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T r i b u n a c h i l e n a

El coronel que odia los pingüinos

Con su represión a los liceanos, el pinochetista ex uniformado que funge de alcalde de Providencia hace evocar al general franquista que gritó a Unamuno “¡viva la muerte, abajo la inteligencia!

 

APELA, Acción y Progreso Estudiantes Lastarria
(16/10/06)

La toma del Liceo José Victorino Lastarria, acción de protesta decidida democráticamente por los alumnos mediante un voto informado, personal, directo y secreto, y enmarcada en el contexto de nuevas movilizaciones de los estudiantes secundarios, no puede ser tildada JAMÁS de una falta de respeto contra los funcionarios del colegio, a despecho de lo que ha señalado el alcalde de la comuna de Providencia, Cristián Labbé Galilea. Este ha utilizado tal argumento para alegar una supuesta violación al reglamento interno del liceo y de esa forma justificar la expulsión y la cancelación de matrícula, dependiendo del nivel que cursen, a los cuarenta y cuatro lastarrinos detenidos por protagonizar la toma del colegio.

Esta acción es muestra de la más burda ignorancia de parte de la autoridad edilicia, quien es incapaz de identificar un movimiento social nuevo que surge desde la juventud de la nación, y que es la promesa de reactivar nuestra alicaída democracia, de devolver el dinamismo social que le hace tanta falta al país y de promover las profundas reformas que el país requiere para lograr el tan ansiado y tantas veces negado desarrollo.

El asunto es particularmente grave y profundo. Por un lado tenemos a un amplio grupo de alumnos, apoyados por la legitimidad de la mayoría democrática y por la legalidad que le confieren los estatutos del Centro de Alumnos a su acción y el apoyo de la directiva de éste, defendiendo una serie de demandas cuya importancia ha sido reconocida por toda la comunidad nacional. Ellos luchan por obtener una mejora a uno de los pilares básicos de la sociedad, como lo es la educación, en procura de que se cumpla el principio fundamental de la democracia, la igualdad en la forma de obtener una enseñanza de excelencia para todos los futuros ciudadanos del país, sin importar la cuna en la que hayan nacido. Por el otro lado se encuentra una autoridad obtusa que es incapaz de ver más allá de su disminuido espacio de poder y que usa toda su fuerza para tratar de reducir la acción democrática de estos futuros ciudadanos, quienes están aprendiendo a construir país a partir de la propuesta y la reivindicación de los derechos más elementales.

Es una autoridad que se conforma con un mediocre inmovilismo y apatía y que confunde con orden y estabilidad; que aspira sólo a cumplir mecánicamente una rutina de días contados y pagados y que es incapaz de cuestionar la calidad del sistema que defiende a ultranza de manera fanática e irracional.

Tenemos, pues, por un lado a los nuevos hombres, a los que vienen con las ideas nuevas y la esperanza renovada de construir un nuevo y mejor país para todos, y por otro a la autoridad anquilosada que rememora el pasado fracasado y violento y que es incapaz de reconocer los nuevos tiempos y las nuevas demandas y anhelos de los habitantes del país.

Tenemos por un lado a quienes actúan organizados por la democracia y en pos de ella, y por otro a quien disfruta con el autoritarismo, la intolerancia y la violencia. Tenemos por un lado a los demócratas y por el otro a los dictatoriales. Tenemos por un lado a los patriotas y por el otro al individualista.

La contraposición es evidente y el tema es si como sociedad, como país, permitiremos que la violencia y los valores antidemocráticos se impongan, o si por el contrario hacemos todo lo posible para que estos cuarenta y cuatro jóvenes, frutos de lo mejor que queremos como nación, puedan superar, con el apoyo de todas las instituciones creadas para defender la democracia, este trago amargo que el viejo autoritarismo trata de imponerles.

Llamamos a todos a pronunciarse, llamamos a la cordura a manifestarse, llamamos a que la razón domine, llamamos a que la democracia sea, final e invariablemente, la que triunfe.


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