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Orquestaje de candidaturas fraudulentas por Fernando Lugo

Orquestaje de candidaturas fraudulentas por Fernando Lugo

La falta de evolución cívica bajo el gobierno arzobispal de Lugo se evidencia en la reedición del viejo vicio de orquestar desde el oficialismo candidaturas fraudulentas 

Por Luis Aguero Wagner

 

 

Si la memoria no me falla hacia el año 1987, en los últimos meses de la dictadura de Stroessner, un grupo de exhaltados y fanáticos estronistas  de corto entendimiento exigió que den las caras los que se oponían a la sucesión monárquica de su líder.  Después de Stroessner, solo podía tolerarse otro Stroessner, decían, quienen planeaban una sucesión al estilo Duvalier o Somoza en el crepúsculo de la guerra fría.

Ello derivó en un atraco manu militari del partido colorado, del cual quedaron fuera quienes se oponían a tal anacrónico traspaso de poder.  Todavía recuerdo las imágenes de la sede partidaria rodeada por las fuerzas policiales y militares, una de las últimas demostraciones de prepotencia, pedantería y fuerza bruta que se permitieron los partidarios del “Tiranosaurio”, como lo llamara Augusto Roa Bastos.

Es que el partido político era la pata más débil del trípode “Partido-Gobierno-Fuerzas Armadas” que sostenía al autócrata que se creía eterno.  Pocos meses después, la pata más fuerte –los militares- dieron la patada final al desfasado dictador y sus delirantes pretensiones.

La imagen que proyectaba en plenos días santos  la sede del partido de gobierno era igual de elocuente, el PLRA atracado al más puro estilo de la militancia combatiente estronista, en las postrimerías del régimen de Stroessner.  Rodeado de tanquetas y uniformados, “la casa de la libertad” había caído en poder de las milicias luguistas.


El triunfo del caballo del comisario, el caudillejo Blas Llano, es la última carta que se juega el luguismo para capturar la chapa liberal e intentar el continuismo. Que el luguismo preparaba un fraude electoral para que la victoria en las internas liberales corresponda al candidato luguista Blas Llano, era un secreto  a voces dentro de la sociedad paraguaya.

El fraude se esperaba, se sentía en el aire, se veía venir. Llano era el hombre que necesitaban para capturar la chapa liberal los demás partidos fantasmas y extintos que rodean a Lugo, donde abundan más los candidatos que los votos.

Si triunfaba un candidato adverso a Lugo como Efraín Alegre,  ex ministro de Obras Públicas de Lugo,  a quien expulsaron por oponerse al vitaliciado luguista que pensaban instaurar con la reelección indefinida del cura papá, la historia se terminaba.  Todas las puertas quedaban cerradas.

Era tan evidente que se necesitaba del triunfo de Llano como los pulmones del oxígeno, que los adversarios del candidato líbero-luguista se animaron a empapelar Asunción con un afiche que rezaba: “Camilo Soares presidente- Blas Llano vicepresidente”.  La humorada aludía a la segura renuncia del ganador fraudulento de la interna liberal a la candidatura presidencial, para declinar a favor de alguno de los candidatos cercanos a Lugo.

Sin evidenciar remordimientos, penas ni excusa, las milicias luguistas dentro del PLRA, un tribunal integrado por funcionarios a sueldo del gobierno arzobispal, y la policía manejada por el ministro Filizzola cercaron el local del más importante partido de gobierno para torcer la voluntad popular.
¿Hay alguna diferencia con el atraco de la militancia combatiente estronista de agosto de 1987?
Si  existe, el socio "menor" del luguismo lo disimula muy bien.

Cruxifixión del Partido Liberal

En abril de 2008 llegó al gobierno el insólito candidado del Partido Liberal de Paraguay, el cura papá Fernando Lugo, quien desde esa fecha no ha dejado de traicionar a quienes le beneficiaron sin banderías políticas ni ideológicos.  Un ejemplo son las ejecuciones extrajudiciales que ordenó contra los militantes del EPP, luego de haberlos utilizado para lograr pasar por “chavista y bolivariano” ante la prensa y opinión pública internacional.

Muchos de los grupos no liberales que teóricamente apoyaron al candidato liberal, pero que en realidad pusieron en riesgo el tan necesario y anhelado paso para la democracia paraguaya que se dio en abril del 2008, con insólita impavidez, aparecieron luego en espacios de la prensa reclamando la herencia de un triunfo que no les pertenecía,  una victoria en la que no habían tenido parte, tras una campaña cuyo sosiego perturbaron y cuyo desenlace comprometieron con su errática conducta.

Muchos de estos grupos que el liberalismo toleró con grandeza y estoicismo, como Partido Febrerista, Demócrata Cristiano y otros, incluso habían  perdido la personería de sus propios partidos,  siendo hoy grupos extintos y fantasmas que siguen como furgón de  cola a las ONG que usan como mampara movimientos políticos para recibir fondos de USAID, sobre todo Tekojoja y PMAS.

Jamás pensaron cumplir con su palabra, que desde luego no fue sincera, de que hacían lo que hacían por la patria, de que no irían a  comprometer el futuro del país y dejarían  gobernar al partido Liberal.

Vida, Pasión y Muerte del Partido Liberal

Aunque el fin de los 61 años de hegemonía del aparato clientelista del estado teñido del signo político colorado ha tenido diversas interpretaciones, y complejas y múltiples causas, es imposible restar méritos a la estrategia y la actitud de la dirigencia y el electorado del  Partido Liberal, verdaderos artífices fundamentales de la resonante victoria popular del 20 de abril.

Superando a las propias limitaciones y a la misma historia, fueron sus dirigentes quienes con estoicismo y el espíritu templado, soportaron la conducta anárquica del abigarrado conglomerado de “aliados”, inclusive con la grandeza de no excluir a quienes restaban más votos de los que sumaban.  

Un recordado maestro del periodismo paraguayo decía que despotricar contra los liberales era considerado por muchos paraguayos como una receta mágica, desprovistos como estamos del don de la objetividad.  Frente al partido Liberal sólo se admitía, según Humberto Pérez Cáceres, condenarlo con los juicios más severos o elogiarlo sin tasa ni medida.  El liberalismo era la doctrina antinacional, causante de todos nuestros males, o evangelio de la libertad y palanca del progreso, pero nunca un tema que podía enfocarse con medias tintas.

Uno de los prohombres de la estructura que se desplomó en abril del 2008, J. Natalicio González, llegó a decir que nuestra política se trataba de luchas entre paraguayos y liberales.

¿Agoniza el liberalismo? Se preguntaba Eusebio Ayala en la década de 1930, y él mismo se contestaba: hay algo que oponer a la agonía, y es el sentimiento de libertad arraigado en el corazón del hombre.  Ese fue el secreto guardado que posibilitó la estruendosa resurrección liberal en abril del 2008,  luego de haber atravesado etapas tan difíciles como un régimen militar adverso, durante el cual el mismo dictador una vez reconoció que hacía fraude en favor de los candidatos a parlamentarios del Partido Liberal.

Cuando hacia 1928 Asunción era un hervidero por la polémica suscitada en torno a la creación del arzobispado, el entonces liberal Anselmo Jóver Peralta, quien luego sería ideólogo del febrerismo,  se oponía con vehemencia en la Cámara de Diputados calificando la iniciativa como una conjura retrógrada y gravosa para el escuálido tesoro público. Desde la barra, un líder católico le gritó que siempre sería menos gravosa que una revolución, a lo que replicó  Jóver Peralta que estaba en lo cierto, pero que la humanidad no tenía deudas con ningún arzobispado y mucho menos le debía los sagrados derechos del hombre.

Con un razonamiento paralelo, la campaña liberal que triunfó en 2008 lo hizo porque coherente y auténtica, nuevamente puso en el centro del sistema cultural a las libertades civiles, la tolerancia con las demás doctrinas políticas, la sana competencia en el campo del pensamiento y la acción, el ataque calculado a los señores feudales de la reacción, la exaltación de la dignidad de todos los compatriotas. 

El discurso pluralista que desecharon sus adversarios fue recogido por el Partido Liberal, que haciendo honor a su ideología permitió la expresión de un abanico de movimientos que abarcaron todo el espectro político, actitud que honró a la agrupación y que el pueblo premió atiborrando las urnas en beneficio de la alternancia.

Desgracidamente, hoy todo eso es historia.

La mentalidad retrógrada, inquisitorial y represiva, aunque con paso cansino,  logró imponerse ante un liberalismo que cayó en la trampa de la disgregación que le tendió el luguismo, enceguecido por la sed de poder, ante el cual los divididos y debilitados liberales no tuvieron o no encontraron respuestas.

El final de esta historia no podía ser más lamentable: la anunciada absorción del liberalismo por el  luguismo, capitaneado dentro del liberalismo por el caudillejo Blas Llano, se ha consumado a través de un muy esperado fraude.

Fraudes en las internas de los partidos gobernantes no son novedosos en Paraguay, y mucho menos en fechas cargadas de simbolismo. Cuando en 1992 los partidarios del colorado Juan Carlos Wasmosy planearon un fraude, lo prepararon para las fechas de navidad y año nuevo buscando  aprovechar la desatención de la opinión pública debido a las vacaciones  y las fiestas.

Como una paradoja del destino, a su turno,  los partidarios del cura presidente apelaron a la muy católica semana santa para cometer sus pecaminosos actos e imponer el martirio de la crucifixión al Partido Liberal.

Ya decía Chamfort que Dios debería enviar un nuevo diluvio, ya que el primero fue inútil.  O, cuando menos, a otro de sus hijos para que reemplace en la cruz al Partido Liberal.

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