Antonio Peredo Leigue
La tercera reflexión del Compañero Fidel respecto a las revelaciones de Daniel Estulin sobre un gobierno mundial oculto, ha profundizado nuestra preocupación. Es cierto que, la existencia de ese gobierno en las sombras, debe preocupar a todos los hombres y todas las mujeres. Quienes leímos “El Talón de Hierro” de Jack London, tenemos que estremecernos ante la evidencia de que, esa premonición, esté cumpliéndose casi como si los conspiradores de hoy hubiesen decidido hacer realidad aquella pesadilla.
Pero los temores se agrandan cuando leemos, en el texto que nos regala Fidel, este párrafo: “pequeños grupos de conspiración han actuado contra Cuba, Laos, Afganistán y Nicaragua. Durante décadas han estado involucrados en todo, desde las drogas y el tráfico de armas, hasta los asesinatos, la guerra encubierta y el terrorismo abierto”. ¿Algo tiene que ver con Bolivia?, esperen la siguiente anotación: “Personas como George H. W. Bush, William Casey, ex director de la CIA… Oliver North, el ex hombre punta del Irán–Contras y Mike Harani, segundo al mando del Mossad son algunas de las más notorias en este glosario de agentes de operaciones encubiertas…”. Así tenemos el cuadro completo.
Si recordamos el caso Irán-Contras y el nombre de Oliver North, no podemos menos que estremecernos, porque ambas menciones están relacionadas con la más grande fábrica de cocaína que se encontró en Bolivia: la fábrica de Huanchaca, descubierta por el asesinato del científico Noel Kempf Mercado.
¿Cómo se establece tal relación? Por confesión pública del propio Oliver North, entonces jefe de seguridad de la Casa Blanca. Oficialmente, el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica estaba impedido de suministrar armas a cualquiera de los contendientes en la larga guerra entre Irak e Irán, que propició Washington para derrotar al Ayatollah Jomeini. De la misma forma, el gobierno estadounidense, afirmaba que nada tenía que ver con el abastecimiento de “la contra” que atacaba a la Revolución Sandinista. En ambos casos, las armas eran compradas por la Casa Blanca, con fondos que provenían del narcotráfico.
¿Cómo se hacía esto? Oliver North tenía operadores sucios que se encargaron de instalar una fábrica muy grande en un lugar casi inaccesible: estaba ubicada en el Parque Nacional de Huanchaca. Esos operadores sucios eran parte del aparato de la DEA que actuaba en Bolivia, dizque para asesorar acciones contra el narcotráfico. Los peones que trabajaban en la fábrica, todos ellos brasileños, tenían orden de repeler cualquier intromisión disparando contra los intrusos. Si la orden provenía de la DEA, los peones confiaban que no rendirían cuentas del asesinato, como así ocurrió.
Noel Kempf, acompañado de otras personas viajaba en una avioneta, para proseguir investigaciones en la flora y fauna de aquel parque confiado a su investigación. La avioneta realizó un recorrido más largo del esperado y, ante la falta de combustible, buscó un lugar donde pedir auxilio. La instalación que vieron les dio confianza de encontrar gente que les ayudase. Ocurrió exactamente lo contrario. En cuanto el científico y sus compañeros saltaron a tierra, recibieron una larga descarga de proyectiles. Fueron asesinados el científico cruceño y dos de sus acompañantes; sólo el piloto logró salvarse y ser rescatado varios días después, cuando llegó al fin un tardío auxilio.
Ocurrió que, antes de aterrizar, el piloto radió su posición y pidió auxilio. Sin tener ninguna idea de la tragedia, los responsables de aeronáutica en la ciudad de Santa Cruz pidieron, a la Fuerza Aérea, que fuese en auxilio de Kempf en uno de los helicópteros que usaban en la lucha contra el narcotráfico. Como tales aparatos eran de la DEA, pidieron permiso a ésta para hacer el vuelo. La respuesta fue sorprendente: cualquier vuelo de los helicópteros debía ser autorizado por el Comandante del Ejército norteamericano asentado en Panamá y éste, como era sábado, había salido a su semanal partida de golf; no era ubicable hasta que terminase el día. El domingo ocurrió que el comandante se fue a navegar y seguía siendo inalcanzable. Recién el lunes se hizo el pedido y la autorización llegó al otro día. Era evidente que la DEA sabía qué había ocurrido y tomaba su tiempo para desmantelar la fábrica. Cuando llegó el helicóptero, se sorprendieron con la aparición del piloto, cuyo relato de la odisea se publicó. No obstante, jamás se hizo una investigación y en el lugar sólo quedó una gran cantidad de barriles vacíos.
Dos años después, North cayó en desgracia, fue acusado de haber financiado por su cuenta al bando beligerante contra Irán y a los contras que atacaban al gobierno sandinista de Nicaragua. Este señor, no tuvo ningún reparo en dar detalles de la operación y, la tan ponderada justicia norteamericana, le dio su bendición dejándolo libre.
Oliver North vuelve a aparecer, ahora en un nivel superior: nada menos que como operador del Club de Bilderberg. Es lógico que, con su experiencia en el manejo del narcotráfico, tenga esa tarea. Y esta vez con el propósito de atacar al gobierno de Bolivia. Porque no puede ser coincidencia que, pese a una labor más operativa de la FELCN, que decomisa grandes cantidades de droga, el tráfico de estupefacientes se hace más intenso y es una preocupación cada vez mayor en todo el país. En poco tiempo, el gobierno puede ser acusado internacionalmente, como narcotraficante y, por tanto, como una grave amenaza para la seguridad de los Estados Unidos de Norteamérica. Los recalcitrantes enemigos del proceso de cambio festejarían bulliciosamente el hecho, aunque significase la ocupación de Bolivia.
Terminemos las peleas intestinas, porque el enemigo está acechando para darnos un golpe muy duro. Ellos son poderosos. Nosotros sólo podemos contar con la unidad del pueblo, que debemos afianzar.
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