El suicidio de los verdugos
· Dos supuestos represores de la última dictadura militar se quitan la vida
Juan Ignacio Irigaray | Buenos Aires
Un militar y un policía jubilados, de 66 y 70 años, se suicidaron disparando sus respectivas armas cortas, por separado, después de que la Justicia argentina empezara a investigarlos como supuestos represores de la última dictadura militar, de 1976 a 1983.
Los protagonistas de ambos sucesos son el capitán retirado del EjércitoAlfredo Marcó, encontrado muerto en su casa de la ciudad de La Rioja, y el policía retirado Segundo Wenceslao Garro, que apareció sin vida en una carretera de la provincia de San Luis.
El militar se encerró el domingo en su dormitorio y se disparó un tiro en la sien con un revólver 38. Mientras, Garro se marchó de su hogar el sábado hacia una zona rural y a un lado de la carretera, colocó su pistolón de caza en el corazón y apretó el gatillo.
La sospechosa muerte del obispo
Marcó se quitó la vida 48 horas antes de que sean exhumados los restos del obispo Enrique Angelelli para la realización de nuevas pericias que ayuden a esclarecer la causa de su fallecimiento.
Según varios sobrevivientes del campo de detención ilegal y torturas que funcionó en la cárcel de La Rioja, el militar adelantó a los reclusos que en breve Angelelli iba a aparecer muerto, por lo que hay sospechas de que participó en los hechos.
Poco después, el 4 de agosto de 1976, el obispo murió al volcar su automóvil cuando regresaba a La Rioja procedente de la localidad de Chamical, en un hecho que primero fue considerado como un accidente de tráfico y luego la Justicia señaló como "provocado".
Incluso los testigos dijeron que Marcó y sus camaradas brindaron con champán en el centro de torturas la noche en que trascendió la muerte del religioso, que estaba investigando la muerte de otros dos sacerdotes de su diocesis a manos de los militares represores.
El ex periodista del diario 'El Independiente' y ex detenido Plutarco Schaller, que actualmente vive en Cuba, identificó a Marcó como uno de los más crueles torturadores, al declarar en 1984 ante la Comición Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), que dirigó el escritor Ernesto Sábato.
Torturas y desapariciones
Por su parte, Garro actuó en el Departamento de Informaciones D2 de la Policía de San Luis y fue sindicado como torturador durante la 'guerra sucia' de la dictadura en esa provincia.
El Tribunal Oral Federal de San Luis lo había citado a declarar en relación con los secuestros y desapariciones de Graciela Fiochetti, Santana Alcaraz y Pedro Ledesma, crímenes por los que ya hay cinco militares y policías condenados a prisión.
Ambos suicidos tienen antecedentes entre los ex represores de la dictadura argentina. El prefecto Héctor Febres se suicidó ingiriendo cianuro en su celda, en 2007, sólo 48 horas antes de que lo condenaran por torturador. Y en 2003, su compañero Juan Antonio Azic se descerrajó un tiro en el mentón, pero falló y sobrevivió.
Actualmente en Argentina hay más de 500 militares, prefectos y policías procesados por distintos crímenes durante la 'guerra sucia', que arrojó 10.000 y 30.000 desaparecidos, según recuentos oficiales y de los organismos defensores de los Derechos Humanos, respectivamente.
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