Chávez y la batalla de las ideas
La reacciones a la muerte de Chávez han sido, en lo fundamental, las que cualquiera podía esperar.
Sus seguidores en las calles de Venezuela llorando con la mano en el corazón su pérdida, con unas lágrimas que nacen desde lo más profundo del afecto que sentían por él estando vivo y que, ya muerto, seguirán sintiendo por su figura histórica el resto de sus vidas. El hombre que les entregó su corazón en forma de gobierno, y al que ellos le correspondieron con una fidelidad y un amor que va mucho más allá de las relaciones entre un mandatario y su pueblo, un amor y fidelidad que nacen de la identificación de Chávez con el pueblo mismo, con el amor y la fidelidad que una persona puede sentir por su patria solo cuando sabe que la patria es el pueblo y el pueblo es la patria.
Sus detractores, brindando y celebrando su muerte. Estallidos de júbilo en las calles de Miami y fiestas y música hasta el amanecer en las casas de los barrios acomodados de Venezuela. Para ellos muere el hombre que osó desafiar sus privilegios, la persona que trató de darles el mismo trato, como gobernante, que a cualquiera de esos habitantes de los barrios empobrecidos de Caracas, el personaje histórico que quiso cambiar el rumbo de la historia para ponerlos al mismo nivel en el que se encuentran sus peores pesadillas: en los pobres, en los hambrientos, en los parias.
Los medios capitalistas sembrando dudas sobre el futuro de Venezuela y dando exactamente el mismo trato que han dado a su figura desde que el propio Chávez dejase claro que no estaba dispuesto a plegarse ante los intereses de las élites venezolanas e internacionales, que no iba a traicionar por un puñado de monedas el mandato que le dio el pueblo. Caudillo, dictador, populista, han sido los calificativos que más han abundado en portadas de prensa y tertulias de radio y televisión. Los argumentos sobre la .-supuesta- mala situación política, social y económica por la que atraviesa el país sudamericano se han repetido hasta la saciedad, y de las formas más diversas se ha tratado de negar validez democrática a las múltiples elecciones ganadas por el movimiento bolivariano. Lo de siempre.
Desde sus aliados políticos en diferentes presidencias del gobierno de América Latina, se le ha rendido un sentido homenaje y se ha reconocido su figura de gran estadista y mandatario solidario y comprometido con la causa de la Patria Grande como pocos los han habido hasta ahora. Las ayudas solidarias que el gobierno venezolano ha prestado a los empobrecidos de todo el continente han sido también reconocidas en las calles de estos países, y la inmensa mayoría de movimientos progresistas y revolucionarios de América Latina, desde México a Argentina, le han dado su último adiós sintiendo como propia su pérdida y mostrando todo su apoyo y solidaridad con el pueblo venezolano.
Hasta aquí, poco hay que no pudiera haberse imaginado hace una semana, un mes, un año, un lustro o una década, exactamente en los mismos términos en que se ha producido ahora. Cada cual tenía sus razones para reaccionar de esa manera, y estas eran las mismas ahora que hacen diez años. Señal de que si algo se puede señalar del Presidente Chávez, desde el principio de su mandato hasta el final de sus días, con sus aciertos y sus errores, es su capacidad para mantenerse siempre firme en sus ideas, esas mismas que desde el principio han despertado la admiración de sus seguidores y aliados, y el odio de sus enemigos.
Sin embargo, pese a todo ello, hay algo que a mí personalmente me ha sorprendido, para bien, en este triste día: la reacción de los ciudadanos del estado español ante el conocimiento de la noticia. Si bien siguen siendo mayoría aquellos que condenan la figura de Chávez y repiten como loros los argumentos en su contra que desde tantos años atrás han aprendido por vía de esos medios de comunicación capitalistas que con tanta alegría han celebrado ahora la noticia de su muerte, los que han salido en su defensa, los que han sabido valorar su figura y su obra, han sido, sin duda alguna, muchos más de lo que a esos mismos medios les hubiera gustado. No hay más que darse una vuelta por cualquiera de los muchos foros de los diferentes medios que hay en la red para comprobarlo, incluidos los de la derecha.
La reacción de los lectores ante la infame portada que el diario catalán “El Periódico” ha sacado hoy a los quioscos, puede ser un buen indicativo: Ver aquí. En Twitter, en webs populares como Meneamé, en los foros de los diferentes medios de comunicación, y hasta en los de diferentes diarios deportivos como Marca donde ha sido tratada la noticia, miles y miles de comentarios de apoyo al Presidente, y condenando los argumentos típicos de los antichavistas, han sido publicados durante toda la jornada, para asombro y cabreo, a buen seguro, de quienes llevan años tratando de convertir la figura de Chávez en el diablo mismo y a su proyecto político en el paradigma del mal.
Incluso diarios digitales como Público o eldiario.es han dedicado varios artículos de marcado carácter positivo a valorar la figura histórica al presidente, algo que, sencillamente, hubiera sido impensable hace tan solo un par de años, donde tales artículos no se podrían haber leído más allá de las páginas habituales de información alternativa, como Kaosenlared y similares. Artículos en cuyos comentarios eran absolutamente mayoría quienes mostraban su pesar por la muerte de Chávez y su apoyo y reconocimiento tanto a su figura política como a su proyecto revolucionario.
El diario Público, de hecho, pese a que ha sido un medio con una declarada línea antichavista hasta su conversión en exclusiva a medio digital, abría esta mañana su página web con un elocuente “Hasta siempre, comandante” como titular de cabecera y de grandes dimensiones, titular que poco después fue cambiado por otro algo menos comprometido pero no menos elocuente “Muere Chávez, Nace el mito” (muy similar, por cierto, al que encabeza Kaosenlared durante todo el día).
Habrá a quien todo esto no le diga nada. A mí, en cambio, me dice mucho. Me dice, sobre todo, que algo se mueve en la mentalidad de los ciudadanos y ciudadanas del estado español, que algo emerge en la opinión pública, algo que, aunque no se vea reflejado en la línea editorial de los principales medios, trae buenos augurios para el futuro. Me dice que, pese a todo, el Presidente Chávez ha sabido ganar también en la batalla de las ideas.
Lo ha hecho en sus país y en América Latina, pero también en buena medida en esta otra parte del mundo donde partía desde una derrota absoluta en tal batalla ideológica. El que dice Chávez, claro está, dice las ideas que tanto su figura como su proyecto político representan.
Uno recuerda todavía esos tiempos, no tan lejanos, en que caminaba por Granada con una camiseta del comandante y las miradas inquisitoriales se clavaban como espadas en el autobús, en las calles y hasta en la Facultad de Filosofía.
Esos tiempos en los que resultaba absolutamente imposible mantener una conversación sobre la situación de Venezuela sin que automáticamente salieran a reducir todos y cada uno de los tópicos antichavistas que tan de moda han estado en la opinión pública española durante todos estos años.
Esos tiempos en que solo los más “radicales”, aquellos cercanos a la militancia en la izquierda revolucionaria, se atrevían a defender a Chávez, mientras el resto de la sociedad lo trataban como si fuera el peor de los dictadores vivos.
Ahora, en cambio, personajes tan diversos como Anasagasti, Iñaki Gabilondo o Pedro Zerolo, no tienen más remedio que reconocer los logros que el chavismo ha conseguido desarrollar en Venezuela. Sus logros son tan obvios, que no pueden ser silenciados fácilmente, máxime en el contexto actual que vive el estado español. Y eso se nota en la opinión pública.
Tal vez sea por la crisis, tal vez por la comparación con los dirigentes españoles, tal vez por la dramática situación por la que atraviesan tantas personas aquí, o, simplemente, por la cada vez más evidente realidad de que los poderes que mandan de verdad en el estado español no son los políticos que el pueblo elige con su voto, sino el poder financiero, la banca y las grandes multinacionales, pero el caso es que ya no es una anomalía o una excentricidad encontrar personas, más allá de los ámbitos militantes de la izquierda, que reconozcan lo que Chávez ha hecho por su pueblo y lo pongan en comparación con lo que los dirigentes españoles están haciendo en los últimos años aquí.
Esa es la pura esencia de lo que Fidel quería expresar cuando habló en su momento de la batalla de las ideas. Una batalla que no es solo teórica, que no se basa solo en poder discutir con otras ideología con argumentos convincentes, sino en tener la capacidad de llegar y convencer al pueblo. Eso que se puede hacer en un debate, sí, pero también, y más si cabe, con el ejemplo. Y ahí es donde Chávez ha ganado por goleada.
Hoy muchos ciudadanos del estado español han salido en defensa de Chávez no porque sean convencidos chavistas o porque se sientan identificados con su figura. Lo han hecho porque, ante las evidencias, cuando han podido conocer estas, no les ha quedado más remedio. Y, sobre todo, porque esas evidencias demuestran lo que muchos sabemos desde hace años y que ahora, poco a poco, otros muchos empiezan a conocer: que otro mundo es posible, que hay alternativas.
El ejemplo de Chávez ya se extendió y se expandió por América Latina por ello mismo: por el ejemplo. Ahora, pudiera ser, por qué no, ese mismo ejemplo se extienda a Europa. Las condiciones sociales y económicas, desde luego, están más que dadas. Y las ideas están ahí. Solo es necesario abrazarlas.
Cuando uno ve los comentarios que hoy se hacen al respecto en tantos y tan diferentes lugares, acaba necesariamente por concluir que tal vez hay más esperanza de ello de lo que muchas veces nosotros mismos, desde la izquierda tradicional, nos empeñamos en pensar. Así de grande es el ejemplo de Chávez.
La batalla de las ideas sigue su curso, como la historia, y Chávez tiene mucho que decir aún en ella. También aquí, en el estado español. Mal que les pese a los creadores de opinión, que ya no pueden seguir tapando el sol con un dedo ni escondiendo al pueblo sus propias miserias. Un pueblo al que, ante tales miserias, en cualquier momento la figura de Chávez se le pueda presentar en su imaginario colectivo y, con su ejemplo, dar un vuelco a la situación actual.
Yo no pierdo la esperanza y hoy, más que en los últimos diez años, he tenido la sensación de que no es algo tan ilusorio y tal vez no sea ni tan lejano.
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