Pensando en voz alta acerca de la V Internacional
Olmedo Beluche
El pasado 20 de noviembre, en el marco del Encuentro Internacional de Partidos de Izquierda, realizado en Caracas, el presidente Hugo Chávez puso sobre el debate una propuesta osada: se requiere crear una V Internacional para luchar por el Socialismo del Siglo XXI. Propuesta que generó entre los presentes y no presentes un revuelo de apoyos y críticas, pero que merece una reflexión cuidadosa de parte de la vanguardia obrera y popular de todos los países.
De salida, la propuesta del presidente Chávez tiene el mérito de ponernos a pensar sobre un asunto que había caído en el más profundo subconsciente de la clase trabajadora desde que, a mediados de los años 40 del siglo pasado, José Stalin disolvió la III Internacional o KOMINTERN para convertir al movimiento comunista internacional en simple instrumento de conveniencia de la política exterior de la Unión Soviética.
Desde entonces nadie discutía el asunto abiertamente, salvo las minúsculas y fraccionadas corrientes trotskistas que se esforzaban en sostener la idea de la IV Internacional fundada por León Trotsky, quien procuró salvar los principios revolucionarios que inspiraron al movimiento obrero internacional de la exterminación física de una generación de revolucionarios acosados entre la represión stalinista y fascista que recorría el mundo en la década del 30.
El presidente Chávez nos obliga a preguntarnos: ¿Se requiere una V Internacional en este momento? ¿Para qué es una Internacional? ¿Qué debemos entender por una Internacional? Dadas las experiencias pasadas: ¿Qué debe ser y qué no debe ser la V Internacional, en caso de que la primera pregunta sea afirmativa?
Enfrentar la globalización neoliberal, requiere una Internacional
Si uno relee el Manifiesto Inaugural de la I Internacional, redactado por Carlos Marx en 1864, encontrará un análisis de la situación vital de la clase obrera europea e inglesa, en la que se demuestra que el período de crecimiento económico capitalista de los años anteriores no se manifestó en una mejora del nivel de vida de los trabajadores, sino todo lo contrario. Análisis que también es acompañado de una sinopsis de la política de saqueo colonial que practicaban las potencias de entonces y la represión a las organizaciones obreras con posterioridad al fracaso de la Revolución de 1848.
Sin duda hoy, casi 150 años después, podríamos hacer un análisis similar (como quedó esbozado en el Compromiso de Caracas aprobado por el encuentro antes mencionado) para comprobar que las casi tres décadas de globalización neoliberal, pese a los números positivos en términos de macroeconomía, sólo aumentaron la miseria de los trabajadores y pueblos del mundo, el saqueo económico y el recorte de las libertades democráticas.
Dada la profundidad de la crisis capitalista actual, no hay perspectiva de mejoramiento de las condiciones de vida para la humanidad bajo el actual sistema económico y social. Por el contrario, está en peligro el futuro de la especie gracias a los subproductos del sistema: la guerra y la destrucción sistemática de la naturaleza.
Entonces, haciendo un repaso de las los cambios políticos de esta década, principalmente en América Latina, podríamos casi copiar el texto de aquel Manifiesto Inaugural:
La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera. Así parece haberlo comprendido ésta, pues en Inglaterra, en Alemania, en Italia y en Francia, se han visto renacer simultáneamente estas aspiraciones y se han hecho esfuerzos simultáneos para reorganizar políticamente el partido de los obreros.
La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados. Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países, que se reunieron en un mitin público en Saint Martin's Hall el 28 de septiembre de 1864, han resuelto fundar la Asociación Internacional.
Otra convicción ha inspirado también este mitin.
Si la emancipación de la clase obrera exige su fraternal unión y colaboración, ¿cómo van a poder cumplir esta gran misión con una política exterior que persigue designios criminales, que pone en juego prejuicios nacionales y dilapida en guerras de piratería la sangre y las riquezas del pueblo?
han enseñado a los trabajadores el deber de iniciarse en los misterios de la política internacional, de vigilar la actividad diplomática de sus gobiernos respectivos, de combatirla, en caso necesario, por todos los medios de que dispongan; y cuando no se pueda impedir, unirse para lanzar una protesta común y reivindicar que las sencillas leyes de la moral y de la justicia, que deben presidir las relaciones entre los individuos, sean las leyes supremas de las relaciones entre las naciones.
La lucha por una política exterior de este género forma parte de la lucha general por la emancipación de la clase obrera.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
¿Frente Antiimperialista o Internacional centralizada?
Una de las primeras reacciones contrarias a la idea de fundar una V Internacional, fue expresada por boca del representante del Partido Comunista francés y, posteriormente otros PCs, argumentando que más que una estructura de este tipo, se requiere la creación de un gran Frente Antiimperialista mundial. Un frente de este tipo daría mayor libertad y autonomía organizativa a la vez que propicia acciones en común.
Sin decirlo, este resquemor de los Partidos Comunistas parece expresar inconscientemente una aversión a que se repita la experiencia de la III Internacional, manipulada desde su centro político en Moscú, donde emanaban líneas e imposiciones organizativas y políticas que había que acatar en nombre del mal llamado centralismo democrático.
Si este es el móvil real del argumento, merece ser respaldado y asumido en toda su letra, pues uno de los deberes de la presente generación es aprender de los errores del pasado. No se puede estar de acuerdo imponga criterios amparándose en un pretendido centralismo democrático, cuando la amplia variedad de organizaciones, partidos y tendencias expresan la diversidad real de nuestros países con culturas e historias propias. Después de todo, los procesos sociales y las revoluciones, ni se copian, ni se exportan.
Jorge Abelardo Ramos, en su Breve historia de las izquierdas en Argentina, rescata una intervención de Lenin en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista (1921), en que deja entrever sus dudas respecto a que la Internacional siguiera al pie de la letra la experiencia rusa:
Esta resolución es excelente, dijo. Pero casi enteramente rusa, es decir, que ha sido tomada en base al desenvolvimiento ruso. Este es su lado bueno. Y también el malo. Es su lado malo porque casi ningún extranjero es mi convicción, acabo de releerla- la puede leer..; aún si la leen, no la pueden comprender, precisamente porque es demasiado rusa ; si, por excepción se encuentra un extranjero que la comprenda, no la puede aplicar .
No corresponde aquí hacer un balance histórico de las Internacionales, en especial de la III, balance por lo demás necesario y urgente para la vanguardia obrera del siglo XXI. Pero baste señalar que, en todo caso, debemos seguir el modelo político, organizativo y metodológico de la I Internacional, la que fundara Carlos Marx, que en gran medida funcionó como un gran Frente Obrero, con multiplicidad de grupos y tendencias (marxistas, bakuninistas, etc) sin ambiciones centralizadoras, ni repudiables burocracias, ni imposiciones disciplinarias.
En ese sentido, creemos que de adoptarse este criterio concientemente, la V Internacional sería el gran Frente Antiimperialista del que se habla, saldándose esta legítima inquietud.
Una Internacional para luchar por el socialismo, ¿pero cuál?
Otro aspecto en debate, expresado desde el otro espectro de la izquierda, el trotskismo, es el problema programático que debería unir tan diversas vertientes bajo la bandera de una misma Internacional: ¿Qué modelo de socialismo se propone?
A renglón seguido se cuestiona el modelo político del gobierno bolivariano de Venezuela, el de Evo en Bolivia y el de Correa en Ecuador, señalando: ¿cómo esos partidos de gobierno van a dirigir una Internacional socialista, si dirigen gobiernos burgueses? Cuestionamiento plenamente legítimo, aunque el propio presidente Chávez ha reconocido en la inauguración del Congreso del PSUV que Venezuela no se encuentra aún en su fase socialista.
Este problema va ligado a las consideraciones anteriores, pues en una internacional en que prevalezca la unidad de acción antiimperialista, por encima de cualquier hegemonismo centralista, tampoco habría espacio para dogmatismos doctrinarios. La médula sería un amplio y necesario debate sobre el socialismo, con espacio para la diversidad de opiniones. Debate que sólo el tiempo y la experiencia podrán saldar.
La fórmula, también creada por Chávez, el Socialismo del Siglo XXI, justamente por ser algebraica, en la que cada quien puede llenar los contenidos según su criterio, tiene de progresiva el que: 1. coloca en la conciencia de las masas la necesidad de luchar por otro mundo posible, que es el socialismo; 2. permite una crítica constructiva y necesaria sobre los socialismos que realmente existieron; 3. sostiene abierto el debate de qué socialismo queremos construir y, con ello, la posibilidad de la crítica y autocrítica de los procesos actuales.
Se le puede criticar al socialismo del Siglo XXI que lo abarca todo y a la vez no dice nada, pero hay que reconocer que ha permitido superar la crisis ideológica de los años 90 y la falsa creencia de que el capitalismo venció y la historia se detuvo en el capitalismo neoliberal.
La V Internacional puede convertirse en realidad y jugar un gran papel en la historia presente, educando a una nueva generación de revolucionarios compuesta por millones de personas en todo el planeta, siguiendo el simple criterio de una gran unidad en la acción antiimperialista y enfrentando las consecuencias del sistema capitalista para la humanidad y la naturaleza, junto a un amplio debate sobre el socialismo que debemos construir.
Corresponde al Presidente Chávez, y al PSUV, sus proponentes, convocarla con amplitud de miras y criterios teniendo el cuidado de no convertirla en correa de transmisión de la política interna de Venezuela, o en mero instrumento de la política internacional de su gobierno. Hay que aprender de las experiencias negativas.
Ello permitiría galvanizar la lucha de la humanidad por superar la miseria, la explotación, el saqueo, las guerras que el sistema capitalista esparcen por todo el mundo, a la vez que sistematizar la experiencia política avanzada en estos 20 años de lucha contra la globalización neoliberal, construyendo un instrumento que superaría notablemente el referente que fue el Foro Social Mundial.
El pasado 20 de noviembre, en el marco del Encuentro Internacional de Partidos de Izquierda, realizado en Caracas, el presidente Hugo Chávez puso sobre el debate una propuesta osada: se requiere crear una V Internacional para luchar por el Socialismo del Siglo XXI. Propuesta que generó entre los presentes y no presentes un revuelo de apoyos y críticas, pero que merece una reflexión cuidadosa de parte de la vanguardia obrera y popular de todos los países.
De salida, la propuesta del presidente Chávez tiene el mérito de ponernos a pensar sobre un asunto que había caído en el más profundo subconsciente de la clase trabajadora desde que, a mediados de los años 40 del siglo pasado, José Stalin disolvió la III Internacional o KOMINTERN para convertir al movimiento comunista internacional en simple instrumento de conveniencia de la política exterior de la Unión Soviética.
Desde entonces nadie discutía el asunto abiertamente, salvo las minúsculas y fraccionadas corrientes trotskistas que se esforzaban en sostener la idea de la IV Internacional fundada por León Trotsky, quien procuró salvar los principios revolucionarios que inspiraron al movimiento obrero internacional de la exterminación física de una generación de revolucionarios acosados entre la represión stalinista y fascista que recorría el mundo en la década del 30.
El presidente Chávez nos obliga a preguntarnos: ¿Se requiere una V Internacional en este momento? ¿Para qué es una Internacional? ¿Qué debemos entender por una Internacional? Dadas las experiencias pasadas: ¿Qué debe ser y qué no debe ser la V Internacional, en caso de que la primera pregunta sea afirmativa?
Enfrentar la globalización neoliberal, requiere una Internacional
Si uno relee el Manifiesto Inaugural de la I Internacional, redactado por Carlos Marx en 1864, encontrará un análisis de la situación vital de la clase obrera europea e inglesa, en la que se demuestra que el período de crecimiento económico capitalista de los años anteriores no se manifestó en una mejora del nivel de vida de los trabajadores, sino todo lo contrario. Análisis que también es acompañado de una sinopsis de la política de saqueo colonial que practicaban las potencias de entonces y la represión a las organizaciones obreras con posterioridad al fracaso de la Revolución de 1848.
Sin duda hoy, casi 150 años después, podríamos hacer un análisis similar (como quedó esbozado en el Compromiso de Caracas aprobado por el encuentro antes mencionado) para comprobar que las casi tres décadas de globalización neoliberal, pese a los números positivos en términos de macroeconomía, sólo aumentaron la miseria de los trabajadores y pueblos del mundo, el saqueo económico y el recorte de las libertades democráticas.
Dada la profundidad de la crisis capitalista actual, no hay perspectiva de mejoramiento de las condiciones de vida para la humanidad bajo el actual sistema económico y social. Por el contrario, está en peligro el futuro de la especie gracias a los subproductos del sistema: la guerra y la destrucción sistemática de la naturaleza.
Entonces, haciendo un repaso de las los cambios políticos de esta década, principalmente en América Latina, podríamos casi copiar el texto de aquel Manifiesto Inaugural:
La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera. Así parece haberlo comprendido ésta, pues en Inglaterra, en Alemania, en Italia y en Francia, se han visto renacer simultáneamente estas aspiraciones y se han hecho esfuerzos simultáneos para reorganizar políticamente el partido de los obreros.
La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados. Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países, que se reunieron en un mitin público en Saint Martin's Hall el 28 de septiembre de 1864, han resuelto fundar la Asociación Internacional.
Otra convicción ha inspirado también este mitin.
Si la emancipación de la clase obrera exige su fraternal unión y colaboración, ¿cómo van a poder cumplir esta gran misión con una política exterior que persigue designios criminales, que pone en juego prejuicios nacionales y dilapida en guerras de piratería la sangre y las riquezas del pueblo?
han enseñado a los trabajadores el deber de iniciarse en los misterios de la política internacional, de vigilar la actividad diplomática de sus gobiernos respectivos, de combatirla, en caso necesario, por todos los medios de que dispongan; y cuando no se pueda impedir, unirse para lanzar una protesta común y reivindicar que las sencillas leyes de la moral y de la justicia, que deben presidir las relaciones entre los individuos, sean las leyes supremas de las relaciones entre las naciones.
La lucha por una política exterior de este género forma parte de la lucha general por la emancipación de la clase obrera.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
¿Frente Antiimperialista o Internacional centralizada?
Una de las primeras reacciones contrarias a la idea de fundar una V Internacional, fue expresada por boca del representante del Partido Comunista francés y, posteriormente otros PCs, argumentando que más que una estructura de este tipo, se requiere la creación de un gran Frente Antiimperialista mundial. Un frente de este tipo daría mayor libertad y autonomía organizativa a la vez que propicia acciones en común.
Sin decirlo, este resquemor de los Partidos Comunistas parece expresar inconscientemente una aversión a que se repita la experiencia de la III Internacional, manipulada desde su centro político en Moscú, donde emanaban líneas e imposiciones organizativas y políticas que había que acatar en nombre del mal llamado centralismo democrático.
Si este es el móvil real del argumento, merece ser respaldado y asumido en toda su letra, pues uno de los deberes de la presente generación es aprender de los errores del pasado. No se puede estar de acuerdo imponga criterios amparándose en un pretendido centralismo democrático, cuando la amplia variedad de organizaciones, partidos y tendencias expresan la diversidad real de nuestros países con culturas e historias propias. Después de todo, los procesos sociales y las revoluciones, ni se copian, ni se exportan.
Jorge Abelardo Ramos, en su Breve historia de las izquierdas en Argentina, rescata una intervención de Lenin en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista (1921), en que deja entrever sus dudas respecto a que la Internacional siguiera al pie de la letra la experiencia rusa:
Esta resolución es excelente, dijo. Pero casi enteramente rusa, es decir, que ha sido tomada en base al desenvolvimiento ruso. Este es su lado bueno. Y también el malo. Es su lado malo porque casi ningún extranjero es mi convicción, acabo de releerla- la puede leer..; aún si la leen, no la pueden comprender, precisamente porque es demasiado rusa ; si, por excepción se encuentra un extranjero que la comprenda, no la puede aplicar .
No corresponde aquí hacer un balance histórico de las Internacionales, en especial de la III, balance por lo demás necesario y urgente para la vanguardia obrera del siglo XXI. Pero baste señalar que, en todo caso, debemos seguir el modelo político, organizativo y metodológico de la I Internacional, la que fundara Carlos Marx, que en gran medida funcionó como un gran Frente Obrero, con multiplicidad de grupos y tendencias (marxistas, bakuninistas, etc) sin ambiciones centralizadoras, ni repudiables burocracias, ni imposiciones disciplinarias.
En ese sentido, creemos que de adoptarse este criterio concientemente, la V Internacional sería el gran Frente Antiimperialista del que se habla, saldándose esta legítima inquietud.
Una Internacional para luchar por el socialismo, ¿pero cuál?
Otro aspecto en debate, expresado desde el otro espectro de la izquierda, el trotskismo, es el problema programático que debería unir tan diversas vertientes bajo la bandera de una misma Internacional: ¿Qué modelo de socialismo se propone?
A renglón seguido se cuestiona el modelo político del gobierno bolivariano de Venezuela, el de Evo en Bolivia y el de Correa en Ecuador, señalando: ¿cómo esos partidos de gobierno van a dirigir una Internacional socialista, si dirigen gobiernos burgueses? Cuestionamiento plenamente legítimo, aunque el propio presidente Chávez ha reconocido en la inauguración del Congreso del PSUV que Venezuela no se encuentra aún en su fase socialista.
Este problema va ligado a las consideraciones anteriores, pues en una internacional en que prevalezca la unidad de acción antiimperialista, por encima de cualquier hegemonismo centralista, tampoco habría espacio para dogmatismos doctrinarios. La médula sería un amplio y necesario debate sobre el socialismo, con espacio para la diversidad de opiniones. Debate que sólo el tiempo y la experiencia podrán saldar.
La fórmula, también creada por Chávez, el Socialismo del Siglo XXI, justamente por ser algebraica, en la que cada quien puede llenar los contenidos según su criterio, tiene de progresiva el que: 1. coloca en la conciencia de las masas la necesidad de luchar por otro mundo posible, que es el socialismo; 2. permite una crítica constructiva y necesaria sobre los socialismos que realmente existieron; 3. sostiene abierto el debate de qué socialismo queremos construir y, con ello, la posibilidad de la crítica y autocrítica de los procesos actuales.
Se le puede criticar al socialismo del Siglo XXI que lo abarca todo y a la vez no dice nada, pero hay que reconocer que ha permitido superar la crisis ideológica de los años 90 y la falsa creencia de que el capitalismo venció y la historia se detuvo en el capitalismo neoliberal.
La V Internacional puede convertirse en realidad y jugar un gran papel en la historia presente, educando a una nueva generación de revolucionarios compuesta por millones de personas en todo el planeta, siguiendo el simple criterio de una gran unidad en la acción antiimperialista y enfrentando las consecuencias del sistema capitalista para la humanidad y la naturaleza, junto a un amplio debate sobre el socialismo que debemos construir.
Corresponde al Presidente Chávez, y al PSUV, sus proponentes, convocarla con amplitud de miras y criterios teniendo el cuidado de no convertirla en correa de transmisión de la política interna de Venezuela, o en mero instrumento de la política internacional de su gobierno. Hay que aprender de las experiencias negativas.
Ello permitiría galvanizar la lucha de la humanidad por superar la miseria, la explotación, el saqueo, las guerras que el sistema capitalista esparcen por todo el mundo, a la vez que sistematizar la experiencia política avanzada en estos 20 años de lucha contra la globalización neoliberal, construyendo un instrumento que superaría notablemente el referente que fue el Foro Social Mundial.
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