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Cómo viven los pobres al lado de los ricos. Santiago revuelto

Cómo viven los pobres al lado de los ricos. Santiago revuelto

Por Por Alejandra Carmona y Carmen Sepúlveda / La Nación

En la capital han comenzado a ceder las fronteras. En Peñalolén, Maipú, La Dehesa, Las Condes, La Reina y Huechuraba se mezclan las clases sociales. La cosa es clara: hoy los estratos ABC1 y E incluso pueden estar separados por una calle. Los sectores más desposeídos aprovechan la seguridad, trabajo y estética que aportan en sus barrios quienes tienen más que ellos. Pero algo es obvio: la integración bonita, progre, comunitaria, que bien podría reflejar el imaginario de Aldous Huxley, no está en el mapa.


LEYES PARA LA INTEGRACIÓN

Una de las críticas de los expertos es que los pocos ejemplos de integración social en la capital casi han sido al achunte. Es decir, sin una mirada global que termine con la segregación territorial.

“Cuando vemos lo que pasa en Palena, por ejemplo, también entendemos que a las localidades pequeñas no las miramos tanto”, dice Paulina Saball, subsecretaria de Vivienda.

Para esa cartera es fundamental la percepción de los ciudadanos, es decir, que se sientan parte del lugar donde viven. Para eso están utilizando diversos instrumentos que apuntan a la integración. “Por ejemplo, cuando en un plan integras la existencia de áreas verdes, si haces que las densidades sean bajas, si determinas espacios para equipamientos, permites que todos tengan acceso a servicios comunitarios”, asegura Saball.

Actualmente se entregan subsidios adicionales a aquellos proyectos que incluyen mixtura social. También hay incentivos para quienes quieran mejorar los espacios públicos: plaza, luminaria, juegos infantiles… Está destinado a que barrios que se construyeron hace mucho tiempo se homologuen con el estándar de las nuevas viviendas.

El Ministerio de Vivienda prepara un proyecto de ley que busca fomentar la integración social por la vía de hacer exigible a todos los proyectos inmobiliarios que contemplen un 5% de cesión para viviendas sociales.


Proveedores de Nanas

Natalia (20) trabaja en la agencia de nanas que puso su mamá en la comuna de Huechuraba. Ambas viven en la Villa Esperanza, un par de hectáreas donde trabajadores instalaron casas humildes y de clase media hace 30 años. Su oficina está ubicada en la calle Pedro Fontova, cruzando Américo Vespucio hacia el sur. “Mi mamá tiene muchos amigos en los condominios y se dio cuenta de que todos necesitaban nanas y acá también estaba la mano de obra”. Hoy no paran de recomendar asesoras del hogar, que vienen de Huechuraba y de comunas cercanas, como Independencia y Recoleta. “Las tratan bien, pero tampoco como iguales. Ellas me comentan que cuando se van a meter al Santa Isabel las miran de pies a cabeza; eso tampoco es lindo para ellas, pero por lo menos tienen trabajo”, cuenta.

“No hay que olvidarse que sólo podemos trabajar de nanas, ¿porque para qué sirve la señora pobre? Para limpiar las cochinadas del rico”, acota Ana María Jaramillo, de la ex toma de Peñalolén. A ella no le vienen con cuentos. “Siempre nos mirarán como pobres”.

Marcela tiene 17 años y estudia en el Liceo 7 de Providencia. Cuenta que cuando dice que vive en La Reina es como más “chori”; ella se ha dado cuenta de que sus pretendientes creen que tiene plata porque vive en el sector alto de la capital, pero cada vez que le sucede esta situación explica que su casa queda en la parte pobre de la comuna, en la Villa La Reina. “Digo esto porque no quiero que mis compañeras crean que soy cuica”, explica. Su mamá trabaja día por medio haciendo el aseo en una casa de Las Perdices y los otros días atiende una panadería en la población. “En la casa donde trabaja mi mamá hay una niña de mi edad que me manda ropa que no usa o que no le gusta, así que me visto a la moda gracias a ella, porque a mi mamá no le alcanza para comprarme zapatillas de marca”.

Pero Marcela recibe los regalos sin prejuicios, porque a su familia no le da para lujos. “Vivo con mi mamá y mi abuelita; mi papá nunca me reconoció. Esta casa es de mis tatas y comparto la pieza con mi mamá; entiendo que no tenemos plata para lujos y mi mamá quiere que sea profesional, no le gusta que me junte con los flaites de la cuadra, pero yo los saludo igual. Tengo amigas que viven en Las Condes, en Vitacura y en Providencia, pero compartimos las cosas. Ahora sé que la gente con plata también tiene problemas de drogas y de mal vivir”.

En el 8500 de calle Grecia, cruzando Tobalaba hasta llegar a la altura de la Municipalidad de Peñalolén, el territorio se divide en dos: al norte las poblaciones, y al sur los nuevos condominios. En el norte son casas autoconstruidas y ampliadas con retazos de todo tipo que acogen a los allegados. Se escucha radio fuerte y hasta los árboles son distintos entre una vereda y otra. Se ven pequeños comerciantes de florerías, verduras picadas, negocios de vidrierías y comida rápida, como la completería La Carmencita. La micro 506 del Transantiago pasa seguido en la avenida Grecia. Aparecen zapatillas colgadas en los cables de la electricidad, símbolo de territorios de jóvenes pistoleros, explican los pobladores. Un poco más abajo se asoma la Villa Real Audiencia, formada a principios de la década de los ochenta por un grupo de familias trasladadas desde el campamento ubicado en Monseñor Escrivá de Balaguer. La señora Elvira es comerciante que vende almuerzos a quienes llegan del sector de las comunas más alejadas de la ciudad a trabajar a Peñalolén. Es pobladora de este sector hace treinta años. Desde su negocio ve cómo se alzó uno de los primeros conjuntos habitacionales más caros del sector: la Villa Tobalaba. "Ahora está mucho más bonito que antes, porque había hasta un riachuelo aquí en plena Grecia. Esto era pura chacra, ahora subimos de categoría", dice la señora Elvira. Guillermina Pino recuerda que antes desde su casa veía zarzamoras, gallinas y plantaciones de sandías y melones. Y en la actualidad tiene a vecinos de grandes casas con tejas.

Sectores como éste, ubicado en el suroriente de la capital, están conformando un nuevo mapa en Santiago. El sociólogo Rodrigo Salcedo, del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Católica, dice que al comparar el censo de 1982 con el de 1992 queda clara la reducción de las fronteras capitalinas. Explica que la zona de Providencia o la industrial, cerca del río Mapocho, donde había pobres, se desplazó hacia Las Condes, comuna con tomas y campamentos. El punto máximo de reducción de la brecha es en la década de los ochenta. A partir de los noventa los sectores más acomodados comienzan a ocupar espacios que antes eran de pobres: Huechuraba, Colina, Maipú, Pudahuel.

Sin embargo, no pocos ven en esta integración social sólo una armonía de coincidencias, más que un plan dirigido a que las clases medias, bajas y pudientes se reúnan a compartir la vida de la ciudad, a pesar de las barreras económicas y educacionales. "El problema es que hay que ser más proactivos. Hay que crear lugares de encuentro, porque sin lugares intermedios lo que aparecen son los muros. En Peñalolén hay algunos de cinco metros entre poblaciones de distintos ingresos", se queja el arquitecto Alfredo Rodríguez.

 

LA IGLESIA Y EL SUPERMERCADO

Son propietarios de viviendas sociales de 44 metros cuadrados, pero cruzando la calle sus vecinos llegaron a instalarse con casas de 300 metros, jardines y guardias de seguridad. Ellos quedaron enfrentados al paisaje y cultura de la clase media acomodada recién llegada.

Cristóbal (15) vive en la Villa La Reina y cuenta que la patrona de su mamá que es asesora del hogar "es muy buena onda", porque cuando sale de viaje en febrero les deja la casa para cuidarla y esas son sus vacaciones. "Me gusta bañarme en la piscina, ver televisión por cable y vivir por un rato en una casa grande", reconoce sin ni una pizca de envidia. "Lo que tienen se lo deben a su trabajo", aclara. En este sector de la capital, los más humildes aseguran que no existe la discriminación por clase y menos con la convivencia diaria. Es más, destacan que ahora "las calles se pavimentan más rápido, hay mucha más seguridad y la iluminación también ha mejorado".

Los pobladores que viven hace 40 años en Villa La Reina dicen que los lugares donde se mezclan son la iglesia, las fondas y en los nuevos supermercados. La calle Las Perdices y avenidas más pequeñas, como María Monvel, están resguardadas por perros de raza, guardias en autos y sistemas de seguridad con tecnología de punta. A simple vista la diferencia del paisaje es notable, la tierra de la población se enfrenta a pavimentos nuevos y condominios rodeados de robusta vegetación. Sin embargo, los pobladores tienen un discurso común. "Sabemos de dónde venimos y cuáles son nuestras oportunidades de salir adelante, pero jamás hemos sentido resentimiento porque vemos que una cuadra más arriba vivan poderosos como Clara Szczaranski, Jorge Lavandero, Carlos Cruz, o los artistas como Jorge Hevia, que tiene una mansión enorme", dice Carmen Ortega, vecina de esta comunidad hace 30 años.

En septiembre se topan los autos 4x4 al final de avenida Larraín con la gente que llega caminando; en esa fecha disfrutan todos de las fondas. En la actualidad, el supermercado Lider, ubicado en avenida Arrieta donde estaba la ex toma de Peñalolén , hace las veces de plaza pública. Es otro lugar de encuentro.

 

EL CHORREO

Colón Oriente es una población entregada por Eduardo Frei Montalva y que con el tiempo fue denominada como el sector de los pobres de Las Condes. Al recorrer los pasajes de esta villa hay silencio y las casas están cerradas, una que otra señora barre su vereda. Paul Harris, Río Guadiana, Padre Hurtado y Colón son los límites de los dos Santiago.

Aquí cada grupo social vive su mundo, no conviven, no se relacionan. El concepto de población se enfrenta al de condominio, pero se comparte en las plazas, los juegos de los niños, la seguridad y el sistema de electricidad. Es como el chorreo que reciben por estar instalados en una comuna de gente pudiente. Mariela Zapata dice que ella tiene la ventaja de llamar al alcalde y éste la recibe al tiro. Sandra Alfaro coincide en que tienen buenos servicios de salud, porque como el sector ABC1 va a las clínicas, los consultorios terminan siendo ocupados por los habitantes de esta población, que son pocos.

 

VECINA DE LOS PATRONES

Aunque la mayoría de los entrevistados insisten en que no hay diferencias, Marcela González, dueña de una casa "Chubi" en Peñalolén, se apura en aclarar que para alguna gente de clase media, otros ricos y gran parte de los nuevos ricos, ellos no son vistos con buenos ojos. "Siempre están pensando que venimos a robar", reclama. Marcela, ex pobladora de la toma de Peñalolén, juntó poco más de 300 mil pesos para que le entregaran su casa, y en una coincidencia su villa fue ubicada frente a la Villa Los Olmos, de poco más de tres mil UF. Quedó frente a la casa de sus patrones, que le advirtieron: "Sé que se vienen para acá, nosotros vamos a pedir que se haga una selección de la gente que llega", pero ella se lo tomó bien. "Se pusieron contentos porque ahora no tendría excusas para llegar tarde", cuenta.

Según el alcalde de Peñalolén, Claudio Orrego, su comuna es una de las pocas de Chile con este nivel de integración. "Sé que genera roces, no lo desconozco, pero es un ejemplo de que pueden convivir distintas clases sociales. Es mejor aprender a vivir integrados y no segregados, para terminar con los prejuicios. En las escuelas de fútbol se mezclan los hijos de empresarios y pobladores, esto hace que Peñalolén sea como un Chile chico", dice Orrego.

El sociólogo Rodrigo Salcedo explica que se pueden observar muchos tipos de integración. Uno de ellos es la integración social, que tiene que ver con "entregarse a los mecanismos funcionales de la sociedad". Acá manda el mercado. "Vivir cerca de los ricos te entrega oportunidades económicas". Pero también domina el poder, y en la lucha de clases no favorece a los más desposeídos.

"Las familias de la toma de Peñalolén consiguieron lo que querían porque estaban unidas", recuerda. Según el profesional, los pobres que viven cerca de los ricos pierden poder, porque cuando tienes a cien mil personas juntas son votos, y no así si se mezclan con otra clase social que no tiene las mismas demandas.

Para todos los expertos, estos intentos de integración social son el mejor camino para evitar que Santiago siga siendo una ciudad segregada y que el conocimiento de los otros en sus distintas clases sociales es la mejor carta de presentación de las diferentes realidades que pueblan la capital. "Vivir integrados le hace bien a todos y el riesgo de estallido social es mucho menor. Los pobres ajenos son una amenaza, pero los que viven cerca no lo son. Veo a los niños cuando van al colegio fiscal, veo la realidad de mi nana todos los días. Sin duda le tienen mucho más odio a los ricos quienes viven entre pobres, porque no conocen a los ricos", cierra Salcedo. LND

 

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