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T r i b u n a c h i l e n a

Bachelet, Betancourt y Clara Rojas.

Bachelet, Betancourt y Clara Rojas.

Por Roberto Tello

 

Ingrid Betancourt, - no solo ella, mucha más gente - se estará  preguntando ¿Que, he hecho yo, para merecer el Nobel de la paz? . Aunque es solo una propuesta del gobierno de Michelle Bachelet, esta  no deja de llamar la atención  por dos razones; una formal y otra de contenido, la primera; es su inmediatez, cosa bastante común en los gobiernos concertacioncitas , y la otra mucho mas de fondo, se refiere a los meritos que debería tener el postulante para merecer este reconocimiento. Ingrid Betancourt, ha tenido que soportar por 7 años el tormento del secuestro a manos de sus captores, las FARC, hecho que también afecto a otros protagonistas de esta  dolorosa historia, en la que se encuentra sumido el pueblo Colombiano desde hace décadas.

 

Existen tantos secuestrados en manos de las FARC, como “prisioneros” de las FARC en manos del ejercito Colombiano, todos, absolutamente, victimas del horror de la guerra, una guerra que ha superado largamente las expectativas de sus actores y de  los expertos que se dedican a analizar el conflicto regional basados en los manuales de insurgencia y contra insurgencia que este conflicto a dejado como obsoletos, al menos, en aquellos capítulos que abordan los métodos para concluir con el mismo.

 

Dejemos a los expertos el análisis del conflicto, sus causa y efectos, y abordemos sus incidencias que, curiosamente, son tan contradictorias como el conflicto que las origina, como es el caso de la propuesta  de Bachelett,  y aquí,  se puede recurrir a cierta lógica que instala el propio conflicto regional y que crea un contexto propicio para que se desarrolle la  otra batalla, la política. Es claro que el conflicto Colombiano es el de mayor incidencia regional, y que las acciones dirigidas sobre su contexto tienen también una incidencia mayor que las realizadas sobre otros aspectos del tensionado continente latinoamericano. Pero quien pretenda instalar una visión de claro contenido ideológico para interpretar el conflicto regional, con la idea de erigirse como la vanguardia de ciertos postulados, se debe tomar la tarea de actuar sobre todo el contexto y de la manera más rápida posible.

 

La política Express del gobierno chileno para los asuntos regionales, cuenta con un bochornoso antecedente en la era del “Laguismo”, el apoyo al golpe de estado contra el gobierno constitucional del presidente Chávez en Venezuela a solo dos días de haberse producido este, y que dejo con la boca abierta hasta a los mas papistas en materia de alineación ideológica continental con los postulados librecambistas del modelo neoliberal.

 

La fiebre por instalar en terreno este discurso, conlleva ciertos riesgos de convertir una política en caricatura, o de que el medio se  constituya  en el fin de los objetivos perseguidos. Cuando desde el gobierno chileno  se propone a Ingrid Betancourt  para el premio nobel de la paz, lo que se hace es mezclar los hechos que corresponden a su cautiverio, que todo el mundo condena como aberrantes, con las implicancias políticas que por extensión tiene la prepuesta de Bachelet. Betancourt, que de ser  candidata a la presidencia de Colombia, paso a ser la secuestrada mas importante en manos de las FARC, es la actora de una situación que es explotada por todas las derechas latinoamericanas y algunos gobiernos Europeos, - Francia e Italia – principalmente, para relanzar la vieja y trillada concepción moral sobre los métodos aplicados en la guerra por los bandos en pugnas, “El fin, no debe justificar los medios”.

 

Por este barranco pacifista, descendieron miles de humanistas en todos los conflictos en que el hombre ha sido protagonista. Siempre esgrimiendo el tratado moralista de la participación independiente en los hechos. En algunos casos dejaron su impronta positiva en la consecución del objetivo pacificador, en otros  - oriente medio, por ejemplo –  estas intervenciones, son el comienzo de nuevas etapas en la escalada de violencia. La otra interpretación “El fin justifica los medios” Que hace poner los pelos de punta a los pacifistas y a los moralistas, propone la utilización de todos los medios disponibles, como el camino mas corto para terminar con la violencia. La historia de la humanidad registra algunos acontecimientos prácticos al respecto - Hiroshima y Nagasaqui – como los más emblemáticos, en donde los medios dieron absoluta justificación al fin, según los criterios de quienes los aplicaron, el gobierno Norteamericano en el contexto de la segunda guerra mundial.

 

Esta concepción “El fin, no debe justificar los medios “que es tan subjetiva como tendenciosa, debido al carácter empírico de la base cultural e ideológica que le da sustento, lo que logra es imponerse, antes que fundamentarse, ya que la guerra lo que hace es desatar las facetas mas agudas de la perversidad humana, comportamiento que es desarrollado por los dos bandos en pugna, diferenciados solo por los medios técnicos y operativos de las fuerzas con los que  concurren a la guerra. El ejercito colombiano cuenta con medios sobradamente superiores a los que poseen las FARC. Sin contar con los medios no “Formales” – las fuerzas paramilitares - a los que la guerrilla debió combatir en simultáneo durante décadas, y que son los responsables de desatar los horrores más grandes que registra el conflicto colombiano.

 

Si la paz como medio de superación del conflicto, es promotora de condiciones que establezcan un nuevo escenario de las condiciones objetivas que llevan a un pueblo al enfrentamiento armado entre hermanos, se debe entonces levantar y sostener esta consigna, con elementos tangibles, que concurran en la superación de las tensiones que originaron el conflicto y desechar aquellos argumentos puramente subjetivos y mediáticos como es el hecho de proponer a Betancourt como premio Nobel de la paz, que no ayuda en nada a este objetivo y lo que hace es capitalizar, de forma oportunista, la atención de la opinión publica internacional instalando un símbolo convencional, que en el mejor de los casos, pasara a formar parte de la ornamentación espiritual conquistada por los humanistas latinoamericanos, actores cada ves mas versátiles del tironeo al que son sometidos por el conflicto social regional,  con algunas honrosas  excepciones.

    

Una interpretación  más penetrante, tanto del contenido etimológico, como del de la práctica de la Paz, nos sugiere como factor destacable de esta concepción,  aquella fase, que de forma coadyuvante, se relaciona con las partes en pugna y promueva desde esta relación, un vínculo con la realidad mas sustantiva del conflicto, que permitan el reconocimiento del carácter de identidad común que envuelve a los bandos en pugna, tanto de los históricos como de los futuros.  El oportunismo de la propuesta chilena, no medita sobre la generosidad del concepto de Paz en toda su extensión, al contrario, lo hace añicos, no solo por la inmediatez de la misma que pretende instalar la idea de resultados positivos, afianzados estos, en la parcialidad  del análisis, además del claro contenido doctrinario que impulsa la propuesta. Si la política exterior chilena estuviera desprovista de su actual contenido  ideológico que obliga al  gobierno a mantener una alta exposición internacional actuando en la coyuntura de la misma  con el solo propósito de protagonizar para exponer sus concepciones basadas en la publicidad del “axioma” neoliberal, quizás, entonces, volvería su mirada sobre la abogada Clara Rojas, para proponerla a la opinión publica mundial, como un símbolo que ubica al humanismo del siglo XXI en la búsqueda del ser posible y no, en la del ser ideal.

Ingrid Betancourt, nunca se aparto de la lógica conceptual de hacer y de entender la política. Arrastrando todo el acerbo cultural burgués al que pertenece, lanzó su candidatura a la presidencia de Colombia, con un proyecto político enmarcado en las mismas relaciones de producción capitalista que originaron el conflicto, en su corta carrera política, nunca manifestó una preocupación cierta de abordar el conflicto interno de su país, con una vocación pacifista clara y manifiesta,  oportunidad que ahora le otorgan las circunstancias para demostrar que es un actor potencialmente capaz de revertir su sufrimiento y convertirlo en un arma en favor de la paz, que todo su pueblo esta esperando.  

Roberto Tello.

 

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