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T r i b u n a c h i l e n a

El origen del campo de Yarmouk: El papel descarado de Israel en la crisis siria de refugiados.


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

 

 

Cuando las milicias sionistas Haganá realizaron la Operación Yiftach, el 19 de mayo de 1948, el objetivo era expulsar, fuera de la frontera de Israel, a los palestinos del Distrito Safad en el norte, que había declarado su independencia solo cinco días antes.

La limpieza étnica de Safad y sus numerosas aldeas no ocurrió solo en esa área. De hecho, fue el modus operandi de milicias sionistas en toda Palestina. Poco después de la independencia de Israel, las milicias fueron unidas para formar las fuerzas armadas israelíes.

No todas las aldeas, sin embargo, fueron completamente despobladas. Algunos residentes en aldeas como Qaytiyya cerca del río Jordán, permanecieron en sus casas. La gente del lugar, ubicado entre dos afluentes del Jordán –los ríos al-Hasbani y Dan– esperaba que la normalidad volvería a su otrora tranquila aldea una vez que la guerra se apaciguara.

Su suerte, sin embargo, fue peor que la de quienes fueron expulsados, o quienes huyeron por temor a una suerte terrible. Las fuerzas israelíes volvieron casi un año después, cargaron a los aldeanos restantes en grandes camiones, torturaron a muchos y los descargaron en algún sitio en el sur de Safad. Se sabe poco sobre su suerte, pero muchos de los que sobrevivieron terminaron en el campo de refugiados Yarmouk en Siria.

Yarmouk no fue establecido hasta 1957, e incluso no fue un campo ‘oficial’ de refugiados. Muchos de sus habitantes eran precaristas en Sahl al-Yarmouk y otras áreas, antes de ser llevados a Shaghour al-Basatin, cerca de Ghouta. El área fue rebautizada Yarmouk.

Muchos de los refugiados en Yarmouk provienen del norte de Palestina, el Distrito Safad, y aldeas como Qaytiyya, al-Ja’ouneh y Khisas. Subsistieron en esa región durante casi 67 años. Imposibilitados de volver a Palestina, pero con la esperanza de poder hacerlo, nombraron las calles de su campo, sus vecindarios, incluso sus panaderías, farmacias y escuelas, según las aldeas de las que habían sido expulsados.

Cuando el levantamiento sirio convertido en guerra civil comenzó en marzo de 2011, muchos propugnaron que los palestinos en Siria no fueran afectados por el conflicto. Las cicatrices y horrendos recuerdos de otros conflictos regionales –la guerra civil jordana, la guerra civil libanesa, la invasión iraquí de Kuwait, y la de Iraq por EE.UU.– en los que cientos y miles de civiles palestinos sufrieron terriblemente, seguían presentes en los corazones y mentes de muchos de ellos.

Pero los llamados a la ‘hiyad’ –neutralidad– no fueron escuchados por las múltiples partes en la guerra, y la dirigencia palestina, incompetente y encerrada en Ramala, no vio la seriedad de la situación, ni suministró ninguna guía – moral o política.

Los resultados fueron horribles. Más de 3.000 palestinos murieron. Decenas de miles de refugiados palestinos huyeron de Siria, miles más fueron desplazados en el interior y el desesperado viaje lejos de la patria continuó su terrible camino.

Yarmouk –un campo de refugiados de más de 200.000 habitantes, que en su mayoría son refugiados registrados por la agencia de la ONU, UNRWA– fue reducido a menos de 20.000. Gran parte del campo estaba convertido en ruinas. Cientos de sus residentes murieron de hambre o fueron muertos en la guerra. El resto huyó a otras partes de Siria, Líbano, Jordania, Turquía y Europa.

El más natural orden de las cosas habría sido el retorno de los refugiados a Safad y aldeas como Qaytiyya. Sin embargo, pocos solicitaron la posibilidad de hacerlo, y esas demandas presentadas por funcionarios palestinos fueron rechazadas por Israel como inaceptables.

De hecho, mientras países como Líbano habían aceptado 1,72 millones de refugiados (uno de cada cinco personas en el Líbano es un refugiado sirio), Turquía 1,93 millones, Jordania 629.000, Iraq 249.000, y Egipto 132.000, Israel no ofreció aceptar ni un solo refugiado.

Israel, cuya economía es la más fuerte en la región, ha sido el más reacio en términos de ofrecer asilo a refugiados sirios. Es un doble pecado considerando que incluso los refugiados palestinos de Siria, quienes fueron expulsados de sus propios hogares en Palestina, también fueron dejados sin casa ni hogar.

No es sorprendente que no haya habido una protesta contra un Israel financieramente capaz por cerrar claramente su puerta contra refugiados desesperados, mientras Grecia en bancarrota era correctamente reprendida por no hacer lo suficiente para recibir cientos de miles de refugiados.

Según estadísticas de las Naciones Unidas, a fines de agosto de este año, casi 239.000 refugiados, sobre todo sirios, desembarcaron en islas griegas a la busca de paso a Europa continental. Grecia no está sola. Entre enero y agosto de este año 114.000 desembarcaron en Italia (provenientes en su mayoría de Libia), en busca de seguridad. Aproximadamente al mismo tiempo del año pasado, casi la misma cantidad de refugiados fueron registrados buscando acceso a Europa.

Europa es responsable tanto moral como políticamente por albergar y cuidar a estos refugiados, considerando su culpabilidad en las pasadas guerras en Oriente Próximo y en los actuales conflictos. Algunos están haciendo exactamente eso, incluyendo Alemania, Suecia y otros, mientras países, como Gran Bretaña, se han mostrado del todo inconscientes y categóricamente insensibles hacia los refugiados. A pesar de ello, miles de ciudadanos europeos de a pie, como lo haría cualquier ser humano con un poco de empatía, se están alistando como voluntarios para ayudar a refugiados en Europa oriental y occidental.

No se puede decir lo mismo de Israel, que por sí solo ha iniciado la mayoría de los conflictos en Oriente Próximo en las últimas décadas. Por su parte, el debate en Israel se sigue centrando en amenazas demográficas, cargadas de connotaciones raciales sobre la necesidad de preservar una así llamada identidad judía. Extrañamente, pocos en los medios de comunicación han llamado la atención a esta actitud o han considerado que una posición semejante es particularmente atroz en un tiempo de crisis humanitaria sin precedente.

En recientes comentarios el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, rechazó llamados a admitir refugiados sirios en Israel, usando una vez más la justificación demográfica, que ve a cualesquiera no judíos en Israel, sean refugiados africanos, sirios o incluso los habitantes originales palestinos, como una “amenaza demográfica”.

“Israel es un estado muy pequeño. No tiene profundidad geográfica o demográfica”, dijo el 6 de septiembre.

Cuando Israel fue establecido sobre las ruinas de Palestina destruida, los palestinos judíos eran una pequeña minoría. Fueron necesarias múltiples campañas de limpieza étnica, las que crearon el problema de los refugiados palestinos para comenzar, a fin de crear una mayoría judía en el recientemente fundado Israel. Ahora, los árabes palestinos representan solo un quinto de la población de Israel de 8,3 millones. ¡Y para muchos en Israel, incluso una cifra tan pequeña es causa de alarma!

Mientras a los palestinos de Qaytiyya, que se convirtieron en refugiados una y otra vez, se les sigue negando su derecho al retorno internacionalmente consagrado por la resolución 194 de las Naciones Unidas de diciembre de 1948, a Israel se le otorga una condición especial. No es reprendido ni obligado a repatriar refugiados palestinos, y ahora es incluso eximido de un papel menor en el alivio de la crisis de refugiados en pleno deterioro.

Grecia, Hungría, Serbia, Macedonia, el Reino Unido, Italia y otros países europeos, junto con los ricos países del Golfo Pérsico deben ser incansablemente presionados para ayudar a los refugiados sirios hasta que puedan retornar con seguridad a su país. ¿Por qué entonces debe excluirse a Israel de la participación en esta acción necesaria? Además, debe, incluso ser presionado con aún más energía a actuar en el alivio de la crisis de refugiados, comenzando por los refugiados de Qaytiyya, que vuelven a vivir la suerte que sufrieron hace 67 años.

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Dr. Ramzy Baroud ha estado escribiendo sobre Oriente Próximo durante más de 20 años. Es un columnista cuyos trabajos son publicados en muchos países, un consultor en medios de comunicación, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, Londres). Su sitio en la web es www.ramzybaroud.net .

Fuente: https://zcomm.org/znetarticle/how-yarmouk-came-about-israels-unabashed-role-in-the-syrian-refugee-crisis/

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