Eternos invisibles
Prof. Juan Carlos Sánchez ( ARGENPRESS.info)
Sabemos que están, pero no los vemos. En una silla de ruedas o escondidos por sus familias. Olvidados por el Estado. Ocurre que el capital ha decidido condenarlos a la oprobiosa categoría de paria.
Saben donde encontrarlos. Para el voto que suma en una elección nacional o provincial. Una chapa para su vivienda o en el mejor de los casos, esa pensión largamente demorada. Para sumarlos a la generosa claqué de las organizaciones que dicen defenderlos. A cambio, una negociación por aquel medicamento esperado o esa intervención quirúrgica que debió hacerse hace meses.
Son invisibles. La sociedad los ignora y el Estado se suma a esa catarata de vendas. Son un gasto, no una inversión. No producen y la economía los desdeña.
Son ellas y ellos. Son esas personas a las cuales la vida o el infortunio los ha marcado a fuego. Han nacido con algún sentido disminuído o lo adquirieron tras un accidente de tránsito o laboral. Sin embargo, a pesar de una legislación que los reconoce como sujeto de derecho, son sistemáticamente expulsados de la sociedad civil y económica.
Nadie se acuerda. A veces, son sus mismas familias los que prefieren tenerlos lejos. En otras ocasiones, el Estado omite su obligación de velar por un colectivo que ni siquiera tiene los medios para defenderse.
No se ven, pero están. Forman fila en la única farmacia que provee la medicación autorizada por PROFE. Por supuesto, cuando tienen ganas de autorizarla. Si se muere, no importa... Un gasto menos, piensan...
Salvo generosas excepciones, a los tribunales no llegan. Y cuando lo hacen, los trámites son interminables. Justicia lenta que se lleva las esperanzas. Las obras sociales siguen contentas, porque no hay que gastar nada. Por supuesto, hasta que puede llegar la denuncia penal por abandono de persona.
Obtener un pasaje es un sueño. Una utopía inalcanzable en ocasiones. Más aún, en pleno verano, cuando pueden visitar a amigos y familiares. Nunca hay pasajes. Si los hay, que viajen por la madrugada para que no los vean.
Un trabajo es algo que constituye un lujo. Soslayados por el Estado, eterno incumplidor e ignorados por empresarios que solamente piensan en el Dios Mercado. La salida que ofrecen es el autoempleo o aquel puesto destinado en ese presupuesto enmarcado en la falacia conocida como Responsabilidad Social Empresaria.
No se ven. No se oyen. No son atendidos. Pero están entre nosotros. Para el Estado, como no votan, prefieren tenerlos alejados de la mesa política. Salvo, claro está, a quienes están en esas organizaciones para ese subsidio salvador, donde los funcionarios muerden su porcentaje y los directivos de aquéllas hacen su diferencia, desde luego, para su bolsillo.
Nada tienen. Solamente pueden ofrecer sus ganas de vivir dignamente, pero no los dejan. Mientras tanto, charlas y debates se suceden. Puras palabras, puro verso encendido.
Son los eternos invisibles, son las personas con discapacidad que siguen soñando con un Día Nacional e Internacional de la Persona con Discapacidad en el cual puedan decir que han alcanzado la dignidad que hoy no poseen.
0 comentarios