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"Mi sufrimiento vale un carajo comparado con esa masacre"

"Mi sufrimiento vale un carajo comparado con esa masacre"

Sigifredo López, liberado por las FARC, recuerda a los 11 diputados muertos

PILAR LOZANO - Bogotá - 05/02/2009 / Elpais

"Mis compañeros eran sólo vida; las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) se la arrebataron miserablemente. Mi sufrimiento vale un carajo comparado con esa masacre". Así se expresó ayer, horas después de volver a la libertad, Sigifredo López, el único superviviente de los 12 diputados de Cali, la tercera ciudad de Colombia, que fueron secuestrados por esta guerrilla en un cinematográfico operativo en abril de 2002; los otros 11 murieron en 2007, estando aún cautivos, en una acción guerrillera aún sin aclarar.

Con una mezcla de alegría profunda y de dolor también profundo este abogado de 45 años llegó ayer al aeropuerto Bonilla Arangón. Sus dos hijos adolescentes corrieron hacia él cuando lo vieron bajar del helicóptero militar de Brasil con insignias de la Cruz Roja Internacional, y casi lo tumban con su abrazo de felicidad. El mayor le tomó la cabeza con las dos manos, lo miró una y otra vez con incredulidad, y le dio besos en la frente. La misión humanitaria lo recogió por la mañana en un punto de la costa pacífica al suroeste del país.

En contraste a su alegría, allí también estaba presente el dolor de las viudas, los padres y los hijos de los que no regresaron. "Es muy doloroso; con su llegada esperamos terminar el duelo", dijo entre lágrimas, tras darle un abrazo de bienvenida, Fabiola Perdomo, una de las viudas de los diputados muertos. En medio del abrazo, Sigifredo le contó al oído que Juan Carlos, su esposo, escribió varios cuentos y que otro de sus compañeros de pesadilla compuso más de 80 canciones, pero los guerrilleros no le permitieron traer ninguno de estos escritos.

Él también escribió poemas y un ensayo sobre la muerte de sus compañeros. Todo se quedó en la selva. "Las FARC no sólo acabaron con nuestros sueños, acabaron con nuestros recuerdos", aseguró con dolor y rabia Perdomo.

Testigo del dolor

"López es testigo histórico de ese aberrante crimen", dijo John Jairo Hoyos, hijo de uno de los muertos. Espera que el recién llegado le aclarare los interrogantes que lo han atormentado en los últimos años: ¿qué pensaba su padre?, ¿qué le acongojaba?, ¿cómo vivió en cautiverio?

Ayer ya empezó a aclarar algunas dudas. En una conferencia de prensa, contó cómo murieron sus 11 compañeros diputados. Ocurrió a las 11.30 de la mañana del 18 de junio de 2007. Él estaba separado del grupo por una muralla de palma, castigado por "insubordinado" y encadenado. A esa hora, en "un día de sol esplendoroso", oyó dos tiros, seguidos de otros tantos que terminaron en ráfagas y gritos de guerra. "Me tiré al suelo, pensé ’es un rescate’ y pedí: Dios mío, protégeme". Luego escuchó gritos: "No los dejen ir, no los dejen ir...". Unos minutos de silencio y se acercaron dos guerrilleros con los rostros descompuestos. ¿Qué vio?, le preguntaron. "Nada", respondió. Se lo llevaron encadenado a otro campamento. Preguntó si sus compañeros ya habían salido y le dijeron que sí. Sólo se enteró de lo que había ocurrido el 28 de junio. Por la radio, como todo el país. Unos días antes, un guerrillero le había dicho: "Los huevones del 29 entraron sin avisar...".

En este país, cada día más polarizado, se llegó a decir que López se salvó por algún tipo de complicidad con las FARC.

Fin del secuestro político

Desde el aeropuerto, López fue llevado ayer en caravana hasta una plaza central de Cali. "El terrible asesinato de mis compañeros es una huella que el país no puede olvidar", dijo en su largo discurso. Abogó, una y otra vez, por el intercambio humanitario, por el diálogo para lograr la paz, por la tolerancia en un país donde es habitual satanizar al opositor.

La libertad de López significa el fin del secuestro político como herramienta para presionar el canje de rehenes por guerrilleros presos. El balance es doloroso: 13 muertos, 8 entregados de manera unilateral por las FARC, 2 fugados y 15 rescatados por el Ejército, entre ellos Ingrid Betancourt. ¿De qué les sirvió a las FARC robarnos años de vida?, se preguntaba ayer Luis Eladio Pérez, uno de los liberados el año pasado. Quedan 22 policías y militares "pudriéndose en la selva", como denunció Alan Jara, liberado esta misma semana. Con ellos, las FARC insistirán en conseguir un intercambio por sus combatientes presos. Pero, para aceptarlo, el Gobierno pone como condición inamovible que los insurgentes que salgan de la cárcel no vuelvan a las filas guerrilleras.

La serie de liberaciones anunciada el pasado diciembre por las FARC comenzó el domingo pasado, cuando la guerrilla entregó en las selvas del suroeste de Colombia a tres policías y un militar, y continuó el martes con la puesta en libertad de Alan Jara, ex gobernador del departamento del Meta (centro). Con el regreso de Sigifredo López concluye este proceso, realizado con apoyo brasileño.

¿Habrá más? Colombianos por la Paz, el grupo de políticos e intelectuales que a través de un diálogo epistolar concretaron la vuelta de estos seis secuestrados, envió una nueva carta a la guerrilla. Pretenden "entusiasmar" a Jorge Briceño, el Mono Jojoy, para que siga entregando cautivos.

La gran incógnita es saber qué dice Alfonso Cano, máximo comandante de las FARC, en un CD que fue entregado ayer, en la selva, a la senadora de la oposición Piedad Córdoba, gestora de estas liberaciones.

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