revelación de que las cuentas públicas griegas estaban dibujadas (contabilidad creativa) y que el déficit fiscal era mayor al anunciado. Los servicios de inteligencia de los Estados y de los bancos no pueden ser engañados sobre este punto. Cuando una empresa semi-estatal de Dubai declaró, hace poco, el default parcial de su deuda, también soberana, había quedado en claro que la causa no era la falta de recursos públicos (Dubai es un emirato petrolero), sino una incapacidad de los bancos para reestructurarla. Lo caracterizamos como un síntoma, no un caso aislado. Dejó al desnudo la prosecución y profundización de la crisis financiera que estalló en julio de 2007 con el colapso de Bear & Sterns, y que explotó, en septiembre de 2008 con la quiebra de la banca de inversión Lehmann Brothers y el rescate del pulpo de los seguros AIG.
Los bancos centrales inyectaron sumas varias veces billonarias (millones de millones), por diversas vías, para evitar la quiebra generalizada de los bancos. Con este rescate se pretendió también una nacionalización integral (provisoria) del sistema financiero. Así se financió la absorción de Bear Stearns, Merril Lynch, Wachovia, etc., por otros bancos, y la sobrevivencia del Citi o de Goldman Sachs y Bank of America. Las principales medidas que se utilizaron fueron las compras de los activos devaluados e invendibles de los bancos a precios de libros o a un precio artificial basado en modelos matemáticos; la compra masiva de títulos públicos y de hipotecas o de títulos garantizados por hipotecas de propiedades desvalorizadas; el otorgamiento de garantías a los bancos; la reducción a casi cero de las tasas de interés de los préstamos de los bancos centrales a los bancos privados y hasta operaciones declaradamente fraudulentas como el resarcimiento integral de los créditos de los bancos como el Deutsche y Goldman Sachs afectados por la quiebra oficial de la aseguradora AIG.
La nacionalización frustrada y sus consecuencias
Esta emisión gigantesca de dinero dio lugar a un fenómeno conocido como carry trade, que tiene lugar cuando los bancos obtienen dinero a tasas bajas en determinada plazas financieras para prestar o invertir a tasas o rendimientos muy superiores en otras. El carry trade es siempre una operación de corto plazo, para prevenir cualquier reversión de la situación. Se estima que solamente el carry trade en circulación, originado en los dólares que la Reserva Federal prestó a tasa casi cero a los bancos de Wall Street y el originado en yenes japoneses a tasas similares es, actualmente, de cuatro billones de dólares. Si este dinero se retirara de, por ejemplo, Brasil, otros países de Latinoamérica, o del sudeste asiático o India, simplemente podría provocar un cataclismo. Esos países, por ironía, son reputados sólidos precisamente ¡por haber sido receptores de un dinero tan volátil!
Esta reversión ya está ocurriendo. Pero el carry trade no se limita a operaciones entre monedas diferentes: la financiación a tasa casi cero de los bancos europeos, por parte del BCE, para especular con deuda pública es una manifestación de ese mismo proceso. O sea que las sumas involucradas en estos negocios especulativos, en medio de una formidable crisis industrial, son sencillamente enormes. Es claro ahora el desenlace que tuvo, a fines de 2008, el debate sobre la nacionalización temporaria de los bancos, como pregonaban algunos economistas en boga; la alternativa a esa nacionalización ha sido la financiación de un nuevo ciclo de especulación, dentro de la crisis, y la reanudación de las bancarrotas, pero ahora comprometiendo la solvencia de los Estados que deberían oficiar como rescatistas de última instancia del capitalismo. La nacionalización generalizada temporaria había sido presentada como un medio para recomponer el crédito, con métodos dirigistas, hacia inversiones promovidas por el propio Estado. Las nacionalizaciones, sin embargo se hubieran debido generalizar entre los países para evitar un dislocamiento financiero internacional y para coordinar la reactivación. Lo que en abstracto hubiera sido una salida capitalista a la crisis, en concreto habría debido vencer la resistencia de los capitales individuales y de los intereses contrapuestos de los diferentes Estados imperialistas. El plan de rescate que salió en definitiva fue impuesto directamente por Wall Street para su propio salvataje contra las propuestas nacionalizadoras de los economistas académicos.
Los derivados financieros
La crisis europea, más que griega, también ha vuelto a poner en circulación un proceso que caracterizó al desenlace de la crisis a partir de septiembre de 2008. Nos referimos a una operación especulativa de grandes proporciones, que apuesta a la cesación de pagos de los países en crisis, en primer lugar la propia Grecia.
Han explotado los contratos de seguros contra un default (CDS en la jerga financiera). Ocurre que estos contratos no los compran, ni sólo ni principalmente, aquellos que quieren proteger sus inversiones colocadas en bonos o títulos de los países cuestionados, sino que lo hacen los especuladores en general para obtener un beneficio (cobrar el seguro) de la caída del Estado en cuestión. Fue lo que ocurrió con Lehmann Brothers y AIG, y antes con otros bancos: una onda de capitalistas muy bien forrados que apuestan a la quiebra del capitalismo, para resarcirse ellos de la quiebra capitalista (a esto se refiere la piñata). El encarecimiento de este seguro como consecuencia de la especulación, tiene como resultado una caída del valor de la deuda pública que se asegura, y esta caída de la cotización de la deuda pública encarece su refinanciación y la imposibilita, y apresura su derrumbe. Los especuladores a la baja de la deuda descuentan que la incapacidad de los aseguradores para pagar los seguros será cubierta por el estado, como ocurrió cuando quebró la norteamericana AIG. Pero son numerosos los casos en los que los especuladores solamente pudieron cobrar un 20% del seguro -¡y aun así ganaron plata! Es que los especuladores operan con dinero al margen ponen un monto mínimo para adquirir los bonos contra default.
Los bancos que han vendido estos contratos de seguros de la deuda griega son fundamentalmente los bancos griegos, que sin embargo no tendrían ninguna posibilidad de pagar esos seguros en caso de default. Se trata obviamente de que apuestan en sentido inverso: de que el default no se produzca por la intervención de la Unión Europea, en cuyo caso esos bancos podrían quedarse con las jugosísimas primas que cobran por esos seguros. Pero en la medida en que el riesgo soberano se expande a todos los países, también crece, por parte de los bancos, la demanda de seguros contra default y las primas que hay que pagar por ellos. La demanda está sobrepasando la oferta, advierte el Financial Times (11.2), que también añade: Un incremento en el costo del seguro de la deuda de Estados Unidos o el Reino Unido produciría sacudidas que obligarían a los bancos a poner coto a estas operaciones. Pero, en este caso, se cerrarían los mercados financieros y la financiación de la deuda pública, y quedaría replanteado el tema de la nacionalización.
La especulación capitalista contra el capitalismo pone de manifiesto la tendencia fundamental de toda crisis capitalista a la imposibilidad de una salida sin una quiebra más o menos masiva de capitalistas, con la consiguiente destrucción de riqueza social y fuerzas productivas, y el aumento del desempleo y de la pauperización. La tendencia objetiva al derrumbe se manifiesta como una competencia entre capitales, y toma el vigor de una ley de hierro. Contra ella chocan los rescates estatales y el mito del poder juratorio del intervencionismo. El keynesianismo no tiene recetas para esta ocasión: solamente funciona en fases expansivas, no en fases contractivas, ya que el capitalismo en descomposición no garantiza el pleno uso de recursos y el pleno empleo ni siquiera en la fase ascendente de los ciclos. Fue inútil frente a la crisis del 30, pero sirvió como un arma de contención del proletariado insurgente luego de la última guerra mundial,
A este nivel de la crisis resuena como un latigazo la advertencia de Lenin: las disputas capitalistas se resuelven por medio de la fuerza, no como creen algunos por el mecanismo del mercado que no es otra cosa que la pantalla que oculta una lucha anárquica que se desarrolla a espaldas de los pizarrones electrónicos de los Mercados de Valores. Por primera vez, en este cuadro de ataque especulativo contra España, Grecia e incluso Gran Bretaña, han aparecido las operaciones que apuestan a la desvalorización del propio euro, con la expectativa de que las operaciones de rescate ni siquiera salgan de las carpetas. En esta timba financiera mundial, se produce el sugestivo caso de que la prensa inglesa está apoyando el no pago de la deuda por parte de Islandia, que solamente puede interpretarse como una operación para desvalorizar la libra esterlina y beneficiar a los que han apostado en esa dirección con contratos de ventas futuras de libras.
En el desarrollo de la crisis griega ocurrió un incidente altamente ilustrativo del impasse general desatado por la crisis. El banco de inversión Goldman Sachs armó un paquete de compra de la deuda pública de Grecia por parte de China (que podía llegar a los 25 mil millones de dólares). Grecia fue presionada, sin embargo, a rechazar esta ayuda, porque China reclamaba, a cambio, la posibilidad de convertirse en accionista de referencia de un banco griego y de partes de la industria naviera. La burguesía griega se inclinó a defender sus propios intereses nacionales aún a riesgo de provocar una hecatombe fiscal, financiera y social. El rechazo a la oferta de China se suma al antecedente no tan lejano de la prohibición para que China pudiera comprar una petrolera en Estados Unidos y otras inversiones de relevancia industrial en Estados Unidos; recientemente, España vetó la posibilidad de que un fondo soberano de China adquiriera YPF a Repsol. Se trata de manifestaciones altamente ilustrativas de las contradicciones internacionales y del impasse en que se encuentra la crisis mundial. En primer lugar, sirve para demostrar que no es suficiente tener reservas internacionales para tener capital, pues las primeras no pasan de un capital-dinero que se limita a cobrar intereses. China podrá tener dos billones y medio de reservas en divisas, pero no por ello tiene capital, pues para ello esas reservas deben ser capaces de apropiarse de fuerza de trabajo y crear plusvalía, no solamente cobrar un interés. En segundo lugar, queda claro que la capacidad cancelatoria de los dólares tiene límites severos; sirve para adquirir mercancías norteamericanas, o sea mercancías que compiten con las de China, pero no para adquirir capitales, o incluso realizar inversiones de capital, que tendrían que competir en el saturado mercado norteamericano. No ocurre, en cambio, lo mismo, con los capitales occidentales en China, donde no cesan de ingresar a capitales chinos, adquirirlos o iniciar inversiones. Esta limitación al poder cancelatorio del dólar, cuando el mercado mundial se encuentra sobre saturado de reservas en dólares, equivale a una declaración de default parcial por parte de Estados Unidos, y pone de manifiesto la tendencia a la desvalorización del dólar. China solamente puede realizar inversiones industriales en naciones periféricas o como socio minoritario, sin poder de decisión; de nuevo, solamente como cobrador de intereses o de dividendos. En Estados Unidos, las inversiones chinas en sectores privados no pasarían de los nueve mil millones de dólares siempre participaciones minoritarias de capital. La condición del dólar como supuesto dinero universal está cuestionada, toda vez que hay un veto total para la adquisición de capitales contra el país que tiene las mayores reservas en dólares del planeta.
Un episodio
En definitiva, a fuerza de rumiar en torno a la crisis europea, se corre el riesgo de perder la visión del cuadro en su conjunto. La prensa internacional da la impresión de haber olvidado que la ronda actual de caída de las Bolsas y de las deudas públicas que han puesto en crisis al euro y a la Unión Europea, comenzó el año pasado desde bastante lejos de Europa, cuando China puso límites al monto de créditos de su sistema bancario para frenar la especulación bursátil e inmobiliaria desatada por sus medidas de rescate financiero y fiscal. Hace 48 horas, el Banco Central de China reforzó estas medidas.
También en China las operaciones oficiales de rescate iniciaron una nueva onda especulativa, o sea que no resolvieron ninguna de las cuestiones estructurales de la crisis. Además de reiniciar una nueva onda fuerte de especulación en la Bolsa y en el mercado inmobiliario, el dinero del rescate fue destinado a acrecentar una capacidad productiva industrial que ya es excedente en el mercado mundial. El abaratamiento de la inversión por parte del dinero del Estado ha acentuado la tendencia a la sobreproducción, y a la caída de los precios y de la ganancia, y por consecuencia a la desvalorización de los capitales en cuestión. Como el Estado chino es un vendedor neto de suelo urbano (algo que no ocurre fuera de los países en restauración capitalista o en naciones atrasadas con elevada propiedad fiscal), la especulación inmobiliaria ha servido también para apresurar la concentración de la propiedad y la carestía urbana.
Esta burbuja financiera e industrial es la contrapartida de las enormes reservas en dólares que ha acumulado China. No solamente ingresa capital del exterior sino que China ha debido emitir una enorme deuda interna con los bancos para absorber el dinero local creado por la entrada de dólares. No hay evidencia más clara de atascamiento en la circulación del capital que la acumulación desorbitada de reservas extranjeras. China se encuentra más cerca del epicentro de la crisis actual que Grecia. No es casual que tendencia a la baja en las Bolsas, en 2010, haya comenzado con el anuncio de las medidas de restricción del crédito por parte de China. Cuando se observa el desarrollo que ha tenido la crisis mundial a partir de los rescates implementados por los Estados capitalistas y, en especial, sus bancos centrales, resulta más claro que nunca que el Estado no reúne ni puede reunir las condiciones financieras para salvar al capitalismo, pues el capital es la base del Estado, no éste el fundamento del capital.
El estado es el bastión del capital como órgano de dominación y represión. Con esta capacidad, no en virtud de una capacidad financiera, puede imponer a las clases explotadas todos los sacrificios necesarios para restablecer la acumulación capitalista y todos los reordenamientos sociales y políticos necesarios para ellos. El supuesto remedio representado por la llamada intervención del estado es una fantasía de centroizquierdistas a la caza de recetas que preserven el capital. De la bancarrota actual no se puede salir con el aumento de la demanda agregada, pues ella entrañaría más gasto y déficit fiscales. De manera inversa, el corte a los gastos sociales y a los salarios acentuará la recesión y la crisis fiscal. Al final del camino el resultado es el mismo: el capital necesita destrucción de recursos y mayor vulnerabilidad de la fuerza de trabajo para salir de la crisis mediante una nueva concentración de capitales a nivel internacional.
Una palmada en la espalda
Lo que se acaba de decir se ve claramente en el manejo de la crisis de Grecia y de España por parte de la Unión Europea. A pesar de que están advertidos del incremento de la tendencia al default de ambos países y de los enormes vencimientos que tiene Grecia en abril próximo, los gobiernos de la UE han decidido limitarse a dar una declaración de respaldo. La razón es meridiana: antes de anunciar un rescate quieren que los gobiernos respectivos impongan los planes de ajustes a sus explotados, en particular el aumento de la edad de retiro y las privatizaciones (También están ejerciendo una presión para que Grecia, España y Portugal vendan sus reservas de oro). Estas exigencias tienen que ver con un planteo más general, que se manifiesta en la coincidencia que existe en las cúpulas de los Estados y en los capitalistas de que la quiebra de los sistemas de salud y de jubilación es sólo una cuestión de tiempo, ¡no tienen salida ni siquiera privatizándolos, pues la crisis financiera ha llevado a la quiebra, en primer lugar, a los fondos de jubilación privada! La pelea por la reforma de la salud en Estados Unidos demuestra que lo mismo vale para la protección sanitaria. La Unión Europea está tanteando la vía de la confrontación, con la expectativa de imponer sus planes contra las masas en los marcos democráticos. Fue lo que intentó el gobierno de De la Rua a principios de 2001, bajo el ministerio de López Murphy. Es lo que ha hecho la UE en los países bálticos, Ucrania y Hungría, donde ha impuesto planes draconianos la producción industrial de Letonia ha caído un 38% en el último trimestre. Si el ajuste no tiene la profundidad que le reclaman los estados capitalistas, Grecia irá a la cesación de pagos, para reestructurar su deuda en nuevas condiciones. Los gobiernos de Francia y Alemania no irán al rescate de Grecia sino de sus propios bancos, que cuentan con la garantía de sus respectivos bancos centrales. Lo cierto es que Grecia no puede evitar la cesación de pagos; la única duda es la forma que tendrá el default, por ejemplo si se hará dentro o fuera de los marcos de la Unión Europea. Alemania y Francia deben cuidar su corral, antes de pensar en socorros. Previmos al comienzo de la crisis, en julio de 2007, que su primera victima sería la UE. Añadamos simplemente que, dada la presencia de la banca griega en los Balcanes, los países de la ex Yugoslavia habrán de saborear primero el tornado de la crisis, si es que alguna vez verán los frutos de la integración.
Estados Unidos empantanado
Incuestionablemente, el corazón de la crisis continúa estando en los Estados Unidos, donde el crédito está parado, el valor de la propiedad inmobiliaria sigue cayendo y los desalojos, aumentando. La mentada reactivación industrial se basa en una recomposición limitada de inventarios no en un viraje de la inversión o el consumo. El Wall Street Journal habla incluso de una desarticulación de la cadena industrial como resultado de la desaparición de tercerizadas, subcontratistas o redes de ventas, que el columnista de Clarín, Jorge Castro, disimula con referencias a cambios en los patrones tecnológicos. La situación de las dos enormes agencias de crédito hipotecario (Fanie Mae y Freddie Mac) es de completa bancarrota: pérdidas de 200 mil millones de dólares y activos inflados por cuatro billones de dólares!. De este modo, el presupuesto federal, con un déficit previsto 1.8 billones de dólares, es lo más parecido a un dibujo, porque no incluye a estas agencias hipotecarias. A esto hay que sumar la bancarrota de ocho estados, incluida California, que la prensa internacional ha asimilado a los estados europeos que encabezan el ranking de la crisis. La desocupación oficial en las grandes ciudades de California es del 27% de la población activa. Yes, we can.
El viraje a la baja en la Bolsa de Nueva York, que comenzó con las restricciones de crédito en China, se volvió a convulsionar con los avatares griegos, lo cual demuestra la correa de transmisión que liga al sistema bancario y las deudas públicas a través del financiamiento espurio de los bancos centrales.
El desarme de las operaciones de carry trade, con el consiguiente reflujo del dinero hacia el dólar y el yen, ha desatado una corriente de devaluaciones monetarias, en la que el euro ha sido especialmente afectado. Pero en la fila también se encuentra Brasil; una devaluación significativa del real brasileño obligaría a los K pedir el Fondo del Bicentenario al FMI. La devaluación del euro ya ha precipitado una corriente especulativa que apuesta a la baja; si esta tendencia se confirmara se asistiría a una revalorización del dólar y del yuan chino, que reforzaría las presiones a una guerra comercial, pero, por sobre todo, se vería una desvalorización de las carteras bancarias de Europa y la posibilidad de una huída del euro y de una crisis monetaria internacional el punto más alto de cualquier crisis.
Muchos interpretan que la evolución negativa del euro y la irrelevancia internacional del yen como moneda de reserva demuestran la fuerza inquebrantable del dólar y de los Estados Unidos, refugio último del capital mundial. Se trata, sin embargo, de una interpretación simplista: lo último que necesita Estados Unidos es que la demanda mundial de dólares caiga, que retornen los dólares en circulación en el exterior y que este reflujo de capitales provoque una nueva onda especulativa interna. En realidad, un derrumbe de las monedas rivales del dólar sería una premisa para el derrumbe del dólar, afectado por la enorme emisión provocada por las operaciones de rescate. Esto es lo que explica la demanda de oro con fines de acumulación monetaria incluso después de una venta de una porción de reservas de oro por parte del FMI. .
Una parada intermedia, todavía
Como puede apreciarse, la bancarrota capitalista se encuentra en pleno desarrollo. Como corresponde a la naturaleza del capitalismo, su curva es zigzagueante y se entrelaza con crisis políticas y luchas sociales cada vez más agresivas. Todas las clases sociales sufrirán las consecuencias de este desarrollo y se verán obligadas a adaptar sus conductas a las nuevas circunstancias. No es casual que en Italia haya numerosas ocupaciones de fábrica y que se produzcan grandes huelga generales, como ha ocurrido en Turquía y comienza a ocurrir en Grecia o que, en Estados Unidos, haya surgido el partido del té, una reunión social de tendencias fascistas, mientras las crisis políticas avanzan país por país.
El punto más importante es, sin embargo, la desintegración de su tendencia histórica de fondo, que es el desarrollo del capital ficticio. El capital ficticio no es el capital mismo sino su representación o forma derivada de él, bajo la forma de acciones, títulos de deuda pública y privada. En las últimas décadas, este desarrollo se completó con segundas y terceras formas de derivados, que permiten intercambiar entre si todas las formas de ese capital ficticio. El capital ficticio permite que el capital se pueda transar con mayor facilidad, y que con ello aumente la rapidez de su circulación, que es uno de los factores fundamentales del aumento de sus beneficios. Obviamente, la forma desarrollada del capital ficticio es la forma última del capital, cuando éste ha perdido su forma concreta y su forma de propiedad individualizada, y cuando el capitalista se ha transformado en un parásito absoluto, que prospera por medio de la transacción de papeles. Este capital ficticio, sin embargo, creó la ilusión de que el capital se había despojado de todas las trabas para su desarrollo, pues podía recrearse a si mismo y crear los mercados para esa reproducción, incluso que se independizaba de la creación de plusvalía, única vía en el capitalismo de creación de valor. La manifestación más contradictoria de este capital ficticio fue el desarrollo del crédito hipotecario y al consumo para compensar la tendencia a la caída de los ingresos personales de los usuarios. La expresión más abstracta de este desarrollo es la circulación de un dinero que no tiene valor propio, y que da toda la impresión de que es una creación científica, o sea caprichosa, de las autoridades de los bancos centrales. El mercado de derivados, la burbuja financiera de las últimas dos décadas, ha sido la manifestación de la dominación del capital ficticio.
Para algunos, la crisis actual no marca el pinchazo del capital ficticio y, por lo tanto, una depresión histórica de la reproducción capitalista, sino, al revés, la crisis despejará el terreno para una expansión mayor aún del capital en su forma más abstracta. Si se considera el antecedente de la crisis del 30, esta expectativa es ilusoria, pues el capital recuperó la tendencia a su forma más abstracta de constitución social, solamente al cabo de 60 años, luego de una guerra mundial sin precedentes y revoluciones sociales colosales, y finalmente como consecuencia de una reversión extraordinaria de las conquistas sociales y estatales ganadas por la clase obrera mundial.
Ahora, como lo hace notar una columnista del Financial Times, ese mercado está totalmente paralizado: los bancos no consiguen dinero a cambio de la colocación de los títulos de deuda que tienen en su poder. Los bancos centrales están cumpliendo esta función, con las consecuencias descriptas en este artículo. Asimismo, el oro, relegado a la condición de otra materia prima industrial más, levanta cabeza, como unidad de medida y reserva de valor. Medido en onzas de oro, el valor del capital que se cotiza en las Bolsas es mucho menor de lo que parece en dólares. Los llamados activos tóxicos no encuentran valor de mercado, y el valor que se pretende atribuirles, según modelos matemáticos, no es aceptado por casi nadie. En una palabra, el capital creyó que había superado a la ley del valor y que la economía podía funcionar en base a precios sin relación con el tiempo de trabajo social necesario para la producción de las mercancías correspondientes y sin relación con la capacidad de consumo final de las personas, y que podía crear su propio dinero subjetivo sin necesidad de materializarlo, objetivamente, en un producto social particular.
La crisis consiste en el estallido de estas contradicciones. Como lo explicó Marx: el crédito acelera la violenta erupción de esta contradicción la crisis y por este medio los elementos de desintegración del viejo modo de producción. Las dos características inmanentes en el sistema de crédito son, por un lado desarrollar el incentivo de la producción capitalista, el enriquecimiento a través de la explotación del trabajo de otros, hacia la forma más pura y colosal de apuesta y estafa, y reducir cada vez más el número de los pocos que explotan la riqueza social; por el otro lado, constituir las formas de transición hacia un nuevo modo de producción.
En este cuadro histórico concreto, las etapas decisivas de la crisis aun están por delante. De un lado, como lo demuestran las políticas que se han impuesto o buscan imponerse en Grecia, España, Ucrania, Islandia, Irlanda, el Báltico y Portugal, el capital tendrá que enfrentar la resistencia de los trabajadores que habían asumido importantes conquistas sociales como derechos adquiridos. Se encuentra en desarrollo una colosal confrontación social. Pero más allá de este aspecto ineludible, el capital está forzado a buscar una salida en la colonización de los mercados que recientemente fueron recuperados para la circulación capitalista mundial. Hasta ahora, China y Rusia (pero especialmente China) fueron factores propulsores poderosos para el capital y la clave de la bóveda del gigantesco desarrollo de capital ficticio de las últimas décadas. Pero, al mismo tiempo, han intervenido como competidores en el mercado mundial y han acelerado la tendencia a la sobreproducción. De factores de reversión de la caída de la tasa de beneficio mundial, se han transformado en impulsores de una nueva curva descendente. La disputa entre Estados Unidos y China para que ésta abra más su mercado para los capitales internacionales y para que revalorice su moneda, el yuan, son el toque de clarín para proceder a una colonización integral, que ponga a disposición del capital los mil millones de trabajadores que aún se encuentran confinados en la pequeña producción agraria o en las empresas del Estado. Pero ni Rusia ni China son los estados previos a sus respectivas revoluciones. En el caso de China, por ejemplo, es la primera vez en quinientos años que enfrenta una crisis mundial con un estado unificado. El imperialismo no puede avanzar, como a principios del siglo pasado o en los años 30, por medio de la creación de regiones libres; más aún, China podría integrar con Corea y Japón un área económica rival de los Estados Unidos. China es una sociedad capitalista sui géneris, en transición, es mucho más que simplista reducir su caracterización a una categoría ultra general. Un razonamiento diferente, pero metodológicamente similar, se puede aplicar a Rusia, que tiene una de las reservas tecnológicas más importantes. La dialéctica de la desintegración de la forma última del capital incluye una nueva confrontación política internacional, con claros alcances revolucionarios, pues pondrá a prueba si la restauración capitalista en los ex estados llamados socialistas ha sido una salida de largo plazo para el capital, o el punto de partida de nuevas revoluciones sociales. Asimismo, Estados Unidos entra a esta gran crisis mundial con un agotamiento de los recursos que acumuló en su más o menos prolongado período de primacía. La lucha de clases en los Estados Unidos será uno de los centros políticos relevantes, si no el mayor, en la presente crisis mundial.
Fuente imagen: José Javier OJO DIGITAL
Por fin la prensa financiera internacional dejó de jugar con la rúbrica previsible de la tragedia griega y decidió llamar a las cosas por su nombre. La nueva etiqueta (piñata griega) la estampó el individuo menos pensado, precisamente porque conoce mucho de arrebatos y rapiñas: fue director consejero del fondo especulativo Long Term Capital Management, cuyos manejos casi derribaron al sistema financiero norteamericano en 1998 (Financial Times, 11.2.10). De manera similar, las finanzas griegas están siendo sometidas a un ataque especulativo furioso, que deberá desembocar en una cesación de pagos abierta o disimulada.
Es que lo fundamental de la crisis griega no consiste en sus déficits fiscales sino en la situación de bancarrota de sus acreedores la banca internacional, que afecta en especial a la de Alemania, Francia y la propia Grecia. Ocurre algo parecido al derrumbe de la banca norteamericana que se expuso a los créditos hipotecarios, sólo que ahora las hipotecas están formadas por la deudas pública de los estados de la Unión Europea, que suman unos dos billones y medio de euros o sea casi cuatro billones de dólares.
El desequilibrio de las cuentas griegas consiste, por sobre todo, en una creciente acumulación de facturas impagas a los proveedores y contratistas nacionales algo que en Argentina es también un deporte nacional; el área afectada que los diarios señalan con mayor frecuencia, es el de la salud, que depende fuerte de servicios privatizados y de los pulpos farmacéuticos. Pero esta es un versión interesada, pues aún mayores son los gastos para represión y militares, toda vez que Grecia ha sido puesta al frente en la llamada guerra global contra el terror y es también una base de operaciones hacia el Medio Oriente. El déficit de 40 mil millones de dólares (un 13% del PBI) significa que esos gastos duplican los ingresos fiscales corrientes. Como se puede ver, no hay ninguna posibilidad de que Grecia salga del atolladero mediante un ajuste fiscal, pues su magnitud hundiría a Grecia en una recesión sin precedentes.
De cualquier modo, el déficit fiscal no es tampoco lo más grave, pues más abultadas aún son las llamadas necesidades de financiamiento, unos 70 mil millones de dólares (20% del PBI) que corresponden a los vencimientos de capital de la deuda pública, de 400 mil millones de dólares, que se concentran en 2010. La cuenta de intereses, de 5.5 mil millones de dólares, equivale al 15% de los ingresos del fisco. Antes de abril próximo Grecia deberá cancelar 25 mil millones de dólares en concepto de amortización del capital de la deuda. Esto quiere decir que el Estado griego se ha endeudado con la banca internacional a plazos muy cortos. Este es el núcleo duro de la crisis, que transforma a la crisis fiscal en una crisis bancaria internacional. La mayor parte de esta deuda se encuentra en poder de la banca de Francia y de Alemania, que además tiene fuerte participación e incluso el control de los principales bancos de Grecia. Así como la crisis de las hipotecas cruzó el Atlántico debido a la compra de bonos garantizados por esas hipotecas por parte de bancos europeos (Société Genérale, Deutsche Bank, etc), ahora, dice The Economist, los diez mayores bancos de Estados Unidos tienen una exposición total en deuda de Irlanda, Portugal, España y Grecia de 176.000 millones de dólares. Más importante, incluso, como veremos enseguida, es que una porción significativa de ella se encuentra en el Tesoro del Banco Central Europea, que tomó esa deuda como garantía de los prestamos que otorgó a la banca que opera en ese continente.
Crisis fiscal del Estado y la crisis bancaria
Cuando la prensa habla del rescate de Grecia, está distorsionando los hechos, pues la quiebra de Grecia apenas disimula la de sus bancos acreedores. Ocurre que estos bancos no reúnen las condiciones para reestructurar los plazos de la deuda griega y disipar la amenaza inmediata sobre el euro y la Unión Europea, debido a que han financiado a Grecia con su propio endeudamiento a corto plazo en los mercados internacionales (¡lo que quieren hacer precisamente los K con el canje y el Fondo del Bicentenario!) y fundamentalmente ante el Banco Central Europeo, convertido en una suerte de especulador de última instancia, a igual título que los restantes Banco Centrales. El BCE tenía abierta, hasta diciembre pasado una ventanilla de créditos para los bancos, a cambio de bonos de los Estados (incluso de baja calificación crediticia), a una tasa de interés de ganga (alrededor del uno por ciento). En lugar de utilizar esta facilidad para reanudar el flujo del crédito a la producción, la banca internacional lo utilizó para especular en las Bolsas, con la deuda pública y con operaciones de corto plazo en los llamados mercados emergentes. De la ganga financiera se ha pasado a la crisis como consecuencia de la decisión del BCE de terminar con la subasta de créditos a los bancos y con el cese de la aceptación de títulos del Estado de baja calificación. Como ocurriera con el derrumbe financiero de 2007-8, la crisis fue desencadenada por la tentativa de poner un control sobre la especulación financiera que había sido alentada por esos mismos bancos centrales. Esta ganga financiera, con el pretexto de evitar la quiebra bancaria. En resumen, la situación fiscal ha entrado en crisis como consecuencia de la continua crisis bancaria o financiera, y no al revés.
La caracterización de la crisis queda más clara cuando se observa que el sistema financiero (bancos, fondos, compañías de seguro) tiene un apalancamiento (proporción entre capital y fondos propios, por un lado, respecto a inversiones y créditos, por el otro) de 1 a 30 y hasta 60. Esto significa que los bancos compraron bonos con un múltiplo enorme de dinero ajeno, o sea sin respaldo. Se repite aquí el mecanismo que detonó la bancarrota de hace un año con los créditos hipotecarios y obligaciones de corporaciones, pero en esta oportunidad con un papel sin precedentes del Estado. El Estado reemplaza ahora a los deudores hipotecarios y corporativos de hace un año, pero reemplaza también a los proveedores de fondos de los bancos, mediante la emisión monetaria de sus bancos centrales. Dos puntas tiene el camino y en ambas aparece el Estado para que los bancos ejerzan una función de mediación parasitaria. En síntesis, la deuda de países como Grecia, España, Portugal o Irlanda (¡pero especialmente de Estados Unidos, Alemania o Gran Bretaña!) se encuentra en poder de los bancos centrales de ese conjunto de estados: la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y los Bancos de Inglaterra, de Japón y de China!. Este es el resultado que han obtenido los que cantan las loas al remedio de la intervención estatal. Como quiera que ninguna de las deudas del pasado ha sido cancelada (hipotecarias, corporativas, créditos al consumo, etc.), el plus de la deuda fiscal ha creado una situación financiera mundial varias veces más explosiva.
O sea que el nivel de apalancamiento (¡desendeudamiento!) no cambió, a pesar de que ese era el objetivo declarado de los gobiernos para salir de la crisis. Pero si antes los bancos recaudaban fondos mediante la emisión secundaria y sucesiva de bonos, que se encontraban respaldados por créditos originados en el comercio o la industria, ahora los fondos fueron provistos por los subsidios fiscales y, principalmente, mediante la emisión de moneda y garantías de los bancos centrales.
¡Para apalancar a la nueva especulación financiera, los bancos centrales mismos tuvieron que apalancarse o sea ¡crear moneda de la nada! La Reserva Federal creó de la nada un pasivo de dos billones y medio de dólares, que prestó a los bancos. La situación es similar en casi todos los países de Europa, por eso es irrelevante que se pretenda ningunear la importancia de Grecia con el argumento de que representa solamente el 2.8% de la economía del euro. En todos los miembros de la eurozona y fuera de ella, el déficit fiscal ha crecido en forma exponencial, aún más que en Grecia, pues por ejemplo España entró a la crisis, en 2007, con superávit del 3% y cerró 2009 con un déficit del 9% del PBI; está previsto que su deuda pública arribe al 70% del PBI, en 2010, o sea que se acercaría al billón de dólares. Pero tampoco aquí la cuestión fiscal es la crucial (ingresos versus gastos). En el caso de España, los incumplimientos en el cobro de la cartera de créditos inmobiliarios se han triplicado, por un monto equivalente al 9% del PBI, o sea que los bancos no están en condiciones de seguir refinanciando la deuda pública del Reino de Juan Carlos, el cual también tiene vencimientos abultados a corto plazo. Los diletantes recuerdan que la vieja monarquía española cayó, en 1931, luego de una elección municipal, pero el elemento decisivo fue el golpe mortal que le propinó a la dictadura de Primo de Rivera y Alfonso XII la bancarrota del 30. Una situación más grave aún atraviesa otro Reino, el Unido de Gran Bretaña, cuyo déficit fiscal, del 15.1% del PBI, y sus necesidades de financiamiento, de cerca del 25% de ese mismo PBI, solamente parecen aliviadas por la circunstancia de que Inglaterra puede emitir libras y permitir, hasta cierto punto, su desvalorización. Pero lo que los ingleses no podrán lograr de ningún modo es compatibilizar la emisión de libras y la devaluación con la conservación de la relevancia financiera de la City de Londres, cuyas transacciones representan el 25% del total de su PBI.
Repitamos: la causa subyacente de la crisis no fue, en absoluto, la revelación de que las cuentas públicas griegas estaban dibujadas (contabilidad creativa) y que el déficit fiscal era mayor al anunciado. Los servicios de inteligencia de los Estados y de los bancos no pueden ser engañados sobre este punto. Cuando una empresa semi-estatal de Dubai declaró, hace poco, el default parcial de su deuda, también soberana, había quedado en claro que la causa no era la falta de recursos públicos (Dubai es un emirato petrolero), sino una incapacidad de los bancos para reestructurarla. Lo caracterizamos como un síntoma, no un caso aislado. Dejó al desnudo la prosecución y profundización de la crisis financiera que estalló en julio de 2007 con el colapso de Bear & Sterns, y que explotó, en septiembre de 2008 con la quiebra de la banca de inversión Lehmann Brothers y el rescate del pulpo de los seguros AIG.
Los bancos centrales inyectaron sumas varias veces billonarias (millones de millones), por diversas vías, para evitar la quiebra generalizada de los bancos. Con este rescate se pretendió también una nacionalización integral (provisoria) del sistema financiero. Así se financió la absorción de Bear Stearns, Merril Lynch, Wachovia, etc., por otros bancos, y la sobrevivencia del Citi o de Goldman Sachs y Bank of America. Las principales medidas que se utilizaron fueron las compras de los activos devaluados e invendibles de los bancos a precios de libros o a un precio artificial basado en modelos matemáticos; la compra masiva de títulos públicos y de hipotecas o de títulos garantizados por hipotecas de propiedades desvalorizadas; el otorgamiento de garantías a los bancos; la reducción a casi cero de las tasas de interés de los préstamos de los bancos centrales a los bancos privados y hasta operaciones declaradamente fraudulentas como el resarcimiento integral de los créditos de los bancos como el Deutsche y Goldman Sachs afectados por la quiebra oficial de la aseguradora AIG.
La nacionalización frustrada y sus consecuencias
Esta emisión gigantesca de dinero dio lugar a un fenómeno conocido como carry trade, que tiene lugar cuando los bancos obtienen dinero a tasas bajas en determinada plazas financieras para prestar o invertir a tasas o rendimientos muy superiores en otras. El carry trade es siempre una operación de corto plazo, para prevenir cualquier reversión de la situación. Se estima que solamente el carry trade en circulación, originado en los dólares que la Reserva Federal prestó a tasa casi cero a los bancos de Wall Street y el originado en yenes japoneses a tasas similares es, actualmente, de cuatro billones de dólares. Si este dinero se retirara de, por ejemplo, Brasil, otros países de Latinoamérica, o del sudeste asiático o India, simplemente podría provocar un cataclismo. Esos países, por ironía, son reputados sólidos precisamente ¡por haber sido receptores de un dinero tan volátil!
Esta reversión ya está ocurriendo. Pero el carry trade no se limita a operaciones entre monedas diferentes: la financiación a tasa casi cero de los bancos europeos, por parte del BCE, para especular con deuda pública es una manifestación de ese mismo proceso. O sea que las sumas involucradas en estos negocios especulativos, en medio de una formidable crisis industrial, son sencillamente enormes. Es claro ahora el desenlace que tuvo, a fines de 2008, el debate sobre la nacionalización temporaria de los bancos, como pregonaban algunos economistas en boga; la alternativa a esa nacionalización ha sido la financiación de un nuevo ciclo de especulación, dentro de la crisis, y la reanudación de las bancarrotas, pero ahora comprometiendo la solvencia de los Estados que deberían oficiar como rescatistas de última instancia del capitalismo. La nacionalización generalizada temporaria había sido presentada como un medio para recomponer el crédito, con métodos dirigistas, hacia inversiones promovidas por el propio Estado. Las nacionalizaciones, sin embargo se hubieran debido generalizar entre los países para evitar un dislocamiento financiero internacional y para coordinar la reactivación. Lo que en abstracto hubiera sido una salida capitalista a la crisis, en concreto habría debido vencer la resistencia de los capitales individuales y de los intereses contrapuestos de los diferentes Estados imperialistas. El plan de rescate que salió en definitiva fue impuesto directamente por Wall Street para su propio salvataje contra las propuestas nacionalizadoras de los economistas académicos.
Los derivados financieros
La crisis europea, más que griega, también ha vuelto a poner en circulación un proceso que caracterizó al desenlace de la crisis a partir de septiembre de 2008. Nos referimos a una operación especulativa de grandes proporciones, que apuesta a la cesación de pagos de los países en crisis, en primer lugar la propia Grecia.
Han explotado los contratos de seguros contra un default (CDS en la jerga financiera). Ocurre que estos contratos no los compran, ni sólo ni principalmente, aquellos que quieren proteger sus inversiones colocadas en bonos o títulos de los países cuestionados, sino que lo hacen los especuladores en general para obtener un beneficio (cobrar el seguro) de la caída del Estado en cuestión. Fue lo que ocurrió con Lehmann Brothers y AIG, y antes con otros bancos: una onda de capitalistas muy bien forrados que apuestan a la quiebra del capitalismo, para resarcirse ellos de la quiebra capitalista (a esto se refiere la piñata). El encarecimiento de este seguro como consecuencia de la especulación, tiene como resultado una caída del valor de la deuda pública que se asegura, y esta caída de la cotización de la deuda pública encarece su refinanciación y la imposibilita, y apresura su derrumbe. Los especuladores a la baja de la deuda descuentan que la incapacidad de los aseguradores para pagar los seguros será cubierta por el estado, como ocurrió cuando quebró la norteamericana AIG. Pero son numerosos los casos en los que los especuladores solamente pudieron cobrar un 20% del seguro -¡y aun así ganaron plata! Es que los especuladores operan con dinero al margen ponen un monto mínimo para adquirir los bonos contra default.
Los bancos que han vendido estos contratos de seguros de la deuda griega son fundamentalmente los bancos griegos, que sin embargo no tendrían ninguna posibilidad de pagar esos seguros en caso de default. Se trata obviamente de que apuestan en sentido inverso: de que el default no se produzca por la intervención de la Unión Europea, en cuyo caso esos bancos podrían quedarse con las jugosísimas primas que cobran por esos seguros. Pero en la medida en que el riesgo soberano se expande a todos los países, también crece, por parte de los bancos, la demanda de seguros contra default y las primas que hay que pagar por ellos. La demanda está sobrepasando la oferta, advierte el Financial Times (11.2), que también añade: Un incremento en el costo del seguro de la deuda de Estados Unidos o el Reino Unido produciría sacudidas que obligarían a los bancos a poner coto a estas operaciones. Pero, en este caso, se cerrarían los mercados financieros y la financiación de la deuda pública, y quedaría replanteado el tema de la nacionalización.
La especulación capitalista contra el capitalismo pone de manifiesto la tendencia fundamental de toda crisis capitalista a la imposibilidad de una salida sin una quiebra más o menos masiva de capitalistas, con la consiguiente destrucción de riqueza social y fuerzas productivas, y el aumento del desempleo y de la pauperización. La tendencia objetiva al derrumbe se manifiesta como una competencia entre capitales, y toma el vigor de una ley de hierro. Contra ella chocan los rescates estatales y el mito del poder juratorio del intervencionismo. El keynesianismo no tiene recetas para esta ocasión: solamente funciona en fases expansivas, no en fases contractivas, ya que el capitalismo en descomposición no garantiza el pleno uso de recursos y el pleno empleo ni siquiera en la fase ascendente de los ciclos. Fue inútil frente a la crisis del 30, pero sirvió como un arma de contención del proletariado insurgente luego de la última guerra mundial,
A este nivel de la crisis resuena como un latigazo la advertencia de Lenin: las disputas capitalistas se resuelven por medio de la fuerza, no como creen algunos por el mecanismo del mercado que no es otra cosa que la pantalla que oculta una lucha anárquica que se desarrolla a espaldas de los pizarrones electrónicos de los Mercados de Valores. Por primera vez, en este cuadro de ataque especulativo contra España, Grecia e incluso Gran Bretaña, han aparecido las operaciones que apuestan a la desvalorización del propio euro, con la expectativa de que las operaciones de rescate ni siquiera salgan de las carpetas. En esta timba financiera mundial, se produce el sugestivo caso de que la prensa inglesa está apoyando el no pago de la deuda por parte de Islandia, que solamente puede interpretarse como una operación para desvalorizar la libra esterlina y beneficiar a los que han apostado en esa dirección con contratos de ventas futuras de libras.
En el desarrollo de la crisis griega ocurrió un incidente altamente ilustrativo del impasse general desatado por la crisis. El banco de inversión Goldman Sachs armó un paquete de compra de la deuda pública de Grecia por parte de China (que podía llegar a los 25 mil millones de dólares). Grecia fue presionada, sin embargo, a rechazar esta ayuda, porque China reclamaba, a cambio, la posibilidad de convertirse en accionista de referencia de un banco griego y de partes de la industria naviera. La burguesía griega se inclinó a defender sus propios intereses nacionales aún a riesgo de provocar una hecatombe fiscal, financiera y social. El rechazo a la oferta de China se suma al antecedente no tan lejano de la prohibición para que China pudiera comprar una petrolera en Estados Unidos y otras inversiones de relevancia industrial en Estados Unidos; recientemente, España vetó la posibilidad de que un fondo soberano de China adquiriera YPF a Repsol. Se trata de manifestaciones altamente ilustrativas de las contradicciones internacionales y del impasse en que se encuentra la crisis mundial. En primer lugar, sirve para demostrar que no es suficiente tener reservas internacionales para tener capital, pues las primeras no pasan de un capital-dinero que se limita a cobrar intereses. China podrá tener dos billones y medio de reservas en divisas, pero no por ello tiene capital, pues para ello esas reservas deben ser capaces de apropiarse de fuerza de trabajo y crear plusvalía, no solamente cobrar un interés. En segundo lugar, queda claro que la capacidad cancelatoria de los dólares tiene límites severos; sirve para adquirir mercancías norteamericanas, o sea mercancías que compiten con las de China, pero no para adquirir capitales, o incluso realizar inversiones de capital, que tendrían que competir en el saturado mercado norteamericano. No ocurre, en cambio, lo mismo, con los capitales occidentales en China, donde no cesan de ingresar a capitales chinos, adquirirlos o iniciar inversiones. Esta limitación al poder cancelatorio del dólar, cuando el mercado mundial se encuentra sobre saturado de reservas en dólares, equivale a una declaración de default parcial por parte de Estados Unidos, y pone de manifiesto la tendencia a la desvalorización del dólar. China solamente puede realizar inversiones industriales en naciones periféricas o como socio minoritario, sin poder de decisión; de nuevo, solamente como cobrador de intereses o de dividendos. En Estados Unidos, las inversiones chinas en sectores privados no pasarían de los nueve mil millones de dólares siempre participaciones minoritarias de capital. La condición del dólar como supuesto dinero universal está cuestionada, toda vez que hay un veto total para la adquisición de capitales contra el país que tiene las mayores reservas en dólares del planeta.
Un episodio
En definitiva, a fuerza de rumiar en torno a la crisis europea, se corre el riesgo de perder la visión del cuadro en su conjunto. La prensa internacional da la impresión de haber olvidado que la ronda actual de caída de las Bolsas y de las deudas públicas que han puesto en crisis al euro y a la Unión Europea, comenzó el año pasado desde bastante lejos de Europa, cuando China puso límites al monto de créditos de su sistema bancario para frenar la especulación bursátil e inmobiliaria desatada por sus medidas de rescate financiero y fiscal. Hace 48 horas, el Banco Central de China reforzó estas medidas.
También en China las operaciones oficiales de rescate iniciaron una nueva onda especulativa, o sea que no resolvieron ninguna de las cuestiones estructurales de la crisis. Además de reiniciar una nueva onda fuerte de especulación en la Bolsa y en el mercado inmobiliario, el dinero del rescate fue destinado a acrecentar una capacidad productiva industrial que ya es excedente en el mercado mundial. El abaratamiento de la inversión por parte del dinero del Estado ha acentuado la tendencia a la sobreproducción, y a la caída de los precios y de la ganancia, y por consecuencia a la desvalorización de los capitales en cuestión. Como el Estado chino es un vendedor neto de suelo urbano (algo que no ocurre fuera de los países en restauración capitalista o en naciones atrasadas con elevada propiedad fiscal), la especulación inmobiliaria ha servido también para apresurar la concentración de la propiedad y la carestía urbana.
Esta burbuja financiera e industrial es la contrapartida de las enormes reservas en dólares que ha acumulado China. No solamente ingresa capital del exterior sino que China ha debido emitir una enorme deuda interna con los bancos para absorber el dinero local creado por la entrada de dólares. No hay evidencia más clara de atascamiento en la circulación del capital que la acumulación desorbitada de reservas extranjeras. China se encuentra más cerca del epicentro de la crisis actual que Grecia. No es casual que tendencia a la baja en las Bolsas, en 2010, haya comenzado con el anuncio de las medidas de restricción del crédito por parte de China. Cuando se observa el desarrollo que ha tenido la crisis mundial a partir de los rescates implementados por los Estados capitalistas y, en especial, sus bancos centrales, resulta más claro que nunca que el Estado no reúne ni puede reunir las condiciones financieras para salvar al capitalismo, pues el capital es la base del Estado, no éste el fundamento del capital.
El estado es el bastión del capital como órgano de dominación y represión. Con esta capacidad, no en virtud de una capacidad financiera, puede imponer a las clases explotadas todos los sacrificios necesarios para restablecer la acumulación capitalista y todos los reordenamientos sociales y políticos necesarios para ellos. El supuesto remedio representado por la llamada intervención del estado es una fantasía de centroizquierdistas a la caza de recetas que preserven el capital. De la bancarrota actual no se puede salir con el aumento de la demanda agregada, pues ella entrañaría más gasto y déficit fiscales. De manera inversa, el corte a los gastos sociales y a los salarios acentuará la recesión y la crisis fiscal. Al final del camino el resultado es el mismo: el capital necesita destrucción de recursos y mayor vulnerabilidad de la fuerza de trabajo para salir de la crisis mediante una nueva concentración de capitales a nivel internacional.
Una palmada en la espalda
Lo que se acaba de decir se ve claramente en el manejo de la crisis de Grecia y de España por parte de la Unión Europea. A pesar de que están advertidos del incremento de la tendencia al default de ambos países y de los enormes vencimientos que tiene Grecia en abril próximo, los gobiernos de la UE han decidido limitarse a dar una declaración de respaldo. La razón es meridiana: antes de anunciar un rescate quieren que los gobiernos respectivos impongan los planes de ajustes a sus explotados, en particular el aumento de la edad de retiro y las privatizaciones (También están ejerciendo una presión para que Grecia, España y Portugal vendan sus reservas de oro). Estas exigencias tienen que ver con un planteo más general, que se manifiesta en la coincidencia que existe en las cúpulas de los Estados y en los capitalistas de que la quiebra de los sistemas de salud y de jubilación es sólo una cuestión de tiempo, ¡no tienen salida ni siquiera privatizándolos, pues la crisis financiera ha llevado a la quiebra, en primer lugar, a los fondos de jubilación privada! La pelea por la reforma de la salud en Estados Unidos demuestra que lo mismo vale para la protección sanitaria. La Unión Europea está tanteando la vía de la confrontación, con la expectativa de imponer sus planes contra las masas en los marcos democráticos. Fue lo que intentó el gobierno de De la Rua a principios de 2001, bajo el ministerio de López Murphy. Es lo que ha hecho la UE en los países bálticos, Ucrania y Hungría, donde ha impuesto planes draconianos la producción industrial de Letonia ha caído un 38% en el último trimestre. Si el ajuste no tiene la profundidad que le reclaman los estados capitalistas, Grecia irá a la cesación de pagos, para reestructurar su deuda en nuevas condiciones. Los gobiernos de Francia y Alemania no irán al rescate de Grecia sino de sus propios bancos, que cuentan con la garantía de sus respectivos bancos centrales. Lo cierto es que Grecia no puede evitar la cesación de pagos; la única duda es la forma que tendrá el default, por ejemplo si se hará dentro o fuera de los marcos de la Unión Europea. Alemania y Francia deben cuidar su corral, antes de pensar en socorros. Previmos al comienzo de la crisis, en julio de 2007, que su primera victima sería la UE. Añadamos simplemente que, dada la presencia de la banca griega en los Balcanes, los países de la ex Yugoslavia habrán de saborear primero el tornado de la crisis, si es que alguna vez verán los frutos de la integración.
Estados Unidos empantanado
Incuestionablemente, el corazón de la crisis continúa estando en los Estados Unidos, donde el crédito está parado, el valor de la propiedad inmobiliaria sigue cayendo y los desalojos, aumentando. La mentada reactivación industrial se basa en una recomposición limitada de inventarios no en un viraje de la inversión o el consumo. El Wall Street Journal habla incluso de una desarticulación de la cadena industrial como resultado de la desaparición de tercerizadas, subcontratistas o redes de ventas, que el columnista de Clarín, Jorge Castro, disimula con referencias a cambios en los patrones tecnológicos. La situación de las dos enormes agencias de crédito hipotecario (Fanie Mae y Freddie Mac) es de completa bancarrota: pérdidas de 200 mil millones de dólares y activos inflados por cuatro billones de dólares!. De este modo, el presupuesto federal, con un déficit previsto 1.8 billones de dólares, es lo más parecido a un dibujo, porque no incluye a estas agencias hipotecarias. A esto hay que sumar la bancarrota de ocho estados, incluida California, que la prensa internacional ha asimilado a los estados europeos que encabezan el ranking de la crisis. La desocupación oficial en las grandes ciudades de California es del 27% de la población activa. Yes, we can.
El viraje a la baja en la Bolsa de Nueva York, que comenzó con las restricciones de crédito en China, se volvió a convulsionar con los avatares griegos, lo cual demuestra la correa de transmisión que liga al sistema bancario y las deudas públicas a través del financiamiento espurio de los bancos centrales.
El desarme de las operaciones de carry trade, con el consiguiente reflujo del dinero hacia el dólar y el yen, ha desatado una corriente de devaluaciones monetarias, en la que el euro ha sido especialmente afectado. Pero en la fila también se encuentra Brasil; una devaluación significativa del real brasileño obligaría a los K pedir el Fondo del Bicentenario al FMI. La devaluación del euro ya ha precipitado una corriente especulativa que apuesta a la baja; si esta tendencia se confirmara se asistiría a una revalorización del dólar y del yuan chino, que reforzaría las presiones a una guerra comercial, pero, por sobre todo, se vería una desvalorización de las carteras bancarias de Europa y la posibilidad de una huída del euro y de una crisis monetaria internacional el punto más alto de cualquier crisis.
Muchos interpretan que la evolución negativa del euro y la irrelevancia internacional del yen como moneda de reserva demuestran la fuerza inquebrantable del dólar y de los Estados Unidos, refugio último del capital mundial. Se trata, sin embargo, de una interpretación simplista: lo último que necesita Estados Unidos es que la demanda mundial de dólares caiga, que retornen los dólares en circulación en el exterior y que este reflujo de capitales provoque una nueva onda especulativa interna. En realidad, un derrumbe de las monedas rivales del dólar sería una premisa para el derrumbe del dólar, afectado por la enorme emisión provocada por las operaciones de rescate. Esto es lo que explica la demanda de oro con fines de acumulación monetaria incluso después de una venta de una porción de reservas de oro por parte del FMI. .
Una parada intermedia, todavía
Como puede apreciarse, la bancarrota capitalista se encuentra en pleno desarrollo. Como corresponde a la naturaleza del capitalismo, su curva es zigzagueante y se entrelaza con crisis políticas y luchas sociales cada vez más agresivas. Todas las clases sociales sufrirán las consecuencias de este desarrollo y se verán obligadas a adaptar sus conductas a las nuevas circunstancias. No es casual que en Italia haya numerosas ocupaciones de fábrica y que se produzcan grandes huelga generales, como ha ocurrido en Turquía y comienza a ocurrir en Grecia o que, en Estados Unidos, haya surgido el partido del té, una reunión social de tendencias fascistas, mientras las crisis políticas avanzan país por país.
El punto más importante es, sin embargo, la desintegración de su tendencia histórica de fondo, que es el desarrollo del capital ficticio. El capital ficticio no es el capital mismo sino su representación o forma derivada de él, bajo la forma de acciones, títulos de deuda pública y privada. En las últimas décadas, este desarrollo se completó con segundas y terceras formas de derivados, que permiten intercambiar entre si todas las formas de ese capital ficticio. El capital ficticio permite que el capital se pueda transar con mayor facilidad, y que con ello aumente la rapidez de su circulación, que es uno de los factores fundamentales del aumento de sus beneficios. Obviamente, la forma desarrollada del capital ficticio es la forma última del capital, cuando éste ha perdido su forma concreta y su forma de propiedad individualizada, y cuando el capitalista se ha transformado en un parásito absoluto, que prospera por medio de la transacción de papeles. Este capital ficticio, sin embargo, creó la ilusión de que el capital se había despojado de todas las trabas para su desarrollo, pues podía recrearse a si mismo y crear los mercados para esa reproducción, incluso que se independizaba de la creación de plusvalía, única vía en el capitalismo de creación de valor. La manifestación más contradictoria de este capital ficticio fue el desarrollo del crédito hipotecario y al consumo para compensar la tendencia a la caída de los ingresos personales de los usuarios. La expresión más abstracta de este desarrollo es la circulación de un dinero que no tiene valor propio, y que da toda la impresión de que es una creación científica, o sea caprichosa, de las autoridades de los bancos centrales. El mercado de derivados, la burbuja financiera de las últimas dos décadas, ha sido la manifestación de la dominación del capital ficticio.
Para algunos, la crisis actual no marca el pinchazo del capital ficticio y, por lo tanto, una depresión histórica de la reproducción capitalista, sino, al revés, la crisis despejará el terreno para una expansión mayor aún del capital en su forma más abstracta. Si se considera el antecedente de la crisis del 30, esta expectativa es ilusoria, pues el capital recuperó la tendencia a su forma más abstracta de constitución social, solamente al cabo de 60 años, luego de una guerra mundial sin precedentes y revoluciones sociales colosales, y finalmente como consecuencia de una reversión extraordinaria de las conquistas sociales y estatales ganadas por la clase obrera mundial.
Ahora, como lo hace notar una columnista del Financial Times, ese mercado está totalmente paralizado: los bancos no consiguen dinero a cambio de la colocación de los títulos de deuda que tienen en su poder. Los bancos centrales están cumpliendo esta función, con las consecuencias descriptas en este artículo. Asimismo, el oro, relegado a la condición de otra materia prima industrial más, levanta cabeza, como unidad de medida y reserva de valor. Medido en onzas de oro, el valor del capital que se cotiza en las Bolsas es mucho menor de lo que parece en dólares. Los llamados activos tóxicos no encuentran valor de mercado, y el valor que se pretende atribuirles, según modelos matemáticos, no es aceptado por casi nadie. En una palabra, el capital creyó que había superado a la ley del valor y que la economía podía funcionar en base a precios sin relación con el tiempo de trabajo social necesario para la producción de las mercancías correspondientes y sin relación con la capacidad de consumo final de las personas, y que podía crear su propio dinero subjetivo sin necesidad de materializarlo, objetivamente, en un producto social particular.
La crisis consiste en el estallido de estas contradicciones. Como lo explicó Marx: el crédito acelera la violenta erupción de esta contradicción la crisis y por este medio los elementos de desintegración del viejo modo de producción. Las dos características inmanentes en el sistema de crédito son, por un lado desarrollar el incentivo de la producción capitalista, el enriquecimiento a través de la explotación del trabajo de otros, hacia la forma más pura y colosal de apuesta y estafa, y reducir cada vez más el número de los pocos que explotan la riqueza social; por el otro lado, constituir las formas de transición hacia un nuevo modo de producción.
En este cuadro histórico concreto, las etapas decisivas de la crisis aun están por delante. De un lado, como lo demuestran las políticas que se han impuesto o buscan imponerse en Grecia, España, Ucrania, Islandia, Irlanda, el Báltico y Portugal, el capital tendrá que enfrentar la resistencia de los trabajadores que habían asumido importantes conquistas sociales como derechos adquiridos. Se encuentra en desarrollo una colosal confrontación social. Pero más allá de este aspecto ineludible, el capital está forzado a buscar una salida en la colonización de los mercados que recientemente fueron recuperados para la circulación capitalista mundial. Hasta ahora, China y Rusia (pero especialmente China) fueron factores propulsores poderosos para el capital y la clave de la bóveda del gigantesco desarrollo de capital ficticio de las últimas décadas. Pero, al mismo tiempo, han intervenido como competidores en el mercado mundial y han acelerado la tendencia a la sobreproducción. De factores de reversión de la caída de la tasa de beneficio mundial, se han transformado en impulsores de una nueva curva descendente. La disputa entre Estados Unidos y China para que ésta abra más su mercado para los capitales internacionales y para que revalorice su moneda, el yuan, son el toque de clarín para proceder a una colonización integral, que ponga a disposición del capital los mil millones de trabajadores que aún se encuentran confinados en la pequeña producción agraria o en las empresas del Estado. Pero ni Rusia ni China son los estados previos a sus respectivas revoluciones. En el caso de China, por ejemplo, es la primera vez en quinientos años que enfrenta una crisis mundial con un estado unificado. El imperialismo no puede avanzar, como a principios del siglo pasado o en los años 30, por medio de la creación de regiones libres; más aún, China podría integrar con Corea y Japón un área económica rival de los Estados Unidos. China es una sociedad capitalista sui géneris, en transición, es mucho más que simplista reducir su caracterización a una categoría ultra general. Un razonamiento diferente, pero metodológicamente similar, se puede aplicar a Rusia, que tiene una de las reservas tecnológicas más importantes. La dialéctica de la desintegración de la forma última del capital incluye una nueva confrontación política internacional, con claros alcances revolucionarios, pues pondrá a prueba si la restauración capitalista en los ex estados llamados socialistas ha sido una salida de largo plazo para el capital, o el punto de partida de nuevas revoluciones sociales. Asimismo, Estados Unidos entra a esta gran crisis mundial con un agotamiento de los recursos que acumuló en su más o menos prolongado período de primacía. La lucha de clases en los Estados Unidos será uno de los centros políticos relevantes, si no el mayor, en la presente crisis mundial.
Fuente imagen: José Javier OJO DIGITAL
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