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T r i b u n a c h i l e n a

La Jota en Cuba y el oportunismo Progresista.

La Jota en Cuba y el oportunismo Progresista.

Editorial revista "La Chispa", U de Chile.

 

 

Una vez más, la prensa llena páginas con las travesías de Camila Vallejo y rasga vestiduras porque la joven comunista alaba a Fidel y defiende -tibiamente, digámoslo- al proceso cubano. Claramente la mediática dirigente jotosa pierde todo su “glamuroso atractivo” cuando deja de lado el discurso progresista y funcional del mundillo político y se pone del lado de los principios políticos de izquierda. Contrasta, por cierto, puesto que no tiene la estampa de Jackson Drago o Boric Font, que suman prestigio y alabanzas de los sostenedores del status quo, ni la cautivadora (aunque peligrosa) simpleza del dirigente popular Iván Fuentes, elogiado hasta por los personeros más reaccionarios de la derecha conservadora.

 

El apacible y tibio perfil que construyen los medios para domesticar al propio movimiento social mediante sus moderados y más visibles dirigentes da paso a la tribuna de los más reaccionarios y los oportunistas de siempre, los “progres”, que de vez en cuando muestran su verdadera careta: su anti-comunismo.

Las palabras de Vallejo y de la delegación Jotosa tienen como contraparte el discurso de la patrulla juvenil de la nueva gobernabilidad neoliberal. Inmediatamente después de que la prensa comenzó a exponer con cizaña las declaraciones a favor de Cuba y Fidel, Jackson responde con palabras de alto calibre: “Para mí hablando de dictaduras, no hay dobles lecturas, ninguna luz que seguir”. Cabe preguntarse entonces, si el señorito Jackson sacó alguna lección de sus esforzados estudios de ciencia política que confesaba tener noche tras noche… ¿Es igualable una dictadura reaccionaria y neoliberal como la de Pinochet, o una dictadura fascista como la de Franco, con el proceso político cubano?, ¿Es la democracia una convención de procedimientos o de eslóganes? Evidentemente, el trasfondo no está puesto en la inteligencia o ignorancia de Jackson, sino más bien en la clara definición política que esgrime su declaración, es decir, en su postura ideológica.

Y no se queda atrás el otro señorito, Boric, quien reacciona acaloradamente ante las palabras de Margot Honecker y su defensa a la República Democrática Alemana (RDA), poniéndose del lado de la chorrera de “intelectuales” que decretaron, ante la implosión del socialismo real y el período de contrarevoluciones capitalistas en Europa del Este, una época de “revoluciones populares”, y que hoy con vergüenza tienen que taparse la boca por el aumento grosero de la desigualdad y la injusticia en el falso juego democrático que con tanta pasión defendían.

No esta demás decir que cuando Boric plantea que no defenderán ninguna “catedral ideológica de la izquierda” está tomando la misma defensa formal de la democracia liberal, ocupada en el eufemismo clásico de “no cometer los mismos errores”, o “no ser sangre nueva para viejas derrotas”. Su portentosa novedad no es más que claudicación y que hoy, ante la contingencia, se ponen del lado de los tantos críticos -de la derecha y la Concertación- que circularon por los medios contra Vallejo y contra Cuba.

Pero este ataque a la universalidad de los valores que se pueden heredar como enseñanzas, no refleja más que la condición social y política de estos personajes. Nunca entenderán lo que es para los hijos de trabajadores tener como referente a una sociedad que pone como principios la dignidad del trabajo, la igualdad, la satisfacción universal de los derechos básicos como salud y educación y la participación real en un proceso político, como lo fueron la “Actualización socialista” o la “Discusión sobre los lineamientos políticos y económicos” 1 , (por nombrar un último hecho) por sobre la burla que significa el electoralismo propio de toda democracia liberal por más “participativa” y “abierta” que sea. Es entendible también que repudien a Cuba porque esta significa un ejemplo de lucha implacable ante la irracionalidad, las injusticias y los vicios del capitalismo, que tanta tranquilidad le traen a las distintas variantes del progresismo y que le permiten ensayar tal o cual utopía mental de un capitalismo más humano y democrático.

Digámoslo claro: por más que el viaje de Camila Vallejo haya sido uno más dentro de su farandulero ciclo de presentaciones por el mundo y parte de su posicionamiento político para su carrera electoral, esto no se asemeja a la posición patética y de defensa acérrima de los valores de la democracia liberal -y por tanto excluyente y anti-popular por esencia- que los juveniles voceros del progresismo han vociferado durante el último tiempo.

No se trata de ponernos a la fila de los defensores dogmáticos y acríticos de un proceso político particular, o de tomarnos de la mano con los jóvenes comunistas en la defensa de alguna “catedral” del añejo paradigma comunista como infantilmente pregona el pijerío progresista. Se trata de rescatar nuestros principios éticos, políticos y estratégicos que bien se encarnan en Cuba, en sus dirigentes, Fidel, Raúl, y en su instruido y combativo pueblo.

El posicionamiento de Vallejo es parte de la táctica del PC y debe entenderse desde la necesaria discusión y disputa política, donde claramente tenemos diferencias sustanciales. Debe valorarse que la delegación de la Jota haya defendido el legado y la actualidad revolucionaria del proceso cubano, a pesar de lo tibio de sus argumentos; y por tanto debe defenderse dicha postura ante las declaraciones agresivas de la derecha, la concertación y el progresismo chileno, que tienen en sus dirigentes universitarios a sus más distinguidos y entusiastas exponentes.

Vallejo tiene razón, todo proceso tiene sus singularidades, no podemos pretender que Chile sea como Cuba, ni que Cuba sea perfecto. Lo primero es imposible porque los procesos históricos son complejos y determinados por las particularidades de cada país y lo segundo es obvio ya que si es por buscar deficiencias en el marco de la construcción de la sociedad socialista es claro que Cuba no adolece de pocas. Pero es imposible obviar los valores y principios universales que levanta la Revolución Cubana y que día a día intenta materializar, y que no se reducen a la ya repetida verborrea de un mejor sistema de educación o salud que cualquier sociedad del capitalismo avanzado pudiera fácilmente cubrir.

Lo importante es que todo el entramado social, el carácter del Estado, de las políticas públicas, de la noción de participación e iniciativa popular están cruzados por la condición humana que atraviesa el proceso cubano y que pone al ser humano y su desarrollo pleno como centro del desarrollo social; la igualdad como principio orientador; la solidaridad y el altruismo como articulador de las relaciones sociales; la participación sustancial como base del poder de los trabajadores y como principio superior respecto a los andamiajes de la democracia liberal; un sistema socio-económico al servicio del pueblo en base a la propiedad social y a la riqueza colectiva; la lucha sin cuartel, ininterrumpida, de vida o muerte, con el fúsil y con el ideario político, con lo material y lo moral, para cambiar lo que debe ser cambiado y para profundizar y hacer avanzar lo que está cambiando. Es el entender a la revolución antes que nada como un principio ético, como un derecho y como un deber de las masas explotadas para liberarse de la injusticia.

Lamentablemente para el discurso moderado y para la práctica reformista reivindicar a Cuba y reivindicar a Fidel Castro es necesariamente reivindicar el socialismo y la revolución, es una práctica realmente anticapitalista -y no sólo para ajustar y reajustar algún torniquete que le dé alivio a la explotación mercantil-, es casarse con una línea que hoy esta desalojada del escenario político y del sentido común incluso de la militancia de izquierda, que rehúye rendida y busca refugio en la fraseología oportunista de “los nuevos sujetos, las nuevas formas”, y otros tantos de alguna que otra moda pasajera. Es necesario por tanto ser consecuentes con este desafío, cueste lo que cueste. Queda por resolver si el obviar los principios universales que se derivan de la Revolución Cubana es una actitud dada por la moderación propia de la argumentación diplomática y el ya clásico estratagema de mostrar buena conducta ante el establishment capitalista o si es un paso hacia la renuncia de los valores propios que le dan sentido y nombre al partido de la hoz y el martillo.

El progresismo y la socialdemocracia hace mucho renunciaron al cambio y hoy se dedican a defender la supuesta pureza de las instituciones políticas del capitalismo, argumentando e ironizando, con el estilo propio de su condición acomodada, contra los que defendemos los principios del comunismo y la sociedad igualitaria.

No levantamos ni catedrales ni sacralizamos personalidades, sólo reconocemos la materialidad de la construcción del socialismo, en sus errores y aciertos, en el complejo devenir social que tiene al ser humano libre y pleno como principal actor, que hoy tiene el nombre de Cuba, y reconocemos la lucidez y genialidad de un personaje histórico que reúne en su singularidad esos valores universales que más arriba describimos.

Cuba no es una mera excepcionalidad histórica como alguna vez catalogó el estalinismo reformista, es singularidad dentro del proceso universal de luchar contra la injusticia y por la verdadera felicidad de todos.

La Chispa, U. de Chile

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