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En Japon no queda sitio para escapar

En Japon no queda sitio para escapar
Tom Balmforth (RIA NOVOSTI)

El pánico se apoderó definitivamente de los japoneses después que el primer ministro nipón, Naoto Kan, a las 11.00 hora local por fin admitiera que los daños en la central nuclear de Fukushima pueden representar un riesgo para la población.

Sin pensar dos veces, Taiji Yamamoto, de 34 años, padre de un bebé que hoy cumple diez días, dejó su trabajo y emprendió un largo camino de 12 horas hacia el norte, hacia la ciudad de Sendai para estar junto con su esposa Risa y su bebé recién nacido.
“Tenemos mucho miedo pero no sabemos dónde sería estar mejor”, explicó Taiji y agregó que a partir de ahora la seguridad de las personas está a merced de la dirección del viento.
Las embajadas extranjeras pidieron a sus ciudadanos abandonar Japón poco antes de que el viento hacia el sur trajera la inminente nube de radiación hacia Tokio.
Ahora sopla el viento noreste, y millones de ciudadanos desesperados que sobrevivieron el terremoto y el tsunami ahora temen exponerse a la radiación por la lluvia a lo largo de la costa.
Taiji y su familia decidieron regresar a la capital japonesa, camino hacia la capital tuvieron que pasar una noche en Niigata, en la costa oeste.
Ahora la ciudad portuaria de Niigata está a medio camino entre Sendai y Tokio, desde que otras dos carreteras, a través de Fukushima, quedaran cerradas tras ampliar la zona de la evacuación cerca de las centrales averiadas.
Según Taiji, no fue fácil decidirse a regresar a la capital. Tokio no es un refugio seguro ya que los seísmos de 5,0 grados en la escala Richter continuamente sacuden las inmediaciones capitalinas. Además, ya se registró la subida del fondo radiactivo, aunque poco después, las autoridades desmintieron esa información.
Cada nuevo reporte sobre la radiación emitido por las autoridades contradice al anterior, y los vecinos ya lanzan críticas contra el gobierno y la compañía operadora de la central, los acusan de falta de competencia y transparencia en cuestiones de seguridad nacional.
“No creo nada a las autoridades. Tengo miedo por mi hijo. Es tan pequeñito”, confesó Risa mientras amamantaba a su bebé en una pequeña habitación de un hotel de Niigata.
Es posible que las autoridades resten importancia a la fuga radiactiva para atenuar las pérdidas económicas y evitar pánico a escala nacional.
Risa está muy preocupada por sus padres que se quedaron en Sendai. Afortunadamente, su apartamento quedó intacto tras el terremoto y el tsunami que arrasó la costa este de Japón y dejó sin domicilio a centenares de miles de compatriotas.
Mientras tanto, fuertes sismos siguen sacudiendo Japón.
Esta madrugada ocurrió uno de 6,0 grados que se sintió hasta en Niigata.
El miedo ante la contaminación radiactiva aumenta incluso entre los periodistas. Así, dos grupos de reporteros neozelandeses se apresuraron a abandonar Sendai y a través de las montañas nevadas se dirigieron hacia Niigata después de que sus editores decidieran retirarles de Japón.
Ante la imposibilidad de comprar pasajes para avión desde Niigata hasta antes del próximo viernes, se metieron en un tren hacia Tokio con la esperanza de que allí tendrán más suerte.
A pesar de la aparente serenidad en las calles, los ciudadanos tienen pánico como lo comprueban las largas filas hacia las gasolineras y tiendas de alimentos.
Muchas personas no pueden abandonar la zona de siniestro por falta de combustible y se ven obligadas a aprovisionarse de víveres por si tienen que permanecer en sus domicilios a causa de la radiación.
No obstante, es evidente la solidaridad de los ciudadanos japoneses con los centenares de miles de damnificados que se ven obligados a pasar la sexta noche consecutiva en refugios nocturnos improvisados en la calle.
Taiji me pasa un paquete con tallarines de preparación instantánea. “Tome cuanto quiera, por favor, y el resto puede pasarlo a los que lo necesiten en Sendai”, me dijo.

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