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T r i b u n a c h i l e n a

El invisible genocidio de los pobres

El invisible genocidio de los pobres

Carlos E. Solivérez (RIO NEGRO ON LINE)

La gran vidriera nacional del Parque Indoamericano de Villa Soldati ha provocado vituperios a supuestos instigadores y promotores, pero ningún análisis despersonalizado de las causas profundas de una crisis que en los últimos años se está haciendo más visible. Una causa importante de esta carencia de estudios es que muy pocos quieren decir lo que la gran mayoría de los argentinos no quiere oír: su cuota de participación en los hechos, sea activamente o dejando hacer al no oponerse con suficiente energía. Quiero expresar una opinión discordante: la multiplicación de tomas de terrenos pone en evidencia las contradicciones del modelo político nacional de "redistribución" de ingresos compartido por la mayoría de los partidos políticos, el clientelismo.

Para evitar malentendidos estableceré claramente mi postura. La violencia es siempre mala, pero tanto la visible como la invisible. La violencia visible es la causada por actores bien determinados, en lugares y tiempos bien identificados: policías en manifestaciones callejeras o rurales, barrabravas en estadios de fútbol, ladrones y violadores. La violencia invisible es la que se ejerce en plazos largos de tiempo, sin clara identificación de las víctimas, de las causas de muerte y de los asesinos. La violencia invisible se manifiesta sólo en estadísticas anónimas de mortalidad infantil, mal de Chagas, contaminación de aguas, suelos y aire (cuyo prototipo es la cuenca Matanza-Riachuelo), desnutrición, falta de trabajo, analfabetismo funcional (saber leer pero no entender lo que se lee)... Las leyes organizan las actividades humanas para minimizar los conflictos, pero —como los valores morales— requieren sistemas de prioridades: el derecho de propiedad no puede primar sobre el derecho a la vida; la libertad de hacer buenos negocios de alta tecnología no puede prevalecer sobre el derecho a trabajar para ganarse artesanalmente la vida (caso de la expoliación de tierras de las comunidades indígenas aptas para la soja); el derecho a extraer productos valiosos de la tierra no puede ejercerse a costa de los derechos de los lugareños a mantener su forma tradicional de vida (caso de las comunidades de las zonas mineras cordilleranas)...
La violencia invisible es usualmente la consecuencia de malas políticas de gobiernos nacionales, provinciales y municipales; gobiernos que no son sólo la rama ejecutiva de cada jurisdicción, incluyen también a los legisladores, a los jueces y a los organismos de contralor. La violencia invisible es mayoritariamente ejercida por propietarios y empresarios codiciosos, pero si se formularan bien las leyes, fueran bien aplicadas por los jueces y estuvieran bien detectadas sus infracciones, esta violencia podría disminuirse mucho.
En los últimos años ha habido un explosivo aumento del surgimiento de nuevas villas miseria y de la población de las preexistentes en la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA). Dato que, como las malas noticias que debiera dar el INDEC, se ocultan cuidadosamente. Las causas son simples pero poco comprendidas por la mayoría.
Cuando —entre otros disparates aprobados a libro cerrado— la reforma constitucional de 1994 eliminó la intermediación del Colegio Electoral, la RMBA se convirtió en el Gran Elector Nacional, socavando de hecho el pacto federal que dio origen a la Nación. Las políticas implementadas desde entonces no han impulsado —frecuentemente han desalentado— la producción del interior, con escasas excepciones como la vitivinicultura.
El medio de transporte de larga distancia más barato, el ferrocarril, fue y permanece descuartizado. No hay una red de autopistas que conecte a las provincias de Norte a Sur y de Este a Oeste y se pagan peajes injustificados en carreteras que a veces ni merecen ese nombre. La energía eléctrica está subsidiada para megaemprendimientos mineros y residentes de la RMBA, pero no para el resto de los ciudadanos. Las leyes de promoción minera favorecen la extracción masiva de minerales en bruto y generan abundantes puestos de trabajo en los países que los procesan, como Canadá y Australia. Ha habido una importante reactivación de la pequeña y mediana industria (pymes) pero sigue estando abrumadoramente radicada en la RMBA que, con apenas el 1 por mil de la superficie del país, concentra el 30% de su industria. La elogiada gran industria automotriz (parte importante de la cual está en Córdoba, lo que es bueno) genera más puestos de trabajo en Brasil que en Argentina, como ilustra el hecho de que importa más de lo que exporta. La producción agropecuaria intensiva en mano de obra (como la fruticultura, la floricultura y la producción de especias) sigue disminuyendo mientras alcanza niveles récords la producción de mucho capital y poco empleo que es la soja. Paradójicamente, la importante producción de maquinaria agrícola radicada en el interior sufre las consecuencias de las ineficaces políticas nacionales antisojeras. Hay muchos más ejemplos de la falta de planificación y comprensión de las necesidades del país profundo, como las enormes zonas cordilleranas desérticas (sin agua, no infértiles) y las regiones sin riego artificial que fácilmente podrían tenerlo (como Chaco, Formosa y las tierras contiguas a El Chocón).
La resolución de los problemas sociales debe cumplir dos requisitos esenciales: ser medular y ser estable. La resolución medular de la pobreza es muy diferente en las ciudades que en las zonas rurales.
En las primeras se debe crear empleo cuando no existe y dar capacitación para su buen desempeño, pero —caso de la RMBA— también hay que erradicar el empleo "en negro" (más del 40% del total), con sus bajísimos salarios y su falta de cobertura de riesgos de trabajo, de salud y de jubilación. Muy pocos artesanos del interior pueden vivir de su trabajo cuando entran en competencia con baratos productos industriales de vistoso aspecto e invisible mala calidad. Es en las ciudades donde el capitalismo logró su máximo éxito en la conversión del trabajo humano en mercancía barata.
En los rincones rurales del interior del país (excluyendo la Pampa Húmeda, donde el negocio sojero expulsa a cualquier población marginal) la solución medular de la pobreza pasa por la autosubsistencia: la capacidad de producir su propia comida, tener su propio ranchito (por pobre y poco confortable que sea) y hasta por hilar su propia ropa. Esto se hace imposible cuando las tierras en que están instalados estos pobladores, mayoritariamente descendientes de los originarios, adquieren valor comercial agrícola, ganadero, minero, turístico o hídrico porque las leyes que protegen sus derechos tradicionales no se cumplen y son expulsados. Tal es el caso de la ley nacional 26160, que reglamenta el inciso 17 del artículo 75 de la Constitución nacional (derecho de los pueblos originarios a sus territorios ancestrales), que no ha tenido la adhesión de todas las provincias y no es cumplida por la mayoría de las que lo hicieron (Neuquén es un lamentable ejemplo, Mendoza una loable excepción).
Lo más difícil de alcanzar es la estabilidad de las soluciones —que requieren políticas estables de largos horizontes temporales— porque la regla son los políticos que quieren barrer con todo lo que hayan hecho sus predecesores y dejar el campo minado a sus sucesores. No es una solución estable darle un terreno a una persona que no tiene trabajo y que terminará malvendiéndolo para poder dar de comer o curar a su familia. O premiar acciones ilegales, fomentando su multiplicación. O promover premios a unos pocos aventureros, desalentando el trabajo esforzado y prolongado de muchos. El presidente de Bolivia, Evo Morales, demostró ser un estadista cuando condenó la violación de las leyes argentinas por emigrantes bolivianos al tiempo que les ofrecía trabajo y tierras para que volviesen a su país. Debería ser generalizado el repudio de los ciudadanos a las políticas de expoliación de las comunidades aborígenes de gobernadores como el de Formosa, Gildo Insfrán, y el ejemplo de Morales debería ser imitado por gobernadores de las provincias argentinas para promover la recolonización del campo.
El resultado de las malas políticas y de la falta de buenas políticas es la enorme migración de personas del interior a la RMBA en busca de trabajo, de educación, de salud y de diversión (la seguridad no figuraba en la lista de prioridades, pero pronto lo hará). Allí los punteros las ubicarán en las tierras más contaminadas y sin servicios, para que dependan de algún plan social a cambio de su voto o tendrán malpagados trabajos precarios con escasas o nulas oportunidades de capacitación, aunque siempre mantendrán la esperanza de que sus hijos podrán prosperar mejor. Serán por primera vez visibles ante el gran público cuando ejerzan su derecho a peticionar mediante el corte de calles y la ocupación de tierras públicas o privadas desocupadas exponiendo su cuerpo a las balas de unos pocos policías brutales, matones y provocadores. Pocos morirán rápido, como las tres o cuatro víctimas del Parque Indoamericano. La mayoría morirá lentamente, antes de su tiempo, sin que sea posible identificar claramente sus nombres y el de sus asesinos, pero no sin emitir antes un voto agradecido a sus presuntos "benefactores".
La gran vidriera del Parque Indoamericano debería forzarnos a la reflexión, pero también debería hacerlo la pequeña vidriera diaria de las personas durmiendo en zaguanes o en cajas de cartón. Ernest Hemingway lo señaló magistralmente con la cita de John Donne en la portada de su profunda obra sobre la Guerra Civil Española: nadie es una isla, todos estamos conectados; no preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti.
Foto: Argentina, Ciudad de Buenos Aires - Represión de la Policía Federal en asentamiento en Villa Soldati. / Autor: Emmanuel Fernández - INDYMEDIA


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