Carta abierta a las personas (en días de protesta social)
Por Otra Persona
Como tú, también estudio, también trabajo. Y como tú tengo también el ceño fruncido y la sonrisa extraviada. Eso sí, te puedo asegurar que tú no tienes la culpa de ello, como tampoco yo por lo vuestro.
No importa cómo me llamo; simplemente soy una persona. Sí importa desde donde escribo -desde el cansancio, el hastío, la rabia-, y para quien lo hago: para otras personas. Si las pudiera describir, diría que les hablo a aquellas con las que me topo a diario en la calle: las que tienen el ceño fruncido y la sonrisa extraviada.
Soy la imagen distorsionada que crearon esos que se enquistaron en el poder hace más de veinte años. Soy aquello que los medios de comunicación que trabajan en función de ese mismo poder construyeron maliciosamente: el que alega por todo, el que anda puro webeando en las marchas, el que se aprovecha de éstas para perder clases, el extremista, el desalmado, el pendejo culiao que mejor que se vaya para la casa, el infiltrado, el desadaptado, el antisistema, el encapuchado, el delincuente, el terrorista.
Pero en realidad soy aquello que no pueden ni quieren legitimar. La cosecha natural e inevitable de un sistema social y económico que ha demostrado su incompatibilidad y brutalidad frente al bienestar de las personas y el medio ambiente en el que éstas viven.
Como tú, también estudio, también trabajo. Y como tú tengo también el ceño fruncido y la sonrisa extraviada. Eso sí, te puedo asegurar que tú no tienes la culpa de ello, como tampoco yo por lo vuestro.
¿Cómo hicieron para hacernos creer lo contrario? ¿Cuándo fue que me convertiste en tu enemigo? ¿En qué momento se te cayeron los brazos? ¿Cuándo fue que giraste la mira hacia mí para atacarme e insultarme cuando pasé corriendo al lado tuyo buscando un lugar donde esconderme? ¿Qué sentiste cuándo te dejaste vencer por los que secuestraron tu alegría?...
Soy tu vecino, el que se sube a la micro contigo, el que compra en tu almacén, tu hermano, soy con el que compartiste la fogata para el terremoto, fui tu compañero de colegio, soy tu hijo, el que se sentó al lado tuyo en el bar, en el metro, en el cine, en el concierto, soy el que te contestó el teléfono, el que te sencilló el billete de cinco lucas, con el que bailaste, el que te regaló un cigarro, al que le preguntaste una dirección, con el que te chocaste de hombros en el paradero, soy el de la bicicleta, el del auto, el de la patineta, soy el que subió a Internet la información que bajaste, con el que te abrazaste para año nuevo, el que gritó gol en tu oído, al que le preguntaste la hora. Soy todo eso y muchas situaciones cotidianas más.
Pero –definitivamente- no soy el que te tiene jodido y con el ceño fruncido.
Por eso compartimos mucho más de lo que crees y te lo puedo probar. Ni tú ni yo saqueamos al Estado. Yo no te subí el costo del pasaje de la micro ni tú me lo triplicaste cuando quise viajar en Semana Santa. Yo no hice más cárceles para gente pobre ni tú construiste un resort para aquellos que mataron chilenos en dictadura. Ni tú le robaste al Estado cuando trabajaste en él ni yo me aseguré el futuro gracias a eso. Yo no fui un cura abusador de niños ni tú un obispo protector de ellos. Ni tú estás arrasando con la fauna marina ni yo con los bosques. Ni yo estoy libre de impuestos como empresario minero ni tú se los cargas a los chilenos. Ninguno de los dos se puso de acuerdo para subir los costos de los medicamentos. Ni tú sacaste a Bielsa de la Selección ni yo lucro con algún equipo de fútbol. Yo no congelé la vida de casi cincuenta conscriptos ni tú quemaste la de tantos y más reos. Yo no te prohíbo tomar la píldora del día después y tú no ocultas los abortos que se hacen en el barrio alto. Nosotros no compramos acciones con información privilegiada. Ni tú le vendiste las riquezas naturales de tu país a empresarios extranjeros ni yo las compré para ganar dinero con su destrucción. Yo no te prohíbo caminar por donde tú quieras ni tú usas gases químicos para impedírmelo. Ni yo te cobro intereses usureros ni tú me persigues por no poder pagarlos. Yo no te encarcelé por ser árabe ni tú lo hiciste conmigo por ser anarquista. Ni yo te pido tu vuelto para después donarlo a mi nombre y disminuir mis impuestos ni tú me obligas a pagar un seguro cuando necesito crédito para comprar. Ni tú ni yo tenemos un medio de comunicación que le miente a la gente. Ni tú ni yo tenemos canales de televisión que estigmatizan a los más pobres, pero encubren a criminales de cuello y corbata. Ni yo te pago una miseria ni tú lucras con mi educación. Ni yo te prometo tiempos mejores en las elecciones ni tú ocupas tu cargo para favorecer a tus amigos. Yo no me enriquezco estando en el poder y tú no distribuyes injustamente los ingresos de todos. Yo no asesino por la espalda a mapuches y tú no acribillas a los trabajadores que protestan por mejores sueldos. Ni tu ambición ni la mía es tanta como para querer destruir la Patagonia.
Ellos, los que están en el gobierno, los que legislan para sus propios intereses, los dueños de los medios de comunicación. Los grupos económicos que instalan represas, talan árboles y extinguen peces. Los que dictan las reglas morales. Los que lucran con la educación. Los Piñera, los Lagos, los Luksic, los Hinzpeter, los Angelini, los Matte y tantos otros, están dispuestos a sacarte los ojos por el poder.
Ellos nos quieren divididos, y tienen el privilegio de contar con la complicidad de muchas personas comunes y corrientes con las que –increíblemente- abusan a diario. Ellos son como el escorpión que cruza el río en el lomo de la rana, pero una vez en tierra no puede evitar picarla mortalmente. Es su naturaleza. Sacúdete y libérate de ellos. Nosotros tenemos algo en común, nos reconocemos en la calle. ¡Veámonos ahí!…
Atentamente, otra persona.
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