Escucha Chile: página notable del periodismo chileno
Marcel Garcés
La distinción oficial rusa entregada a los periodistas chilenos que participaron en el programa “Escucha Chile”, de Radio Moscú, desde 1973 a 1990, es una oportunidad para rememorar los significados de esta página destacada del periodismo nacional, de la lucha democrática del pueblo y de la expresión concreta de la solidaridad internacional. Sumido el país en la censura dictatorial, en el ahogamiento de toda expresión democrática, con una prensa obsecuente hasta la iniquidad, “Escucha Chile” fue una especie de ventana por la que entraba el aire de la libertad y, sobre todo, la verdad sobre la represión y el crimen, que algunos que hoy siguen actuando en el escenario político local negaban incluso ante las Naciones Unidas.
Sin vanidad, se puede decir que el programa, trasmitido por Radio Moscú Internacional, así como otros trasmitidos desde las emisoras de la República Democrática Alemana, Hungría, Cuba, Checoslovaquia, y otros países, era la continuidad histórica de medios de comunicación de trinchera que aparecen en Chile a partir de “La Aurora de Chile” o “El Despertar de los Trabajadores. “Escucha Chile” fue, durante largos e intensos años, la punta del iceberg donde confluían los esfuerzos de miles de anónimos corresponsales, aun en campos de concentración, centros de exterminio y hasta cuarteles, de periodistas profesionales, dentro y fuera del país, corresponsales extranjeros, correos o de los exiliados en 50 países del mundo.
El programa rompía alambradas, cercos, represión, persecución y muerte para hacer llegar su mensaje de esperanza, de denuncia, de organización de la lucha por la democracia y contribuyó desde su perspectiva -y el mejor nivel de profesionalismo periodístico posible en tales circunstancias- y del compromiso político, a la lucha de todo el pueblo contra la dictadura. Fue, efectivamente, la voz de los que no tenían voz, y no dejó de estar presente en Chile mientras duró la dictadura cerrando sus puertas apenas el día -la noche de ese día memorable- en que en Chile inició su transición democrática, con el Presidente Patricio Aylwin. Tribuna de los sectores antidictatoriales, sin excepción ni exclusiones, con respeto y amplitud, y largo tiempo reflejo noticioso del acontecer político, social, cultural, religioso, del país enrejado y constantemente amenazado que no tenía cabida en la prensa domesticada de la época.
El programa y sus periodistas cumplían a cabalidad los postulados libertarios que dan sentido a la vocación periodística, asumiendo con responsabilidad los desafíos de hablar a Chile y los chilenos como un programa “nacional” -era el objetivo- hecho con dignidad profesional, y pasión y disciplina, aunque singularmente la redacción estuviera a 15 mil kilómetros de distancia y 20 grados bajo cero en el invierno. Su contribución a la consolidación de la alternativa democrática en la lucha contra la dictadura, su aporte a las luchas populares que condujeron a la derrota de Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988 es memorable. Con razón, y luego de un tiempo, estudiantes chilenos de periodismo y también jóvenes profesionales han estudiado la experiencia como un capítulo singular de la historia del periodismo chileno.
Por otro lado, la idea y materialización del programa fue expresión concreta de la solidaridad internacional de los pueblos y gobiernos, obviamente en primer lugar de la voluntad política y de los esfuerzos económicos del gobierno de la Unión Soviética y del Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero la solidaridad con Chile y su lucha antidictatorial no fue sólo mera determinación partidista o marcada por afanes de hegemonías ideológicas. El movimiento de repudio que generó en el mundo la dictadura de Augusto Pinochet y sus crímenes, fue mucho más amplia, profunda y trasversal. Eso explica que condenaron la tiranía, tanto Moscú como el Vaticano, tanto comunistas como democratacristianos y socialdemócratas, significativos sectores y personalidades de Estados Unidos como de Europa Occidental.
En el caso de “Escucha Chile”, la práctica de la solidaridad se hizo concreta con largos años de trabajo común -codo a codo- de chilenos y soviéticos primero, y rusos luego. Obviamente no se puede soslayar que la intensa actividad de hablar y escribir sobre y para Chile se desarrolló teniendo como telón de fondo el complejo, dramático y bullente proceso político y social de la Unión Soviética y de Rusia. Imposible sustraerse a la crisis del sistema socialista vigente que se agrietaba a ojos vistas, por cuyas fisuras emergían las aspiraciones libertarias y democráticas de su pueblo. Quienes en Moscú “vivían en Chile” no podían eludir el conocimiento de los cruciales momentos que vivían los “dueños de casa”, su propia lucha por la democracia y las libertades, su búsqueda de un camino para satisfacer sus necesidades de libertad, progreso social, bienestar económico, la complejidad y esperanzas de la perestroika y los estremecimientos sociales del nuevo régimen. La solidaridad internacional, la defensa de los derechos humanos, la democracia, como hemos aprendido los chilenos, son valores políticos y humanos que no aceptan exclusiones y son universales.
También en “el programa” y en “el equipo” -como era inevitable y es justicia histórica reconocerlo- se reflejó la discusión política interna chilena, en particular la confrontación que fraccionó en aquella época al Partido Comunista. Pero se puede decir con certeza que en el balance -incompleto sin duda en cuanto a los protagonistas y los sucesos-, que “Escucha Chile” cumplió con dignidad y honor el rol que la historia le asignó y como lo consignaba cada noche a través del éter: “Lo que la Junta Militar oculta y prohíbe. Y la voz de la solidaridad mundial. Radio Moscú”.
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