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Elecciones presidenciales en Irán: Coyuntura favorece los principios de la revolución islámica en Irán

Elecciones presidenciales en Irán: Coyuntura favorece los principios de la revolución islámica en Irán

Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)

Dentro de los parámetros de incomodidad que Occidente expresa hacia el mundo islámico y árabe, Irán quizás sea el país más directo y el menos complejo en cuanto a lecturas, planes y programaciones.

Tiene una jefatura de estado basado en principios islámicos y “reglas del juego” relativamente conocidas para el que desea enterase de ellas. Tiene ambición nuclear, y por cierto no es inusual pensar que la necesita para su seguridad estratégica.

Para los que piensan que la única transparencia política es la que emana de los regímenes políticos occidentales, Irán podría ser la oscuridad y la aberración, sin embargo Irán por lo que se ve, es lo que es, y no hay aspavientos para demostrar ser otra cosa. En comparación con los laberintos en los otros países eso ya es un mérito.

Dos bandos se disputaban la presidencia. Uno representando el status quo para reelegir al actual presidente Mahmoud Ahmadinejad, y el otro, Mir Hussein Moussavi, un ex primer ministro del régimen, representando el cambio o la reforma.

Ambos han declarado victoria. La información del triunfo del presidente provino del gobierno, y la que proclama a Moussavi como vencedor se expresó en una conferencia de prensa organizada por sus partidarios. El resultado oficial indica la victoria de Ahmadinejad por un amplio margen, alrededor de 63% de la votación, con una alta participación de votantes bordeando el 80%.

Los partidarios del candidato opositor principal, -hubo dos más- han declarado fraude electoral, levantando un proceso de manifestaciones con enfrentamientos entre policías y manifestantes. “Hay más demostraciones planificadas para esta semana” nos dice una funcionaria de una agencia que monitorea la situación.

En esta elección no se ha sabido de algún tipo de fiscalización externa – de la ONU por ejemplo. El blindaje del régimen y las deterioradas relaciones entre la Alianza Transatlántica e Irán han contribuido al desarrollo de la actual situación.

La ausencia de fiscalización en gran parte se debe al hecho de haber centrado el esquema de negociaciones entre Occidente a Irán en torno a la cuestión nuclear, por una parte y a una especie de guerra personal contra Ahmadineyad, sacrificando así cualquier posibilidad de negociar algún tipo de rol fiscalizador en la elección de un país convertido en su dolor de cabeza nuclear.

La contienda se tipificó en forma simple. Ahmadinejad representaba el status quo, y para sus críticos el conservadurismo y el aislamiento. Moussavi era la apertura a la reforma de un régimen basado en principios de una revolución islámica única en el mundo.

El analista Mahan Abedin antes de la elección señalaba en Asia Times: “Se elegía entre estabilidad y reforma, en oposición a volatilidad y superficialidad en el cambio. Según Amadin, “Ahmadinejad salió muy bien parado de los debates por televisión por su manejo de los detalles”.

Los debates fueron una oportunidad también para ver las diferencias en la estructura del poder, y el realineamiento de las alianzas al interior del régimen, según Amadin.

Por el clima previo de crecientes manifestaciones en contra del régimen, un triunfo de Moussavi no era descartable, aunque pocos podían asegurar su triunfo.

Ciertamente, el amplio margen de las cifras en favor del presidente podría sorprender y el clima de protestas masivas podría sugerir la manipulación de los resultados. Sin embargo de alguna forma, tenía todas las de vencer no solamente por contar con el aparato del gobierno, sino por simplicidad y claridad de lenguaje. Su postura realista frente a EEUU, Israel y el acecho transatlántico, y su batalla contra la corrupción definían su discurso.

Para Moussavi, a pesar de tener a su favor la fatiga de un régimen sostenido por 30 años con autoritarismo religioso y una centralidad política indisputable, su retórica reformista no le alcanzó, y no pudo ofrecer la misma claridad del presidente. El clima excesivamente autocrático no se lo permitía. “Era un reformista con medias tintas. El fue clave en la instalación del régimen y como reformista aparecía su inconsistencia”, nos dice un iraní.

Transformado en principal opositor, representa el socialista de línea dura reformado. Es nombrado Primer Ministro por Ayatollah Khomeini y participa en la fundación del régimen. Abogó por la supresión de la propiedad privada, y forma parte del grupo ideológico que le entrega más poder al líder supremo. Como procurador jefe de la revolución se le indica responsable de las ejecuciones de prisioneros políticos en la llamada masacre de 1988. (MEHR. Misión para el Establecimiento de los Derechos Humanos en Irán).

Ahmadinejad ganó la presidencia en 2005 desafiando a la corrupción estimulada en gran parte por la distorsión de las estructuras salariales locales que provocan las actividades de las organizaciones internacionales. La distorsión en buena medida proviene del “plan maestro” de cambio de régimen, no sólo en Irán sino que en la región, propiciado por la Comunidad Europea y EEUU, en una suerte de intervencionismo modernizado y bien disfrazado.

Este plan maestro que se difunde globalmente por el sistema internacional bajo la égida de gobernabilidad y democracia, derivó en Irán en una promiscuidad político-técnica entre agencias internacionales y el aparato gubernamental local. A fines de los años 90 y comienzos del nuevo milenio (antes del ataque a las torres gemelas) ese contingente respaldado por las agencias externas bailaba en Irán la melodía de la reforma. Con el atentado del 11 de septiembre de 2001, la invasión a Irak, y más tarde con el triunfo de Ahmadinejad, el edificio de reformar los sistemas políticos en la región comenzaba a derrumbarse.

Entre 2005 cuando asume Ahmadinejad, y el final de 2007, el ataque o la invasión a Irán era un tema del que solo se discutía la fecha. El connotado corresponsal internacional Seymour Hersch tiene un dossier al respecto. En 2007, la administración Bush y sus partidarios promovían derrocar el régimen sin ambages. John Bolton (Embajador de EEUU en la ONU) decía en 2007: “Para actuar sobre Irán, no se necesita de la unanimidad del Consejo de Seguridad de la ONU”.

El 17 de mayo del mismo año, el Daily Telegraph editorializaba que “Irán debería ser atacado antes de poseer su poder bélico nuclear”. Otros medios emblemáticos de llegada global no iban a la zaga, en presionar el cambio de régimen. En 2008 la alianza transatlántica suaviza la política de acechar a Irán, aunque resiente su natural influencia en la región, manteniendo el cambio de régimen en el manual.

La elección marca un hito. Abrió un debate sobre el régimen como nunca lo hubo. Independiente de los resultados, por una parte el debate se intensifica, y por otra, debido a la coyuntura de Irán con occidente, la situación de tensión parece fortalecer los principios de la revolución teocrática en Irán.

La coyuntura actual deja una enseñanza. Es esencial que las fuerzas del cambio, sobre todo las externas, abran el espacio de negociación con el gobierno para que en el futuro las elecciones puedan ser fiscalizadas por organismos externos, sin ser considerado como intervencionismo.

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