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T r i b u n a c h i l e n a

TRIBUNA. ¿Es débil la Presidenta Michelle Bachelet?

Opera cierto designio: hay que aportillarla con la mayor dureza hasta que se rinda al curso consabido del sistema, sin desviaciones de obra, palabra o gestos, sin amistades o relaciones peligrosas que puedan inquietar al poderoso tío o a sus adictos ubicados en todos los ámbitos.



Julio Silva Solar

Las fobias derechistas se salen de madre en el afán de debilitar a la Presidenta Michelle Bachelet. Ella sería “débil” frente al demonizado venezolano Hugo Chávez por dejar que éste la abrace. También ante el trasandino Néstor Kirchner por el precio del gas. Si Argentina no nos vende combustible a un precio bastante menor de lo que le cuesta el suministro que compra a Bolivia, quiere decir que la Mandataria chilena es “débil”. Si acepta que se incluya en la agenda con La Paz el tema marítimo, es porque su “debilidad” no tiene límites. La patria está en peligro. Para qué hablar de la llamada Operación Milagro de Chávez y Fidel Castro para llevar a chilenos sin recursos monetarios a operarse la vista. Eso es una “vergüenza” que ofende a la medicina chilena, al Plan Auge y al honor del país, que estaría recibiendo una limosna.

Fuera de que los que van a operarse se exponen a regresar ciegos. ¿Cómo puede permitir eso la Presidenta? Otra muestra de debilidad. Que un rico vaya a medicinarse a otro país no tiene nada de malo, pero que un pobre o un conjunto de pobres hagan lo mismo es inaceptable. Necesariamente es un acto de solidaridad (¿limosna?) porque no tienen cómo pagarlo.

Entonces, ¿qué debe hacer la Presidenta para no ser débil? La receta derechista es conocida. Muy sencillo. Debe golpearle la mesa a Kirchner, golpearla con más fuerza aún a Evo Morales, y en cuanto a Chávez debería dar vuelta la mesa encima de él para que aprenda a comportarse. Toda esta ridiculez no conseguiría por cierto aplacar el furioso desvarío opositor.

En esta pendiente irresponsable se reclama también el retiro de Chile del Mercosur, que según el derechismo obsecuente a George W. Bush y a sus consignas, sería el nuevo “eje del mal”. Pero este cúmulo de descriterios no logra otra cosa que mostrar cuán soliviantada y rabiosa se ha puesto la derecha luego de su fracaso en la última elección presidencial (sienten que el Gobierno se les aleja quizás por cuánto tiempo) y después de comprobar a la vez que la nueva Jefa de Estado es demasiado independiente como para que se sientan garantizados en sus pretensiones.

Opera cierto designio: hay que aportillarla con la mayor dureza hasta que se rinda al curso consabido del sistema, sin desviaciones de obra, palabra o gestos, sin amistades o relaciones peligrosas que puedan inquietar al poderoso tío o a sus adictos ubicados en todos los ámbitos.

De lo que resulta que no es precisamente su debilidad lo que les molesta, sino todo lo contrario, su fortaleza, que le permite actuar con esa independencia. Y, en verdad, es fuerte, en el sentido de no dejarse abrumar por el sectario chauvinismo de la oposición, y aun por no anteponer a su propio criterio el de los círculos cercanos a ella. Eso pareciera formar parte de ese estilo que el pueblo captó y acogió tan ampliamente.

Se dice, rasgando vestiduras, que no podía incluirse en la agenda con Bolivia un tema intangible, aludiendo al Tratado de 1904. Simplemente, hay que afrontar de una vez esta mitología y preguntar: ¿por qué es intangible? Los dogmas son intangibles pero no los tratados. Los tratados no son eternos, la historia lo demuestra.

El tratado pudo ser bueno en 1904 y durante un siglo pero no quiere decir que tenga que serlo siempre. En un momento ambos países, de común acuerdo, podrían considerar que es de conveniencia mutua -después de una política de integración (siempre postulada) que complemente sus recursos y potenciales, y eleve decisivamente su nivel de desarrollo en beneficio de sus poblaciones, sustituyendo la beligerancia latente por una vía creciente de cooperación-, apartarse un milímetro de lo dispuesto por el tratado para ajustarlo a los requerimientos de la nueva realidad emergente. ¿Por qué no es posible asumir tal perspectiva, en sus justos términos, bien estudiada, sobre la base del interés común, con los equilibrios y compensaciones que sean del caso, abriendo un camino más promisorio, en lugar de seguir congelados en la sagrada intangibilidad?

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