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T r i b u n a c h i l e n a

¡Qué más da que se muera la rosa!

¡Qué más da que se muera la rosa! Por:Comité Democrático Palestino - Chile / 21 / 11 / 2006
Fuente: Miguel A. San Miguel, Diario La Nueva España

Mi padre recogió los pedazos de mi hija». Éste es el titular de un periódico de tirada nacional, del día nueve de noviembre, al referirse al bombardeo de los tanques israelíes sobre Beit Hannún. Una noticia que, aunque no figure en los titulares, forma parte de la vida cotidiana en Cisjordania y Gaza desde hace sesenta años.

La pregunta necesaria es: ¿cómo es posible que ocurra esto en medio de la más absoluta indiferencia, de la más absoluta impunidad? ¿Qué pasa en Israel, qué ocurre en Palestina, por qué calla el resto del mundo y no se posiciona?

Vayamos por partes. El estado de Israel, con el dinero del Sionismo internacional y el apoyo militar y diplomático de USA, siguiendo el precepto divino, roba tierras, casas, arranca olivos y, además, lleva adelante un proyecto de expulsión y de exterminio de los Palestinos.

¿Cuál es la postura de la inmensa mayoría de los ciudadanos de Israel? Participar en la masacre y la rapiña, siguiendo al pie de la letra los textos sagrados del Deuteronomio: «Pero en las ciudades de las gentes que Yahvé te da por heredad, no dejarás con vida a nada de cuanto respira».

¿Y los hermanos árabes? ¿Qué hace la Liga árabe? Nada. Eso sí, muchos de ellos son celosos cumplidores de los preceptos del Corán y practican la sharia: rezan, velan a las mujeres, peregrinan a la Meca, hacen el Ramadán, no beben alcohol, pero consumen hamburguesas y beben Cocacola, tienen bases americanas en su suelo, comercian intensamente con Israel. En definitiva, cooperan con el ocupante y con el asesino.
¿Y la vieja Europa, la de las libertades y la democracia? ¿Qué hace? Pues poca cosa: concentraciones de algunos cientos, como mucho unos pocos miles de personas. Bien poco para un problema de esa envergadura. (Y me olvidaba que se ha echado de menos a esos purpurados que, provistos de su hucha, acudían presurosos a las manifestaciones contra la LOE para reclamar el denario del César, pero, por lo que se ve, no figura en su agenda cumplir con la parábola del «Buen Samaritano».)
Tampoco nos hemos encontrado a los representantes de los poderes fácticos: sólo a los representantes de la izquierda real y sindical. Hemos echado de menos a las autoridades locales y regionales de la mayoría. Deben temer que el partido de los centuriones los llame pancarteros, aunque, por lo que se acaba de publicar, se les ve más preocupados en hacer negocios de armamento con Israel y participar en las infraestructuras de los territorios ocupados.

Lo mismo podríamos decir de la población de Asturias. ¿Qué ha pasado con esas decenas de miles, millones de personas que se movilizaron contra la guerra de Irak? Una guerra que nos sigue llenado de espanto. Pero ¿es que no siguen muriendo todos los días en Palestina, en un conflicto que parece no tener fin? ¿Hay motivo para quedarse en casa y no movilizarse?

Todos podemos hacer algo; miento, hacer algo es un deber moral: los ciudadanos debemos movilizarnos contra ese exterminio y el partido del Gobierno debe hacer algo para preservar la paz en el mundo; debe hacerlo también en Israel, como en Irak. Recientemente un diputado judío del Meretz daba ideas, exigía que se tomaran medidas contra el estado de Israel, porque, de seguir así, las consecuencias a medio y a largo plazo serían impredecibles.

Estamos en el camino de un gran desastre en Oriente Próximo, y Europa es responsable, por omisión, de lo que está sucediendo. Israel está sembrando el odio en todo Oriente Próximo, un odio que, según el mencionado diputado pacifista, puede desembocar en una catástrofe sin precedentes, que, sin duda, va a salpicarnos a todos.

Hasta ahora los palestinos han culpado de su desdicha a Israel y a los EE UU, pero en estos momentos también cargan la responsabilidad sobre la vieja Europa, la Europa de los valores y de la democracia. Y es que esta Europa está sorda y muda, se niega a enterarse y, por lo tanto, es consentidora de lo que está pasando. Los palestinos, abrumados por su tragedia, nos echan en cara la indiferencia de nuestras instituciones y la pasividad de la mayoría de nuestra población.

Esta Europa es la misma que, a finales de los años treinta y en la década de los cuarenta, no quería enterarse de las agresiones fascistas en España y del olor a carne quemada que apestaba al continente.

Años después, algunos piden perdón, otros, los más cínicos, arguyen ignorancia. Pero ahora no, ni siquiera los cínicos tienen disculpa; en la aldea global, todos vemos a la luz del televisor lo que está pasando en Belén, en Gaza, en Jericó. Palestina está sola, «sola en mitad de la tierra», ¿lo recuerdan algunos?, abandonada a su propia suerte, mientras los soldados sionistas, los que veíamos huir en desbandada en la guerra del Líbano, muestran ahora su heroísmo ejercitándose en el tiro al blanco, en el tiro al palestino.

La historia nos pedirá cuentas, nos las está exigiendo ya: a la ciudadanía, por tanta indiferencia, pero, sobre todo, se la exigirá a esos repúblicos buhoneros, porque, en el caso de Palestina, no osaron poner bridas al caballo desbocado de la guerra.

Pedimos a todos que, cuando aparezcan esas escenas de barbarie en nuestros monitores, no cambien de cadena, vean el horror, y se movilicen contra la sinrazón; que de personas de bien es acabar con la barbarie, que no nos quedemos en casa, sino que exijamos a nuestros repúblicos medidas diplomáticas y económicas para que Israel deje de matar y cumpla la legislación internacional.


Miguel A. San Miguel es miembro del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe.

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