La tercera intifada y la división de Jerusalén. Dossier
Marwan Barghouti
Meir Margalit
Razmy Baroud
Uri Avnery
No habrá paz hasta que termine la ocupación israelí de Palestina
Marwan Barghouti
La escalada no comenzó cuando mataron a dos colonos israelíes. Comenzó hace mucho tiempo y ha continuado durante años. Cada día en que matan, hieren o detienen a los palestinos.
Cada día en que el colonialismo avanza, el sitio de Gaza continúa y la opresión persiste. Mientras muchos quieren hoy que nos sintamos anulados por las consecuencias potenciales de una nueva espiral de violencia, yo pido, como hice en 2002, que nos ocupemos de las causas fundamentales: la negación de la libertad de los palestinos.
Algunos han sugerido que la razón por la que no se consiguió un acuerdo de paz fue por la falta de voluntad del presidente Yaser Arafat o la incapacidad del presidente Mahmud Abás, pero ambos estaban dispuestos a firmar un acuerdo de paz. El problema real es que Israel ha elegido la ocupación sobre la paz y utiliza las negociaciones como una pantalla para que progrese su proyecto colonial. Todos los gobiernos del mundo son conscientes de este hecho, y sin embargo, muchos pretenden que regresar a las recetas fracasadas del pasado puede hacer que se alcance la libertad y la paz.
No puede haber negociaciones sin un compromiso israelí claro para una retirada completa de los territorios palestinos que ocupó en 1967, incluida Jerusalén Este, el fin completo de todas las políticas coloniales, el reconocimiento de los derechos inalienables del pueblo palestino, incluido el derecho de autodeterminación y de retorno, y la liberación de todos los presos palestinos. No podemos coexistir con la ocupación y no nos rendiremos a ella.
Nos pidieron que fuéramos pacientes, y lo fuimos, ofreciendo una oportunidad tras otra de alcanzar un acuerdo de paz. Quizá sea útil recordar al mundo que nuestras privaciones, el exilio y las expulsiones forzadas, y la opresión han durado casi 70 años. Somos el único asunto que perdura en la agenda de la ONU desde su fundación. Nos dijeron que si recurríamos a medios pacíficos y a canales diplomáticos, recibiríamos el apoyo de la comunidad internacional para poner fin a la ocupación. Y sin embargo, la comunidad internacional ha sido incapaz de aplicar medidas reales, ni de poner en marcha una estructura internacional con la que aplicar el derecho internacional y las resoluciones de la ONU, ni llevar a cabo medidas que hagan posible la rendición de cuentas, incluidos el boicot, el fin de las inversiones y las sanciones, que jugaron un papel básico para que el mundo se deshiciera del régimen del apartheid (en Suráfrica).
Por tanto, en ausencia de una actuación internacional que ponga fin a la ocupación e impunidad israelíes, o que al menos nos sirva de protección, ¿qué se nos pide? ¿Quedarnos quietos y esperar a que la próxima familia palestina sea quemada, o que maten o detengan al próximo niño palestino, o que se construya el próximo asentamiento? Todo el mundo sabe que Jerusalén es la llama que puede inspirar la paz o provocar la guerra. ¿Por qué entonces el mundo no hace nada mientras continúan los ataques israelíes contra palestinos en la ciudad y contra los lugares santos musulmanes y cristianos, en especial Al-Haram Al-Sharif? Las acciones y los crímenes israelíes no sólo destruyen la solución de los dos estados sobre las fronteras de 1967 y violan el derecho internacional. Amenazan con transformar una solución política viable en una guerra religiosa permanente que socavará la estabilidad en una región que ya experimenta una conmoción sin precedentes.
Ningún pueblo en el mundo puede aceptar convivir con la opresión. Por naturaleza, los seres humanos anhelan la libertad, luchan por la libertad y se sacrifican por la libertad. Y la libertad del pueblo palestino lleva mucho tiempo sin existir. Durante la primera intifada, el Gobierno israelí lanzó su política de “romper huesos para romper su voluntad”, pero una generación tras otra el pueblo palestino ha demostrado que su voluntad es inquebrantable y que es inútil comprobarlo.
Esta nueva generación palestina no ha esperado a que las conversaciones de reconciliación ofrezcan un acuerdo de unidad política (entre Fatah y Hamás) que los partidos no pudieron conseguir, sino que se ha levantado por encima de divisiones políticas y geográficas. No ha esperado instrucciones para exigir sus derechos y su deber, el de resistirse contra la ocupación. Lo ha hecho sin armas, frente a una de las mayores potencias militares del mundo. Y aun así, seguimos convencidos de que la libertad y dignidad triunfarán y que venceremos. La bandera que izamos en la ONU ondeará algún día y pronto en Jerusalén para anunciar nuestra independencia.
Me uní a la lucha por la independencia palestina hace 40 años y fui encarcelado por primera vez con 15 años. Eso no me impidió reclamar la paz a partir del derecho internacional y las resoluciones de la ONU. Pero he visto a Israel, la potencia ocupante, destruir de forma metódica esta posibilidad año tras año. He pasado 20 años de mi vida en cárceles israelíes, incluidos los últimos 13 años, y todo este tiempo me ha convencido de esta verdad inalterable: el último día de ocupación será el primer día de la paz. Aquellos que buscan lo segundo necesitan actuar para que pueda producirse lo primero.
Jerusalén: una ciudad dividida por la derecha que la quería indivisible
Meir Margalit
Como un deja vu angustiante, como una tormenta que no deja de azotarnos, vuelve a estallar esta nueva ola de violencia. Y nos deja perplejos y avergonzados por la impotencia kafkiana de quien sabe lo que habría que hacer para acabar, de una vez por todas, con esta violencia endémica, pero nadie lo escucha. Esto era de esperar, en particular en épocas de festividades judías, cuando religiosos derechistas se empecinan en subir a la Explanada de las Mezquitas, exasperando los nervios palestinos, que ya están tensos al máximo sin necesidad de estas provocaciones. Era de esperar, pero, por obra del diablo, estas irrupciones de violencia siempre nos toman por sorpresa, nunca se está lo suficientemente preparado para enfrentarlas.
Sin embargo, a pesar de esa sensación de haber ya presenciado la misma película, podemos notar algunos rasgos propios de esta revuelta. Por primera vez en muchos años, se produce un acontecimiento perturbador en el que los jóvenes palestinos de Jerusalén se vuelcan a las calles en forma masiva, espontánea, sin apoyo de ningún movimiento organizado, apedreando todo símbolo israelí que se cruza en su camino, atropellando civiles israelíes y atacando con cuchillos de cocina, hasta llegar a su máxima expresión la semana pasada cuando un niño palestino de 13 años atacó a cuchillazos a otro niño israelí de la misma edad, lo que convirtió automáticamente a cada niño palestino en "terrorista activo" a ojos israelíes.
Este modelo de rebelión ha dejado a la policía israelí perpleja, ya que este estilo de ataques son imprevisibles e imposibles de prevenir. Mucho mas fácil para los servicios de seguridad israelí es combatir células terroristas organizadas que enfrentarse a civiles armados con cuchillos caseros que, en un momento de ira, deciden acuchillar al primer israelí que se cruza en su camino. Esta nueva estrategia popular palestina ha producido un cambio sumamente significativo en el desarrollo del conflicto. Hasta tal punto, que por primera vez en muchos años podemos declarar que la calle palestina en Jerusalén oriental ha logrado un triunfo contundente, aunque no sea más que como un "gol en contra" del gobierno israelí.
La imposición de un estado de sitio en Jerusalén oriental -o lo que Giorgio Agamben denomina "un estado de excepción"-, que incluye la utilización por primera vez desde 1967 de fuerzas militares como refuerzo a la policía local y de bloques de cemento que separan los barrios palestinos de los israelíes, es sin duda alguna uno de los triunfos mas contundentes de los jóvenes rebeldes de Jerusalén oriental. Ello requiere una lectura atenta de los significados simbólicos que representa, ya que a primera vista pasan desapercibidos.
Lo primero que resalta es, por encima de todo, el estado de pánico en que esta sumergida la sociedad israelí, la incapacidad para controlar la situación, y el grado de cinismo con que el gobierno manipula la opinión publica israelí, apoyándose en que nadie conoce la geografía del lugar: da igual cuantas vallas instale la policía en Jerusalén oriental, siempre habrá un hueco por el que unos terroristas dispuestos a todo podrán infiltrarse a la parte occidental de la ciudad. Pero lo mas significativo es que al declarar el “estado de sitio”, el gobierno israelí ha dividido de facto la ciudad de Jerusalén.
La izquierda israelí aduce desde hace 46 años, sin mayor éxito, que el modelo de ciudad unificada no tiene futuro y es necesario dividirla: ahora lo ha llevado a la práctica la derecha israelí sin mayor remordimiento de conciencia. El despliegue de soldados y bloques de cemento en las rutas que conectan a los barrios palestinos con la parte israeli es sumamente simbólico porque nos remiten a los Territorios Ocupados de Cisjordania. Los transforma en un claro significante de la anulación de distinciones entre Jerusalén y los Territorios Ocupados, o lo que podría denominarse la "Cisjordanización de Jerusalén". Nunca Jerusalén oriental ha estado tan cerca de los territorios ocupados y tan lejos de Jerusalén occidental.
Y este "gol en contra" llega a tiempo. Durante los últimos años, y a medida que la situación económica ha ido mejorando, la población adulta de Jerusalén oriental comenzó a acomodarse o a resignarse a la ocupación. A partir de ahora esta percepción colapsa y la gente vuelve a recordar que están bajo una ocupación militar que, por mas beneficios económicos que pueda conllevar, es y será insoportable. Durante los últimos años, gracias a una política de gestos implementada por el actual alcalde israelí de la ciudad, la ocupación perdió su fachada opresora y su imagen se volvió mas light, hasta tal punto que los últimos sondeos demuestran que mas de la mitad estarían dispuestos a adquirir la ciudadanía israelí. Este proceso de doblegamiento a la ocupación ha colapsado estruendosamente, ha sido literalmente quebrado por los jóvenes. La dosis de relativa prosperidad que el alcalde Barkat suministro a sus padres, no les atañe: están en esa edad en la que la dignidad y el orgullo son factores decisivos en la consolidación de su identidad, mucho más importantes que la prosperidad económica que persiguen sus padres.
La idea de tranquilizar al publico israelí gracias a las barreras no es nueva en nuestra región. Durante la segunda Intifada, fue Ariel Sharon el primero en promover en 2002 la construcción de la muralla de separación a fin de calmar a la población israelí. Siguiendo esta lógica escapista, Netanyahu introduce vallas de cemento armado con el mismo objetivo. Construir otra muralla seria demasiado exagerado pero, salvando las diferencias, en ambos casos el resultado es el mismo: Sharon y Netanyahu dividen la ciudad de facto.
Diez años después de construida la muralla de separación, que dejó fuera a extensas partes de la ciudad y a más de 50.000 residentes palestinos, el gobierno actual separa Jerusalén oriental en una serie de enclaves cerrados que, mas que afectar la vida cotidiana, producen un cambio total en la mentalidad palestina respecto a la ocupación. Netanyahu les ha vuelto a recordar que viven bajo ocupación militar, y ha reavivado de esa manera el ansia palestina de liberación.
La tensión generada por estos disturbios ha corroborado que el modelo de la "Jerusalén unificada" es insostenible, que por debajo de la tierra ruge un volcán. La tenacidad con la que la población joven desafía al sistema israelí es la prueba contundente de que este régimen de ocupación esta destinado a enfrentar periódicamente alzamientos violentos que, a largo plazo, acabaran desmoronándolo. Toda represión es temporal por definición y la actual represión policial esta sembrando las semillas de la próxima rebelión. Los jóvenes palestinos arrestados, cuyo numero ronda los 2.500, llevarán en sus venas por siempre el ansia de revancha. Y el folklore local ya esta fertilizando la próxima generación de jóvenes que aspira imitarlos, porque en el imaginario local esos son los pequeños guerrilleros que, poniendo en jaque a la policía, salvaron la dignidad nacional.
Todavía es prematuro saber si estamos ante la tercera Intifada. Sea cual fuere el futuro, el valor intrínsico del levantamiento juvenil consiste en haber puesto de relieve la patología del sistema municipal de Jerusalén y, más allá de sus logros a corto plazo, los acontecimientos han dejado claro que una estructura de esta índole podría perdurar, pero no tiene derecho a existir.
Un proverbio hebreo dice que la labor de los santos es realizada por gente común. No se si será cierto. Pero lo que esta claro es que el objetivo de la izquierda lo está llevando a cabo, a su brutal manera, la derecha.
www.sinpermiso.info, 17 de octubre 2015
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