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Venezuela: ¿No hay cuadros o no hay política de cuadros?

Sergio Rodríguez Gelfenstein (BARÓMETRO INTERNACIONAL, especial para ARGENPRESS.info)

Es bastante común escuchar en el gobierno la aseveración de que “…no hay cuadros…” cuando se pretende iniciar una gestión o asumir una nueva tarea. ¿Es eso cierto? Se puede hacer esa afirmación tan temeraria con tanta libertad, y sin pensar las consecuencias que tiene su aceptación.


Aprobar esta aseveración significa asumir que el proceso bolivariano en 11 años ha sido incapaz de formar los cuadros políticos y técnicos que aseguren su permanencia y continuidad. Podríamos dar numerosas cifras que desmienten esa superficial valoración. Baste para ello, recordar los miles de jóvenes que se han formado en los innumerables programas de educación media y universitaria y todos los que participan en la Escuelas de Cuadros naturales que ha creado la Revolución, cuales son las misiones, las organizaciones populares y sociales y todos los mecanismos que hacen realidad la democracia participativa y protagónica del pueblo en la toma de decisiones.


Alguno podría decir que eso no basta para asumir una alta responsabilidad en el gobierno y están en lo cierto, pero aquí es precisamente donde radica nuestro problema, para mí el que pone mayor tensión para la continuidad histórica del proceso revolucionario bolivariano. Evidentemente que lo planteado anteriormente no resuelve por sí mismo el problema de los cuadros, pero si asegura que se ha creado la cantera necesaria para que ellos surjan. ¿Dónde está el problema entonces? No en la falta de cuadros sino en la carencia total de una política de cuadros que resuelva la problemática en su conjunto.


La correcta aplicación de una política de cuadros pasa por los conocidos procesos de conocerlos, formarlos, promoverlos, aprovechar sus potenciales, distribuirlos correctamente, ayudarles en su crecimiento, velar por su conservación y darle seguimiento a su trabajo. Como no hacemos esto, no existen los cuadros de la Revolución, sino que existen los cuadros que siguen a un determinado dirigente, muchas veces ni siquiera porque asumen una idea junto a él, sino porque éste le garantiza un trabajo y en el peor de los casos una prebenda. Se llega al colmo de hablar de una suerte de pertenencia “Carlos es de Juan”. Lo grave no está en seguir al dirigente sino en el hecho de que esto evidencia la falta de una política de cuadros


Esta es la explicación de que cada vez que se produce un cambio en cualquier responsabilidad administrativa de gobierno, cambian todos los que tienen una responsabilidad en el equipo de esa instancia, y no sólo eso, se trastoca, además de cambiar las personas, cambia la política, las prioridades, los métodos y los énfasis, por no decir los estilos. Esto último incluso podría ser comprensible.


El problema que se genera, es que no se pueden pensar, mucho menos desarrollar, políticas de mediano y largo plazo, se menosprecia la organización y la planificación y se cae en el tacticismo, la improvisación, la superficialidad y en el desorden, el caos y por ende la ineficiencia y la ineficacia porque “…no sabemos hasta cuando vamos a estar aquí”. . Todo comienza de nuevo y cada comenzar significa desgaste, retrasos y a veces retrocesos, por no hablar de los millones de bolívares del pueblo malgastados con esta improvisación. En el caso de los cuadros, significa apatía, pérdida de perspectivas y en algunos hasta desmoralización. Comienza entonces el discurso, para los que llegaron, de encontrar mal todo lo anterior y la paralización porque “llegamos hace muy poco y esto era un desastre”.


No hablemos de los problemas personales que se generan con jóvenes que están construyendo su futuro, responsabilidades que se han adquirido por endeudamientos, estudios, compras de equipos, compromisos en los que la familia ha hecho recaer sobre los hombros del despedido, etc. Se actúa como si esto fuera responsabilidad sólo del que asume tales cargas, pero estamos hablando de personas, de ciudadanos de “carne y hueso” que viven y hacen parir el proceso cotidiano de la revolución. Pero, lo más grave de todo esto es que en la medida que no hay continuidad en el proceso creativo y en el de la generación de políticas y considerando que cada dirigente carga con “su equipo” resulta imposible formar cuadros que se especialicen en dar conducción y continuidad a las políticas implementadas por el gobierno revolucionario. Todos los desplazados, todos los que quedan sin trabajo son chavistas que van a buscar ubicarse en otro lugar para comenzar de nuevo.


Sin embargo, algunos de los que permanecen y no sufren estos vaivenes son los escuálidos enquistados en el gobierno, ellos han estado ahí con los 4, 5 ó 7 ministros de todas las tendencias del chavismo que han pasado por allí. Ellos sí se han formado y tienen una experiencia de 6, 8 o 10 años en cumplimiento de sus funciones. Por eso, a veces son más eficientes, y lo que es peor, ellos, son los que cargan con el conocimiento y la memoria histórica del funcionamiento de un ministerio de la revolución, por supuesto desde su perspectiva distorsionada y manteniendo el cargo, sin importarles quien sea “el próximo que va a mandar Chávez para acá”.


Todavía es tiempo de construir una política de cuadros científica, para ello hay experiencia histórica internacional y en nuestro propio país, desde distintas metodologías, con diversas formas y estilos, pero es deber de la revolución garantizar la formación, estabilidad, control y seguimiento de un contingente de cuadros que fortalezca lo que se construye y que dé continuidad al proceso cuando los que hoy están hayan dado lo mejor de si.

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