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T r i b u n a c h i l e n a

Mucha luz termina dejándote ciego.

Mucha luz termina dejándote ciego.

Por Roberto Tello (Argentina)

Las encuestadoras chilenas como ADIMARK o el CEP, no dejan de darle buenas noticias al gobierno de Michelle Bachelet, insospechadas de parcialidad por su difundido carácter de “independientes” sus trabajos llevan el sello de lo sagrado; nada ni nadie, se atreve a poner en duda su científico método para medir la imagen de los funcionarios públicos o de los políticos en general. Este último trabajo de la consultora ADIMARK viene acompañado de un abultado guarismo en favor de la presidenta Bachelet y de su ministro de hacienda Andrés Velasco. Bachelet ascendió hasta un 74% de aprobación, el porcentaje más alto logrado por un presidente desde que los civiles retomaron el poder  en 1990, y Velasco, con un 68%, se consolidó en junio como el ministro mejor evaluado del Gabinete, según esta encuestadora.

El porcentaje de aprobación logrado por la presidenta, traspasa las fronteras nacionales y tientan a comparar los números con los del resto de los presidentes Latinoamericanos, territorio en donde los factores que constituyen los elementos de las mediciones, son tan dramáticos, que resultan contradictorios con las buenas notas que puedan otorgar estos profesionales de la sociología posmoderna en una encuesta de imagen; encuestas que varían de lo positivo a lo negativo con solo modificar una de las preguntas ejes contenidas en la consulta o cambiando su método. En la reciente campaña electoral por las legislativas en la Republica Argentina, la consultora Poliarquía le asignaba un 47% de imagen positiva a la Presidenta Cristina Fernández,  un numero llamativamente bajo para el promedio Kirchnerista. Enseguida, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, respondió con cuatro encuestas (de las empresas OPSM, CEOP, Ricardo Rouvier y Analogías) que le asignan entre 65 y 67 por ciento de imagen positiva. La realidad, termino definiendo el pleito en favor de una Máxima del general Perón, que decía que, “La única verdad es la realidad”

El caso chileno es paradigmático, no solo por sus encuestas, sino que también lo es, por su ubicación en el contexto político latinoamericano, existen intereses creados a los que esta atado el éxito de la economía chilena, que en definitiva es el verdadero trasfondo de todos los resultados obtenidos por las encuestadoras para medir algo tan superficial y abstracto como la imagen: Mientras el desempleo crece a ritmo sostenido (10,2%) y las proyecciones indican que el producto interior bruto (PIB) caerá cerca del 1% este año, las encuestas muestran a los chilenos mas que contentos con esta realidad, es decir, estamos chochos con la crisis y con el manejo de la misma por las autoridades chilenas. Los porcentajes elogiosos parecen casi abrumadores para un gobierno civil: un 89% dice que Bachelet es "querida"; un 86%, que es "respetada"; un 80%, que es "creíble"; un 78%, que tiene "capacidad para enfrentar situaciones de crisis"; un 76%, que "cuenta con liderazgo", y un 75%, que "cuenta con autoridad".

Ante esta arrolladora “verdad” la pobreza retrocede al limbo del interés publico -o por lo menos es lo que se pretende-. La nueva droga contra la pobreza lo constituye el éxito, sin importar su relativismo; este enfoque radica en que las personas tenderían a percibir su propio bienestar en función del bienestar de los demás. De esta manera, el pobre poblador que vive en una mediagua carente de los medios mas elementales para su sobreviví encía, sienta hinchar su pecho de alegría al ver la abundancia en la que viven los Piñeras o los Freí; al fin y al cabo, el macabro exitismo reinante que emerge del modelo económico respaldado por las encuestas, incuba en el poblador la esperanza de convertirse - el o sus hijos - en uno de estos personajes saciados que el modelo de “libertad económica” - que tantos éxitos le a traído a Chile - le propone desde su discurso.

El irresistible encanto de esta ultima encuesta de ADIMARK, se ajusta a los deseos de quienes pretenden potenciar desde adentro a la concertación, atribuyéndole meritos que se contradicen con la realidad objetiva que vive Chile, incluso,  desde antes del estallido de la crisis económica mundial. La pobreza en Chile – que es también una imagen mensurable – no es medida por ninguna encuesta en términos ajustados a los intereses de quienes la padecen. Su medición responde desde siempre a los programas de la ortopedia social que los distintos gobiernos realizan de forma permanente desde que se organizo el estado capitalista chileno allá por el 1810. Aunque han existido periodos en los cuales la modesta economía chilena a exhibido en el contexto de los países de la región en la década de los 70 - en el gobierno de Salvador Allende mas concretamente - la segunda mejor distribución del ingreso, muy lejos de los registros actuales que ubican a Chile como la economía con la segunda peor distribución de la riqueza, es decir, el segundo país latinoamericano con la peor desigualdad social.

Tamaña adhesión, suscita inevitablemente interpretaciones prejuiciosas, ¿como es posible semejante inconsistencia? ¿Como un trabajador que tenia antes de la crisis un salario por debajo de lo ético, y ahora ni siquiera tiene este poco ético salario, ya que sus patrones no están dispuestos a reducir sus ganancias y lo han echado como a perro a la calle, felicite a quien le cierne el dogal sobre su cuello? Evidentemente aquí hay gato encerrado y en la encuesta de ADIMARK no se consulto a los trabajadores o a los marginados que suman millones en el Chile de hoy, simplemente por que este segmento  forma la curva descendente en cualquier encuesta, sea esta de imagen o de cualquier otro aspecto sociológico mensurable que lo contemple. La otra posibilidad, es la falacia, a la que tan acostumbrados nos tienen la raza de políticos subordinados a los intereses que se representan, en el plano interno, dentro de los acuerdos firmados entre militares y civiles allá por la década del  80 y el contrato comercial – NAFTA - con el imperio en el orden externo, dos libelos del acervo concertacionista, con rango constitucional y carácter de dogma; un lugar impenetrable para cualquier encuestadora.

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