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América Latina: LATINOAMÉRICA: ¿EJÉRCITOS VS. IZQUIERDAS?

América Latina: LATINOAMÉRICA: ¿EJÉRCITOS VS. IZQUIERDAS?

Por Eduardo Dimas

El pasado 10 de noviembre, el diario USA Today informó que el Presidente George W. Bush había autorizado el entrenamiento a militares de 11 países latinoamericanos y del Caribe “ante el reciente incremento de gobiernos de izquierda este año en la región”. La autorización fue dada mediante un memorando enviado el 2 de octubre a la Secretaria de Estado Condoleezza Rice.



Según el periódico, la Administración Bush espera que el entrenamiento sirva para forjar los vínculos con los países de la región y “hacer desaparecer la tendencia izquierdista”. Y recuerda que desde 2002 estos entrenamientos estaban prohibidos, debido a que algunos países “no garantizaban inmunidad a los militares norteamericanos para evitar su procesamiento por crímenes de guerra”.

La prohibición de estos entrenamientos provocó una pérdida de la influencia estadounidense en la región. La cuestión comenzó a suponer una preocupación para Washington después de que varios candidatos izquierdistas ganaran elecciones en América Latina. En relación con este asunto, la señorita Rice afirmó que “el impacto que supuso esta decisión fue como haber disparado contra nosotros mismos”.

La primera pregunta que cabe hacerse teniendo en cuenta la historia de dictaduras militares de América Latina, es qué papel pretende la Casa Blanca que desempeñen los ejércitos latinoamericanos, entrenados por militares norteamericanos, en “hacer desaparecer la tendencia izquierdista”. La segunda, cómo lo van a hacer, porque todavía se recuerda con horror el papel de los ejércitos de la región en la represión y liquidación de los movimientos de izquierda o progresistas.

El Plan Cóndor, apoyado por Henry Kissinger, unió a las dictaduras militares de Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Brasil en la represión más allá de las respectivas fronteras en las décadas del 70 y del 80. El saldo fue de más de 50 mil muertos y desaparecidos, cientos de miles de torturados y de personas desplazadas al exilio. Para cualquiera, la frase “hacer desaparecer la tendencia izquierdista” huele a sangre y a muerte.

Porque ante una toma de conciencia por parte de amplios sectores de la población, ante el incremento de los problemas y las contradicciones, la única “influencia” que podrían ejercer los ejércitos latinoamericanos sería la de impedir el triunfo de esas “tendencias” en las elecciones.

No es ocioso recordar que América Latina es la región del mundo de mayor injusticia en la distribución de la riqueza. El 10% de la población más rica se apropia del 35% del producto continental, mientras que el 40% más pobre (unos 220 millones de personas, de ellos 84 millones de indigentes), apenas recibe el 10%. Esto provoca una situación explosiva que puede generar ingobernabilidad, como ya ha ocurrido en varias ocasiones.

¿Cómo van a resolver ese problema los ejércitos latinoamericanos si la cuestión no es reprimir y asesinar a los pobres, sino comenzar a pagar la deuda social que tienen los gobiernos de América Latina con sus pueblos? La decisión del Presidente Bush está pensada a partir de su actitud imperial, pues tiene más en cuenta la voracidad inmediata de las corporaciones que los verdaderos intereses de Estados Unidos a mediano y largo plazo.

Y a todas estas, ¿son realmente izquierdistas todos los gobiernos que han llegado al poder en América Latina con un discurso populista, pero, también, como resultado del desprestigio de los partidos tradicionales que han aplicado el modelo neoliberal y las medidas del Fondo Monetario Internacional contra toda lógica, salvo la que emana de los intereses imperiales?

Creo que salvo los gobiernos de Venezuela y Bolivia, los demás, incluido el próximo de Daniel Ortega en Nicaragua, no pasan de ser de centro izquierda con visos nacionalistas más o menos fuertes, según el caso. ¿Es izquierdista el gobierno de Michelle Bachelet en Chile o el de Tabaré Vázquez en Uruguay, incluso el de Lula en Brasil o el de Néstor Kirschner en Argentina? ¿O son gobiernos que defienden en alguna medida intereses nacionales?

Y bien visto, a mediano o largo plazo, ¿qué conviene más a los intereses norteamericanos: gobiernos que se ocupen de las necesidades de sus pueblos como la salud, la educación, el empleo, sin nacionalizar las propiedades, o gobiernos cuyo abandono de las necesidades de los pueblo conduce indefectiblemente a estallidos sociales? Ecuador y Bolivia son buenos ejemplos de esto.

Semejante análisis resulta difícil de entender para la mentalidad imperial que prima en la actual Administración de la Casa Blanca. Pero también lo ha sido para los anteriores gobiernos estadounidenses.

La noticia ha causado cierta consternación en algunos medios de prensa latinoamericanos, mientras que otros --los pertenecientes a los sectores más reaccionarios-- han saludado la reapertura de la tristemente célebre Escuela de las Américas, que, desde el 2001 recibe el nombre de Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica, ahora con sede en Fort Benning. Precisamente en esa sede del ejército de los EEUU recibieron entrenamiento militar Posada Carriles y otros que, posteriormente, se dedicaron a actividades terroristas.

Valga aclarar que, en la práctica, no todos los países latinoamericanos estuvieron impedidos de enviar sus militares a esa escuela. El ejército chileno, por ejemplo, el mismo que quiere rendir honores a Augusto Pinochet el día que muera, anunció que 174 oficiales han pasado cursos de superación “muy positivos” en diferentes ramas militares en los últimos años.

No por gusto varios partidos políticos y organizaciones no gubernamentales chilenas han solicitado a la presidenta Michelle Bachelet que no autorice el envío de nuevos oficiales a dicha institución, cuyo nombre se asocia con los peores recuerdos de la represión de la dictadura pinochetista.

Por las aulas de la Escuela de las América, ahora bautizado como Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica, pasaron golpistas y asesinos como los generales Augusto Pinochet, Manuel Contreras de Chile, Leopoldo Galtieri de Argentina, Gregorio Álvarez de Uruguay y Hugo Banzer de Bolivia, todos ellos estrechamente vinculados con el ya mencionado Plan Cóndor.

La decisión de la Administración Bush coincide con otra noticia de trascendencia. La agencia APM informaba el pasado viernes 17 de noviembre que “El Núcleo de Asuntos Estratégicos (NAE) que asesora al presidente brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva, elabora una propuesta de crear una fuerza militar para Sudamérica, al estilo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)”, según anunció el coordinador del organismo, coronel Oswaldo Oliva Neto.

El proyecto debe quedar listo el próximo año, cuando será presentado a los gobiernos de los países vecinos. Según Oliva Neto, “esa integración puede, tal vez, impedir una aventura militar o la presión de algún país sobre la región o sobre una nación sudamericana”.

De acuerdo con la agencia APM, los objetivos de esa nueva entidad militar unificada serían tres: Defender –“en el sentido estricto del término”-- los vastos recursos naturales de que dispone la zona. Disuadir cualquier intento foráneo por intervenir en forma directa en el sur del Continente. Y, tercero, distender las relaciones entre las propias naciones de la región.

El coronel Oliva Neto señaló además que cuando los problemas de falta de energía, agua y materias primas se agudicen, y “fuera de América del Sur comiencen a generar estrés internacional, otros países podrían voltear los ojos hacia nuestra región” y agregó que “hay una tendencia de riesgo de una tentativa de presión internacional sobre América del Sur por medio del área militar (sic) a mediano plazo”.

Aunque no especificó de qué país o países provendría esa amenaza, no es descartable que se trate de Estados Unidos y sus aliados europeos. De ser así, esa propuesta de unir a los ejércitos suramericanos supondría un reto militar a las pretensiones imperiales de la Casa Blanca, cosa difícil de pensar viniendo de fuerzas que, históricamente, han sido instrumentos de esos intereses. ¿Será otro signo de los cambios que han tenido lugar en la región?

A ello se une el hecho de que el Núcleo de Asuntos Estratégicos de Brasil no es exactamente una organización izquierdista, si no un centro de estudios de la derecha brasileña, donde abundan los militares con una visión nacionalista, que aspiran a que Brasil sea, por su poder económico y militar, una de las naciones más influyentes del planeta.

¿Una OTAN suramericana para defender los intereses nacionales, en los momentos en que Estados Unidos reabre a los militares de la región las puertas de la Escuela de las Américas para “hacer desaparecer la tendencia izquierdista”? Habrá que esperar.

Eduardo Dimas es columnista de Progreso Semanal

Santiago de Chile, 23 de noviembre 2006

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