LOS FACTORES QUE DESENCADENARON EL FIN DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL
La Nación |
Carla Alonso y Katerinne Pavez
Jueves 8. Instituto Nacional. 14 horas. Llueve copiosamente y la prensa, por tercera o cuarta semana consecutiva, espera agolpada a un costado de uno de los liceos más emblemáticos del país. En el interior del edificio está por comenzar una de las tantas asambleas que promete definir el destino de la movilización estudiantil. “Este es un día decisivo”, dice Juan Carlos Herrera al ingresar al establecimiento.
Un aire de desgaste estudiantil reina en el ambiente. Los institutanos del comité de seguridad piden los carnets con menos energía. Una tocata rabiosa, que se apodera del hall interior del liceo, es la mejor postal para describir el ánimo de los dirigentes. Las guitarras chillan, el vocalista grita más fuerte, los pingüinos discuten sobre la hora de la asamblea: “Oye, compadre, llevamos una hora y media esperando. ¿Hasta cuándo?”, preguntan dos alumnos con cara de pocos amigos a Germán Westhoff, presidente del centro de alumnos del Nacional y vocero de la asamblea.
Pareciera que a esas alturas todo da más o menos lo mismo. Al interior del Nacional hay un rumor que cobra cada vez más fuerza: la asamblea va a finiquitar el paro. “Parece que nos bajamos. El guatón farandulero [Julio Isamit] votó por eso”, comenta un institutano. “¡Ahhhh, ese guatón la caga! Yo no estoy ni ahí con volver a clases ni loco, tengo la cachá de pruebas”, dice otro chico mientras toca una guitarra.
Un representante del comité de relaciones exteriores sostiene que ya es hora de bajarse. “Ya logramos todo lo que queríamos y más”, comenta. “No sé si te diste cuenta, pero desde que Bachelet anunció las medidas y formó la comisión para reformar la LOCE, los medios cambiaron su cobertura del movimiento. Si a eso le sumas las lluvias y el comienzo del Mundial, no volveremos a tener la misma atención que antes”.
FUERZA REGIONAL
Todavía no sale humo blanco. Los únicos que parecen estar de acuerdo son los voceros de regiones, protagonistas secundarios de esta movilización. Lorena Parra, estudiante del Colegio 6-A de adultos de Hualpén (VIII) y vocera comunal, explica que ni el ministro Zilic ni la Presidenta Bachelet ni la prensa les han dado la cabida necesaria. Cuenta que como son centros de adultos, ni siquiera se les entrega la mitad de la subvención que obtienen los colegios municipalizados. “En las salas de nuestro colegio, si pisas muy fuerte las tablas se quiebran. ¡Dormimos arriba de las mesas porque hay plagas de ratones! Somos 300 alumnos y nos dan 40 raciones de desayunos, que hay que dividirlas entre mañana, tarde y noche. Los neonazis hacen rondas alrededor del liceo. Nos dicen que nos van a matar, que somos una escoria. Pero nadie ve esa realidad”.
Otra vocera que representa a los estudiantes del sur denuncia que han sido presionados por el gobierno regional para deponer el paro. “El martes pasado, la Seremi, la Gobernación y los alcaldes nos ofrecieron resolver todo el petitorio, arreglarnos la infraestructura, siempre que dejáramos las tomas y los paros. Dijimos que no y ellos respondieron: ‘No importa, sigan con las tomas y los paros, pero firmen’. El tema era sacarnos la firma bajo presión”.
EL APODERADO
Pasan las horas. A las siete de la tarde hace su entrada triunfal al Instituto Nacional Marcel Claude, presidente de la Fundación Oceana. Ingresa al recinto justo en el momento en que los jóvenes saldrían a confirmar lo que era un hecho: que la toma y el paro se deponían. La prensa queda atónita y Claude responde irónico: “Vengo a reunión de apoderados”. Sin embargo, dirigentes de la asamblea comentaron que alumnos del Liceo de Aplicación telefonearon al polémico ambientalista. Incluso, que Claude había entregado estudios a la asamblea y que los había ayudado a redactar el petitorio. No por nada, el apoderado-ecologista ingresó sin problemas y sin que ningún escolar se opusiera, al contrario de la tónica durante todo el conflicto.
Germán Westhoff asegura que invitaron a Claude a participar en un foro sobre educación. “También ha venido otro personaje polémico, un ex ministro de Allende... se me olvidó el nombre”, dijo, claramente nervioso.
GOLPE DE TIMÓN
Como sea, lo que era un rumor casi confirmado –el fin del conflicto– se transformó en una seguidilla de confusiones y chascarros. Ese jueves, cerca de las nueve de la noche, los voceros dieron una conferencia y criticaron la composición del Consejo Asesor Presidencial, encargado de apoyar las políticas educacionales. “Hay personeros que responden a los intereses empresariales”, dijo María Jesús Sanhueza, mientras leía una minuta. Todo esto en medio de las caras de asombro de algunos de sus compañeros que no entendían por qué Juan Carlos Herrera afirmaba en la misma conferencia que el paro no se terminaba, cuando minutos antes la asamblea había votado lo contrario.
La perplejidad de todos se agudizó cuando María Jesús Sanhueza dijo que sí integrarían el Consejo Asesor y Herrera señaló enfático que no lo harían. Nadie entendía nada. Finalmente, los voceros optaron por limpiar la ropa sucia en casa y entregar el viernes una versión oficial sobre la continuidad o no del movimiento. El argumento fue “unificar criterios” con universitarios y profesores.
Sin embargo, una vocera de la asamblea reconoció que el paro se había bajado, pero que a última hora se decidió no darlo a conocer públicamente, lo mismo que la designación de los seis miembros que participarán en el organismo asesor.
LA “TRAICIÓN”
Pero el fin del movimiento de los pingüinos comenzó a forjarse mucho antes de esa asamblea del Nacional. En círculos periodísticos y en los pasillos de los colegios en paro se escuchaba cada vez más fuerte la idea de que el movimiento estaba quebrándose definitivamente. Luego de la salida de César Valenzuela, uno de sus líderes más carismáticos, emergió Juan Carlos Herrera –bautizado por la prensa como “comandante Conejo”–, quien tomó las riendas de una organización que declaraba a viva voz su unión indestructible. Sin embargo, el martes pasado, los alumnos del Liceo José Victorino Lastarria encendieron todas las alarmas: acusaron a los voceros de la asamblea de “arrancarse con los tarros”, y mezclar sus propias posturas políticas con las decisiones de todos los estudiantes.
Los voceros del Lastarria sindicaron a los dirigentes como los responsables de desconocer la opinión de las bases, al pedir que el Consejo Presidencial estuviera conformado en un 50% más uno por fuerzas sociales elegidas por la asamblea. Según los lastarrinos, la mayoría de sus compañeros se había inclinado por la opción que ellos llevaron a la mesa: pedir 10 representantes entre alumnos, padres y profesores.
La gota que colmó la paciencia de los disidentes fue la toma de la sede de la Unesco por parte de los alumnos del Liceo de Aplicación. Vieron en ella la confirmación de sus temores: el movimiento ya no estaba respondiendo sólo a los intereses de los estudiantes, sino también a los de grupos políticos que buscaban la ocasión de manifestar su descontento con el sistema económico y social. Por eso decidieron hablar, destapando las fuertes divisiones existentes en una organización que hasta hace unos días se jactaba de su transversalidad y sana convivencia entre posturas contrarias. Se destapó un sinnúmero de conflictos internos y rencillas de todos tipo, incluso personales, entre los –hasta el momento– unidos y felices miembros de la Asamblea de Estudiantes Secundarios.
Uno de los responsables de mostrar las debilidades de la asamblea fue Esteban Lizana, vocero del Lastarria, quien cree que el movimiento se debilitó por la soberbia de sus dirigentes: “Se buscaron mil excusas para seguir con la movilización”. Agrega que ellos cuentan con un alto apoyo de compañeros de otros establecimientos, los que no se atreven a hablar por temor a represalias como la que ellos sufrieron el jueves: al llegar al Instituto Nacional fueron agredidos por sus compañeros con insultos y garabatos, situación que obligó a los representantes del Lastarria a salir corriendo y custodiados por un grupo de compañeros. “Temimos que nos golpearan porque los ánimos estaban demasiado caldeados”, señalaron después, algo más tranquilos.
Los más enojados con los “traidores” fueron los del Liceo de Aplicación, su antítesis dentro de la asamblea. En la tarde, los voceros comunicaron la decisión de vetarlos y prohibirles hablar con la prensa. “Me parece una contradicción que hablen de democracia y adopten una postura tan autoritaria”, señaló Lizana, molesto.
PUNTO DE QUIEBRE
Lizana y sus compañeros están seguros de que si se hubiesen bajado el jueves 1 de junio (día en que Bachelet anunció en cadena nacional sus medidas), la asamblea habría pasado a la historia de manera gloriosa. Pero no fue así.
Esa noche es sindicada por varios estudiantes como el comienzo del fin. Bachelet se anticipó al ultimátum dado por los jóvenes y resolvió sus dudas cerrando la puerta a nuevas negociaciones. Las medidas anunciadas marcaban la primera diferencia de opinión importante entre los más de 800 mil estudiantes movilizados hasta ese momento: los que estaban conformes y los que no aceptaban ni una coma de lo propuesto. En el primer extremo, figuras como Julio Isamit, del Instituto Nacional y simpatizante de Renovación Nacional, o César Valenzuela, y al otro, María Jesús Sanhueza, Juan Herrera y María Huerta, considerados los “duros” del movimiento por sus posturas intransigentes.
Actualmente, la Asamblea Nacional de Estudiantes Secundarios enfrenta una serie de divisiones internas que la tienen al borde del quiebre: el viernes se pidió la renuncia de los dos voceros que quedan, Juan Herrera y María Jesús Sanhueza. En tanto, Karina Delfino, la novia de César Valenzuela, dejó su cargo por “cansancio”.
El caso de María Jesús, estudiante del Carmela Carvajal, es el que más chispas sacó entre los estudiantes. Sus detractores la acusaban de ser la causante de la politización del movimiento, al llamar a un paro social que terminó en serios desmanes en Santiago y regiones. Hasta la directora de su colegio, Inés Huerta, advirtió que la estudiante estaba en serio riesgo de ser expulsada por inasistencia. Pero María Jesús, militante de las Juventudes Comunistas, es respaldada por sus compañeras de colegio y por los dirigentes que aún quedan en pie. Le agradecen el haber impuesto una postura decidida al defender hasta el último punto de su petitorio ante la opinión pública y en las negociaciones con el Mineduc.
Este viernes, el conflicto y la efervescencia llegaron a su fin. Luego de una breve reunión, la asamblea hizo pública su decisión de acabar las tomas y paros. En estos momentos, los únicos que parecen mantenerse firmes son Germán Westhoff y María Huerta, miembros del comité político y futuros integrantes del Consejo Presidencial. Pese a sus posiciones políticas opuestas, ambos han defendido ante la opinión pública la unidad del movimiento.
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