1973 / 1990:Revista a las revistas chilenas del exilio
El exilio y la tristeza van siempre de la mano, dice Julio Cortázar, quien agrega que a sus componentes de violencia y compulsión, a su carácter de signo distintivo del genocidio cultural practicado por las dictaduras latinoamericanas en los años 70 y 80, debía responderse transformando el disvalor del exilio en valor de combate. Llama -en un artículo publicado en 1980 en la revista chilena del exilio Araucaria- a convertir la negatividad del destierro en una nueva toma de la realidad, invirtiendo el programa del adversario y enfrentándolo de un modo que éste no es capaz de imaginar. En los años de la dictadura de Pinochet sus partidarios intentaron desacreditar el carácter brutal del destierro y decían que éste era una beca. Cortázar revierte la connotación peyorativa de estos dichos y agrega que hay que aprovecharlo a fondo en términos de lucha y de indagación, devolviendo así el golpe que se nos ha inflingido.
El mensaje de Cortázar estaba dirigido a los intelectuales, específicamente a los escritores; pero es evidente que era válido para el conjunto del exilio latinoamericano, compuesto en los años 70 y 80 por una abigarrada masa humana que recorría de modo transversal todas las clases sociales, las profesiones y oficios, las edades, los sexos y las ideologías políticas. La presencia de un número relevante de revistas publicadas por los chilenos en el destierro pareciera ser una muestra elocuente de que nuestro exilio fue sensible al deber de respuesta, de resolución para enfrentar la adversidad con la creatividad, el análisis, el estudio, el debate, abriendo y enriqueciendo el horizonte mental, neutralizando así la autocompasión y la nostalgia.
Muchas fueron las revistas que se publicaron en el exilio: las hubo en todos aquellos lugares del mundo hasta donde llegaron desterrados chilenos, pero no hay un registro completo de éstas. No hay colecciones de ellas salvo de las más importantes.
Los contenidos dominantes, sobre todo al principio de los 70, fue de orden político: denuncia y testimonios de las víctimas de la dictadura. En cuanto a las revistas oficiales de los partidos políticos abundaron y se destacaron por su continuidad y difusión, a pesar de la precariedad de medios. El Boletín del Exterior -conocido como Boletín Rojo entre la militancia comunista- de formato pequeño e impreso a mimeógrafo, se realizaba inicialmente en Moscú y lo reproducían en otras capitales para facilitar su difusión en los países occidentales. No tenía periodicidad regular, pero apareció sin interrupción durante quince años, lo que la convierte en la revista del exilio chileno de más larga vida. Aunque por su carácter institucional su dirección correspondía a una labor colectiva, su principal gestor fue Orlando Millas. Su interés documental es indudable, no obstante no hay en la Biblioteca Nacional un solo ejemplar, hecho que demuestra desinterés de sus editores por su propia historia.
Menor difusión y vida menos prolongada tuvieron otras revistas oficiales de otros partidos políticos en el exilio. Varias surgieron al alero del Partido Socialista: Pensamiento Socialista (Análisis. Estudio. Teoría), dirigida por Oscar Waiss en la República Federal Alemana; Socialismo Chileno, publicada en Bruselas,y dirigida por Adonis Sepúlveda junto a Clodomiro Almeyda y Jorge Arrate; Cuadernos de Orientación Socialista, que aparecía en Berlín Oriental en la década del 80. Todas estas revistas tienen una fuerte connotación militante, lo que es coherente con sus propósitos explícitos. En una línea similar se publicó Izquierda Cristiana, que dirigía Luis Maira en México, en los años 80. El mismo carácter tiene el Boletín Informativo Exterior, que publicaba el Mapu Obrero y Campesino. en la segunda mitad de los años 70. También se publicó, en México, Convergencia, que promovía la renovación socialista y que, en Chile, una vez retornados, sus responsables prosiguieron con algunos números.
Existieron otras revistas que, con un claro objetivo de política partidaria, se diferenciaron puesto que privilegiaron la información, el análisis y el debate, abriendo sus páginas a colaboradores de diferentes ideologías. Una de ellas fue Plural, que apareció en Rotterdam en 1983, integrada por Jorge Arrate, Jorge Tapia, Roberto Celedón, entre otros. En ella hubo un evidente cambio de óptica, marcado por el transcurso del tiempo ya que se creó diez años después del. golpe de Estado, donde se dio espacio para el debate cultural. Su mayor calidad técnica se explica porque el Instituto para el Nuevo Chile, que la patrocinaba, gozaba de un sólido apoyo internacional. Además de Plural, este organismo publicaba trimestralmente un Boletín Internacional informativo, y organizaba la Escuela Internacional de Verano, que dio origen a la publicación de los Cuadernos del ESIN, una veintena de valiosas monografías sobre muy diversos temas políticos y culturales. Este instituto fue la incubadora del proceso de la llamada renovación socialista. Similar a Plural, aunque con un carácter más periodístico, fue Chile-América, que se publicó durante diez años en Roma. La dirigió un Comité Editor integrado por Bernardo Leighton, Julio Silva Solar, Esteban Tomic, José Antonio Viera-Callo y el periodista Fernando Murillo. El primer número apareció en septiembre de 1974 y el último (88-89), en octubre de 1983.
Su continuidad, la apertura y pluralidad de sus análisis políticos, la viveza del debate, la variedad de información y la calidad de sus secciones periodísticas, la convirtieron en un signo de referencia importante los exiliados en la treintena de países donde pudo circular.
Predominantemente políticas fueron también las que aparecieron en América Latina. El boletín Chile Informativo -que publicaba en La Habana en la década del 70 el Comité Chileno de Solidaridad con la Resistencia Antifascista, se difundía más allá de las fronteras cubanas porque se reproducía en México. En este país la emigración chilena gozó de apoyo franco del gobierno mexicano, que patroció y financió la Casa de Chile, importante organismo aglutinador de la labor de nuestros exiliados. Editaba un boletín quincenal, Noticias de Chile, que apareció hasta mediados de 1990 (el número 236 corresponde al mes de abril de ese año). Más interesante es el Informativo de Casa de Chile, que contó con la colaboración de escritores y dirigentes políticos chilenos radicados en México. Son notables, por ejemplo, los aportes del dibujante Palomo. Paralelamente a este informatívo se editaron una serie de Cuadernos monográficos sobre temas políticos y culturales y también algunos libros.
Es extensa la nómina de revistas -en su mayoría simples boletines de corta vida- que se publicaron en los más diversos países: Selso, en Luxemburgo; UP informa, en Dinamarca; Pacaypaya, en Inglaterra; Chile Democrático, en Italia; Hombre y Cultura, Unidad, Compañero, en diversas ciudades del Canadá; Retorno, en Costa Rica.
Un caso de notable supervivencia y significación fue el del Boletín del Comité Exterior de la Central única de Trabajadores, que apareció en 1978, con el apoyo de la Confederación General del Trabajo de Francia, en Saint-Denis, suburbio del norte de París. Se publicaron 20 números y a partir de 1981 empezó a editarse en Berlín con el apoyo de la FDG (Federación de Sindicatos de la RDA), circuló hasta diciembre de 1988. Gracias a la preocupación del periodista Luis Alberto Mansilla, su director, en cada número hubo siempre un espacio dedicado a temas culturales.
El interés por la cultura y creacíón artística motivó muchas de las iniciativas que llevaron a la fundación de revistas. Algunas nacieron para canalizar la producción literaria, pero son muy escasas las que han dejado una huella en la memoria. El desinterés y aún el desprecio por la conservación documental -falla de la que a menudo ni siquiera los propios creadores de las publicaciones se salvan- hacen que hoy exista un registro de apenas una mínima parte de esas revistas.
Canto Libre fue una publicación que evolucionó desde el simple cancionero a un órgano que recogió importantes contribuciones -entrevistas, crónicas, breves ensayos- sobre música, pintura y otros dominios. Se publicó en Colombes, suburbio parisino, entre los años 75 y 80. De El barco de papel, también de filiación parisina, dedicada principalmente a la poesía, se publicaron varios números a principios de la década del 80. De contenido similar fue América Joven, editada en Amsterdam.
Un papel destacado tuvo la revista Trilce, que resucitaba en Rumania en 1982, tras haber interrumpido sus publicaciones en Valdivia en 1970. Su director, Omar Lara, la convirtió en la revista LAR que siguió publicándose en Chile cuando el poeta retornó al país.
La revista literaria por antonomasia, fue Literatura Chilena en el Exilio, publicada entre enero de 1977 y abril de 1980, y que a partir del número 15 se llamó: Literatura chilena. Creación y Crítica. Dirigida en su primer período por el novelista y ensayista Fernando Alegría, y el poeta David Valjalo apareció inicialmente en los Angeles, California, pero en 1985 se trasladó a Madrid, donde se publicó hasta 1989. Publicaron en total 50 números en el exilio (hubo ocho más publicados en Chile tras la vuelta a la democracia), que recogieron una extensa producción poética, narrativa y ensayística: más de 500 autores diferentes, chilenos en su enorme mayoría.
Otros ejemplos son Verso, en Francia, a cargo de Adriana de Berchenco y Fuego Negro.
Un capítulo singular es el de Araucaria de Chile, revista pluridisciplinaria, que se publicó en forma ininterrumpida durante doce años, con sede en París, inicialmente, y luego en Madrid. Su director era Volodia Teitelboim y a cargo de la redacción estuvo Carlos Orellana. El número 1 apareció en febrero de 1978 y el último (47-48), a fines del segundo semestre de 1989. Su fin coincide con el fin de la dictadura. Su trayectoria se recapitula en forma detallada en un volumen publicado hace algunos años.
La participación de exilados chilenos en universidades dio origen a otras publicaciones. Un ejemplo de esto es Ventanal, Revista de Creacíón y Crítica, dirigida por Pablo Berchenko, apoyada por el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Perpignan, en Francia. De índole monográfico, el N° 12, contiene una completa muestra de la poesía chilena vigente en la década de los 80.
Nueva Historia, publicada en Gran Bretaña por la Asociación de Historiadores Chilenos y patrocinada por el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres, es una de las revistas más importantes. Entre 1981 y 1989 aparecieron diecisiete números. La dirigió un Comité Editorial integrado por Leonardo León, Luis Ortega y Gabriel Salazar, que tenían el apoyo de connotados especialistas británicos, como Simon Collier, Harold Blakemore y Andrew Barnard. En sus páginas se recogieron trabajos de alto valor académico de los nombrados y de muchos otros, como Julio Pinto, María Angélica Illanes, Fernando Casanueva, Maximiliano Salinas, que forman parte, hoy, de una generación de historiadores chilenos con plena vigencia.
¿Antes de 1973 se publicaron revistas de chilenos que vivieran en el exilio? No, que se sepa. En otras épocas hubo manifestaciones individuales: libros, panfletos, poemas, cartas, testimonios de escritores o políticos aventados del país que necesitaban dejar constancia escrita de sus nostalgias o su iracundia. Pero nada que pueda asemejarse a la realidad que se constata en los años 70 y 80. Era necesario que Chile viviera una hecatombe como la que vivió, y que se produjera el gran éxodo de compatriotas, para que surgiese ese fenómeno explosivo que fue la cultura chilena del exilio, de la que se sabe menos de lo que se debiera y donde las revistas son sólo uno de sus capítulos.
Carlos Orellana, 2001
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