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América Latina: Miedos importados

América Latina: Miedos importados

Jorge Gómez Barata (Visiones Alternativas)

A diferencia de las revoluciones burguesas europeas que llevaron al poder a una nueva clase, cambiaron las relaciones de producción y crearon sistemas políticos nuevos, en las republicas iberoamericanas, las elites criollas no sólo no liberaron a la sociedad, sino que ni siquiera se liberaron ellas mismas; en lugar de destruir un orden injusto, heredaron sus despojos.

 

 

Ocurrió así porque la conquista abortó el desarrollo endógeno, provocando una cadena de anomalías. En las colonias y luego en las republicas, los criollos, los indios, los negros, las mitas y las encomiendas, los latifundistas, curas y militares; los gamonales y mayorales, en fin, la oligarquía, suplantaron a las clases de la moderna sociedad.

 

 

 

Aquellas deformaciones estructurales provocaron un extraño fenómeno histórico compuesto de sumisión al extranjero, saqueo, ignorancia y miedo, caracterizado por André Gunder Frank como “Desarrollo del subdesarrollo”; una dinámica social en la que se cumple una regla genética: cuando un organismo deforme crece, crece la deformidad.

 

 

 

Al no encontrar empresarios con quienes asociarse, el capital extranjero pactó con las oligarquías nativas y las colocó bajo su protección. No había que pagar impuestos ni existían límites a la repatriación de las ganancias, tampoco leyes para proteger a los obreros ni a los campesinos y se podía suprimir a los líderes sindicales. El mimetismo fue tal que modernas corporaciones norteamericanas adoptaron formas de pago en vales y especies, retrocediendo a etapas y prácticas feudales desconocidas en los Estados Unidos.

 

 

 

Sobre aquella base económica absurda, se levantó la superestructura política y jurídica correspondiente. Cuando en América los criollos se convertían en caudillos y dictadores, en Europa los partidos marxistas y socialdemócratas pugnaban por el poder. Los empeños nacionalistas fueron abortados y el progreso aplazado. En Iberoamérica hay todavía tribus y comunidades que viven de la caza y la recolección como hacía el hombre de Neardenthal y en Centroamérica las naciones no han completado la unidad lingüística.

 

 

 

En un semejante entorno no se desarrollaron porque no eran necesarios las instituciones civiles, las entidades de participación ni los partidos políticos que caracterizan a las modernas naciones. Para el funcionamiento del régimen oligárquico bastaban las primitivas estructuras de liberales y conservadores, el ejército y el clero.

 

 

 

No obstante, nada pudo impedir que penetraran en América Latina las ideas socialistas, que aunque perseguidas y censuradas, alumbraron a las generaciones que entre los años veinte y treinta del pasado siglo, bajo la influencia de las revoluciones mexicana y rusa, la reforma universitaria en Córdoba y las vanguardias artísticas, profundizaron el nacionalismo y comenzaron a disputar el poder a la oligarquía y a confrontar al imperialismo. En aquel contexto se fundaron también los primeros partidos socialistas y comunistas.

 

 

 

Cuando esos procesos ocurrían, en Europa y en los Estados Unidos, convertidos ya en la primera potencia imperialista, se levantaba una poderosa reacción mundial contra la revolución bolchevique, que convirtió a los socialistas y comunistas en enemigos públicos.

 

 

 

Los Estados Unidos no se escandalizaron cuando en 1900 los sindicatos y los socialistas británicos se fusionaron para formar el Partido Laborista, ni pusieron trabas al despliegue de los partidos socialdemócratas en todos los países de Europa Occidental, pero persiguieron a Sandino, abortaron el experimento de Jacobo Arbenz, hostilizaron a Fidel Castro y apoyaron la violencia con que la oligarquía chilena confrontó a Salvador Allende.

 

 

 

Parte de las fuerzas y los individuos que ahora critican los empeños del presidente Chávez por unir en un solo partido a todas las fuerzas interesadas en el progreso y el desarrollo de Venezuela, sobre la base de una plataforma socialista, son rehenes del atraso y la ignorancia como ocurrió hace doscientos años.

 

 

 

Buena parte de la reacción ante el proyecto de Chávez no es de oposición sino de miedo a la innovación, un miedo atávico y ancestral, el mismo miedo a caminar y vivir su propio destino que hizo pactar a las elites criollas y creó la oligarquía que vendió su alma al diablo. Lo peor es que ese miedo no es ni siquiera endógeno, sino también importado y manipulado.

 

 

 

5/1/07

 

 

 

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