Obreros industriales en la CTA: Los jinetes del ave fénix
La masacre de la mayoría de sus delegados y dirigentes combativos, la apertura indiscriminada de los mercados, la reconversión tecnológica, el cierre de miles de empresas con el consiguiente terrorismo disciplinador que significó la desocupación, fueron todas plagas que no lograron terminar con los trabajadores industriales.
Combatiendo la falta de libertad sindical, bajos salarios, flexibilización laboral, definiendo como una asignatura pendiente la concreción de una política estratégica de desarrollo industrial desde el Estado, los obreros de la rama fabril de la Central de Trabajadores de la Argentina son los jinetes de una actividad que, reducida a cenizas por el ajuste y el neoliberalismo, como el ave fénix aún vuela.
El 8 de octubre de 1999, en el Teatro Margarita Xirgu de la ciudad de Buenos Aires se realizaba el Congreso Fundacional de la Federación de Trabajadores de la Industria y Afines (FeTIA-CTA). Asistieron al encuentro unos 230 congresales. Estuvieron representados, entre otros, metalúrgicos, trabajadores del neumático, el azúcar, la celulosa, refinerías de maíz. En la oportunidad habló el histórico dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, Alberto Piccinini.
La represión en Villa Constitución, en marzo de 1975, cuando todavía casi nadie en la izquierda dudaba del destino revolucionario de la clase obrera industrial, fue un ensayo del posterior genocidio de la dictadura militar, derrota y retroceso del campo popular que se complementaría más tarde, con terrorismo económico que ejerció el menemismo y la casi desaparición de la industria nacional.
En el 73, comisiones internas independientes ganan en las fábricas Acindar, Maratón y Metcon. Un año después hay elecciones en la Unión Obrera Metalúrgica. El entonces secretario general del gremio, Lorenzo Miguel, ordena separar a “los zurdos” del gremio. Los obreros toman las fábricas, retienen a los gerentes. Ponen tanques de gasoil en las entradas y amenazan con hacerlos explotar si las fuerzas de la represión intervienen. Luego de una larga pelea ganan, pero la burocracia y las patronales jamás le perdonarán esa victoria.
Piccinini, ya estaba al frente de los metalúrgicos cuando la presidente Isabel Martínez de Perón se reunió con el gerente de Acindar, Alfredo Martínez de Hoz, quien posteriormente sería ministro de Economía de la dictadura militar. En ese encuentro se dio carta blanca a la represión.
Alberto Piccinini, o simplemente “Picci”, y toda la conducción fueron detenidos. Una caravana de dos kilómetros de autos entró en Villa Constitución. Los falcons, patrulleros y carros de asalto transportaban policías y gendarmes pero también matones sindicales, parapoliciales de la organización que posteriormente se conocería como la Triple A. La resistencia obrera es acallada con presos, torturados y muertos. Piccinini pasa largos años en la cárcel. Hoy, nuevamente, es secretario general de la UOM de Villa Constitución más convencido que nunca que si “hoy tenemos comisiones internas defendiendo los derechos de los compañeros es sin lugar a dudas el resultado de la lucha de los trabajadores que pagaron con la cárcel, a veces con la vida, ser consecuentes con los intereses de su clase”.
El dirigente metalúrgico, congresal nacional de la CTA, dice que “la principal lección que sacamos de todo lo que pasó es la necesidad de la unidad de la clase trabajadora alrededor de la defensa de sus derechos. Hay que dejar de lado las diferencias partidarias, de organización y unir por sus intereses a la clase trabajadora. Es la única manera de cambiar la relación de fuerzas. Y esto último es lo que necesitamos, si pretendemos una vida digna para el trabajador”.
Cuando se le pregunta como fue su reencuentro con Lorenzo Miguel, dice casi lacónico, “ellos decían que no tuvieron nada que ver. Cuando nos vimos eran otras épocas, difíciles para la clase trabajadora, pero otros tiempos, ahora miramos al futuro tratando de reconstruir el poder de los trabajadores organizados en nuestra Central”.
Nuevas tecnologías y despidos
El secretario adjunto de la Central de Trabajadores de la Argentina y actual titular de la Federación de Trabajadores de la Industria y Afines, Pedro Wasiejko, recuerda que los cambios tecnológicos que empezaron en los setenta significaron en su gremio, el Sindicato Unido de Trabajadores del Neumático Argentino (SUTNA-CTA), cientos de despidos. No fue la excepción, entre 1976 y 2001 en el país se cerraron 250 mil industrias. La Argentina industrial que presagiaron los primeros gobiernos peronistas terminó siendo barrida del mapa dejando lugar a un país exportador de productos sin valor agregado, hoy: minería a cielo abierto, monocultivo de soja.
Festejando el golpe de estado de 1976, el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, recomendaba a las autoridades militares que “abandonen el modelo industrial de posguerra tan conflictivo y retomaran el modelo agroexportador”. Las instrucciones fueron cumplidas al pie de la letra, treinta mil desaparecidos mediante, la mayoría trabajadores, referentes de fábrica, cuadros sindicales.
El secretario general del SUTNA cuenta que “llegamos al gremio en 1983 luego de vencer a una conducción que había estado alrededor de treinta años. En esa época no se toleraba la menor disidencia interna en las fábricas, a tal punto que la dictadura militar ni siquiera creyó necesario intervenir al gremio”. Según señala Wasiejko, “la actividad había empezado a ser diezmada aún antes de la dictadura militar por la reconversión tecnológica. Ese ciclo se terminó de cerrar con la flexibilización laboral que trajo el menemismo”.
Piccinini coincide: “Nosotros no nos oponemos a la reconversión tecnológica. Con lo que no estamos de acuerdo es con la reconversión de obrero industrial en un desaparecido social, es decir un desocupado”.
Wasiesjko indica que si bien gran parte del gremio del neumático terminó desapareciendo por aquella época, “eso se ha ido revirtiendo en parte. Tenemos 3.800 afiliados en el Gran Buenos Aires, Córdoba y Tucumán. Hemos crecido también en Rosario, Mar del Plata y otras zonas del país”.
Al referirse al “Villazo” y otras expresiones históricas de la combatividad obrera en los setenta, Wasiejko asegura: "Los pueblos siempre quieren justicia social, condiciones de vida digna. Lo que cambia de una coyuntura a otra son la organización y las condiciones. Por eso estamos en la Central de Trabajadores de la Argentina, buscamos esa necesaria organización que nos acercará a la posibilidad de un país mas justo".
Ambos dirigentes de la rama industrial de la CTA hablan de la necesidad de terminar con la tercerización. Wasiesjko sostuvo que en el último tiempo se han podido incorporar a la planta permanente alrededor de 500 trabajadores. Reconoce que hay más ocupación, pero advierte que se está lejos de llegar a los porcentajes históricos, antes del ajuste neoliberal. “La devaluación permitió alguna reactivación industrial. El problema es que llegamos al máximo de utilización de la capacidad instada y no hay expansión posible sin nuevas inversiones. El problema central es que no hay nada más conservador que los empresarios a la hora de invertir".
Interrogado sobre el rol del Estado en el relanzamiento productivo del país, respondió: “Hay empresas que son estratégicas y deben estar en manos del Estado, otras en cambio pueden ser simplemente reguladas. Hay que tener una política clara en materia industrial. Un ejemplo reciente lo dio Brasil. Introducen la norma japonesa de televisión digital en gran parte del continente pero se aseguran que la planta esté instalada en Manaos no en Tokio. Incorporan tecnología y empleo".
En cuanto a los salarios del sector, Wasiejko reconoce que últimamente se ha mejorado. El sueldo promedio en su sindicato ronda los seis mil pesos.
Fraude laboral
Héctor José Matías es secretario gremial del Sindicato de Obreros y Empleados de Refinerias de Maíz de Baradero, sector donde también pegó duro la desocupación. “Los adelantos tecnológicos implicaron que perdiéramos el cincuenta por ciento de los afiliados”. Igual que el resto de los entrevistados, señala a la tercerización como el gran enemigo ya que “toman gente a través de agencias con el objetivo del ignorar derechos y flexibilizar al trabajador”. En matrería salarial, señala que los sueldos están entre 3 y 6 mil pesos, lo que si bien “no es lo ideal, significa un avance si lo medimos históricamente”.
Matias destacó los avances en materia de salud y en ese sentido subraya que de los 28 mil habitantes de Baradero, la obra social de su gremio atiende a 10 mil.
Otra de las nuevas organizaciones gremiales de la actividad privada industrial que han adherido a la CTA es el Sindicato de Trabajadores de la Construcción y Afines (SITRAIC). La Delegación Tucumán, luego de un plenario con otras organizaciones que integran la FeTIA, decidió afiliarse a la Central de Trabajadores de la Argentina.
Figuran como delegado y subdelegado regional Luis Luna y Ricardo Castillo respectivamente, quienes fueron puestos en funciones en 2009 por el secretario general de la conducción nacional del gremio, Víctor Grosi.
Precisamente Grosi, titular del SITRAIC, que tiene su base de acción más importante en la zona de Lomas de Zamora, adelantó que “los trabajadores de la industria de la construcción de la región nos ponemos de pié frente a los empresarios que se han venido enriqueciendo en los últimos años, para que sostengan y garanticen los salarios de los trabajadores. No aceptaremos despidos masivos ni indiscriminados, y tampoco trabajo en negro ni de indocumentados, no porque sean extranjeros sino porque se merecen trabajo en condiciones dignas y salarios justos”.
Zona franca
Roberto Villaola es dirigente de la asociación sindical que reúne a un sector de los filteros de Mar del Plata. “Esto es tierra de nadie, la gran mayoría de los compañeros, alrededor de ocho mil, está en negro. La industria del pescado está en manos de no más de veinte compañías. Una vez obtenido el pescado, se lo entregan a supuestas cooperativas”.
“El 75 por ciento de los compañeros está en negro. Cuando te presentás a pedir trabajo, si te quejas perdiste. Ni se te ocurra hablar de jubilación, obra social. Te dicen que si no te gustan las condiciones de contratación te las podes tomar y como la gente tiene hambre, acepta cualquier cosa. Seguimos siendo una de las ciudades con mas desocupados por mas que algunas encuestas digan lo contrario”.
A través de centenares de denuncias, los fileteros lograron algunas inspecciones del Ministerio de Trabajo, pero “lo que pasa es que ellos arreglan o esconden a la gente cuando aparecen los inspectores”. No obstante, Villaola subrayó que "esto no sería posible sin la complicidad de burócratas que están en las más altas esferas".
Hay funcionarios locales que atienden desde los dos lados del mostrador. Por ejemplo, “son dueños de astilleros y en esos astilleros le hacen mantenimiento a los barcos chinos que depredan nuestras riquezas”. Agrega que "de los sindicatos tradicionales ni hablar, son parte de la patronal".
Pone como ejemplo una reciente reforma convencional del sindicato tradicional del pescado que incorporó la figura de las pequeñas y medianas empresas."Eso lo hicieron en complicidad con los patrones. Las grandes empresas se dividen en dos o tres pequeñas unidades laborales a través de testaferros y los compañeros que eran trabajadores estables pasan a tener condiciones de laborales similares a las de compañeros que están en negro".
No son de plástico
Silvia Phul de la Nueva Organización Sindical de Trabajadores de la Industria del Plástico de Mendoza (NOSTIP-CTA) retoma el tema de la relación existente entre flexibilización y precarización laboral y falta de libertad sindical. "Hasta ahora la legalidad que tenemos es la representación de la mayoría de los compañeros. Empezamos a organizarnos en la fábrica Petro-Plas que tiene unos 300 empleados. Lo primero que te das cuenta al conocer ese establecimiento es que se encuentra casi en medio del desierto y no es casual. No respetaban la menor norma de seguridad e higiene”.
Los compañeros trabajaban expuestos todo tipo de gases tóxicos con simples barbijos de tela. “Ahora hemos logrado que se respete toda la reglamentación en materia laboral y tengan las máscaras necesarias para su tarea, así como otros implementos. Estamos investigando el caso de un compañero que se murió. La autopsia reveló gran cantidad polvo de lana de vidrio en sus pulmones".
"Este tipo de empresas -cuenta Silvia- se caracteriza por contratar gente muy joven que es la que tiene mayor resistencia. Supongo que la idea es que cuando se enfermen, ya no estén más aquí".
La pelea de los trabajadores del plástico no ha sido fácil. Uno de los compañeros de la conducción, Diego Castro, fue despedido. Acudimos a la Justicia que ordenó su reincorporación. Hay tanta impunidad que la empresa se niega y en esa lucha estamos. Ya antes habíamos tenido otra batalla legal con la suspensión de 18 compañeros y también la ganamos".
La dirigente de la industria del plástico informa que los salarios están bajos por lo que reclaman un aumento del 30 por ciento "También estamos en la lucha por horas extras no abonadas que el gremio tradicional no reclama. Estamos trabajando en programas de higiene y capacitación. Es fundamental que los compañeros conozcan sus derechos para poder defenderlos".
Silvia advierte que la empresa Petro-Plas, que tiene plantas en Ecuador y Brasil, estaría desviando hacia esos países trabajo para poder justificar una reducción de personal. Advirtió que "le vamos a pedir el Procedimiento Preventivo de Crisis para que demuestren que es verdad que se vinieron abajo las ventas o hay otra cosa. Si ellos creen que somos de plástico que van a descartarnos cuando se les antoja se van a encontrar con una gran sorpresa", advierte la militante ceteatista.
Azúcar amarga
En algunos casos la actividad del obrero del ingenio azucarero no se ha tornada más fácil con los años y los avances en materia tecnológica, especialmente la de aquel que trabaja con el machete. “No es fácil andar toda la jornada bajo la lluvia, el frío. Los compañeros tienen problemas de corazón, pulmonares. Algunos ingenios tienen obra social propia, otras quebraron y la situación se torna más difícil en materia de asistencia sanitaria”. Nuestro interlocutor es Enrique Alejandro Wandschneider, abogado laboralista de sindicatos de la industria del azúcar de Jujuy y Salta.
Wandschneider, admite que “tampoco nos podemos alegrar cuando traen una cosechadora ya que significa no menos de cuatrocientos puestos de trabajo menos. La tecnificación es buena siempre que esté al servicio del hombre y no de generar ganancia para unos pocos y miseria por doquier”.
“Recién ahora a través de la nueva forma de organización sindical que nos dimos a través de la Central de Trabajadores de la Argentina, estamos revirtiendo estas condiciones de trabajo y explotación históricas”, afirma Wandschneider, integrante del Observatorio Jurídico de la CTA en el NOA. Abogado y asesor legal de distintos sindicatos azucareros, comenta que “los dirigentes del viejo modelo sindical no discutían condiciones de trabajo y los salarios, por supuesto siempre negociaban a la baja”.
Las organizaciones de trabajadores de la industria del azúcar enrolados en la CTA suman a más de seis mil compañeros en Salta y Jujuy. La mejoría en las condiciones de trabajo corre pareja a la organización gremial y la presión que se puede hacer sobre la patronal.
Wandschneider señaló que superada la etapa de la dictadura militar que pegó duro en la zona con desaparecidos y muertos, y la crisis que significó el cierre de ingenios durante el menemismo, comenzó a surgir una camada de nuevos dirigentes que son los que forman las actuales comisiones internas.
“Yo los llamo dirigentes sociales, son compañeros que están en el campo y la empresa, que todo lo resuelven mediante la asamblea y la participación de la gente”. Aclara que “no son trabajadores rurales como se supone generalmente sino obreros, ya que ésta es una actividad agroindustrial con sus fábricas”.
En materia salarial, subraya que “en la negociación a nivel de fábrica obtenemos mejores salarios que en la paritaria general, aunque estamos tendiendo a que eso se revierta. Se debe entender que el obrero azucarero requiere a nivel de sus remuneraciones de una reparación histórica, en razón de la situación desesperante a la que lo llevaron las conducciones de burócratas sindicales y dirigentes amarillistas”.
Wandschneider dice que “a la actividad nunca le fue mejor”. Afirma que “en parte se debe a la gran demanda de caña de azúcar para fabricar alconafta”, Cuando se le pregunta por el alto precio en Buenos Aires del producto y su ausencia en la góndolas de los supermercados, no descartó que haya cierto acaparamiento por algunas industrias antes de la suba de precio, por ejemplo en el caso de las fabricas de golosinas.
En el fin del mundo
José Molina es el secretario general del Sindicato de Obreros Textiles Fueguinos (SIOTEF-CTA) una organización sindical de nuevo tipo que ha sobrevivido a los embates de las empresas en connivencia con el sindicalismo empresarial.
A su juicio, “no puede ser que los patrones vengan a Tierra del Fuego, se beneficien con las leyes de promoción industrial para facturar millones de dólares sin distribuir nada. Y encima tampoco quieran mantener el empleo”.
Molina aseveró que “hay que avanzar en la protección de los trabajadores, porque la legislación no puede proteger sólo a los empresarios sino también a los trabajadores”.
Cabe consignar que durante el año 2006 se fundó el Sindicato de Obreros Textiles Fueguinos que, a diferencia de otros colectivos, comenzó a representar inmediatamente después de su fundación, justamente por la ausencia de toda otra representación ante el abandono del sindicalismo empresarial.
Para Molina “pese a todas las dificultades y con el absoluto respaldo de la CTA, seguimos construyendo nuestro futuro creciendo en organización, presencia y representación entre los obreros textiles de Tierra del Fuego”.
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